Páginas

agosto 01, 2009

Nacionalismos y otros –ismos... (+ ybris)

(Publicado por ybris el 1.7.09. Además de su prosa poética, o poesía prosaica -esto me suena rebajante-, Ybris narra como el mejor sus reflexiones, íntimas y compartidas. Porque a todos nos afecta, porque todos somos semejantes en tantas cosas y tantas cosas nos son comunes, aquí está el mejor de los ismos. PAQUITA) nomequedo.blogspot.com/

Si bien se mira, la nación no es sino el lugar en que se nace. Dada la natural indefensión de los humanos al nacer, es importante el ámbito de afecto y de protección que nos acoge en este valle de lágrimas: los padres, que cuidan, protegen, alimentan y garantizan un espacio propio; quizás la familia, el clan, la tribu; acaso el conjunto de tribus, gentes bajo un jefe, gentes unidas por un territorio, una historia, una cultura, unas costumbres.
Cuando la madre defiende a sus indefensos cachorros de las agresiones externas que pretenden aprovecharse del más débil parece justo defender vida con vida e infligir la muerte a quien quiere matar a quienes considera con justicia suyos. Sólo sobrevivirá el más fuerte o el más hábil.
Sucesivos agrupamientos y los pactos y leyes sobre los que se hicieron han llevado a las sociedades avanzadas a un punto en que los padres no tienen que matar para defender a sus hijos, tampoco las familias, los clanes, los barrios, los pueblos ni las provincias. La inteligencia humana ha descubierto que no es cuestión de fuerza ya la supervivencia sino cuestión de derechos garantizados.
Uno no sabe muy bien por qué este proceso de construcción de la convivencia se ha detenido en la nación y no parece posible pasar a estados multinacionales y supranacionales o a estados federados o unidos que no se basen en la satisfacción –fundamentalmente económica- de todos. Quizás llevemos dentro aún el instinto que hace a la madre matar por defender su prole cuando nos resistimos a romper fronteras, a deponer armas y ejércitos en pro de la consecución de agrupaciones planetarias. Aquí las normas religiosas, los idiomas, las razas y, sobre todo, el frágil bienestar de la riqueza de pocos en medio de la miseria de muchos han puesto una barrera en que el proceso probadamente eficaz que construyó agrupaciones estables basadas en la ley y no en la fuerza se ha quedado detenido.
Ni Naciones Unidas ni tribunales internacionales tienen el poder para frenar guerras porque existen derechos de veto, democracias truncadas por sistemas sesgados de representación, mayorías cualificadas y, en definitiva, clases y clases.
Es lamentable y trágico un proceso detenido en que aún es posible la guerra de la nación A contra la B por asuntos territoriales o de discriminación o de reconocimiento de derechos propios. Tan lamentable como que está provocando la regresión hacia agrupaciones menores de subnaciones integradas en A o B que quieren con respecto a ellas los que A y B quieren con respecto a B y A.
La verdad es que, mientras el nacionalismo en que estamos ahora estancados no dé el paso siguiente al nacionalismo planetario y la guerra y la violencia que hoy por desgracia nos afligen sea tan criminal como la muerte de un vecino de un barrio o pueblo a manos de otro de otro barrio o de otro pueblo de al lado, seguiremos expuestos a que un nacionalista local declare la guerra al nacionalista global y se cargue a quien le plazca sin otro trámite que hacerle su enemigo mientras éste se negará a hablar de guerra y preferirá hablar de terrorismo, de combatientes extranjeros, de subversivos, extremistas o antisistema a cuantos encomiendan a la fuerza lo que el diálogo o la participación política les parece un camino sin salida.
Quizás algún día empiece a atisbarse la solución a tantas guerras en nombre de tantos “ísmos” cuando toda acción violenta –guerras incluidas- reciba el ominoso nombre de terrorismo.


1 comentario:

  1. Gracias por la cita, amiga, así como por tus tan amables como excesivos elogios.

    Besos.

    ResponderEliminar