enero 26, 2007

Viernes, 26 de enero.

Esta noche ha nevado en Getafe, sí, ha sido poco pero suficiente como para cubrir los coches de una gruesa pátina blanca. El suelo no, el suelo estaba como desvaído, ligeramente nevado, pero sin llegar a formar capa. Menos un grado ponía en el termómetro de la carretera de Toledo, uno menos que ayer.

Yo lo que quería hablar es de un artículo que publicó ayer El País, en la sección de Opinión, firmado por Manuel Cruz, catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona, que me ha gustado. Por lo pronto, empieza citando una frase de Eduardo Galeano, cosa que le da cierto crédito, dice: "Ellos son dos por error/ que la noche corrige" Bonito.
El título del artículo es: "Un amor en cada cuerpo" y empieza: Yo también tuve antaño un cuerpo parecido al de esos jóvenes que se sientan ahí delante y fingen escucharme con atención. A veces se me olvida que ya no es así, pero entonces mi cuerpo real se encarga, diligente, de recordármelo a través de alguno de los procedimientos a su alcance (...)
Con toda franqueza, por más que se las revista con las mejores galas y se las convierta en elogio de la experiencia, el sosiego y algún que otro beneficio vital secundario, no conozco a nadie que a determinadas alturas de la vida prefiera lo que aún conserva a lo que perdió.
(...) la cambiante relación con el propio cuerpo y con los cuerpos ajenos (particularmente, con aquellos que son objeto de deseo) que impone el paso del tiempo. (...)
(...) una cosa que de inmediato llamaría la atención de alguien que se preguntara por el lugar y la importancia del cuerpo en nuestras vidas es el hecho de que éste, con los años, va perdiendo la condición de ocasión para el goce, que tiende a tribuírsele de manera casi espontánea durante la juventud, para, en su lugar, adquirir de forma creciente e imparable el estatuto de obstáculo para el desarrollo apacible de la propia existencia (...)
(...) El joven es en ese sentido alguien que puede convocar al cuerpo con el convencimiento de que el cuerpo acudirá, presuroso, a la llamada. En la edad madura, en cambio, todo es lento (...)
(...) Se equivocan quienes creen que los cuerpos se conforman, se resignan, se avienen a lo que les es dado. No. El cuerpo recuerda la plenitud que tuvo aquel otro con el ahora se está fundiendo. El cuerpo preserva la memoria -su propia memoria- de lo que conoció; de lo que alguna vez fue suyo (...)
En resumidas cuentas: no termino de entender por qué la gente se limita a jurarse amor eterno
(aunque cada vez menos: eso sí lo sé) debería tener el atrevimiento, en determinadas circunstancias, de jurarse deseo eterno. Con suerte y sensibilidad, a lo mejor hasta lo podrían cumplir.

Yo que me encuentro en el estadio intermedio de los mencionados por el autor, o séase, ni puedo convocar al cuerpo en cualquier momento, ni tampoco tengo que recurrir al recuerdo de él, porque aún -los dos- están atractivos, me gustaría, llegado el momento, sentir como dice, me gustaría ...

PAQUITA

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace algún tiempo oía un pequeño coloquio que mantenía Gemma Nierga con los Manueles, Cruz y Delgado, el uno de filosofía y el otro de antropología, que era una delicia. Hay gente a la que gusta leer y escuchar. MCruz es uno de ellos.
Epv

Anónimo dijo...

paquita
..con más de cuatro décadas..creo tener ya cada vez más lejano el rostro ese de aquel cuerpo joven que evidentemente ya me dejó..
siempre me pregunto..con resto de ingenuidad..¿y mañana ..qué?
a alguien le oí decir..que todas las estaciones de la vida tenían su encanto..
..y.¡le creí!
sólo espero que no haya sido en vano.
abrazos te dejo
ya regreso a la montaña
rené

Anónimo dijo...

La relación entre la percepción del cuerpo y la percepción de nosotros mismos está mediatizada por nuestros valores culturales, y a la vez se configura como uno más entre el resto. En cada época la perceción del cuerpo humano ha sido distinta y así se ha reflejado en el arte por ejp.

En la tradición judeocristiana por ejemplo que el amor está fuera del cuerpo, pertenece al ámbito de las almas mientras que el deseo es profundamente carnal y por tanto ¿pecaminoso?

El paso del tiempo sería la demostración ferrea del valor superior del amor sobre el deseo, de lo espiritual sobre lo carnal; el "amor es eterno" y por tanto ni siquiera el tiempo lo degrada.

Besos.

Anónimo dijo...

Además, (esto va por Xienra) la relación entre la percepción de nuestro cuerpo y la de nosotros mismos está mediatizada por la autoestima que nos tenemos, infravaloración o valoración que nuestros padres crearon en nosotros (o las personas bajo las que estuvimos a su cargo en la infancia) nuestros amores con esas personas y las que las sustituyeron después en la adolescencia. Todo es muy complicado. Es nuestra historia la que nos hace el ojo con que nos vemos el cuerpo, y a nosotros mismos.