DECLARACIÓN de INTENCIONES: Dirigida a aquellos Lectores Potenciales que, al entrar en la lectura de estas Mis Criaturas, sientan que no les gusta y ni siquiera les divierte. Abandonen de inmediato. Estas páginas están concebidas para Mi Memoria, mi Divertimento y el de Unos Pocos. Si tú no estás en este segundo grupo, yo no soy la persona adecuada para ti, deja esto y date una vuelta; seguro hallarás lo que buscas *** VER http://perrosflautadelmundo.blogspot.com.es/
Lo digo abiertamente: ni me gusta el fútbol ni hago nada por
remediarlo. Es más, me desagrada soberanamente que tenga que ser el eje
central de todo y se le dedique un porcentaje tan sumamente alto de
tiempo en los medios de comunicación, como si no hubiera noticias
culturales o sociales en las que centrarse mucho más. Entiendo que sirva
de anestesia para muchos, aunque yo lo rechace de pleno.
Pero dicho esto, no por ello me ciego y echo la
culpa al fútbol de barbaries tales como las ocurridas en Marsella. Bien
es cierto que hay cosas muy mal hechas en la organización y que han de
remediarse sí o sí. Incluso con estos matices, creo que el problema va
mucho más allá de todo ello, y el fútbol (no como juego, que cada día
veo menos de juego en estas cosas...) sino como aglomeración de masas y
calentón cerebral de muchas cabezas huecas y cortocircuitos neuronales
severos, está sirviendo de válvula de escape de los más bajos instintos
del animal llamado persona. Y, ahora que lo pienso, aquí sí
podríamos emplear el término "humanidad", aunque derive de "hombre" y no
utilizar "persona" como gusto más de hacer para favorecer la igualdad
de géneros. Y digo bien porque no he visto en las imágenes de la
bestialidad de los implicados a ninguna mujer (quizá debamos pensar en
esto y analizarlo, pero no vamos a mezclar ahora; ahí queda).
Sinceramente, pienso que hay un mal muy poderoso y dañino instalado en
este mundo y que genera monstruos. Y lo hemos creado nosotros. Quizá tengamos que pararnos a pensar antes de que sus costras nos invadan y destruyan por falta de amor y exceso de odio.
Victorino García Calderón:Para
los que no habéis tenido la oportunidad de leer el artículo del ABC
donde me sacan muy bien acompañado y queréis leerlo aquí tenéis el link.
Por Priscila Guilayn / fotografía: CARLOS CARRIÓN -
XL Semanal
Dislexia, déficit de atención,
problemas de aprendizaje... Muchos niños parecen destinados al fracaso
escolar hasta que, un buen día, un profesor les cambia la vida. De
pronto, alguien es capaz de verlos de otro modo y de sacar adelante su
autoestima y sus talentos. Son ángeles de la guarda inolvidables que
marcan vidas.
Siempre digo que un maestro te puede salvar la vida».
José Ramón Gamo
sabe bien de lo que habla. De niño sufrió un infierno en el colegio;
nadie entendía -ni sus padres ni sus profesores- a qué se debían sus
dificultades de aprendizaje. Hasta que cumplió los 15 años y... conoció a Ana, una profesora diferente, su ángel salvador.
Gamo
es hoy, a sus 44 años, cofundador y director técnico del CADE, un
centro dedicado a problemas del neurodesarrollo; problemas,
precisamente, como los que él sufrió. «Muchas veces los profesores se
escudan en que tienen 25 niños o más, que hay mucha diversidad en la
clase, que no hay recursos... -reflexiona Gamo-. Pero el maestro que se
compromete personalmente con sus alumnos hace cosas maravillosas». Y
bien que lo sabe él.
«Doña Inés era una profe-dinosaurio de las de
la letra con sangre entra recuerda. Cuando fallaba en lectura, me
gritaba, me daba capones y me ponía en evidencia en clase». Gamo tenía
seis años y estaba en primero de EGB. Sus padres no entendían sus
dificultades; veían a un chico inteligente y lo asociaron todo a un
bloqueo causado por la docente. Pero el problema persistió y Gamo pasó
años suspendiendo. A los 15, finalmente, le diagnosticaron dislexia,
un trastorno que afecta al 40 por ciento de los estudiantes españoles
que fracasa en los estudios, el 23 por ciento de nuestro alumnado.
El
hallazgo del problema, en todo caso, no puso fin a su infierno escolar,
que persistió hasta que una agresión de otro profesor colmó el vaso y
acabó marchándose a otro centro: el Instituto Camilo José Cela, en
Pozuelo. «Allí empecé a florecer», cuenta. Ana, su salvadora,
era profesora de Ética y Filosofía; se comprometía con los alumnos, los
escuchaba, se interesaba por sus problemas personales y acabó marcando
una diferencia en Gamo y en muchos de sus compañeros. «Evaluaba
mi capacidad para razonar, argumentar, debatir; para exponer mis ideas
-rememora-. Y en los exámenes jamás me penalizaba por mis faltas de
ortografía».
Penalizar, un verbo más popular en nuestro sistema
educativo que reconocer, es una clave del problema. Tanto que el
pedagogo y filósofo José Antonio Marina, autor de La educación del talento, propone un nuevo epígrafe en la Convención de la ONU para la infancia: «Todo niño tiene derecho a experimentar el éxito merecido alguna vez».
«Cuando hablo de eso -revela-, hay docentes que me preguntan: '¿Y si
son torpes?'. Pues eso es cosa nuestra; con habilidad y sabiduría debes
conseguir que cada chico diga: 'He sido capaz'. Ahí ya ha mordido el
anzuelo».
Así le ocurrió a Manolo, un alumno de Marina de cuarto
de la ESO al que unas palabras amables le cambiaron la vida. «El
muchacho no daba guerra, pero era la pasividad personificada -cuenta-.
Un día lo llamé a mi despacho y le pregunté qué hacía los fines de
semana. Se los pasaba viendo la tele, excepto un sábado al mes en que
iba a una feria de pertrechos militares de la Segunda Guerra Mundial. Me
dijo que le interesaba mucho -rememora Marina, en cuya cabeza se había
encendido una bombilla. Le pidió entonces que le describiera las botas
del Ejército alemán-. Me miró con cierta superioridad: 'Bueno, me tendrá
que decir de qué cuerpo, división y regimiento'. '¿No me digas que
sabes todo eso?', reaccioné. Y me contestó con un 'sí, claro'». Marina
lo invitó a dar una charla a sus compañeros sobre el tema y Manolo
preguntó si podría llevar su colección de cascos. Fue su oportunidad de
brillar. ¡Qué bien lo has hecho!
Ocho años
después se reencontraron casualmente. Manolo estaba acabando Historia.
«Me contó que fui el primero que no se burló de él por su afición
-recuerda Marina-. Me dijo: 'Todos me decían que era un imbécil y yo
estaba convencido de serlo, pero usted me tomó en serio y empecé a
pensar que quizá no fuera tan torpe como creía'». Para Marina, aquel
exalumno es solo uno de muchos casos de niños que pasan años en la
escuela sin escuchar un simple: «¡Qué bien lo has hecho!». El
quid de la cuestión, cree Helena Oyarzabal, pedagoga especializada en
programación neurolingüística e intervención en dificultades de
aprendizaje, está en las palabras. «Es increíble el cambio que pegan los
niños. Te dicen: 'Jo, ¡sí que puedo hacerlo! Pensaba que no
podía...' -ilustra-. Saber escucharlos, hablarles y ofrecerles
estrategias de aprendizaje es fundamental para sacarlos de la espiral de
presión y frustración en la que están metidos. Porque no son pocos los
problemas emocionales y sociales asociados a las dificultades de
aprendizaje».
Baja popularidad entre los compañeros, dificultad
para hacer amigos y mantenerlos, incomprensión familiar... son
situaciones cotidianas para estos niños. «Son rechazados y aislados, se
burlan de ellos -analiza la pedagoga-. Y los padres no suelen ser
tolerantes; al contrario, son muy exigentes, sobreprotectores, y acaban
estudiando más ellos que los niños, lo que les genera mucha presión,
porque ven que sus padres pasan cinco horas con ellos y siguen sin
avanzar».
Son problemas que, según Oyarzabal, se inician en el
aula. Los profesores asumen muchas veces que el niño no alcanzará los
objetivos y lo dejan de lado. «Se les baja la exigencia como si no
fueran capaces y la motivación decae -denuncia-. Si no les gusta y no
consiguen hacerlo 'bien', acaban ansiosos y frustrados».
Frustrados,
entre otras cosas, por no conseguir mostrar hoy lo que los adultos
temen que no sea capaz de desarrollar en unos años. Sobre esta
percepción diferente del tiempo ha reflexionado el escritor francés
Daniel Pennac en Mal de escuela. Hablarle a un niño del
porvenir es como pedirle que mida el infinito con un decímetro. Para los
pequeños, escribe Pennac, el futuro cabe en los pocos días que se
acercan. La expresión «llegar a ser algo» es paralizante, porque expresa
la inquietud o reprobación de los adultos. Pennac, pésimo estudiante,
escribe desde el punto de vista de los malos alumnos. Como no podía
comprender ni lo que le enseñaban ni lo que se esperaba de él, puesto
que se lo consideraba un incapaz, su actitud fue: «¿Para qué deslomarse
si las más altas autoridades consideran que la suerte está echada?».
Con
14 años, sin embargo, encontró a su salvador. Pasmado ante su capacidad
para inventar excusas para justificar lecciones no aprendidas y deberes
sin hacer, el maestro lo exoneró de las redacciones y le encargó una
novela, que Pennac debería redactar en un trimestre, a razón de un
capítulo por semana. «Escribí con entusiasmo, corregía cada palabra con
la ayuda del diccionario y entregaba los capítulos con la puntualidad de
un folletinista profesional relata -en su libro-. Por primera vez;
existía escolarmente para alguien». Muchas veces, sin
embargo, se confunde motivar con divertir, y no es lo mismo; no se trata
de atraer por un rato el interés del alumno. «Tenemos tres
palancas para la motivación -explica Marina-. La cuestión está en cómo
usarlas, si una u otra o todas a un tiempo, según cada caso». La primera
es que todo el mundo quiere pasarlo bien. «Para motivar, en este caso,
hay que conectar con algo que aumente el bienestar: el clásico premio»,
ilustra el filósofo. La segunda: todos quieren ser reconocidos,
elogiados, apreciados por los demás y mantener relaciones afectuosas. Y
la tercera: todos quieren sentir que progresan, que son capaces, que no
son insignificantes.
«Cuando quieres motivar a un niño, no hay
que esperar a que se apasione por el tema, sino enlazarlo con alguno de
los tres deseos: un premio, un reconocimiento o sentirse capaz», dice
Marina. Según él, para aprender, el alumno debe tener ganas, porque es
una tarea activa, que exige esfuerzo. El pedagogo, sin embargo, matiza:
motivación sí, pero sin prescindir del concepto del 'deber'. «Los
psicólogos, al introducir la idea de que para hacer cualquier cosa hace
falta estar motivado, nos metieron en un callejón sin salida. ¿Qué pasa
si el alumno no está motivado? ¿No lo hace? -cuestiona-. Hemos insistido
tanto en la motivación que parece que sin ella no se puede hacer nada.
Es un disparate. Ojalá lo hiciéramos todo con ganas».
Es decir,
los maestros deben tener claro su objetivo. «Nuestra profesión no es
enseñar. Nuestra profesión es que aprendan. ¡Todos! enfatiza Marina. Esa
es su grandeza. Somos expertos en aprendizaje. Saber la materia que
enseñamos no basta. Debemos saber cómo conseguir que la aprendan». Una
tarea de alta complejidad que, según él, exige a los profesores ser
profesionales de élite, sobre todo en la enseñanza obligatoria. «En las
aulas debería poner lo mismo que en los quirófanos: 'aficionados,
abstenerse'», sentencia.
ÁLVARO GARCÍA. Hoy es guía de montaña y barrancos. 26 años. Roberto González, educador y coordinador de acción tutorial en 16 colegios Maristas de Valladolid, 43 años. "Vale más un día con un buen profesor que cien días de aprendizaje"
Álvaro
estaba en 4.º de la ESO cuando un profesor lo felicitó por primera vez
en toda su vida escolar. Era Roberto, que recuerda bien a aquel alumno
con trastorno por déficit de atención e hiperactividad al que le cambió
la vida. «Yo confié en Álvaro y él, en mí», explica el maestro.«Muchos
profesores me decían: '¡Si tú quisieras...!'. Y yo quería, pero no podía
-comenta-. Entonces, me tocó Roberto y aprobé todo. ¡Y en junio! Él
escribió en mi boletín: 'Enhorabuena, Álvaro. Gracias por poner al
servicio del colegio lo que sabes y tienes. Ha sido un placer tenerte
como alumno'». Casi diez años después, al reencontrarse con su «profesor
del cambio», así lo llama, Álvaro suelta un sentido: «Vale más un día
con un buen profesor que cien días de aprendizaje». Es su propio
homenaje a Roberto.
RAQUEL SERRANO. Hoy es gestora cultural. 44 años.
VICTORINO GARCÍA, 63 años, profesor de artes plásticas jubilado, se dedica a la fotografía artística. "A los otros profesores les daba igual que no participara, solo les importaban los exámenes"
Hasta
que Victorino se cruzó en su vida, a sus 15 años, Raquel se había
considerado una alumna mediocre; así la hacían sentirse los profesores.
«Me despreciaban. Trabajaba duro para intentar seguir el ritmo, pero me
quedaba afuera. Me rompía cuando me decían que no era verdad que había
estudiado -recuerda-. La ortografía es el caballo de batalla para un
disléxico, la comprensión lectora es muy lenta e influye en todos los
temarios, pero les daba igual si participaba en clase, solo les
importaba la nota de los exámenes, de los que siempre salía llorando».
La historia de Raquel emociona a su antiguo profesor de dibujo artístico
y técnico, que no se acordaba de ella. «Me alegra haber puesto mi grano
de arena -dice con modestia-. No me consideraba un profesor más allá de
la media, pero me volcaba con los chicos, quería enseñarlos a mirar;
les mostraba mis fotos, sus texturas, sus colores; les daba libertad
total para expresarse... Siempre que no ofendieran a nadie, claro». En
sus clases, en 3.º de BUP, tras su largo recorrido escolar de
frustración, Serrano, por fin, se encontró a gusto. «Victorino jamás me
etiquetó. Vio mi potencial, me dio seguridad, era mi ancla, sacó lo
mejor de mí», cuenta Raquel, que hoy se dedica al arte, como
gestora.Como a ella, Victorino también motivó a otros alumnos que
acabaron en Bellas Artes y otros oficios relacionados con la imagen.
«Mis fotos de paisajes, por ejemplo, tienen una relación
geográfica-social, porque tuve un profesor que me hizo enamorarme de la
geografía», recalca García.
LUIS ROJAS MARCOS Y DOÑA LOLINA " Suspendía, me castigaban... decían que no valía para estudiar. Pero ella apostó por mí"
El
psiquiatra Luis Rojas Marcos, antiguo presidente ejecutivo del Sistema
de Sanidad y Hospitales Públicos de Nueva York y miembro del Consejo de
Medicina de ese estado, cargó durante años con la etiqueta de mal
alumno, suspendido y castigado muchas veces. Afortunadamente, ángeles,
así las llama él, como doña Lolina la directora de su último colegio y
su propia madre, vieron en él algo más... que sus dificultades. P.
Fue un niño con trastorno por déficit de atención e hiperactividad
(TDAH) en tiempos en que no estaba identificado. ¿Cómo lo vivió en el
colegio? R. Recuerdo que, con 13 años,
me sentaban en la última fila. Había un pupitre negro que se convirtió
en mi pupitre, porque no obedecía, saltaba, cantaba... Ahora me río,
pero entonces me preguntaba: «¿Qué me pasa?, ¿por qué no encajo?». P. ¿Se sentía discriminado? R.
Incomprendido. El colegio era un lugar donde tenía problemas, suspendía
y mi autoestima se ponía a prueba. Las clases eran una situación de
opresión. No me permitían utilizar esta energía física que me hacía
saltar, moverme. Estar sentado toda la clase era un martirio. P. ¿El pupitre negro era uno de muchos castigos? R. Sí.
Me tiraron de las orejas literalmente, me pegaban, me ponían de
rodillas, con los brazos en cruz, en una esquina por donde pasaban los
estudiantes camino del comedor... P. ¿Usted cómo reaccionaba? R. Durante tres años salí en las cofradías en Semana Santa. Pensaba: «¡A ver si esto me ayuda!». P. ¿Lo veían como un caso perdido? R.
Con 14 años me suspendieron todo menos las tres marías: Gimnasia,
Religión y, en aquellos tiempos de Franco, Formación del Espíritu
Nacional. Eso, mezclado con mi energía, hizo que los jesuitas les
dijeran a mis padres que mejor aprendiera un oficio, porque estudiar no
era lo mío. P. ¿Sus padres les hicieron caso? R.
Me mandaron al sur de Francia para aprender francés, pero al volver a
Sevilla insistieron. Pasé a un colegio laico, Santo Ángel, en la calle
Fabiola, donde iban niños y adolescentes cateados. P. ¿Cómo le fue? R. Mi vida cambió. La directora, doña Lolina, una señora corpulenta que daba unos gritos que paralizaban, se fijó en mí. P. ¿Qué hizo? R. Me
sentó en la primera fila. Además, inventó una palabra para lo que me
pasaba. Nadie conocía el TDAH y ella lo llamaba furbuchi. Me dijo:
«Luis, cuando te dé el furbuchi pides permiso al profesor, para salir
unos minutos y desfogarte. Luego vuelves a clase». No era un
procedimiento normal, pero tuve esta gran suerte. P. ¿Volvió a verla? R. Sí. Años después. Le pregunté qué había visto en mí y no supo decirme. P. ¿Qué efectos tuvieron las medidas de doña Lolina? R.
Estar en primera fila y salir si lo necesitaba fue muy importante para
canalizar poco a poco mi capacidad para enfocarme. Había entrado a un
colegio donde no conocían mi mala fama y pude crear mi nueva identidad. P. Deshacerse de las etiquetas que le habían puesto... R. Desde
luego. Cambiar de colegio es una solución en muchos casos, pero, en
general, no es algo que contemplen los padres; ellos insisten en que su
hijo lo va a superar. Se ve como un fracaso, pero le da al niño, aunque
no siempre, la oportunidad de crear una nueva imagen. Los nuevos
profesores pueden buscar una manera nueva de ayudarlo. P. ¿Todo eso le hizo cambiar su percepción de sí mismo? R. Sí.
Con 16 años percibí que tenía mis dificultades, pero que podía encauzar
mi energía de forma constructiva. Fueron momentos difíciles, pero tuve
suerte de encontrar ángeles anónimos que vieron en mí algo que se podía
rescatar. Como doña Lolina y como mi madre, que, años antes, me ayudó a
que mi autoestima no se destruyera. P. ¿De qué manera? R.
Me suspendían, decían que yo era un desastre, pero mi madre supo ver
algo positivo en mí. Tuve la suerte de tener buen oído y ella se dio
cuenta cuando tenía ocho años. Me motivó para que lo desarrollara
apuntándome a clases de música. La música me salvó. Decían lo que decían
de mí, pero tenía esta calidad redentora; me redimía. Tocaba el piano,
la batería, la guitarra... Con 16 años formé un conjunto, tocaba por la
radio de vez en cuando y aquello compensaba mi autoestima. P. Hoy, a los 72 años, después de todas las dificultades, es un profesional de prestigio. ¿Cuál ha sido la clave? R.
La clave es encontrar, desde pequeños, personas que te acepten, que de
alguna forma vean tu potencial y te ayuden a mantener tu autoestima
razonablemente positiva y saludable. La autoestima es fundamental. Yo
tuve esta suerte. En mi caso fueron personas que no eran de ninguna
manera expertas en el tema. He hecho travesuras serias. Podía haberme
metido en líos. P. Es decir, que sin un salvador ¿no hay superación? R. Hay
tres caminos. El primero es el de la superación; los que lo superan con
la ayuda de madrinas y padrinos que te van surgiendo a lo largo de tu
vida, como me ha pasado a mí. Teniendo en cuenta a estos ángeles
anónimos, como me gusta llamar a los que vieron algo bueno en mí, puede
que el proceso llegue de una forma natural maduras y encauzas
positivamente tu energía o puede que necesites tratamiento. El resultado
es que la impulsividad y la distracción van disminuyendo. P. ¿Y los otros dos caminos? R. El
segundo es la depresión; la autoestima dañada desde niños, sentirse
inferiores, diferentes. La tasa de suicidio entre adultos con TDAH es
superior al de la población en general. El tercero es la delincuencia.
Hicimos estudios de violencia en los colegios y en las prisiones de
Nueva York. En la cárcel municipal hay 10.000 presos y, entre ellos, la
proporción es muy alta de jóvenes o adultos que de pequeños eran
hiperactivos y su impulsividad y su exceso de energía los llevaron a
cometer robos y peleas aquí y allí. Una vez que entras, es muy difícil
salir. ..............................................
Definitivamente
parece confirmarse que este invierno
que viene, será duro. (Jaime Gil de Biedma)
Hace apenas tres meses
este inmisericorde secarral
era un vergel
cuajado de retamas y jarales,
el cantueso cubría las praderas
de cintas color malva
y unas flores sin nombre, diminutas,
tapizaban rincones en la umbría.
En pie quedan tan solo las encinas
resistiendo agarradas al rastrojo
el envite brutal de la canícula,
este sol infinito e implacable
que asesina los brotes de esperanza.
Pero vendrá la lluvia y en noviembre
el oro vestirá las ramas de los chopos
compitiendo en belleza con el ocre del fresno
y, una vez más, el paso de los meses
traerá la primavera.
¡Por qué no será igual para nosotros!
Hace apenas mil años todos éramos
tenaz, impenitentemente jóvenes,
como si aquello fuera a durar siempre.
Pero no somos chopos ni jarales,
lo que se fue no vuelve; se transformó en dolor
la feliz inconsciencia; cada día
recibimos noticias de la muerte,
la vemos acercarse a los amigos,
se agazapa, ladina, entre las sombras
que cubren el recuerdo de esos años.
No es el miedo a morir lo que me mata.
Es el miedo a vivir lo que nos queda.
Es el miedo a un invierno amenazante.
A que la primavera no regrese.
COPIADO de la pág. de fb de Marisa Peña el 20/6/2016
Marisa Peña17 de junio a las 18:06 Gracias
a los magnificos alumnos que, en diferentes años, me han hecho sentir
que había hecho un buen trabajo. A mis queridos primeros alumnos de
aquel lejano curso del 94/95 en el IES Ciudad de los Ángeles,
especialmente a Ana, Marta y Álvaro. A mis jóvenes talentos del Satafi,
especialmente a Jose Luis. A mis queridísimos niños( ya hombres y
mujeres) del IES El Pinar, que me hicieron vivir los mejores cuatro años
de mi vida profesional: Aitor, Jorge, Patricia, Miguel, Rubén, Andrea,
Verónica, Alba,Arwen... A mis pequeños poetas del María Zambrano, con
los que vivimos encuentros con autores muy emocionantes. Y a mis
artistas de este año que me han llenado de satisfacciones y trabajos
hermosos para colgar en el árbol de la literatura. Enseñar no es sólo mi
trabajo, es mi pasión y mi afán de cambiar el mundo, de dar y recibir.
Los maestros y profesores tienen más influencia de la que suponemos. Un buen profesor te puede cambiar la vida. Y algunos te la pueden fastidiar
bastante (la gente cree que solo los médicos o los arquitectos
incompetentes son peligrosos – y solo a ellos les exige una buena
formación – , pero la mala educación también tiene efectos perniciosos, y
difíciles de curar).
Me preguntaban hace unos días por las
cualidades que definen a un “buen profesor”. Cuando contestamos a esta
pregunta enseguida se nos vienen a la cabeza esos pocos docentes que, en
la escuela, el instituto o la universidad, nos han dejado una huella
indeleble – a veces, casi la única –.
La mayoría de los profesores de los
que tengo buen recuerdo (alguno de ellos, además, marcó mi destino
laboral) tenían estos dos rasgos, especialmente el primero: eran tipos
muy vividos, y tenían un pico de oro.
Que fueran muy vividos no significa
necesariamente que hubieran recorrido el mundo en barco o cosas así; la
intensidad que transmitían provenía más bien de su interior, de tener
una vida más intensa y más pensada – si es que ambas cosas no son lo
mismo – que la de los demás. Estos profes siempre tenían algo
interesante y genuino que contarnos, y la materia que daban – griego,
física, filosofía – era, a veces, no más que el pretexto para hacerlo.
De ellos no me olvidaré jamás ( mientras que de los que se limitaban a
repetir como loros las lecciones – y a hacer exámenes tremebundos para,
al menos, ser buenos en ser malos – no me acuerdo casi de nada).
Lo de tener un “pico de oro” y saber
contar las cosas era también importante, aunque no tanto. He tenido
profesores fascinantes incapaces de mirarte a los ojos, torpes hasta lo
indecible en eso que la pedantería psicologoide llama “inteligencia
interpersonal”, pero que, pese a todo, no podían evitar que les
desbordara todo aquello que llevaban dentro y que llegara a sus
maravillados alumnos. Otros, en cambio, virtuosos en el uso de todo tipo
de “medios” (juegos, actividades, tecnologías...), pero de mediocre
“mensaje”, han pasado también al olvido.
Hay otro elemento, adjunto a lo
anterior, y que nunca he echado a faltar en los buenos profesores: el
respeto a los alumnos, la falta de fiereza, la capacidad para, de un
modo u otro, hacernos cómplices de aquella rara intensidad que llenaba
de sentido sus clases. Estos profesores te trataban como a personas, es
decir, hacían algo tan fácil como pedir tu consentimiento y darte
explicaciones de cada paso que daban en su rol de profesores (¿habrá
mejor muestra de respeto hacia un ser racional – por joven que sea – que
darle razones?). Y cuando te animabas a intervenir te escuchaban como
si fueras a decir la cosa más importante del mundo – a veces, y solo por
eso, empezabas a soñar con que alguna vez la dirías –.
Por demás, no recuerdo que hubiera en
esas clases ningún problema de “disciplina”. Nadie se aburría como para
eso. Las sesiones no eran un simulacro en el que todos – profesores y
alumnos – miraran el reloj de reojo implorando que sonara el timbre. Y
si alguna vez pasaba algo, esto era ocasión para una reflexión o un
diálogo interesante, y no para un burdo espectáculo de gritos y
amenazas. Esos profes, como dice un amigo mío, no eran como domadores de
fieras, sino más bien como jardineros. Se preocupaban de que
creciéramos, no de que nos mantuviéramos callados (y así, curiosamente,
es como más callados – y meditabundos – nos dejaban).
A veces se me ocurre que el asunto de
una buena educación no tiene tanto que ver con leyes ni presupuestos, ni
con que se den estas o aquellas materias – aunque todo esto no deje de
ser muy importante – , como con algo tan aparentemente lógico como que
nuestros maestros y profesores sean los mejores entre los mejores
ciudadanos. Solo cuando nos tomemos tan en serio (o más) la formación de
los docentes como la de, por ejemplo, los ingenieros o los cirujanos, y
les exijamos – y le permitamos desarrollar – a los aspirantes el grado
de competencia, sabiduría y madurez que debe corresponder a un buen
profesor, estaremos en vías de hacer algo, de verdad, por mejorar la
educación.
Sin notas ni horarios, los alumnos eligen las asignaturas y se motivan a sí mismos.
Los excelentes resultados académicos que consigue el Evangelical School Berlin Centre (ESBC) hacen afirmar a muchos que el mismo enfoque debería implementarse en toda Alemania.
Anton Oberländer es un orador persuasivo. El año pasado,
cuando él y un grupo de amigos estaban escasos de dinero para un viaje
de campamento a Cornwall, se las ingenió para convencer al operador
ferroviario estatal de Alemania de que le diera algunos pasajes gratis.
La empresa se quedó tan admirada ante el descaro de Oberländer que lo
invitó para que diera un discurso motivacional ante sus 200 empleados.
Anton tiene 14 años.
La confianza que tiene en sí mismo este adolescente de
Berlín se debe, en gran parte, a una institución educativa única en su
tipo que ha vuelto del revés las convenciones de la educación
tradicional. En el colegio de Oberländer no se dan calificaciones hasta
que los alumnos cumplen los 15 años, no hay horarios y la enseñanza no
se dicta de la forma tradicional. Los alumnos eligen qué asignaturas
quieren estudiar para cada clase y cuándo quieren hacer el examen.
El plan de estudios de la escuela parece la pesadilla de un padre
sobreprotector. Las asignaturas fijas se limitan a Matemáticas, Alemán,
Inglés y Ciencias Sociales y se complementan con cursos más abstractos
como “Responsabilidad” y “Desafío”. Para el curso de Desafío, a los
estudiantes de entre 12 y 14 años se les otorga la suma de 150 euros y
se los envía en una aventura que deben planear totalmente solos. Algunos
eligen hacer kayak; otros trabajan en una granja. Anton se fue de
excursión por la costa sur de Inglaterra.
La motivación como objetivo
La filosofía detrás de estas innovaciones es simple. Según la directora
de la escuela, Margret Rasfeld, la existencia de Internet y de los
teléfonos inteligentes han transformado la manera en que los jóvenes
procesan la información y, en un mundo donde los requisitos del mercado
laboral están cambiando, el conocimiento más importante que una escuela
puede transmitir a sus alumnos es la habilidad para motivarse.
“Miren a los niños de tres o cuatro años: llenos de confianza”, dice
Rasfeld. “Muy a menudo, los niños no ven la hora de empezar el colegio.
Pero de manera frustrante, la mayoría de las escuelas se las arregla, de
una forma u otra, para acabar con toda esa confianza”.
Según Rasfeld, lo que la Evangelical School Berlin Centre (ESBC)
intenta hacer es nada menos que “reinventar lo que significa la
escuela”. “La misión de una institución educativa progresista debería
ser preparar a los jóvenes para sobrellevar el cambio o, mejor aún,
lograr que vean con buenos ojos el cambio. En el siglo XXI, el trabajo
de las escuelas debería ser desarrollar personalidades fuertes”.
Según Rasfeld, hacer que un alumno le preste atención a un maestro
durante 45 minutos y, después, castigarlo por hablar con un compañero
durante el ejercicio no solo queda totalmente desfasado con los
requisitos actuales del mundo laboral sino que, además, es
contraproducente. “Nada genera más motivación en los alumnos que
descubrir, por sus propios medios, el significado de lo que está
explicando”.
A los estudiantes de la escuela de
Rasfeld se les alienta a pensar en otras formas de demostrar las
habilidades que aprendieron: como programar un videojuego en lugar de
sentarse a hacer un examen de Matemáticas. Oberländer, que nunca había
estado tres semanas fuera de casa hasta que se embarcó a Cornwall como
parte de su curso de Desafío, aprendió más inglés en su viaje que en
varios años en el colegio.
El sistema educativo
federal de Alemania, donde cada uno de los 16 Estados planifica su
propio plan de estudios, tiene una tradición de permitir los modelos de
“enseñanza libre”. Pero a diferencia de las escuelas Sudbury, Montessori
o Steiner, la institución de Rasfeld intenta que la autodeterminación
arraigue en los estudiantes dentro de un sistema de reglas relativamente
estricto. Los alumnos que se distraen durante las clases tienen que
regresar a la escuela el sábado por la mañana para ponerse al día, un
castigo conocido como “silentium”. Según Rasfeld, “cuanto mayor es la
libertad, mayor es la estructura que hace falta”.
Resultados académicos
La razón principal por la que la ESBC se está ganando la reputación de
ser la escuela más fascinante de Alemania es por los resultados
sorprendentes conseguidos con su filosofía experimental. Año tras año,
la institución de Rasfeld termina con las mejores calificaciones entre
las gesamtschulen (institutos de educación integrada) de Berlín, donde
se incluyen los tres modelos del sistema educativo alemán. Los que
salieron de la ESBC el año pasado lograron una calificación promedio de
2.0, equivalente a un 8 en España, y eso que antes de entrar en el
colegio, al 40% de esos alumnos le habían aconsejado no presentarse a
los exámenes abitur, el equivalente alemán al examen de selectividad.
Cuando la institución abrió sus puertas en 2007 contaba con 16 alumnos,
ahora opera a plena capacidad con 500 estudiantes y tiene largas listas
de espera para los aspirantes.
Dado el éxito que ha
tenido en el boca a boca, no es ninguna sorpresa que ya haya gente
pidiendo que el enfoque de Rasfeld se aplique a escala nacional. Pero
algunos profesionales de la educación se preguntan si los métodos de la
ESBC son fácilmente exportables. En Berlín la escuela puede atraer a los
aspirantes más prometedores, de familias acomodadas y progresistas,
dicen.
Rasfeld no acepta esas críticas, y asegura que
el objetivo de la escuela es formar una mezcla heterogénea de
estudiantes con diferentes orígenes. Pese a que hay una cruz en el salón
de actos principal y a que cada día empieza con una ceremonia
religiosa, sólo el 33% de los alumnos están bautizados. El 30% de los
estudiantes proviene de familias de inmigrantes y un 7% viene de hogares
donde no se habla alemán.
Aunque la ESBC es una de
las 5.000 escuelas privadas de Alemania, las cuotas se basan en un
estudio socioeconómico y son bastante más bajas con relación al promedio
del Reino Unido, donde las cuotas oscilan entre los 720 y los 6.636
euros al año. En la ESBC, alrededor del 5% de los estudiantes está
exento de pagar.
Sin embargo, incluso Rasfeld admite
que no es fácil encontrar maestros capaces de ajustarse a los métodos de
enseñanza de la institución. A veces, dice, es más difícil que lograr
lo mismo de los alumnos.
Rasfeld
tiene 65 años y está a un paso de su jubilación, en julio, pero aún
tiene proyectos ambiciosos. Un “laboratorio de innovación educativa”
manejado por cuatro personas y con sede en la institución ha estado
desarrollando material de enseñanza para escuelas que quieran seguir los
pasos de la ESBC. Cerca de 40 escuelas en Alemania están en proceso de
adoptar algunos o todos los métodos de Rasfeld. Recientemente, una de
las escuelas del distrito Weissensee de Berlín permitió que un alumno
hiciera una excursión a través de los Alpes como proyecto de su curso de
Desafío.
Como dice Rasfeld, “esto recién está
comenzando”: “En la educación, solo se puede crear cambios desde la
base; si las órdenes vienen desde arriba, las escuelas se resistirán.
Los ministerios son como grandes buques petroleros y cambiarles el rumbo
demanda mucho tiempo. Lo que necesitamos es un gran número de pequeñas
lanchas que demuestren que se pueden hacer las cosas de una forma
diferente”.
El sábado 17 de septiembre recordaremos a José Antonio Labordeta en
un acto homenaje con motivo del sexto aniversario de su fallecimiento. A
partir de las 18:30 horas nos juntaremos en el Jardín de Invierno del
Parque (Grande) José Antonio Labordeta en una fiesta en la que no
faltarán sus amigos y la música que siempre le acompañó.
La música correrá a cargo de La Ronda de Boltaña, María José
Hernández, Los Tres Norteamericanos (nuevo grupo de Joaquín Carbonell),
Francho Sarrablo y Diego Escusol. Y todos los que lo deseéis podríes
adquirir sus discos y el último CD editado por la Fundación ‘Labordeta Inédito. En el jardín de la memoria‘.
La PAI, Promotora de Acción Infantil, ha organizado para los más
pequeños el taller ‘Aragón en barro… Esta tierra es Aragón’. Los niños
crearán colectivamente un territorio que es Aragón con barro como
material fundamental.
Habrá montañas, canales, torres, casas, plazas… y el agua
circulando por todas partes. Elementos representativos tanto de
Zaragoza, como de Huesca como de Teruel. Los chavales, con el apoyo de
tres maestros constructores, conseguirán que el curioso proyecto se haga
realidad. Al acabar, todo el mundo podrá recortar siluetas de Labordeta
en cartulina de 7 cm. y colocarlas por toda la creación.
Además, los que se os acerquéis podréis disfrutar de los paneles de laexposición itinerante
de la Fundación. Esta muestra, que recoge todo el espíritu y legado del
autor y músico aragonés, y que explica su vida y su obra, ha estado
expuesta ya en Llanes (Asturias), Córdoba, Pina de Ebro, Sabiñánigo y
Ateca. .............................................
221.- Mañana día 17. Vista hacia Finse, N, desde entrada principal del albergue. E a dcha.
* El 17, temprano, nos liquidan el importe a satisfacer por las 2 noches pasadas en el albergue de Finse. Hemos tenido media pensión y picnic (bocata/sandwich preparado por nosotros mismos, con los mismos mimbres que el desayuno) Pagamos 3.344 coronas, por dos personas, dos noches = 378 eu; de donde: uno sólo, una noche, será: 94 eu.
222.- Misma orientación; ahora, en la estación de ferrocarril. Senda a seguir a izda.
223.- Glaciar y caseta, vistos desde salida de Finse.
224.- Continuación imagen a dcha. Casetas.
225.1.- Mirada atrás, al Este, a contraluz. Muchachas acampadas, izda. Bicicletas.
225.2.- Foto de Fernando. Grupo, nuestro, de ciclistas: 11 + 1
226.- Poste indicador albergues
* Parte del grupo hará esta jornada y la siguiente en bicicleta. El
alquiler vino contratado por Geir. Fueron a por ellas la tarde anterior y
esta mañana vuelven a cambiar algunas por sus malas condiciones. El precio
satisfecho ha sido de 107 euros los dos días c/u. El casco lo trajeron de
casa (no se alquila). Salimos los caminantes por delante, a las 8h. 30´. Ellos nos darán ventaja de 1h-hora y media.
Vamos caminando en línea con el macizo y el valle paralelo. También con las antiguas vías del ferrocarril. El actual va más arriba y pasa, gran parte, por túneles.
227.- A dcha. de foto anterior. Continuación. Vía antigua ferrocarril.
228.- A dcha. de foto anterior. Pista de bicis por la que caminamos. Vamos: 10
229.- Pareja, ajena, en bicicleta. Compañeros, por delante.
230.- Más adelante, misma dirección y sentido. Vía, puente, río, lago.
231.- Desde posición anterior, vista al frente. Victoria-Andrea-Geir-MariCarmen
232.- Más adelante, la vía, la nieve, el lago.
233.- Reflejos, otros más, en el agua. Senda a dcha.
234.- Más adelante y a dcha. de ant. Poste: Rallarvegen. Fagervatn - 1343m punto más alto
"Ruta Rallarvegen: camino de transporte construido por el hombre hace 100 años, destinado a la conducción de hombres y materiales durante la fase de construcción del sector más montañoso de la línea de ferrocarril Oslo - Bergen = Bergen Line.Rallar era el nombre de la plantilla que más tarde dio el nombre a este camino famoso de la construcción ferroviaria"
235.- Vista desde p.m.a. Camino que seguiremos
236.- A izda. anterior. Casa refugio, parada siguiente.
236.- A izda. anterior. Vista desde p.m.a. Camino y antigua vía
237.- En marcha, de nuevo.
238.- El albergue parada en el camino. No tomé nota del nombre, ni lo fotografié.
242.- Los mencionados y otros más, que llegamos: unos en bici, otros andando.
243.- Seguimos. Ver grosor nieve junto lago. Vía cruzando por medio del mismo.
244.- Compañeros ciclistas. Monse en cabeza.
245.- A izda. anterior. MariCarmen y Blas. Otros compas, reflejados en el agua.
246.- Pequeñas cascadas junto al camino. Las primeras. Ciclistas aprovisionándose.
247.- Más adelnate. Túnel vía actual, al frente, al fondo.
248.- Primeras setas vistas, de tamaño y aspecto de interés.
* Estas serán las montañas más altas que veamos en Noruega. Su morfología, su calidad, es granito, recuerda algunos puntos del Pirineo.
Pasamos por una angostura del valle. Ello provoca que la bajada del río se estrangule y las cascadas sean más espectaculares.
249.- Llegando al lugar más estrecho, por el que pasa el camino. Caseta.
250.1.- Al otro lado de la caseta... Poste: a dcha. Myrdal a 20km., Flam a 37, Hallingskeid a 5
250.2.- Caseta anterior y cascadas posteriores, del río.
251.1.- Nuestros ciclistas a la vera del agua. Túnel tren, dcha.
251.2.- Foto de Fernando. Mismos, más cerca.
252.- Foto de Fernando. Pedro-Erika-MariCarmen I-Tina-Isabel-Fabián-Monse-Irene
253.- Mismo río, más cascadas. Tendido eléctrico.
254.- Túnel tren y apeadero, arriba. Comiendo junto al agua. No mencionados: Marisa+JuanCarlos
255.- Compas ciclistas, izda. Irene volviendo a su bici. Antonio, observándolo todo.
256.- Cascada, cola de caballo, que viene a dcha. Puente vía ferrocarril.
* A la zona del apeadero, en que subiremos al tren, llegamos a las 14h. 30´. La hora establecida en que pasa son las 16h. 30´. Tenemos tiempo suficiente para comer y descansar.
Pasan nuestros ciclistas, paran algo y continúan.
No lo dije: el trayecto de hoy son 38-39 km. Se ha fraccionado en dos para no hacerlo penoso en extremo. Hemos caminado 22 km; los restantes los haremos en tren, hasta destino: Myrdal. Elegimos quedarnos junto al río, la plataforma rocosa ofrece cierta comodidad. Y tuvimos un percance, Maribel II pisó la roca húmeda y se golpeó la cabeza. Las dos "sanitarias" que llevamos en el equipo se encargaron de ponerle puntos de farmacia. No lo vi, sólo escuché el golpe contra la roca.
257.- Pica puerta en forma de pájaro.
* A las 15h. 30´ iniciamos la subida al apeadero. El desnivel debe ser de unos 100m. En el camino hay una pocas casas aisladas.
258.- Apeadero de Hallingskeid
* El apeadero es lo que se veía desde fuera, poco más. Entras en una gran nave alargada, de chapa metálica. No vemos a nadie, bueno sí, un caballero, trabajador ferroviario suponemos, está sentado junto a una puerta. Geir establece contacto. Pasamos a la sala de espera, abajo hay retretes.
259.- Estación de tren de Myrdal = Myrdal Station. Línea regular: tren rojo. 17h.
260.- Camino del albergue de Myrdal, a izda., otro lado río.
261.- Estación, casas y escalera por la que bajamos. Tren verde: turístico.
262.- Más tarde, declinando el día.
Blas cruzando el puente sobre el río,
a unos metros del albergue.
* El albergue de Myrdal es un sencillo y bonito edificio de dos plantas. La sra. que lo atiende ronda los 40-50 años; es guapa. En páginas de peródico, que están expuestas por las paredes, se la ve junto a un zorro. Lo llamaba el zorro mascota. Por lo visto estuvo acudiendo a cenar durante 4 años.
Algo similar he visto en Hoyos del Espino (Gredos) y Aluenda (Zaragoza)
263.- Momento descanso, momento cerveza.
* Cuando llegaron los ciclistas, una hora más tarde, quizá más, nos encontraron en la terraza exterior regalándonos. Se unieron al festejo.
Antes nos habíamos duchado en grupo y separados por sexo. Normas de la casa. Único albergue en que disponíamos de toallas en la enorme sala ducha.
264.1.- Foto de Fernando. Cenando, dos mesas ocupadas.
* La cena estuvo bien. Fuimos con la idea inicial de que íbamos a comer fatal; con lo que todo nos parecía estupendo. El precio, satisfecho el día siguiente, fue de 1760 coronas = 198 eu. A 99 eu c/u por noche de alojamiento, media pensión y picnic.
264.2.- En zona de estar, tras la cena. Geir... poniéndonos al tanto.