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agosto 08, 2011

Presos de inconciencia: + Rodrigo D. Granados

Publicado por su Author: Rodrigo D. Granados en abril 08, 2011 lasuvasdemayo.blogspot.com/

Mohamed Bouazizi ardió de impotencia y rabia, por las medidas de un gobierno que legislaba y ejecutaba como si el deterioro permanente de la economía de la población no existiera. A lo largo y ancho del mundo, son numerosísimos los estados que cometen el mismo error; se convierten en una camarilla que se dedica a vivir de sus administrados, oficiando de mamporreros del gran capital. Incapaces incluso de renunciar a prebendas tan caprichosas como extemporáneas en tiempos de escasez, los profesionales de la dieta y el despacho, apenas comparten el idioma con los pueblos que parasitan .
Me duele la muerte de este joven tunecino; me hace sentir miserable el no haberme siquiera hecho detener por arrojar piedras a cualquier organismo oficial o cagarme en los muertos del señorío de sus señorías.
Mártir del mundo árabe, lo es también para mí, porque aunque en un grado mucho menor, sufro las mismas injusticias que le llevaron a su trágica y heroica decisión.
Como Diógenes, salgo al mediodía a la calle con mi candil buscando hombres; y puede que no los encuentre porque nadie aún los ha iluminado con la tea de sus tripas. Dóciles y aburguesados, asistimos imperturbables al saqueo de las conquistas que ni siquiera son nuestras (quizás por eso el desinterés); aunque seamos quienes por más tiempo sufrirán las consecuencias.
Veo más pasión y clarividencia, en hombres que están en la sala de espera de la eternidad, como José Luis Sampedro o Stephane Hessel, ilustres veteranos que se rebelan ante el silencio de la mayoría con su discurso incontestable. Hermano Mohamed, prometo hacer lo que pueda para que tu llama arda para siempre, que anide en este candil apagado en que nos hemos convertido; pero desde ya te digo, puedo poco, soy uno más de ellos.

Caminante dijo... julio 06, 2011 9:25 AM
Muy bonito texto, leído a tres meses vista. Quizá, sólo digo quizá, la muerte de este muchacho tunecino valió para remover, aún más, la indignación que subyacía en tanta gente y que no afloraba, no se visualizaba.
Ya he llegado al final de los no vistos.
Hasta otra: PAQUITA

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