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mayo 22, 2009

El Arbol del Guananí... (+ estudillo)

(Copiado del blog: Existir es Resistir de Pedro Estudillo.
Interesante relato publicado el 22 de enero del año presente -cuatro meses atrás-. PAQUITA)
estudillo.blogspot.com

En los anales de la historia se puede encontrar una leyenda de un hecho que ocurrió en un lugar muy lejano, quizás incluso en otro mundo, y en otro tiempo también muy, pero que muy, remoto. Nadie puede asegurar que se trate sólo de un relato de ficción o, por el contrario, de unos hechos que aconteciesen en la realidad, pero se me antoja que eso es algo que carece de toda importancia, si no juzguen por ustedes mismos.

Por aquellos tiempos, toda la humanidad estaba constituida por dos familias que vivían relativamente cerca la una de la otra, aunque no lo suficiente como para evitar el que cada una tuviese hábitos de vida diferentes. Por ejemplo, mientras una de ellas se dedicaba casi exclusivamente al pastoreo y la caza para subsistir, la otra ocupaba su tiempo en las labores de la tierra y la recolección de alimentos silvestres.
Sus distintas ocupaciones no impedían que ambas se mostrasen amistosas. Es más, mantenían una relación muy cordial y se intercambiaban sus bienes constantemente y sin ningún compromiso. Los pastores solían ofrecer algo de carne a sus vecinos, mientras que éstos les correspondían con frutas y hortalizas que cultivaban. Siempre había sido así, y no había ningún motivo por el que esta situación tuviese que cambiar.
No hasta aquel aciago día que transformó la historia de esta pequeña humanidad para siempre.
Varías lunas habían recorrido ya el cielo estrellado desde la última vez que tuvieron un encuentro, así que el patriarca de los agricultores decidió hacerle una visita a su amigo y vecino pensando que aprovecharía también la ocasión para alguno de sus intercambios. Pero conforme se acercaba a su destino, su sorpresa fue en aumento. Por todo el camino de entrada aparecían una serie de imágenes echas en madera o barro, todas muy parecidas, que representaban una especie de tronco de árbol o algo así, aumentando su número a medida que se acercaba al hogar. Por las paredes de la vivienda aparecía también esta misma imagen pero pintada de diversos colores y tamaños y justo a unos metros de la entrada principal se encontraba la mayor de todas, una gran talla de varios metros de alto y de un grosor desproporcionado fabricada con retazos de madera apuntalados y también coloreada de forma extraña.
Cuando los dos hombres se dieron al encuentro, esta es la conversación que se registró:

–¡Amigo Mel! –saludó el agricultor efusivamente–. ¿Pero qué es todo esto que te traes entre manos, algún tipo de reclamo nuevo para tus bestias?
–No digas bobadas Roy –contestó Mel, el pastor–. Y muestra un respeto, haz el favor. Estás ante el Gran Árbol del Guananí.
–¿Cómo dices, el gran árbol de qué? –preguntó de nuevo Roy con una gran sonrisa en el rostro pensando que su vecino le tomaba el pelo.
–No te hagas el tonto, ¿quieres? He dicho el Gran Árbol del Guananí. –en esta ocasión Mel se mostró más serio y tajante en su aseveración.
–Perdón, perdón, no quise ofender, pero es que no entiendo nada. ¿Qué es eso del árbol del guananí? Es la primera vez que lo escucho en mi vida.
–Lógico, ya que sólo a mí me ha sido revelada su existencia –respondió Mel con aires de superioridad–. Pero no te preocupes, eres una persona afortunada por ser mi amigo. Yo te lo contaré todo al igual que hice con el resto de mi familia.
–¿Qué tienes que contarme? –le interrogó Roy muy intrigado.
–Presta atención porque esto que vas a oír es sumamente importante para nuestra futura existencia, amigo. Esta imagen representa al Gran Árbol del Guananí, un árbol de inmensas proporciones que se encuentra al otro lado de las montañas, allá donde ningún ser humano ha sido capaz de llegar. Es único en el mundo y, a pesar de la distancia que nos separa, tiene la capacidad de poder resolver todos nuestros problemas con la caprichosa y tiránica naturaleza que tantos quebraderos de cabeza nos produce, ya lo sabes.
–Un momento, un momento –interrumpió el agricultor algo desconcertado–. No entiendo nada. En primer lugar, ¿cómo es posible que conozcas tú la existencia de ese árbol milagroso si habita en un lugar donde nadie ha llegado? Y en segundo lugar, ¿qué es eso de que puede resolver todos nuestros problemas con la madre naturaleza? Nadie está por encima de ella, es imposible.
–¡Ah, hombre de poca fe! Ya sabía yo que te mostrarías reticente. Algo me dice que la envidia por no haber sido tú su descubridor te reconcome.
–¡Pero qué tonterías estás diciendo! Contesta a mis preguntas si puedes –atajó Roy algo malhumorado por el comentario de su vecino.
–Pues claro que lo haré. Es cierto que nunca he estado en el lugar del que procede, pero eso no es necesario; hace muchas jornadas soñé con él. Se mostró ante mí con una claridad reveladora, su belleza y la luz que de Él emanaba no era comparable a nada conocido. Desde ese preciso momento supe que debía consagrar toda mi vida y la de los míos a Él. Y tú deberías hacer lo mismo si quieres salvarte –concluyó el pastor con rotundidad.
–¿Salvarme de qué? Nada de lo que dices tiene sentido. Pero mira, no importa, ya me lo explicarás otro día, es que ahora tengo un poco de prisa, mi familia necesita algo de carne, como sabrás, y aquí te traigo estas verduras y algo de fruta también para tus animales –el agricultor intentó cambiar de tema al comprobar la insistencia de su amigo en algo que carecía de sentido para él.
–No tan rápido vecino. Ya no podré ofrecerte lo que acostumbraba.
–Pero ¿por qué? –quiso saber Roy sorprendido.
–Es obvio, ¿no? Para que el Árbol del Guananí pueda protegernos de todos los elementos maléficos, hay que cuidarlo, igual que a cualquier otra criatura. Necesita alimentos, agua, compañía. Necesita saber que sus protegidos están aquí respetándolo y adorándolo. Es lógico, tú también lo harías. Parte de lo que te daba a ti tengo ahora que ofrecérselo a Él para que siga cuidando de nosotros. Todos los nuestros se deben ahora a su culto y manutención, no creo que tengamos mucho tiempo para nada más, lo siento.
–¡Pero sí es sólo un trozo de madera! Cómo puedes...
–¡Alto ahí blasfemo! –interrumpió visiblemente enfadado Mel–. No permito que hables así del Él; arrepiéntete de lo que has dicho o todas las calamidades del mundo caerán sobre ti.
–Creo que te has vuelto loco, no puedo creer que toda tu gente piense como tú –exclamó Roy desesperado.
–Pues claro que todos piensan como yo, ¿qué insinúas, que no me respetan? Yo sólo quiero proteger a mi familia, al igual que tú, y haré todo lo que esté en mi mano. Ellos lo saben, por eso creen lo que les digo y se muestran temerosos del poder del Gran Árbol, como deberías de hacer tú y los tuyos. Y por eso mismo no puedo consentir que una presencia turbadora ande por aquí, entre mis hijos. Así que si te niegas a doblegarte a la fuerza de nuestro Gran Protector Árbol del Guananí será mejor que te vayas y no vuelvas, o tendré que tomar represalias contra ti –sentenció Mel.
–Si eso es lo que quieres, así será. Pero procura no acercarte tú tampoco a mis tierras, porque allí ningún estúpido árbol podrá salvarte de mi furia. Hasta nunca, vecino –terminó diciendo Roy al tiempo que se daba media vuelta y volvía por donde había venido.

Y así fue como estas dos familias jamás volvieron a dirigirse la palabra amistosamente. Obviamente sí que volvieron a verse en infinidad de ocasiones, ya que ambos necesitaban algunos de los bienes que el otro disfrutaba, pero sus encuentros siempre fueron furtivos, terminando en violentas confrontaciones y batallas interminables donde las dos familias terminaban perdiendo algo importante a cambio de conseguir algo menos importante.
Al menos eso es lo que cuenta la historia. Como ya he dicho, si ocurrió en realidad o no, es algo que todos desconocen. Aunque si está escrito por algo será, y si no lo estaba, ahora sí que lo está. ¿Quién sabe? puede que incluso me lo esté inventando todo, pero.... ¿qué importancia podría tener?

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