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octubre 31, 2024

CTXT. Carta a la comunidad 374 I Gerardo Tecé: Hemos pasado a la acción

 11/10/2024

Querida suscriptora, querido suscriptor:


 

Han sido años de ver cómo nuestra sociedad se iba pudriendo sin poder hacer nada para evitarlo. Los discursos de odio comenzaron con la ultraderecha señalando lo que llamaban chiringuitos y el resto llamábamos asociaciones de mujeres maltratadas, asociaciones LGTBI o centros de acogida para menores inmigrantes. Cuando señalaron a sus enemigos comenzaron a criminalizarlos, habitualmente difundiendo falsedades. Cuando los bulos ya no eran suficientes para alimentar a la bestia, comenzaron a mezclar las mentiras con las amenazas. El caso de Mocejón, en el que un chico del pueblo fue tristemente apuñalado por otro chico del pueblo encapuchado fue el ejemplo perfecto de ante qué estamos. Mientras la policía investigaba lo sucedido, cientos de activistas del odio comenzaban a difundir que el autor era de origen magrebí, alguien señalaba una mezquita cercana y muchos llamaban a salir a las calles para linchar a los extranjeros. Era todo falso. Una mentira más y una semilla más sembrada a la espera de que el odio acabe germinando en forma de persecución en la calle contra los más desprotegidos. Los activistas del odio no están solos. Políticos y medios amplifican sus mensajes mientras miramos aturdidos cómo lo peor de cada casa enfanga la convivencia.


octubre 30, 2024

Pedriza. Canto Cno.-Tolmo-Centinela-4 Damas-Cdo. Dehesilla y vuelta, 23/10/2024

 Las fotos llevan una explicación y al relato lo precede un *asterisco. Lo copiado aparece "entrecomillado". Para VER las FOTOS, sus detalles, DEBEN AGRANDARSE clicando sobre ellas. Crónica anterior visita al Centinela, en 2/12/2020:  Loncha-Torro-Arco Cuch.-Pico Blas-Centinela-Lagunilla   https://paqquita.blogspot.com/2020/12/pedriza-loncha-torro-arco-cuch-pico.html

1.- El río Manzanares a su paso por Canto Cochino.


2.- Muestra de otoño.


3.- Amplio grupo escolar.


4.- Dos setas. Parecen boletus /Boletus, ignoro más datos.


5.- 5 o 6 níscalos, apretados.

6.- Seta con sombrero blanco, tipo vietnamita.

* El miércoles, 23 de octubre, volvemos a la Pedriza. El aparcamiento de Canto Cochino está lleno. Incluso, en el de buses hay 8, dos de ellos aún aparcando. Dejamos el coche en el apcto. de las Ranas. Nos ponemos en marcha a las 11h

Caminando  por la autopista, de la pedriza, un nutrido grupo de jóvenes escolares está a la espera de las instrucciones de las monitoras. Nosotros volvemos al Tolmo. La idea es tomar el mismo camino de la Maza, para abandonarlo por desvío a izda.

Desvíos hay bastantes, no todos tienen buena salida. Más o menos a media altura el tomado es fructífero.


7.- Caminando en ladera norte de Pedriza anterior.


8.- Seta. Sombrero con más cuerpo que anterior, con ala.


9.- Preciosa amanita muscaria.




10.- Tres setas diminutas.

* Vemos más setas que la semana pasada, en el sentido de la variedad. Cantidad  nunca.

Por fin la senda tomada tiene hitos, garantía de buen fin.

A petición mía paramos unos minutos para comer plátano, beber...


11.- Camino. Hito.


12.- Ladera rocosa, al otro lado del arroyo Dehesilla. El Hueso, abajo.


13.- La Maza y un Dedo, a dcha.

14.- La Maza y dos Dedos, a dcha.


15.- El Centinela,a la vista.

16.- Rocas en la subida, a izda.

17.- Roca caballera, peculiar, a izda. en subida.


18.- Otras setas diminutas entre la gayuba.


19.- Centinela, de cerca.


20.-  Aquí, con La Vieja y El Atillo.

* Al Centinela llegamos a las 14h. 40´ Dedicamos un tiempo para verlo por distintos lados y echar unas fotos. 

No estamos en la parte más alta de la cuerda, así que preferimos comer más arriba.

Ya situados en la senda normal (PR) nos colocamos en un sitio plano, roca plana. Son las 15h. 30´ y a las 16h. nos levantamos y disponemos a caminar.


21.- Blas y la compañía. 14h. 42´


22.- Foto de Blas. La Vieja y su moño, El Centinela y Paquita, yo. 14h. 47´


23.- Al fondo: Complemento y continuación foto 12.  La Muralla intermedia corresponde a esta ladera.


24.- Vista atrás. Subiendo hacia la zona de comida. Centinela a la vista.


25.- Vista al frente. Rocas de interés a derecha.


26.- El conocido como Arco de Cuchilleros; que yo llamo: Puente Oruga.

27.- El mismo, más cerca.


28.- Foto de Blas. Vista desde el otro lado. Yo. 16h. 13´


29.- Un vivac junto a la senda, entre Cuatro Damas y Yelmo.


30.- Formación rocosa denominada El Acebo, dcha.


31.- Cuatro Damas, a dcha.


32.- Foto de Blas. Cuatro Damas y La Cara. 16h. 34´


33.- Bajando.


35.- Flores de gayuba, como tulipas.


35.- Zona de la Hoya de Coberteros, al otro lado del collado Dehesilla.


36.- Macho de cabra, viejo.


37.- Ahí está, abajo, centro.


38.- Seta color vino. Rúsula / Russula


39.- Vista de ladera desde Prado Peluca. Maza a derecha. Centinela, centro.


40.- Dos macrolepiotas.

ROBERTO: Hola, Paquita.

En la foto 41 muestras una serpiente. Es una hermosísima culebra de escalera y es una especie que no es fácil divisarla. Es ahora la época de mayor actividad, el otoño. ¡ Qué privilegio has tenido por contemplarla !
41.- Culebra.

* Desde el Colllado Dehesilla, vamos al Tolmo y de ahí al apcto. de las Ranas, donde dejamos el coche. Estamos allí a las 19h. 20´ El tiempo neto caminado ha sido de 7 horas.

PAQUITA

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octubre 29, 2024

CTXT. Teoría del árbol, de Ricardo Aguilera

 Ricardo Aguilera 28/08/2024

El Ayuntamiento ha decidido hacer buena una de sus promesas electorales: techar un pequeño tramo de la M30 entre Ventas y la Fuente del Berro. El capricho consistorial se va a llevar por delante 54 árboles de más de 70 años

Parque de Fuente del Berro (Madrid). / R. A.


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¿Para qué sirve un árbol? En el campo, todavía, pero en la ciudad… Un árbol urbano no es más que una fuente de gastos: hay que regarlo, podarlo, protegerlo de las plagas… A cambio, ¿qué rendimiento se le saca? Nada, sombra si acaso, un bien inmaterial y no contable. Sin embargo, si en una plaza cualquiera talamos los árboles, podemos hacer un parking, con el dineral que eso mueve. Si no hay árboles que estorben, queda espacio libre para terrazas, chiringuitos, casetas y demás negocios obligados a pagar tasa municipal. Además, nos ahorramos los gastos de mantenimiento: la factura del agua, los sueldos de los operarios, la gasolina de la furgoneta… Todo son ventajas. 

Este razonamiento mostrenco es parte del argumentario oculto del homúnculo consistorial. Y puestos a talar, ¿por qué limitarse a los escasos árboles que echan sus tristes raíces en calles y plazas? Mejor ir donde abundan: los parques. Como los experimentos mejor con gaseosa, las huestes del arboricida liliputiense han elegido un lugar discreto, un parque pequeño, escondido y poco conocido: el de la Fuente del Berro. Echemos un vistazo. 

Antes de entrar en materia, una confesión: mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla. No tuve esa suerte: soy de Madrid. Pero mi infancia sí son recuerdos de un parque donde te recibía una fuente con peces de colores. Detrás, un cedro imponente albergaba aves multicolores que maullaban como gatos al caer la tarde: pavos reales. Había recodos oscurecidos de tanto verde, escalinatas y cascadas de rocalla, estanques con patos y cisnes, árboles gigantescos, un palomar atiborrado de pichones, guardas vestidos de pana, un palacete en ruinas, muchas cuestas y, abajo del todo, menguada ya la fronda, un arroyo miserable donde los niños jugábamos a la pelota o nos liábamos a dreas. La corriente marcaba una frontera. Al otro lado había chabolas, casas feas de protección oficial y calles sin asfaltar: la Elipa. Así era, o así lo recuerdo. 

Máquina del tiempo. Allá por el siglo XVII, Felipe IV, el Rey Planeta, mandó a uno de sus asteroides para que comprase la Quinta de Miraflores, al este de Madrid: 32 hectáreas con casas, huertas, jardines, tierras de labor y viñas. 32.000 ducados. La finca pasó a llamarse Fuente del Berro, porque allí el agua era abundante y de buena calidad, manando directamente del Abroñigal, por entonces arroyo cristalino. Con el paso de los siglos, la titularidad de este oasis pasó de mano en mano cual falsa moneda: órdenes religiosas, aristócratas varios, ricachones de tronío… En 1948, revirtió en el Ayuntamiento de Madrid, previo pago de 6.700.000 pesetas, y se abrió al público. Había nacido el parque. 

Como todos los jardines, el del Berro tiene su propia personalidad. La suya es el plano inclinado, dejarse caer por una cascada de árboles y regatos donde habitan olmos, ginkgos, cedros, pinos, secuoyas, tejos, alcornoques, tarays, cipreses, madroños… Había una impresionante haya roja que murió. Los forenses dictaminaron que se había envenenado con los nitritos de las aguas recicladas que lo regaban. Por lo visto hay más pacientes afectados. ¿Cómo hemos pasado de las aguas salutíferas del arroyo Abroñigal, que antaño eran llevadas en carretas al Palacio Real, a la ponzoña de ahora? La enfermedad tiene un nombre: M30. A principios de los 70 se empezó a construir el ramal este de la autovía de circunvalación. Un ejército de excavadoras embutió el arroyo en una tubería y asfaltaron por encima. De paso, le pegaron un buen bocado al parque, dejándolo en siete hectáreas. Como el ruido motorizado espantó a pájaros, vecinos y visitantes, pusieron unas pantallas acústicas. Doy fe de que no sirven para nada. Acabo de estar allí. En esa parte del parque hay que liarse a voces con el que tienes al lado. De escuchar el trino de los pajaritos ya ni hablamos. Diez años después, con la calle O’Donell aspirando a ser otra autopista, se construyó el Pirulí pegado al parque. Cercado por el zumbido del tráfico, los jardines ya solo son un remanso para cualquier sentido que no sea el oído. Además, pese a la espesura del follaje, el paisaje viene dominado por esa Torrespaña que emite los bulos de todas las emisoras de radio y televisión. Eso sí que se oye. 

Pese a todo, la Fuente del Berro sigue siendo un parque bonito y agradable. Está cuidado, tiene recodos de encanto y poca gente montando bulla: para eso ya están los coches. El palacete aristocrático ha sido reconvertido en un centro cultural dedicado a Rafael Altamira, sabio de la Institución Libre de Enseñanza. Bien. Además hay estatuas dedicadas. Bécquer está inmortalizado en un bronce que no está mal, pero le han colocado un grupo escultórico de mal gusto, con personal petrificado a sus pies que no pinta nada. El maestro Enrique Iniesta tiene otro homenaje donde figura tocando el violín, aunque el músico aparece cortado a medio muslo, quién sabe por qué. Pushkin tiene otra inesperada cortesía escultórica, con el poeta ruso lánguidamente apoyado en una columna. En su momento hubo una iniciativa popular para que el parque acogiera un recuerdo de Aute, que era habitual de esos jardines porque vivía al lado, en la Colonia Fuente del Berro. No ha prosperado. Por cierto, esa es una de las colonias más bonitas de Madrid, con calles ajardinadas por donde se pasean pavos reales con el desparpajo de quien se sabe en zona civilizada. Lo malo es que no hay manera de comprarse una casa allí: los precios son prohibitivos y los pocos inmuebles que salen a la venta son inmediatamente colocados a familiares. Es el mercado, primo.

Ahora viene lo bueno. Abróchense los cinturones. El Ayuntamiento ha decidido hacer buena una de las promesas electorales del ínfimo regidor: techar un pequeño tramo de la M30 entre Ventas y la Fuente del Berro. El capricho consistorial se va a llevar por delante 54 árboles de más de 70 años y 20 metros de alto. La idea es colocar una “losa verde” que una el parque de la Fuente del Berro con lo que resta del pinar de La Elipa, que ya fue cercenado en su momento por la M30. Dicha losa anclará sus pilares en las respectivas zonas ajardinadas, y de ahí la imperiosa necesidad de deshacerse de los árboles próximos al campo de batalla. Las víctimas van a ser cedros, pinos, olmos y un ailanto, todos ellos en buen estado de salud, según un informe del Área de Miedo al Ambiente del Ayuntamiento. La empresa a la que le toque la pedrea de esta magnífica obra, tendría que reponer la tala con 1.761 árboles, según la legislación hasta ahora vigente, lo que le supondría un gasto estimado en 131.000 euros. Afortunadamente, Isabel Natividad ha estado al quite y ha cambiado la dichosa ley, de manera que ya se pueden talar árboles sin estar obligado a reponerlos en mayor cuantía: ahora con pagar al contado basta. No se sabe cuánto, pero seguro que menos que lo que costaría repoblar. En cualquier caso, y para tranquilidad y contento de los vecinos, el Ayuntamiento ha hecho pública una nota en la que explica lo siguiente: “Las plantaciones arbustivas y arbóreas se resolverán mediante el empleo de especies adecuadas al clima madrileño y el espesor de la tierra disponible sobre la losa de cubrición”. El espesor es de un metro y medio: adiós árboles. En la nota también se anuncia que entre el verdín que adornará la lápida que van a construir habrá un graderío al aire libre y dos quioscos. Billetes verdes. La licitación fue el pasado julio. En octubre o noviembre conoceremos la resolución del concurso de adjudicación de obra. El coste de este invento y su correspondiente masacre arbórea está estimado en 87.400.000 euros del erario público municipal. Enhorabuena a los agraciados.

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CTXT. La resaca de la invasión cheli, de Jesús López-Medel

 Jesús López-Medel 25/09/2024

Madrileños, sean bienvenidos al norte, pero dejen en el paso de Guadarrama la chulería que les han contagiado sus dirigentes

José Luis Martínez-Almeida y Florentino Pérez se saludan durante un encuentro en mayo de 2022. / Miguel J. Berrocal (Ayuntamiento de Madrid).



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La palabra resaca tiene varios significados, como el referido a los efectos posteriores a una ingesta alcohólica, o también lo que provocan las corrientes marítimas que arrastran aguas adentro a bañistas y todo lo que encuentren a su paso. Para avisar sobre estas últimas están las banderas en las playas.

Hace pocas semanas que concluyó la invasión veraniega de madrileños en lugares del norte de España. Poniendo en práctica el lema contextatario de que estamos orgullosas de llegar tarde a las últimas noticias, y tras no haber visto análisis en la línea que intentaré expresar, me he tirado al agua, aunque ya esté menos templada, con este artículo. Quisiera reflexionar sobre lo que ha sucedido en estas tierras y playas norteñas, en algunos lugares de Galicia, algo en Asturias, pero aún más particularmente en Cantabria, porque es una tierra más chiquita y el impacto de la invasión ha sido muy fuerte.

Vivo en Santander, desde donde viajo con bastante frecuencia a Madrid. En esta última ciudad viví durante 25 años, que abarcaron desde mi niñez a la juventud, los estudios de bachillerato con reválida, los gozosos años universitarios y la preparación de una oposición. Si Rilke decía eso de que “la patria es la infancia”, en mi caso, queda extendida a todo el tiempo de formación y aprendizaje de la vida y de modelación de mi personalidad. Así puedo afirmar que Madrid me marcó durante “aquellos maravillosos años”, como los de aquella emotiva serie de los noventa.

Mis reencuentros con Madrid (disfruto con los relatos de Ricardo Aguilera) son siempre gratos, ya sea el motivo del viaje trabajo, un espectáculo, o un partido de Champions en el Metropolitano (lástima que no tenga la magia del Calderón). Y siempre aprovecho para estar con un amigo y cuidar lo que con el tiempo se cae, como son las hojas de la amistad. A veces huyo, especialmente en otoño, porque la ciudad ha sido colonizada culturalmente por los que, de toda la vida, controlan y jibarizan el pensamiento libre, el que escapa del prescrito por los STV: Santander de toda la Vida.

Santander y Cantabria siempre han sido lugares de veraneo, especialmente para los madrileños; muchos de ellos de clase social media-alta o alta y, por consiguiente, pija. Siempre ha habido una relación de amor y odio entre los visitantes procedentes de la meseta y los que tienen resabios de pijismo santanderino. Los pijos de aquí quieren emular a los de Madrid, pero estos se consideran superiores, genuinos.

Volviendo a nuestros simpáticos visitantes estivales, este año se produjo –y no sólo aquí– una invasión que hizo estragos y ha provocado una madrileñofobia muy notable. Esto era impensable en una ciudad donde, hace unos años, se enfrentaban en el estadio de fútbol el Racing (en primera división entonces) contra el Real Madrid y la mitad del aforo saltaba enfervorecido cuando este último marcaba un gol. En una ocasión, estando allí presente no pude reprimir mi carcajada. Quizá esta querencia hoy vaya remitiendo debido al sentimiento de “cantabrismo”; ya veremos qué pasa cuando el equipo local vuelva a la primera categoría.

Pero, decía, este verano se ha producido un rechazo bastante generalizado de estos invasores parecidos a Atila, y no fue tanto por el gran número de veraneantes, sino por la manera en que una parte de los madrileños se ha comportado en una tierra que se ha puesto de moda, quizá acaso debido al cambio climático, que tanto niegan o minusvaloran sus líderes políticos. ¿Y cómo han aterrizado en estas tierras? Lo anticipo ya: con una gran prepotencia. Esto lo he visto por mí mismo aquí este mes de agosto y luego narraré alguna anécdota vivida. 

Pero esa misma prepotencia de un madrileñismo muy empoderado es la que yo he estado percibiendo en mis viajes a la capital. Madrid es una ciudad fantástica, pero en los últimos dos o tres años he visto crecer de forma notable un estilo muy cheli y chulesco. Esto se puede apreciar, de manera singular, en la extensión de las terrazas de los bares. El problema no es que sean muchas, sino que, bastante a menudo, colonizan un espacio que no deberían ocupar. Los dueños de estos establecimientos agrandan las terrazas porque se sienten superprotegidos por los poderes públicos de Madriz. Tampoco ayudan algunos consumidores, sobre todo los grupos de varios ocupantes que, para colocarse con amplitud y comodidad, convierten en mínimo el paso por aceras estrechas. No se te ocurra quejarte al camarero o decirle algo a estos muchachos (a veces en la cuarentena) de voces con altos decibelios y bebedores de “cañas de la libertad”.

La chulería de Madrid tiene algo de zarzuelesco, entre la verbena de la Paloma, la Pradera de San Isidro o la de San Antonio de la Florida. El “pichi” y la “manola” real tienen algo de cheli. Pero, repito, lo que he venido observando en mis viajes frecuentes a Madrid, y que hemos padecido este verano en Cantabria, es una especie de empoderamiento del madrileño acomodado que, cuando sale fuera, pone los pies encima de la mesa como un texano cualquiera con un puro.

Es curioso que en Comillas, villa donde veranea lo más selecto de la clase más alta y no pocos nobles, se conoce a los madrileños como “papardos”, nombre de un pez estacional que devora cuanto puede, y luego desaparece.

Hubo macrofiestas en algunas bellas playas de especial relevancia, mucho alcohol, basura y ruido, junto a comportamientos a veces chulescos. Y sin policía local que lo pudiera evitar. Todo ello me ha recordado alguna desgraciada playa mallorquina invadida por ingleses de mal comportamiento.

Llevo tiempo preguntándome qué está sucediendo, y puedo apreciar que se están mimetizando peligrosamente comportamientos de personajes públicos. La impronta falangista de la presidenta está calando, y mucho. Ese estilo tan característico se está contagiando. Su forma de hablar, casi chillar, de mirar de reojo siempre buscando la cámara, de mostrar una sonrisa pícara o un rictus en la cara cuando le molesta algo. El aquí estoy yo ha calado. También se pueden observar estilos parecidos a los de su consejero áulico, su novio o su amigo, que denuncian o desafían a quien les descubre en una pillería, incluso a la policía. ¡Con un par! Recuerda a su maestra thatcheriana huyendo de los agentes locales en persecución rodada.

Pero no solo ella hace gala de esos modales, sino también otra gente como el alcaldín, que está muy crecido y que desde que hace tándem con la del manojo de rosas (otra zarzuela castiza) actúa así también. No sé si era antes de tal guisa, con un desparpajo cheli a tope, o acaso se le ha pegado de su lideresa. Su forma de hablar y su estilo muy graciosillo y megaempoderado le han convertido en un personaje de caricatura y de chotis. Su estilo le hace sentirse fuerte y mostrarse despectivo con la oposición, pero al mismo tiempo es muy sumiso y servicial con ese hombre que opera siempre en las sombras, salvo cuando actúa, y deja actuar desde el palco. Recordemos que lo que fue estadio futbolero, el Santiago Bernabéu, ahora es un auditorio que lleva el nombre del promotor. Sería hasta bonito y podría lucir si no estuviera en mitad de la ciudad. Este experto en sacar petróleo del Ayuntamiento de Madrid (lo del parking es indefendible) propinó una colleja al munícipe (atletista él hasta la náusea), que le hizo reír de forma bufa.

Por suerte aún quedan muchos madrileños y madrileños sanos, pero tengan cuidado: no asuman los estilos prepotentes de su dirigencia. Ah, y el próximo verano dejen que los lugareños recién salidos del Sardinero, con sus sillas plegables y sus cachivaches, crucen tranquilos los pasos de cebra No es de recibo molestarse, sacar medio cuerpo de un coche megagrande y gritar “¡Más rápido!”. Alguien contestó con un “¡vete a Madrid!” que fue acompañado de una gran risa de otros viandantes. Parece que a algunos se les quedó pequeño eso de “madrileños por el mundo” y se refugian a 400 kilómetros. Sean bienvenidos, pero dejen en el paso de Guadarrama el chelismo que les contagiaron esos dos personajes.

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