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mayo 18, 2006

La Comunicación

Se había reducido en los últimos tiempos a la telefónica y, aún así, era escasa.
En un principio su relación fue normal, se podría calificar de normal. Se conocieron en una reunión de amigos comunes. Ambos habían tenido otras experiencias previas, unas satisfactorias, otras... otras desastrosas. Pese a ello, seguían abiertos a compartir emociones, afectividad y corporeidad con los restantes individuos.
El cortejo lo inició él, tirándole los tejos desde el primer momento, pero quien realmente rompió esa primera barrera que supone declararle a otro tus sentimientos más íntimos, tus deseos más íntimos, tu necesidad orgánica de contacto físico total con otro, fue Carla. Sí, fue ella, la que viendo que Javier no se arrancaba le envió un correo una mañana de un lunes. En él era explícita, sin circunloquios ni retórica alguna, así que, cuando éste lo leyó se quedó impactado, tocado, casi, casi, paralizado. Ésto no le impidió coger rápidamente el teléfono y dar por recibido, y bien recibido, el mensaje.
De esto hacía... bastante tiempo. Sus encuentros desde entonces habían resultado habituales, se divertían juntos, ambos eran ingeniosos y gozaban de buen humor, vamos, que todo marchaba viento en popa hasta que ... hasta que le ofrecieron este trabajo. Ella no pudo rechazarlo, ni se planteó rechazarlo, era lo que había ansiado desde que inició su carrera. Su carrera, lo más importante para Carla desde que conoció al viejo profesor. Fue él el que la inculcó su amor por el espacio exterior, el que la orientó hacia su especialidad, la navegación interestelar. Era media vida dedicada a su estudio, estudio reconfortante donde los haya, apasionante, sacrificado pero que abría su mente hacia un horizonte infinito de posibilidades incalculables. Todo un universo por conocer y estaba ahí, a su alcance.
Él no puso objeción alguna -tampoco tenía derecho alguno a interferir en su vida profesional- así que quedaron en seguir en contacto a través de las ondas. Las ondas, el primer problema, porque en los anillos de Saturno, donde Carla estaba, las transmisiones no estaban garantizadas las 24 horas del día, era totalmente aleatoria la conexión, lo que complicaba infinitamente la comunicación entre ambos. Porque cuando ésta era buena ella estaba trabajando, y cuando disponía de tiempo libre raramente contactaba. Esto estaba resultando una complicación, pero ahora ... ahora no podía dedicarle tiempo a pensarlo, tenía trabajo.

PAQUITA

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