Guillermo Zapata Escritor y guionista 21/11/2025
El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz.
El Partido Popular ha colgado en su cuenta oficial de la red social X una imagen del fiscal general del Estado utilizando Linkedin para indicar que está buscando trabajo.
Esta semana tuve la suerte de ser invitado por CIAIS, Colectivo de Inteligencia Artificial e inteligencia social de la Universidad de la Rioja, a hablar del papel que la inteligencia artificial había cumplido en la campaña de propaganda que ha acompañado al genocidio en Palestina. Comentaba durante mi charla que lo primero que me llamó la atención cuando me puse a investigar el asunto es que no se había utilizado la IA cumpliendo ninguna de las premisas que debe cumplir una mentira. La mentira, para funcionar, tiene que tener vocación de plausibilidad. Debe hacer algún esfuerzo por mimetizarse con la representación que tenemos de lo real. En vez de eso, teníamos un vídeo difundido por el propio Donald Trump en el que Gaza se convertía en una suerte de Marina D’or y llovían dinero y globos dorados con la cara del propio Donald Trump del cielo. Un vídeo en el que Trump y Netanyahu se tomaban refrescos en las playas de Gaza mientras iban en bañador sonrientes bajo el sol. La vocación de esas imágenes no era parecerse a la realidad y falsearla. Era otra cosa.
Meses después del vídeo de Gaza, hace apenas unas semanas, Trump movió un nuevo vídeo que si la charla no hubiera ido explícitamente sobre Palestina no habría dudado en usar. Fue su respuesta a las movilizaciones que recorrieron EEUU con el lema “No Kings”, que tuvieron un éxito enorme. El vídeo, hecho con IA, muestra a Trump volando sobre las manifestaciones y descargando sobre ellas toneladas de mierda. Es literalmente cómo si Trump les cagara encima.
Al ver esa imagen entendí que el objetivo era precisamente su dimensión artificial. No pretendía evocar nada realista, sino representar una idea. Esa idea tiene valor en la medida en que es cruel y está fuera de medida. Busca que nos sintamos tan pequeños cómo cuando vemos un edificio brutalista o una catedral gótica. Se trata de construir la imagen digital de una relación de fuerzas completamente desigual. Una humana, contingente, mesurable y vulnerable y otra omnipotente y cruel. El objetivo es que nos sintamos mucho más sobrepasados que furiosos. Más en shock, que en reacción.
La imagen del Partido Popular del fiscal general es exactamente igual. No hace el más mínimo esfuerzo en fingir que el juicio iba a restituir una supuesta ilegalidad cometida o de recomponer una institucionalidad quebrada. Nada de eso. El objetivo es hacer explícito que esto nunca fue de la justicia y la separación de poderes. Fue de que el fiscal general del Estado se quedara sin trabajo. De echarle. Y expresarlo con esa claridad tiene el objetivo sencillo y directo de demostrar quién manda. Es la expresión de una impunidad. Por eso, aunque sea una imagen falsa, es más real que las declaraciones de Feijóo o Ayuso. Uno fingiendo responsabilidad institucional y la otra performando victimismo mientras su novio se forra evadiendo impuestos.
Esto quiere decir también que el plan no tiene tanto que ver con el fiscal general o con el ataque al gobierno progresista, sino la producción de un estado de ánimo social de depresión, incapacidad de reaccionar y sentimiento de derrota. Ese es el estado de ánimo contra el que hay que trabajar. No se trata sólo de denunciar la falsedad de los hechos, la impunidad de los esparcidores de bulos o los evasores fiscales o el control permanente de la derechas de las instituciones judiciales y el poder duro del Estado -o el control de la derecha por parte de esos mismos poderes, que ambas cosas son verdad- sino de construir un estado de ánimo a la ofensiva.
Para construir un estado de ánimo a la ofensiva debemos empezar a mirar la realidad de lo que está pasando como un despliegue brutal para paralizar un poder ciudadano gigantesco. En concreto, el poder ciudadano que ha logrado componer una mayoría alternativa a la del PP y Vox teniendo ellos de su lado a absolutamente todo el poder duro del país y prácticamente todo el poder institucional que no es el gobierno central.
Ese estado de ánimo vendrá derivado de un cambio general en los espacios políticos progresistas, tanto a nivel estratégico como táctico. Una de las características de estas políticas de la crueldad o la impunidad es que no favorecen por sí mismas ningún tipo de solidaridad o afecto compartido. La crueldad produce crueldad. La hegemonía de los cínicos produce cinismo. Para ganar debemos jugar en el terreno contrario.
Generosidad, encuentro, salir de las posiciones bunkerizadas, romper las inercias de los ciclos heredados, ceder, ceder y ceder en lo interno y avanzar, avanzar y avanzar en lo externo conquistando derechos. Abrir, en vez de cerrar. Seguir hasta construir un territorio político de cooperación entre las fuerzas que hoy componen y sostienen el gobierno para, acto seguido, convocar a la sociedad a construir un movimiento que expanda nuestra democracia y deje de estar a la defensiva.
De esto va la segunda parte de la legislatura.
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