Lo característico de esta crisis es que no hay una fuerza de
oposición preparada y expectante para ocupar el Gobierno, por mucho que
los entusiastas de uno u otro partido lo afirmen. Suso de Toro
Envejecer tiene bastantes desventajas. A cambio, el
tiempo nos enseña, incluso a los menos inteligentes, a reconocer puntos
de giro, momentos de crisis que abren una nueva etapa histórica.
Tras morir Franco, comenzó a desarrollarse un proceso de continuidad
política que este había pactado con los Estados Unidos, restablecer la
monarquía de la casa de Borbón bajo forma parlamentaria. Aquellos planes
de reforma chocaron con la realidad social y política y, obligados por
la presión de partidos y corrientes que pretendían mantener
ilegalizados, hubo que reformar la reforma. El rey apartó a Arias
Navarro para poner a un Suárez que abrió un proceso constituyente y unos
pactos vigilados y tutelados por los militares parieron esta
Constitución.
Otro momento de crisis fue el final de Suárez que acabó
creyendo en la democracia e incluso se creyó presidente de gobierno de
una democracia. Entre el rey que lo había puesto, los militares que lo
querían muerto y la oposición que lo quería depuesto, su etapa acabó.
Suárez nunca fue capaz de aceptar que, como el príncipe Segismundo,
había vivido un sueño y acabó condenado a permanecer encerrado en una
pesadilla muda. Suárez fue el preámbulo, tras él comenzó la verdadera
etapa de la restauración monárquica hasta aquí.
En la
primera mitad de esa etapa reinó el PSOE de Felipe González hasta que
una acumulación de soberbia, descaro, indolencia y cara dura acabó en
dos episodios que descubrieron lo que había estado ocurriendo en los
sótanos del cuartel de Intxaurrondo durante años y años y lo que
significaba aquella frase guerrista: "Ellos ya han robado durante
cuarenta años, ahora nos toca a nosotros, ¿no?". Aparecieron los cuerpos
torturados de Lasa y Zabala en Alicante y en Laos el director de la
Guardia Civil fugado con la caja de los huérfanos de la Guardia Civil.
Aquella etapa de alegría, prosperidad y derroche patrocinada por Europa
acabó en estupefacción, desmoralización y bochorno.
La segunda mitad de esa etapa le tocó el turno al PP de Aznar quien,
tras privatizar lo que aún había dejado González, saqueó el Estado para
repartirlo entre sus amigos y luego entró en delirio. Aznar se vio como
gobernante imperial, dialogó mentalmente con el Cid, Isabel la Católica y
Carlos I de España y V de Alemania y jugó al squash y fumó puros con Bush Jr.
Todo acabó cuando un molesto petrolero naufragó frente a la costa
gallega. Aznar quiso negar aquella realidad tan incómoda en medio de su
labor de recadero de Bush para convencer a otros gobiernos de atacar
Irak; tras fracasar la negación y ocultación de tamaño desastre, envió a
Rajoy a recitar hilillos, galletas y lentejas de chapapote. Luego apoyó
la destrucción de Irak y nuevamente mandó a Rajoy a las Cortes a
defender el ataque. La sucesión de irresponsabilidades y mentiras se fue
haciendo asfixiante y culminó con el atentado en los trenes de Madrid y
la manipulación sin escrúpulos de algo tan terrible atribuyéndoselo a
ETA. Llegados al nivel más bajo del pozo negro que habían cavado, el
censo electoral los echó envueltos en su propia mierda, alquitrán y
sangre.
Si Suárez fue el preámbulo, se puede decir
que la etapa de Zapatero ya fue la agonía de aquella etapa. Su primera
legislatura, tras enfrentarse a la administración norteamericana y traer
las tropas de Irak y una serie de reformas, devolvió oxígeno a la
sociedad y despertó ilusiones, pero también se pudo ver ya entonces que
la derecha no permitiría perder su dominio. El PP de Rajoy sostuvo la
tesis de que aquel atentado había sido parte de una estrategia interna
para echarlos del gobierno. Su oposición desleal y cainita, aliada con
los obispos y utilizando de forma implacable a la práctica totalidad de
los medios de comunicación, la Brunete mediática, cuestionaba cualquier
medida, ya fuese la ley del tabaco, listas paritarias o la ley de
matrimonio entre personas homosexuales.
Finalmente
Zapatero tocó dos nervios que afectaban a la base misma de los pactos de
la Transición, la ley de Memoria Histórica y la revisión del "estatut"
que reconocía el carácter nacional de Cataluña. Se fueron acumulando
enemigos fuera y dentro y al final hubo una práctica unanimidad, había
que liquidarlo. La crisis financiera y los errores cometidos en su
gestión fueron el argumento para impugnar aquellas dos legislaturas.
Tras recuperar González, Guerra, Rubalcaba y su generación el control
del partido en el congreso de Sevilla y tras aupar todos los poderes
económicos y mediáticos a Rajoy al gobierno, se llegó a este final. Hace
ya unos años que nos tienen encerrados en ninguna parte, atrapados en
un limbo, flotando y sin tierra debajo.
La derecha,
un partido concreto, el PP, con el consentimiento del otro partido con
el que se turnó en el pasado, devoró el Estado completamente, comenzando
por la Justicia. Y, lo que es peor, expulsó de cualquier consenso a
corrientes políticas que en su inicio estuvieron en los pactos sobre los
que se redactó la Constitución vigente. Así hay que ver la posición hoy
de Izquierda Unida, heredera del PCE, y la de los nacionalistas
catalanes. Esa Constitución ya es propiedad en exclusiva de un partido, o
dos, y su Tribunal Constitucional para interpretarla también.
Y todo en nombre del patriotismo y la unidad de España. Lo mejor es que
tras la bandera del patriotismo español se negocia la hacienda con el
nacionalismo vasco que, tras aquella propuesta que hizo al Estado con el
llamado "plan Ibarretxe", tan demonizada en su día, ya ha renunciado a
cualquier participación en ningún proyecto español común y aspira
únicamente a su confortable soberanía económica.
Cosa
que constatan con amargura los nacionalistas catalanes ante lo que
consideran falta de solidaridad del PNV. Rajoy compra tiempo de gobierno
con dinero de los presupuestos del Estado y, al tiempo, ha acorralado a
unos catalanes que propusieron en su día una reforma estatutaria y
ahora poder votar. "Al plan Ibarretxe lo cepillamos antes de entrar en
la comisión y al otro el proyecto estatutario catalán lo cepillamos como
carpinteros dentro de la comisión", resumió Guerra, y Rajoy se puede
reír a carcajadas viendo cómo los que se dicen oposición en realidad no
lo son y, encima, le hacen el engorroso trabajo de cepillador.
Esta etapa de un segundo gobierno de Rajoy, ganado gracias al dinero de
la corrupción y consentido por el PSOE, será recordada como un tiempo
de impunidad. Cuestionan al ministro de Justicia y sus fiscales y él se
ríe, y hace bien porque sabe que él y sus compañeros de Gobierno y de
partido son y serán impunes.
Pero en cada momento de
crisis y final de época siempre había al otro lado una fuerza de
oposición preparada y expectante para ocupar el Gobierno. Lo
característico de este momento de crisis es que no la hay, por mucho que
los entusiastas de uno u otro partido lo afirmen. De hecho eso es lo
único que sostiene este gobierno de corrupción y desvergüenza. Es decir,
es una crisis que se prolonga y a la que no se le ve salida.
Lo cierto es que la sociedad española, a pesar del empobrecimiento y
del ataque al futuro de una generación, del vaciamiento de la caja de la
seguridad social, de la persecución de la libertad, no ha tenido
capacidad ni los instrumentos para echar a esta derecha. Hace años que
el PP dejó atrás todos los límites democráticos, pero en la última
semana han ocurrido dos episodios en esa Corte de los Milagros que
imagino habrán desconcertado a los corresponsales de prensa extranjeros y
que resumen la obscenidad de la actual vida pública española.
La embajada de un Estado soberano, la República de Venezuela, fue
rodeada por cientos de personas organizadas y las personas en su
interior estuvieron horas encerradas sin que la policía española
interviniese. Dos días después PP, Ciudadanos y PSOE se oponen a que el
presidente de la Generalitat catalana pueda hablar en dependencias
municipales. Es decir, consideran que la capital del Estado no debe
reconocer y recibir al presidente de los catalanes. ¿Cuál es el mensaje a
la ciudadanía catalana? ¿Que Madrid no es su capital? La mayoría ya lo
entiende así, no es preciso remarcárselo.
Lo cierto
es que el único cuestionamiento, el único movimiento democrático está en
Cataluña que, además de la oposición de los poderes de la derecha e
identificados con el centralismo con todas sus armas mediáticas e
institucionales, cuenta con la falta de reconocimiento y de solidaridad
de buena parte de la población española.
Hace un par
de días fue dado a conocer un manifiesto de apoyo a la petición de
referéndum de cincuenta personalidades de varios países, ¿dónde está un
manifiesto que pida algo semejante de personalidades de la vida cultural
y social española?
El ciclo histórico acabó pero,
por primera vez, cuando el partido en el Gobierno se muestra corrupto
hasta la putrefacción, no hay enfrente una oposición capaz y dispuesta a
ocupar su lugar. Pero lo peor es la falta de cultura democrática y
nervio cívico en la sociedad, eso es lo peor.