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junio 22, 2024

Paseo semanal por CTXT, por Elena de Sus

 31/5/2024


Amnistía, memoria y monstruos

Querida comunidad contextataria:

 

Ayer, jueves 30 de mayo, el Congreso aprobó por fin la ley de amnistía para los perseguidos por el procés, pieza fundamental de esta legislatura. ¿Qué podemos esperar de ella, teniendo en cuenta sus muchos enemigos en la política y la justicia? Guillem Martínez explica y argumenta cinco escenarios posibles.


 

Joaquín Urías profundiza en el tema de la guerra judicial contra la izquierda, poniendo como ejemplo el reciente caso de Begoña Gómez. “Lo que está en juego no es la inocencia de nadie, sino la esencia misma del Estado de derecho basado en la imparcialidad de la justicia”, advierte.

 

Durante la sesión en la que se aprobó la amnistía, el diputado de En Comú Podem Gerardo Pisarello pronunció un discurso en defensa de la convivencia democrática que reproducimos aquíLe valió los abucheos e insultos de Vox.

 

Hablando de Vox, el martes su líder, el “patriota” Santiago Abascal, y el eurodiputado Hermann Tertsch, cuyo padre era literalmente nazi, viajaron a Jerusalén para dar su apoyo al Gobierno de Israel, que previamente había emitido amenazas muy poco sutiles hacia España por el reconocimiento del Estado palestino. Todo ello puede sonar contradictorio, pero “la ausencia de toda norma ética y coherencia lo que hace atractivo el discurso de una ultraderecha que no pide absolutamente nada a sus votantes, excepto que mantengan vivo ese impulso de violencia contra el más desfavorecido”dice Gerardo Tecé.

 

Mahmoud Mushtaha ha escrito sobre las torturas y humillaciones extremas a las que Israel somete a los palestinos detenidos: Gaza Guantánamo.

 

En España, las dificultades relacionadas con el acceso a la vivienda son un runrún cada vez más fuerte. Adriana T. ha preguntado al sociólogo Daniel Sorando, experto en segregación, movilidad residencial y gentrificación, e integrante del colectivo La Fábrica de lo Social, sobre las razones y posibles soluciones de esta crisis. “Hay que limitar la rentabilidad de la vivienda para frenar la especulación. Mientras esto no se haga, nada cambiará”.

 

El nuevo rector de la Universidad de Salamanca, Juan Manuel Corchado, está envuelto en la polémica por haber hinchado artificialmente el número de citas a su trabajo. Para Bécquer Seguíneste caso pone de manifiesto un defecto del sistema académico español, que otorga un valor excesivo al volumen de citas.


En el cementerio de Paterna, a diez kilómetros de Valencia, hay unas 150 fosas comunes en las que fueron enterradas 2.283 personas represaliadas por el franquismo. Más de 1.500 han sido exhumadas desde 2015. Los trabajos continúan mientras la Generalitat de PP y Vox impulsa su “ley de concordia”. Lo cuenta Eva Máñez.

 

En el nuevo capítulo de su podcast Punto Ciego, Silvia Cosio recuerda el asesinato del joven anarquista Salvador Puig Antich, uno de los últimos condenados a muerte por el franquismo.

 

Este domingo México elegirá a su próxima presidenta. La favorita es Claudia Sheinbaum, sucesora designada por Andrés Manuel López Obrador, un líder de gran popularidad. Las compañeras de Nueva Sociedad analizan las luces y sombras de la candidata en este perfil.

 

En El Ministerio, nuestra sección de cultura y creación, Socorro Jiménez mira con “espanto” la destrucción prevista por el Gobierno de Milei, Roberto Valencia reseña la nueva novela de Salman Rushdie y Natalia Carrero trata de novelar la “vida balbuceante” de una hermana.

 

Nuestra portada contiene muchas más historias. Gracias por estar ahí. Si hay algo que nos quieras decir, estamos en info@ctxt.es  

Elena de Sus

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Nora, o cómo parchear el ascensor social roto con becas y pasar de la exclusión social a opositar a la judicatura, de Deva Mar Escobedo

junio 21, 2024

Los Ríos de la Península Ibérica

 Coco Bari    2/5/2024 

🌊Los Ríos de la Península Ibérica
La Península Ibérica, un tesoro natural que alberga una diversidad de ríos repartidos en distintas cuencas hidrográficas. Aquí te presentamos algunos datos fascinantes:


Cuenca del Duero
- Río principal: Duero
- Vertiente: Atlántica
- Extensión: 97,290 km²
- Curiosidad: ¡Es la cuenca más extensa de la península!
Cuenca del Ebro 💧
- Río principal: Ebro
- Vertiente: Mediterránea
- Extensión: 85,362 km²
- Dato interesante: El Ebro es el único gran río que desemboca en el Mediterráneo.
Cuenca del Tajo 🌿
- Río principal: Tajo
- Vertiente: Atlántica
- Extensión: 80,600 km²
- Curiosidad: El Tajo es el río más largo de la Península Ibérica.
Cuenca del Guadiana 🐟
- Río principal: Guadiana
- Vertiente: Atlántica
- Extensión: 67,039 km²
- Dato curioso: Parte de su curso es subterráneo, ¡un fenómeno único!
Cuenca del Guadalquivir 🌺
- Río principal: Guadalquivir
- Vertiente: Atlántica
- Extensión: 57,527 km²
- Dato particular: Es el único río navegable de España.
Estos son solo algunos ejemplos de la riqueza hídrica de esta maravillosa península. Cada río cuenta su propia historia y juega un papel vital en el ecosistema y la cultura de la región.

junio 20, 2024

CTXT. Carta a la comunidad 359 | Aurora F. Polanco

 25/5/2024

Persistir  


AURORA FERNÁNDEZ POLANCO 



Querida comunidad contextataria,

Imagino que, ante este estado de cosas, hace tiempo que a ustedes les pasa lo mismo que a mí, que echamos de menos las grandes manifestaciones, las salidas multitudinarias y gozosas a las calles de nuestras ciudades, esas mareas o riadas de gente coreando a voz en grito: ¡NO! o ¡ASÍ NO! o ¡NUNCA MÁS! El pasado domingo se nos juntaron varios asuntos para ello: la masacre en Gaza, la reunión de fascismos en Madrid, la defensa de la sanidad pública… Sin embargo, los medios apenas recogen cientos o miles de manifestantes. Nada que ver, desde luego, con nuestra carta (política) a los Reyes Magos.

 ¡Qué decir de Gaza! El otro día, al salir de la facultad, pasé por la acampada interuniversitaria de Madrid, en la Universidad Complutense. La luz del atardecer, que venía como siempre de los montes azules del Guadarrama, se iba poco a poco filtrando entre las tiendas de campaña. Se respiraba la paz del compromiso. Amé a estos jóvenes y odié, por no poder tirarme al suelo, a mis L4-L5, las protrusiones tan contextatarias que, a buen seguro, nos unen a alguna/os de esta comunidad, a quienes mis lumbares saludan cariñosamente desde aquí. Me dicen que la acampada de Granada se levanta porque han conseguido que la Universidad rompa los vínculos académicos con Israel. –“Pero nosotros seguimos aquí, negociando”. –“¿Qué necesitáis?”. –“¡Folios, por favor, y un cutter!”. Eso fue todo. Volví al día siguiente con algunas colegas. –“¿Cómo vais?”. –“Resistimos”. Hablamos mucho. –“Ponemos nuestra vida en pausa, es cierto, pero somos fundamentalmente un foco de acción política. En esto nos diferenciamos del 15M. Tenemos muy claro que nuestro objetivo político es la ruptura de las relaciones con el Estado genocida de Netanyahu”. Se alegraban de la decisión de la Corte Penal Internacional y “recibieron una patada en el estómago con los 12 puntos que España le dio a Israel en Eurovisión”. Aún no conocían el reconocimiento de Palestina. –“Llevamos dos semanas y tememos que los rectorados estén jugando al desgaste”. Una auténtica maravilla, un orgullo de jóvenes.

 

        Los privilegiados siempre nos sentimos irremediable y angustiosamente en deuda. La ficción nos lo hace ver de manera indolora. Y consuela en cierto modo, porque tiene la capacidad de poner en juego nuestra imaginación, esa facultad política que potencia la empatía. En este sentido, me gustaría compartir con ustedes la experiencia que tuve el domingo en DREAM (anagrama de MADRE), el espectáculo del maravilloso bailaor sevillano Israel Galván en el Teatro Español. El cartel del evento se anuncia con cierta ambigüedad. Es una imagen en la que el bailaor se traviste de hijo/madre que, a su vez, es besado por la madre (real). Es posible que el presidente de Argentina viera los banners a su paso por Madrid y comentara los crímenes contra la familia bienpensante financiados por los socialistas y los comunistas. Ellos, mientras tanto, lo tienen claro: las vidas negras no importan, ni las migrantes, ni las mujeres, ni las lesbianas que han visto arder en el barrio bonaerense de Barracas por el hecho de serlo. Hace tiempo que no cojo taxis, pero en la radio del que me llevaba al evento, en esa emisora innombrable generadora de bulos e inmundicias, cloaca y vocera del trumpismo a escala nacional, se ampliaban y multiplicaban estas ideas como muñecas rusas. Lo explicó muy bien el compañero Tecé al día siguiente: es la indigencia mental, la que da su dinero al rico. Puso en sus sabias palabras mis torpes y apesadumbrados pensamientos.

 

        Pero quiero volver al espectáculo de Galván y contarles un momento estremecedor que creo compete a la comunidad contextataria. Durante una hora y 35 minutos se pone la relación materno-filial patas arriba: la buena madre, la mala, el hijo; las arañas, las osas pandas; Medea y la maternidad en Eurípides; la vida y la muerte, los casos reales en los tribunales; lo atávico y lo castizo en las cantinelas maternas. Una abogada auténtica (Paquita Cobos) va desgranando las historias. Todo ello “a compás”. Israel bailó sobre un destrozo de porcelanas, al son de una estridente máquina de coser, sobre el líquido (amniótico) de aguas rotas. Y ahora, el momento al que quiero referirme. María Marín está cantando suave y tranquilamente con la guitarra el Dream de los Everly Brothers cuando es interrumpida de forma intempestiva por el viento atronador del cuerno de Juan Jiménez, quien, con el añadido de capas de sonido disonante y penetrante, multiplica el estruendo que dura casi dos minutos. A tal punto, que a María se la deja prácticamente de oír. Me dice luego por teléfono Miguel Álvarez, el asesor musical: “El sonido se impone violentamente sobre María, que sigue tocando impasible en su mundo ensoñado”.

 

        Este es el gesto que me flipó: persistir en el intento, pese a todo. Como en las acampadas, donde al mismo tiempo que están en la acción (la negociación de la ruptura de relaciones con el Estado criminal de Israel), resisten el estruendo del ruido ambiente “de indigencia mental” en un estado pensativo: dream, dream, dream… Sueñan, no cabe duda, con un mundo mejor.

 

        Sé que a ustedes, como a mí, les hace falta la ilusión y la continuidad en la lucha, algo muy difícil de mantener unido. Les aseguro que este medio trabaja cada día por ello y es algo, créanme, sólo posible porque ustedes existen en cuanto que necesaria, ilusionante y generosa “comunidad que viene”, que decía aquel filósofo.

 

        Muchas gracias por seguir ahí.

Aurora Fernández Polanco

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El que contamina paga poco en España: los impuestos verdes caen al nivel más bajo de la década, de Raúl Rejón

   

junio 19, 2024

CTXT. Habitar como habitan las lombrices. Por Gustavo Duch

 Gustavo Duch 14/05/2024

El ‘Homus economicus’ no sabe nada de ecodependencia. Y cuando se pretende corregir los hábitos insostenibles, ni avanzamos lo suficiente, ni en la dirección correcta

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Una lombriz de tierra en Dinamarca. / Donald Hobern CC BY 2.0, via Wikimedia Commons

El ejemplo más habitual de adaptarse al medio al mismo tiempo que lo modifica es el de los castores: su forma de habitar pasa por la construcción de presas que alteran la vida del ecosistema donde se encuentran y, por tanto, afectan a muchas otras vidas. Es decir, no solo se adaptan a su ambiente sino que también lo construyen, por lo que existe una coevolución y una retroalimentación entre el ambiente y los castores. A escala global tenemos un ejemplo aún más relevante. La colonización de la tierra por parte de las plantas contaminó la atmósfera con el oxígeno que ellas generan (o desechan) a partir de la fotosíntesis y, tomando palabras de Emanuele Coccia, “sin incluso moverse”, modificaron globalmente el mundo, abriendo infinitas posibilidades al convertir la atmósfera en un océano donde muchos otros organismos pudieron empezar a respirar. Y vivir.

Si las plantas trajeron la vida a la superficie, las lombrices, como explicó Darwin y su pasión por estos animales, al salir del agua y acomodarse al seco hábitat del subsuelo, lo convirtieron en tierra. Sus desplazamientos arriba y abajo arrastrando hojas descompuestas para alimentarse, tragando tierra para triturarlas (igual que las gallinas tragan piedras) o subiendo sus excreciones, agujerean el suelo con infinitas galerías que permiten oxigenar la tierra y humidificarla, a la vez que devuelven predigerida buena parte de la materia orgánica que tragaron y la hace consumible para los microorganismos que harán, a su vez, que pueda ser asimilable para las plantas.

Pero si a las plantas, que las vemos, que incluso las valoramos, las tratamos con herbicidas –etimológica y coloquialmente “que mata hierbas”–, ¿qué no haremos con las lombrices? El uso de todo tipo de venenos agrarios, los mismos fertilizantes químicos, el sobreexceso de labrado o la urbanización, está llevando a su extinción. Hay muchos estudios al respecto, pero no nos alejaremos mucho si situamos la cifra del declive en un 2% anual de la población de estas ingenieras invertebradas. Si tenemos en cuenta que según este estudio publicado en Nature, “las lombrices contribuyen aproximadamente al 6,5% de la producción mundial de cereales, y al 2,3% de la producción de legumbres”, además de preocuparnos por el ‘pico del petróleo’ haríamos bien en preocuparnos por el ‘pico de las lombrices’.

En cualquier caso, queda claro que el Homus economicus no sabe nada de ecodependencia. Y cuando se pretende corregir los hábitos insostenibles, ni avanzamos lo suficiente, ni en la dirección correcta. Me explico. Cuando la Unión Europea ha querido introducir normativas para transitar hacia una agricultura ecológica, los lobbies de Syngenta, Bayer y el resto de multinacionales agroquímicas han activado la presión en los despachos para que se retiraran estas propuestas, a la vez que en la calle las movilizaciones de la agricultura industrializada han presionado en la misma dirección. Y lo han conseguido, como hemos visto con el recorte a las medidas ambientales de la PAC aprobadas el pasado 24 de abril.

Pero además, estas medidas correctivas se defienden desde posturas, digamos, de superioridad. Bien porque se promulgan desde discursos conservacionistas donde el ser humano protege y salva a otros seres vivos, o bien por la necesidad de seguir contando con esos ‘servicios ambientales’ de quienes nos dan oxígeno o alimentos. Y, en este caso, la propia nomenclatura, ‘servicios ambientales’, desvela que seguimos abordando la problemática sintiéndonos en el derecho de ser beneficiados por otros.

Le hicimos mucho caso a Adam Smith cuando nos hizo creer que las sociedades funcionan por interés, que solo colaboramos si recibimos algo a cambio. Pero, como advierte Coccia en La vida de las plantas, una metafísica de la mixtura, igual que no podemos vivir sin alimentarnos de otros, gracias a la excreción gaseosa de los vegetales o de la tierra digerida por las lombrices, inversamente, un ser vivo “no se contenta con dar vida a la porción restringida de materia que nosotros llamamos cuerpo, sino también y sobre todo al espacio que lo rodea”.

Ese sobre todo es la mirada a recuperar. Es un cambio de cosmovisión para volver a la racionalidad campesina que, más que productor de alimentos, se sabe y se siente reproductor de espacios de vida. Abonando con materia orgánica, pastoreando animales que con sus heces siembran semillas… y siempre discretamente como las lombrices. Y serenamente como las plantas.

Gustavo DuchLicenciado en veterinaria. Coordinador de ‘Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas’. Colabora con movimientos campesinos.

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Juan Torres: "Las derechas, en esta época neoliberal, se han hecho revolucionarias. Las izquierdas han dejado de soñar" Rodrigo Ponce de León



junio 18, 2024

CTXT . Carta a la comunidad 358 | Diego Delgado

 18/5/2024

Las cosas ‘están’ así, 

 

DIEGO DELGADO


Querida comunidad contextataria,

 

Me vais a permitir que en esta ocasión os hable de mi gente, de esas personas que conforman mi red de apoyo y con las que en los últimos días he mantenido una serie de conversaciones que, sin estar relacionadas entre sí, comparten ciertos elementos sobre los que, creo, debemos reflexionar.

       

        Dani (nombre ficticio) y Bea son dos de las personas más inteligentes que conozco, sin ningún tipo de duda; ni ella ni él alcanzan la treintena, pero ambas muestran una claridad que solo aporta la madurez a la hora de saber hacia dónde les gustaría enfocar sus vidas. Sin embargo, en sus discursos observo algo que identifico con nitidez, tanto por haberlo percibido en otras muchas ocasiones como por reconocerme a mí mismo en sus palabras: hablo del desencanto y de la frustración.

       

        Ambos sentimientos forman parte del desarrollo normal de las personas, con una presencia especialmente relevante en los años que significan la entrada en la vida adulta, repletos de decepciones y desengaños que merecerían otro artículo aparte. Sin embargo, lo que me interesa en este momento son un desencanto y una frustración de diferente naturaleza. No pinchan con la agudeza de un dolor puntual, intenso pero localizado, consecuencia de haber descubierto algo que genera desazón. No. Sobrevuelan los pensamientos y oscurecen las palabras como un mal siempre presente, crónico, y que requiere de una suerte de asunción como propio que permita seguir adelante con la vida sin tropezar continuamente con él.

       

        Bea es una artista de los pies a la cabeza. Lo más evidente es su habilidad para dibujar, pero lo verdaderamente sorprendente –y lo que diferencia a una persona que dibuja muy bien de una artista– es la omnipresencia del arte y la creatividad en su mirada. Además, a Bea le apasiona expresarse a través de sus dibujos. El problema es que tiene que trabajar para sostener su vida, y a pesar de tener formación especializada y ser brillante en aquello que le gusta, su empleo es uno de esos que se aceptan por pura necesidad. También uno de esos en los que no hay mes en el que la empresa no intente estafar –aún más, porque con los salarios ridículos no es suficiente– a sus empleadas.

       

        Bea está intentando cambiar de trabajo. Por el sueldo insultante, por el desgaste emocional fruto de dedicarse a algo que aborrece, porque está harta de generar beneficios para una compañía que pisotea sus derechos. Pero las necesidades básicas apremian, y construir una carrera como ilustradora –o cualquier otra aspiración más o menos creativa– requiere de tiempo, así que Bea se ve forzada a postularse para otros empleos que tampoco le gustan en absoluto.

       

        En nuestras conversaciones sobre el tema –habituales, cotidianas, parte del día a día; porque cuando la precariedad te muerde los talones es difícil hablar de cualquier otra cosa; “generación de cristal”, lo llaman quienes se han resignado a sobrevivir con los talones devorados–, Bea y yo damos vueltas sobre la idea de vivir en un sistema que obliga a elegir entre dedicarle tiempo a lo que a una le satisface o poder comer y tener un techo digno. No desde el enfoque trabajocentrista, no pretendemos que todo el mundo disfrute con su empleo, sino como queja ante un modelo en el que la única forma para alcanzar cierta estabilidad es entregar toda tu vida al capital. Desencanto y frustración.

       

        Los libros tienen esa cosa mágica de ofrecer respuestas, explicaciones o, al menos, hilos de los que tirar, que aparecen justo en el momento adecuado para ayudarnos a pensar y/o entender el mundo que nos rodea. A mí me ocurrió hace unos días, leyendo Jane Eyre, de Charlotte Brontë, cuando me topé con el siguiente párrafo: “‘Una nueva servidumbre’, pensé. Es verdad que esa palabra no tiene un sonido tan dulce como las de sensación, felicidad, alegría y libertad. Sin embargo, esos vocablos, aunque placenteros, no son para mí más que eso: solo vocablos, y quizá muy difíciles de transformar en realidades. Pero una nueva servidumbre es algo factible. Siempre se puede servir”. Y me acordé de tantísimas personas a mi alrededor. Jane Eyre fue publicada en 1847. Dos siglos de desencanto y frustración.

       

        Dani tiene una trayectoria académica excelente, y desde el continente americano, donde enfrenta la recta final de su doctorado, me cuenta que, aunque le duela, España no puede estar entre sus destinos a medio plazo. Si por él fuese, regresar para desarrollar su carrera profesional cerca de su familia y sus amistades sería una opción más que atractiva, pero hacerlo supondría tirar a la basura una década de formación de alto nivel, con la inversión de tiempo y energía que ha significado en su vida. De hecho, la decisión de no dar su nombre real responde a una intención sincera de volver en cuanto sea factible.

       

        El día antes de saber que esta semana me tocaba dirigirme a vosotras en esta carta, estuvimos charlando precisamente sobre ello. Me contaba que su caso no es, ni mucho menos, único; es común que investigadores e investigadoras salgan de España y hagan su vida fuera, porque “volver significa dar veinte pasos atrás en tu carrera”. Y es una pena, comentábamos, porque hemos nacido en un país con muchas cosas muy positivas. Pero aquí, hoy, la única forma de sobrevivir pasa por aceptar un trabajo esclavizante y un salario vergonzoso.

       

        Dani también es una persona interesada en cuestiones políticas. En un momento dado, la conversación se desvió hacia la participación de Israel en Eurovisión y la mezcla de hastío y repulsión que nos invade a ambos cuando observamos la pasividad ante el genocidio en Gaza.

       

        Ahí estaban otra vez, tan pegajosos como siempre, el desencanto y la frustración. Pero no podemos resignarnos. Esa es la reflexión que me asaltó entonces y me gustaría compartir hoy. Las cosas están así y llevan estándolo mucho tiempo. Pero entre están y son hay una diferencia fundamental en la que se encuentra la posibilidad del cambio. Una posibilidad siempre latente, y tangible en muchos lugares si una se para y observa.

 

        Hay ejemplos pequeños, discretos. La reforma que mejora las condiciones del subsidio de desempleo en España se ha pactado entre el Gobierno y los sindicatos, dejando fuera a una patronal tiránica acostumbrada a dibujar a su antojo una estructura legislativa concebida a la medida de los intereses empresariales –siempre opuestos a los sociales–. Se ha hecho, además, demostrando que, a pesar de la desastrosa situación de Podemos, sigue siendo posible tirar hacia la izquierda del tándem PSOE-Sumar, acostumbrado a pecar de extrema tibieza.

       

        Los hay, también, enormes, escandalosos. Las revueltas universitarias contra el genocidio en el corazón del imperio están empezando a tener su eco en muchos otros puntos de la cómplice geografía occidental. ¿Por qué no pensar que se ha prendido la mecha de un internacionalismo progresista y anticolonialista?

       

        Esta carta termina, claro, hablando sobre otra conversación con amigos. Ocurre a menudo que tengo que explicar cómo funciona CTXT. La última vez, en una cena el pasado fin de semana. Una de las personas que me escuchaban preguntó, sorprendida, si había entendido bien cuando le dije que nos manteníamos fundamentalmente gracias a la aportación de nuestras suscriptoras. Es la reacción más común, y siempre trato de explicar que el objetivo de esa osadía –a la gente suele parecerle el “antinegocio”, quizá lo sea– es alejarnos de intereses económicos o partidistas y hacer un periodismo que solo responda ante las exigencias de calidad de nuestras lectoras.

       

        Déjame decirte, querida suscriptora, que al entender lo que esto significa las caras suelen ser de admirada incredulidad. En un mundo en el que todo es negocio, CTXT es la excepción que debería recordarnos cada mañana, todos los días, que las cosas están así, pero serán como nosotras decidamos que sean. Por Bea, por Dani y por todas las que no os resignáis.

Diego Delgado

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Claves de la absolución de Camps: el embrollo del “alma humana” y la amistad “íntima” o “profesional” con El Bigotes, de Lucas Marco