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marzo 30, 2010

¿Trabajo o tripalium?(brevería labor-able)... (+ Lansky)

(Publicado por Lansky en 18/03/2010. PAQUITA)
www.lansky-al-habla.com/

"¿Por qué deben los hombres razonables afanarse por maximizar la renta cuando el precio que se paga por ello son tantas horas oscuras y melancólicas de trabajo?" J.K. Galbraith

La etimología de ‘trabajo’ viene de ‘tripalium’ un instrumento de tortura en forma de silla (o yugo) de tres ('tri') patas (o palos: ‘palium’) de los romanos en el cual amarraban a los esclavos para azotarlos (y que propongo como emblema de los oficinistas). Cualquier intento de vender o dignificar el trabajo falla por ese innoble origen. Si haces algo a gusto o si no lo haces por dinero o por mantenerte, entonces, por duro y exigente que sea no es trabajo. Por definición. Lo dice un mambo cubano: “Porque el trabajo se lo dejo todo al buey, porque le trabajo lo hizo Dios como castigo…”

Pero de tener que ser algo, me hubiera gustado ser artista (y además sus casas suelen ser más bonitas que las de los escritores, hablo de los 'plásticos'). Sin embargo, el arte es un trabajo sucio; comprendo que alguien tiene que hacerlo, pero no veo porque tengo que ser yo. De hecho, no me tienta el trabajo. Yo tengo la suerte, compréndanme, de quererme mucho. Eso reduce mi avidez y mis exigencias respecto al mundo. Así que decidí mantenerme por otros medios y no trabajar en nada, ni siquiera como artista, que después de todo tiene un pase. Tengo además la suerte de haber nacido en un país europeo relativamente acomodado. Quién sabe qué me hubiera sucedido de haber nacido en el Tercer Mundo y haber tenido que pensar cómo comer y dónde dormir cada día.

Por su parte, Lenin y Stalin eran representantes típicos de la mente asiática, es decir, que iban en contra del individuo, es decir, de mí, el mayor logro europeo (me refiero al individuo, y naturalmente yo). Desde joven y desde el primer día detecté que sus cantos de sirena social eran llamadas a la servidumbre más extensa y uniforme. En un país que intentaba reclutarme para formar parte de un pasado trasplantado desde la España Imperial de Felipe II, sus llamadas al futuro de hormigas tampoco me sedujeron jamás; preferí mantenerme en un incómodo presente, algunos lo malinterpretaron como rebeldía: era vaguería.

Así que he nacido en un buen sitio y no formo parte de ese 16 por ciento de la población adulta mundial, unos 700 millones de individuos, que desean emigrar desde donde nacieron protagonizando el mayor fenómeno de masas de la humanidad desde que existe como tal.

En ‘Su Majestad de los Mares del Sur’ un ufano Burt Lancaster llega a una paradisíaca isla del Pacífico dispuesto a enriquecerse, es decir, no tanto a trabajar como a hacer trabajar a los demás. El típico empresario, versión viajera. En la isla todos viven en un avanzado y perfecto equilibrio ocioso, de forma que cuando tienen hambre cogen un coco o pescan un pez y de paso, chapoteando en la laguna del atolón, quedan con alguna chavala para la noche. Nunca he deseado tanto que le pegaran un lanzazo al protagonista.

Me he pasado la vida evitando tener que trabajar, así que cuando tengo alguna tarea pendiente procuro acabarla cuando antes para volver a mi ociosidad vocacional. Algunos confunden esa defensiva prontitud con amor al trabajo. Qué poco me conocen. Soy como esos niños que corren a todo tren... para sentarse los primeros.

Sólo conozco un caso mejor que el mío: el de Secretario General de la SGAE, que vive no sólo del trabajo y del talento de los demás, sino también de su ocio.

Vanbrugh dijo... marzo 18, 2010 8:33 AM
"Yo tengo la suerte, compréndanme, de quererme mucho. Eso reduce mi avidez y mis exigencias respecto al mundo." Qué sabias palabras. Efectivamente, la enorme suerte de los que nos queremos mucho es que ya tenemos, en nuestras amables personas, la mayor parte de lo que nos hace falta para estar a gusto. Se suele pensar que son los egoistas los que se aman a sí mismos en primer lugar, y no es cierto. Quererte a ti mismo te permite ser más generoso. Son los que no se aguantan los que necesitan apaciguar esa desazón fundamental con todo lo demás.
- Me siento muy reconfortado al leerte. Cuando digo -lo digo poco, solo en confianza- que el trabajo es para mí una maldición bíblica y que mis ambiciones profesionales se cifran, fundamentalmente, en no tener necesidad de ninguna profesión, la gente suele pensar que hablo en broma. Me tienen por un funcionario concienzudo y competente para quien su trabajo es lo primero de todo. No saben que, como bien dices, lo pongo lo primero de todo para acabarlo antes y poder olvidarlo más deprisa; y que si procuro hacerlo bien no es tanto por tener la sensación de que me gano el sueldo como por cierto prurito deportivo -el mismo, por ejemplo, por el que quiero que me salga el sudoku- y, sobre todo, para evitar que colee y moleste más de lo imprescindible.
(Me parecen admirables esas personas para quienes su trabajo es importante, le dedican la mayor parte de sus energías y parecen disfrutar haciéndolo. Pero no los envidio ni un poquito, y estoy enormemente agradecido de que no me pase nada parecido.)

8:54 AM... hablo de esos empresarios, o asalariados, como yo, que se tiran currando hasta las tantas y hablan con estusiasmo de sus ventas, de sus clientes, de sus proyectos. Esos que han conseguido reducir sus vidas al tamaño de sus empleos, y parecen satisfechísimos con el resultado. Esos que dicen, en serio, que "temen" la jubilación, porque les da miedo la inactividad y la sensación de no ser necesarios. Son fenómenos para mí incomprensibles que miro con una mezcla de fascinación, repulsa y compasión. Pero no se lo digas a nadie.

Cigarra dijo... marzo 18, 2010 10:54 AM
¡Ja, ja, ja! En este si que has estado genial, te doy la razón de arriba a abajo. Yo también me siento reconfortada al leerte.
Fundamental la distinción que hace V. entre los egoístas, que no quieren a nadie, y los que estamos tan contentos de nuestro amor autocorrespondido.
Pero a diferencia de ti y de V. yo voy dejando las cosas hasta que, o bien ya no es necesario hacerlas, o bien son tan perentorias que se resuelven en cinco minutillos.
Esos que adoran su trabajo y todas esas zarandajas son luego los que no se aguantan a si mismos cuando se ven jubilados ¡qué desperdicio!

Caminante dijo... marzo 28, 2010 9:54 PM
Ya lo dice... ¡no sé quien! Si el trabajo fuera bueno se lo quedarían los ricos.
Me temo que algunos no llegaremos a la magnificiencia a través del trabajo... ya lo creo que no. Que disfrutes... ¡ni falta que te lo diga! PAQUITA


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