mayo 18, 2019

Suelo preferir la comunicación por teclado a la verbal porque la dilación de tiempo, la protección del espacio y las restricciones técnicas protegen las emociones tanto como las altera la conversación, de Fernando Broncano

Fernando Broncano R ·    18/4/2019
Mientras releo "Un cuarto propio conectado" de Remedios Zafra, preparando un seminario-charla sobre sus escritos, me encuentro con una de sus muchas metáforas: el muro-pantalla que erigimos a través de la red, a veces para conectarnos, a veces para protegernos. El texto me recordó una anécdota que me contó Diego Lawler, comiendo con unos amigos que habían pertenecido a los montoneros. En el aislamiento de uno de los chupaderos de la dictadura, dos prisioneros aislados inventaron un lenguaje de ruidos, golpes, arañazos,... con el que lograron resistir y comunicarse durante su confinamiento. No se conocían, pero milagrosamente lo hicieron tiempo después. El muro de la prisión, construido para aislar se convirtió en un muro pantalla que recreó los lazos afectivos con los otros y salvó a aquellos dos de la muerte en vida que es el confinamiento. Paradójicamente, la red y la pantalla ejercen una función similar. Muchos, como yo, como Remedios Zafra, preferimos el contacto a través de este filtro luminoso y el teclado. Cuando nos presentamos en cuerpo y alma somos extremadamente tímidos y absolutamente diferentes a la máscara que construye el muro-pantalla. Suelo preferir la comunicación por teclado a la verbal porque la dilación de tiempo, la protección del espacio y las restricciones técnicas protegen las emociones tanto como las altera la conversación. Sherry Turkle, antigua tecno-optimista ahora promueve "en defensa de la conversación" contra las redes. Tiene razón. Debemos volver a los espacios físicamente conectados, pero no es menos cierto que la conversación tiene espacios y tiempos limitados y exigencias que no siempre funcionan. Soy un antropólogo aficionado a escuchar conversaciones (prefiero hacerlo a intervenir, salvo extraños momentos) y observo una pérdida del arte de la conversación: la repetición de anécdotas, aseveraciones, hasta los mismos chistes y chascarrillos. A través de un muro-pantalla, como los dos prisioneros, a veces nos pensamos más qué decir y dejamos que los sentimientos no alterados por la adrenalina, cumplan mejor su función. Ahora que no hago sino llamar de nuevo a la conversación y los círculos, parecería que me estoy contradiciendo, pero, como Virginia Woolf, en Una habitación propia, sospecho que no hay tal contradicción: la conectividad e intimidad se dice ya de muchas formas. Tan importante como el lugar común (tantas veces lleno de lugares comunes) es el lugar propio (muchas veces habitado por muchas voces).

Manuel Rivas     Es probable que cada modo de comunicación tenga su lugar en el arte del intercambio y confrontación de ideas, opiniones, experiencias.
Según el momento, el interlocutor, el tema. O quizás, del conjunto de estas cosas, sea preferible elegir comunicación verbal o a través de pantallas.
Esta última forma permite leer al interlocutor y repensar antes de contestar. Un estilo que se está perdiendo en la conversación oral directa.
Lo que hemos perdido totalmente es la conversación de intercambio epistolar manuscrita.
Aquello sí que daba tiempo a repensar.

 
Paquita Caminante Posiblemente, si nuestra manera de afrontar el contacto con los otros fuera espontánea, sin enmascaramientos, la diferencia entre un intercambio -conversación física- y otro -conversación virtual-  no sería significativa; salvo por los errores propios del directo. Saludos a todos

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