Recibido de Blas Mendiola M., el 22/3/2021, de su autoría.
Blas, en la celebración de su 70 cumpleaños.Estilismo: Ana.
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(“Donde está la ilusión, allí está el mundo”, Juan Ramón Jiménez)
Al poco de entrar en la estancia exclamó, con alguna pesadumbre, sentirse envejecer, sin reparar que en un rincón en penumbra, él ordenaba y releía cartas y poemas antiguos escritos para ella. Al darse cuenta de su presencia, forzó una sonrisa y él, fingiendo no haberla oído, también sonrió, después volvió a sus asuntos, atrapado por cómo ella lo miró. Una vez más, los visitaba la triste añoranza para sentase a la mesa y consumir el sustento del universo que habían inventado con paciencia de siglos, transitando por azarosos caminos para dar con el paraíso donde refugiarse de los terribles dioses que los hombres han creado, y por eso, después de tanto esfuerzo y la sabiduría que el tiempo otorga a los bienaventurados, concluyeron que solo en ellos dos podrían encontrarlo. Y así, de muchas maneras, unas veces envueltos en un maravilloso caos, rozando momentos de armonía que, por muy fugaces que parecieran, siempre fueron bastante para arrojar todos los miedos que proclaman los falsos profetas, al abismo de donde surgieron, desvaneciéndose las cárceles y las sombras que retienen toda ilusión, como cuando los días arrastran una melancolía, que se expande y crece asfixiante, ayudada por un espeso cielo gris y un viento estepario cargados de malos augurios; pero con todo lo inevitable que fuera y aunque el alma quedara lastimada, a la postre, se restablece la paz interior y las heridas ocultas sanan, quedando alma y cuerpo en comunión perfecta.
Lo que antecede pasó velozmente por la cabeza de él, y así lo escribió después; y con igual sosiego con que recibió la visita de la triste añoranza, resumió, en tan penoso momento, el sentir de su corazón con las siguientes palabras, mientras ella, sentada a su lado, lo escuchó en silencio, las mejillas pálidas y el temblor en la mirada de quien ha perdido toda certeza de amor:
“Acuérdate, porque yo nunca olvidaré los manantiales que fueron tus lágrimas y la sed que alivió en ellos mi corazón desierto. Para mí, permaneces intacta en el centro de nuestro universo; por tanto, no te aflijas y piensa en los días que esperan, porque tú como yo, hemos aprendimos que por encima de las nubes necesarias, pero pasajeras, está el Sol cálido y perpetuo, cuya luz se derrama incesante, recordándonos que la aventura continúa hasta cuando, lamentando nuestros propios sueños, dejemos de soñar.”
Blas Mendiola
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