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diciembre 26, 2006

Aborto sí, aborto no.

Son las 13 horas del 22 de diciembre del año -de gracia- 2006. Acabo de pasar frente a la clínica Nuevo Parque, y, al ver su entrada, he recordado otro día, de otro mes, de otro año, en que entré por dicha puerta.
Estoy hablando de finales de septiembre de 1981.
Había pasado unas vacaciones de verano de las mejores de mi vida, si no la mejor.
Ese mes de agosto culminé las mayores alturas del Pirineo, a saber: el Pico Aneto (3.404 m.), el Pico Posets (3.375 m.), el Perdiguero (3.202 m.), Monte Perdido (3.255 m.), el Cilindro (de una tacada con el anterior) y otros.
Ah, y bajé al Cañón de Añisclo por el Barranco de la Capradiza y lo recorrimos hasta el final -maravilla de las maravillas este tramo del cañón, absolutamente recomendable para cualquiera con un mínimo de experiencia en montaña-.
Las vacaciones las rematamos regresando del refugio de Goritz por la Gruta de Casteret, la brecha de Rolando, el Collado Blanco para iniciar la bajada por los Llanos de Millares -creo que se llaman así, porque estoy escribiendo de memoria y sin chuleta alguna, contra mi costumbre-, después el Circo de Carriata y de ahí a la pradera de Ordesa, donde dejamos aparcado el coche una semana antes.
Pues eso, ¿a qué tanto detalle de mis hazañas? -que pensará alguien-, a que fue eso lo que yo supuse podía haber provocado lo que me había llevado a la clínica en cuestión.
Me levanté empapada en sangre, mi pareja llamó a cuanto ginecólogo encontró relacionado en el libro correspondiente, y al primero que contestó que pasaba consulta, a él que acudimos.
Veredicto: estaba abortando de manera espontánea, eso me dijo.
Yo, incrédula, ignorante de embarazo alguno, le pregunté ¿seguro? y él, tieso, retieso, me contestó ¡señora, que yo no practico abortos! Siguió dándome indicaciones de que me fuera de inmediato a la clínica mencionada, donde me atendería en cuanto acabara la consulta.
Y eso, que me practicó un legrado, que es dejarte limpia, relimpia esas cavidades.
La conmoción me duró más de un día, el sentimiento de culpa, esas cosas, porque habíamos decidido que ya sería buen momento para "embarazarnos" pero ni pasárseme por la cabeza que ya lo estaba y además de 8 semanas. ¡Sí! me sentí culpable del aborto espontáneo que había padecido.
Poco tiempo después, hablando con el tocólogo, que me hizo el seguimiento del embarazo de mi primer hijo, éste me aclararía que "si está de dios, no se aborta ni queriendo, se agarra el óvulo que es un primor" -no es literal- A. nacería 9 meses y medio después del legrado.
A los 3 años nacería AA, sana como su hermano, y entonces decidimos que con la parejita íbamos servidos. Yo había llevado a término los embarazos que había deseado, los partos ¡qué partos! y llevaría a cabo su cuidado y educación, pero, ya no quería más. Así de simple. Lo de la paternidad responsable.
Pero ... no se pusieron los medios adecuados y al año tuve una "falta" susto total, prueba de embarazo positiva, recabar información sobre solución inmediata, llamada a la clínica recomendada -no doy su nombre que es bastante famosa- y esperar a que pasaran 7 semanas y media desde el primer día de la última menstruación.
Así lo hicimos, deseando que pasara el tiempo fijado y que "aquello" no creciera, no se hiciera, fuera lo menos posible, casi nada. Y me practicaron una "regulación de la regla" previa consulta con el psicólogo para confirmar que yo tenía conciencia del paso que iba a dar -"sabía lo que me hacía"-.
CONCLUSIÓN: Que nadie, desde fuera, tiene derecho alguno a opinar sobre lo que una lleva en su interior. Y aún menos a decidir. Sólo la portadora, la gestadora, como responsable actual y en el futuro, puede resolver sobre la cuestión, si se ve o no capacitada para asumir la responsabilidad de la protección y formación de lo que vendrá después.
Y que nadie se piense que semejante decisión -la de abortar- se toma con alegría. Un cierto sentimiento de culpa no hay quien te lo quite, pero aún sería más el no tomarla.

PAQUITA

1 comentario:

  1. Sólo una montañera que haya subido las cumbres más altas de la naturaleza puede descender a los abismos de la confesión más dolorosa de las penalidades y pequeños (o grandes) traumas de la otra naturaleza, la que llamamos vida. Me parece una generosidad por tu parte plasmar esas interioridades en el público blog que no merecemos tus lectores. Un abrazo entrañable.
    Epv

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