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octubre 17, 2015

Descolonizar el pensamiento y conquistar la tierra, de Javier García Fernández

ago 27, 2015 http://laguadana.org/2015/08/descolonizar-el-pensamiento-y-conquistar-la-tierra/

Por Javier García Fernández. Historiador, miembro del Grupo de Estudios Campesinos Juan Díaz del Moral (http://juandiazdelmoral.org), militante del Sindicato Andaluz de Trabajadores.

“Una civilización que se muestra incapaz de resolver los problemas propios de su funcionamiento es una civilización decadente. Una civilización que escoge cerrar los ojos ante sus problemas más cruciales es una civilización herida. Una civilización que le hace trampas a sus principios es una civilización moribunda. El hecho es que la civilización llamada europea y occidental, es incapaz de resolver los dos principales problemas que su existencia ha originado: el problema del proletariado y el problema colonial.  Lo cual hace que Europa sea moral y espiritualmente indefendible. Los colonizados saben que, en lo sucesivo, poseen una ventaja sobre los colonialistas. Saben que sus amos provisionales mienten. Y por lo tanto, que sus amos son débiles.”
Aimé Cesaire. Discurso sobre el colonialismo.
RESUMEN:
Pensar desde el Sur es pensar desde abajo, es un pensar junto a la tierra, es un pensar que por tanto, está lleno de particularidades, como es particular cada tierra. Pensar desde el Sur es también un pensar que nace de la comunión entre pensamiento, acción política y lucha por la dignidad. Un pensar situado y rebelde. Un pensar digno.
En plena crisis europea, crisis capitalista, crisis de la civilización europea y occidental emerge desde el sur global la reconstrucción de los tejidos comunitarios como formas de supervivencias y confrontación de los pueblos frente al Sistema/mundo/moderno/colonial. Trataremos de plantear que supone pensar desde el sur  dentro del Norte global hegemónico,  la cuestión de la recuperación de los saberes que emergen de las luchas sociales y la recuperación de la memora y de Historia de los pueblos desde una perspectiva que evada el eurocentrismo, que supere el colonialismo epistemológico en el marco de la reflexión epistemológica para la subversión y la superación de los debates en el seno de las Ciencias Sociales occidentales.  Trataremos de analizar y compartir las propuesta de soberanía alimentaria que están siendo propuestas desde las articulaciones campesinas internacionales como La Vía Campesinas donde desde Andalucía ha habido unas aportaciones fundamentales.
El Sur también existe dentro del Norte, no es solo un concepto geográfico, sino un conjunto plural de cosmovisiones que se levantan ante la apisonadora de la modernidad/colonialidad y la miran y desafían de frente. En el seno de lo que hoy conocemos como Europa sufrimos y seguimos sufriendo el ataque directo de lo que supuso el nacimiento y perduración de esa máquina de guerra que es el Estado moderno y el sistema/mundo/moderno/colonial.
Pero pensar desde el Sur no puede ser solo hablar de un pueblo, sino hablar en, desde y con ese pueblo, entendiendo el pueblo como la plural comunión de almas y personas que conforman un identidad y forma de vida colectiva concreta; una colectividad siempre alerta ante la guerra civil mundial que nos acecha pretendiendo una comunión global en el vació de una ilusión de progreso, desarrollo y movimiento constante que no revela más que una profunda parálisis histórica fruto del agotamiento que sufre la civilización occidental.
  1. Descolonizar los  saberes para la emancipación
1.1. Colonialidad, Eurocentrismo y ciencias sociales.
Para nosotros las Ciencias Sociales se entienden hoy como herramientas propuestas desde los centros de poder y discurso hegemónicos como herramientas de control y regulación, pero a la vez destacamos su potencial emancipador cuando son producidas o puestas al alcance de los movimientos sociales y las luchas populares. Desde diferentes centros de producción de epistemologías en el Sur global en las últimas décadas se han trazado importante aristas teóricas de lo que se viene denominando como esfuerzos para la des-colonización de las ciencias sociales euro-céntricas. Autores como, Enrique Dussel, Ramón Grosfoguel y Santiago Castro-Gómez o Edgardo Lander, Silvia Rivera Cusicanqui.]  tratan de interpelar el sentido específico que comporta, la posmodernidad y la tras-modernidad, es decir las diferentes superaciones de la modernidad capitalista, euro-céntrica, colonial y patriarcal desde un enfoque de las epistemologías otras, epistemologías y cosmovisiones que la modernidad eurocéntrica a tachado de creencias no científicas, primitivas, salvajes o atrasadas. El proyecto descolonial retoma un modo crítico de pensar la ciencia y establece diálogos constructivos con otros proyectos intelectuales y políticos que emergen desde el Sur.
La manifestación de los esfuerzos por descolonizar las ciencias sociales se produce en el contexto de las condiciones desplegadas por factores como la crisis de la modernidad capitalista euro-céntrica, la globalización neo-colonial y neo-imperialista y en definitiva todo lo que comporta la crisis civilizatoria que padecemos. Todo ello lleva irreductiblemente a un choque entre las historias locales y los paradigmas globales impuestos de manera neo-imperialista en torno a conceptos como conceptos como nación, cultura, democracia, justicia o derechos humanos.
La redención del mito de la modernidad que propone Dussel y con la que coincide Quijano se trata de desmontar y negar el mito eurocéntrico en tanto que, para ellos las estructuras culturales del mundo entran en contacto, lo que lleva a la constitución de un nuevo patrón de poder global, además de un cambio del mundo como tal, lo que a su vez lleva a la percepción de cambio histórico, lo que comporta la idea de futuro y de superioridad en el seno de la división Norte/Sur. Todo esto insta unas nuevas relaciones políticas económicas sustentadas, según Quijano, en el dualismo radical cartesiano que disocia de manera implícita el concepto de “razón” del concepto de “cuerpo”. Fruto de esta disociación aparecen las pretensiones objetivas y universalizantes del “saber” científico europeo. Esta misma dialéctica es la que articula las relaciones entre lo primitivo y lo civilizado, lo arcaico y lo moderno, lo europeo y lo no europeo, lo capitalista y lo pre-capitalista. La réplica propuesta por Quijano, desmonta de manera demoledora el proceso modernizador mediante el cual se ha construido no solo la “Historia Universal” sino también la historiografía a escala mundial.
La noción de “colonialidad del poder” establecida por Quijano, pretende clarificar la condición de colonial de un poder que supuestamente, tras la independencia dejó de serlo, para ser autónomo. Nosotros decimos al igual que la Marcha Patriótica colombiana, luchamos por la segunda y definitiva independencia. Entre aquella primera independencia y la segunda, reina esto que llamamos la “colonialidad del poder”. Con ello el autor pretende diferenciar los conceptos “colonial” y “colonialidad”. La construcción de una estructura de poder por parte de los colonizadores que responde solo y exclusivamente a las necesidades y al arbitrio de la metrópoli configuran las relaciones político-económicas que definen a la periferia. La dependencia tecnológica, económica y cultural (lo que Lander llama colonialidad del saber) instituyen un poder visiblemente colonial que ejerce una copia del vasallaje mediante la conformación de un poder a escala mundial en base a las categorías y diferenciaciones emergidas con el colonialismo. La colonialidad del saber es un concepto que insiste en el plano subjetivo del saber del oprimido y la imposición de la otredad por el colonizador, preguntándose por la carga simbólica a la que fueron sometidas las sociedades locales y los cambios en su manera de comprenderse en el mundo que esto provocó. En pos de esta constitución, se llevaba a cabo una codificación del conocimiento desde la modernidad y hacia universalidad de cada lugar, bajo una perspectiva euro-céntrica típica de las potencias coloniales, creando y justificando las nuevas realidades sociales, lo que supuso la entrada de las subjetividades colonizadas en la órbita del eurocentrismo.
Ramón Grosfoguel nos propone un complemento para la famosa construcción realizada por Wallerstein de “Moderno sistema-mundo”, en cuanto que esta noción comporta una estructura de poder mundial a la cual no se puede dejar de adscribir un profundo elemento colonial que da texto y contexto a esta supra-estructura. La conformación planetaria de un poder único, neoliberal, pos-fordista, patriarcal, capitalista y colonial basado en las relaciones Norte eurocentrado/Sur Global conlleva, de manera diáfana, la conformación a su vez de un “sistema mundo moderno/colonial /capitalista”.
En este sentido y en estos términos entendemos que en el tejido epistémico que articula las relaciones humanas en el contexto de las actuales relaciones post-coloniales, el discurso científico occidental eurocentrado encuentra su sentido en la imposición códigos foráneos sobre percepciones locales, lo que lleva a irreductiblemente a la desterritorialización de los imaginarios. La colonialidad del saber se presenta como el locus de enunciación colonizador ulterior que adopta el lenguaje y las formas de un nuevo sistema teológico. Dios no ha muerto, dios se articula como el patrón de saber colonial moderno y euro-céntrico, los textos sagrados son hoy las referencia bibliográfica. La infinita búsqueda de categorías universales que nos entregue el verdadero código de la naturaleza humana supone un proceso de subalternización de los saberes locales, periféricos respecto del centro. Se trata de la dimensión de lo no-representado, de lo subalternizado. Se trataría pues de rescatar saberes, empoderar discursos de resistencia, traducir inter-culturalmente  diferentes epistemologías desde la interrelación de sujetos activos comprometidos en la reformulación de sus marcos vitales avanzando hacia la Gran Afirmación de Benedetti.
1.2. Saberes para la emancipación: El saber que nace de la luchas.
Hoy el pensamiento se ha desplazado de la Universidad. Podemos decir que los movimientos sociales y las luchas populares que se viven hoy en el Sur Global logran generar más epistemología que cualquier manual de metodología de antropología, sociología, economía o ciencias sociales.
En esta fase crítica del tardo-capitalismo, las concepciones de la realidad, los universalismos y nuestro propio modo de ver y comprender la realidad, se ven desbordados, por un lado por la descomposición del sistema político y económico internacional y por otro por las concepciones propias y el pensamiento emergente que nace de las luchas sociales. Podemos decir, que al minarse las condiciones sociales y políticas que sostenían, argumentaban y daban consistencia a un determinado sistema filosófico de pensamiento, a saber, el occidental, blanco, colonial, capitalista, patriarcal, las bases para un nuevo pensamiento florecen al calor de las luchas sociales que tratar de construir las afinidades necesarias para hacer efectivas las transformaciones que se requieren.
Para nosotros los sujetos sociales y políticos se constituyen en torno a aprendizajes de los procesos de lucha. Los espacios de confrontación, aquellos, donde las diferentes subjetividades se ínter-conectan mediante sensibilidades y necesidades comunes, constituyen los espacios para la política y el espacio también de construcción epistemológica de las realidades tanto personales como comunitarias.
El espacio de las luchas, es aquel donde emergen los elementos más trascendentes de nuestra existencia además de ser la herramienta de análisis colectivo que dota, a la comunidad que nace, de principios explicativos ante los conflictos más existenciales. La lucha comunitaria se despliega en el momento en que la realidad tal y como la aprendimos nos supera como principio irrevisable. Podemos hablar entonces que el espacio de lucha es también donde se vuelven a re-desplegar los mapas y territorios del pensamiento, donde re-ajusta las coordenadas y las reglas del juego.
Es el espacio de la creación, es fábrica y taller de nuevas y diferentes epistemologías para la existencia, donde surgen nuevos códigos y lenguajes colectivos que ya son propios. El saber que emerge de las luchas populares podemos decir entonces que, por estar nacido del antagonismo político, fragmenta los cimientos políticos de las epistemologías del poder, por cuanto, des-institucionalizar, desnaturaliza, esa forma concreta del saber, para situarla como una de las formas de saber, generando así un nuevo mapa del conflicto.
Nacen así nuevos territorios para pensar y situarnos. Aquí, dar de lado, rechazar una forma de pensamiento, supone erradicar políticamente una forma de existencia que ya no quiere ser vivida, siendo este un vinculo, desde su propio nacimiento, colectivo, un hecho político señal de otras cosas.
Por sus anclaje con elementos fundamentales de nuestras vidas (como pueden ser el derecho a la vida, a la vivienda, a las relaciones sociales y políticas comunitarias, al cultivo de la tierra y al trabajo cooperativo) llevan aparejados a sí, nociones de aprendizajes colectivos que pasan ya a ser elementos constitutivos de las nuevas formas de entender y comprender esa realidad que nos es propia, forma de pensar nuestra propia Historia, la forma de mirar las reglas de la economía, las nuevas leyes y normas comunitarias del nuevo derecho, la manera de pretender articulaciones comunitarias ,las herramientas psicológicas de apoyo, todas ellas nuevas y espontáneas oportunidades de aprendizaje colectivo al mismo tiempo que se niega y se re-afirma nuestra Historia, se construyen entomologías existenciales para la resistencia y la construcción de la Utopía.
1.3. Estado, biopolítica, emancipación y  Frente de la Historia como motor de la lucha de clases.
La Historia no es una compilación de datos, ni siquiera una construcción honesta del pasado, en base a documentos que han sobrevivido al pasado. Para nosotros la Historia contemporánea de los conflictos sociales y la violencia política no es un hecho descifrable, sino un hacer-relato de la memoria de las personas que vivieron estos procesos en el pasado como herramienta de emancipación en el tiempo del presente.
La Historia del estado nacional es un absoluto biopolítico que se pretende sin afuera, reviste y asevera todas las dimensiones de la existencia, comporta todo aquello que se ha dado, que ha sido.  Diremos de la biopolítica que es cierta tendencia del Estado Moderno a controlar todos los procesos vitales de las personas. Así como el Estado Moderno trata de controlar, educación, creencias, producción y reproducción, alimentación y formas de participación política y social, el Estado Moderno también procura el control de otras necesidades básicas de la comunidad como el pensamiento y el pasado. La Historia nacional o Universal decimonónica se pretende como una secuencia ordenada de obviedades producida desde las instituciones estatales con el fin, a nuestro juicio, de justificar la lucha de clases en el seno de los pueblos. La Historia de lo-que-realmente-ocurrió es la objetualización de los cuerpos, su mercantilización y su puesta en valor. La Historia nace del encuentro de sensibles constituyentes, de relatores y receptores de la Historia. Las cátedras de Historia son el dominio mas evidente del funcionamiento tecnoburocrático-imperial de las relaciones biopolíticas de la Historia.
La construcción de la Historia Nacional desde la Institución Pública, ha revelado la dimensión mercantil de la fuerza de trabajo y su dominación por la economía política del capital. En el seno del Estado moderno/colonial y su necesidad de una Historia Nacional, la exigencia de orden reviste la forma de la exigencia de dominación mas absoluta.
Para nosotros, se trata de concebir cierta legitimidad constituyente, cierta relación contextual entre los cuerpos y las palabras de la Historia. Se trataría por tanto de construir-el-modo-de-construir un método que no contemple un hecho situado, sensible de estudio, de un ente delimitado definido y estructurado del que se extraer mediante datos las verdades semi-objetivas o subjetivizantes, sino que por el contrario que parta del carácter de inexistencia fáctica del hecho histórico (el pasado no existe) mas allá de esas voces de nuestro interior que construyen su espacio de efectividad. Se trataría por tanto de construir no tanto un espacio de cuerpos que producen voces, sino un espacio de voces que terminar por constituir cuerpos, esto es, soñar palabras que nos hagan construir lugares, pensar la Historia como motor de la Historia.
La cuestión ahora sería como pensar la manera en la que los tejidos de palabras vivas dan lugar a las verdades, no absolutas, sino encarnadas, verdades de la tierra, no de los cielos, aunque las verdades de la tierra den lugar a las verdades de los cielos.  El problema de la escritura de la Historia de los conflictos recientes mediante el testimonio oral, no concierne a objetos, no son tematizaciones de objetos, tenemos por tanto que pensar un tipo de análisis social que redefina los conceptos de subjetividad y objetividad, dada la incapacidad de expresión del subalterno.
En lo que respecta a la universalidad de ciertas palabras o conceptos, para nosotros es interesante no solo hacer una historia desde las luchas sociales en tanto que federaron fuerzas autónomas en la construcción de una nueva realidad material, sino también pensar la forma en la los diferentes sujetos articularon una vocación colectiva de construir alianzas mas amplias dentro de un ecología de los conflictos desde una conciencia opositiva de comunes constituyentes.
Durante los dos últimos lustros, la teoría evolucionista de la Historia lineal y la razón instrumental de la ciencia han producido una ontología del conocimiento que liga de manera hipócrita a sociedad y Estado. Este sería el terreno de las contradicciones que incluso de manera dialéctica, no puede dar lugar a totalidades mayores. Diremos que el conflicto entre Sociedad y Estado nace de la tensión propia de intentar combinar cosas irreconciliables.
Para nosotros y desde nuestra experiencia de investigación militante, la Historia oral como herramienta de los movimientos sociales desde abajo, se revela como una ejercicio del que emanan verdades que son propias de nuestra necesidad comunitaria. La Historia oral sería pues un esfuerzo de interacción comunitaria, de dialogo consciente en el que los sujetos viviente comunican su testimonio contribuyendo así a la construcción de un relato des alienante, un verdadero ejercicio comunicativo por y para la comunidad en el que relatores y perceptores de la Historia llevan a cabo un ejercicio de mutuo entendimiento. Para Estos relatores y perceptores de la Historia por lo general son grupos generacionales de diferente ámbito.
Recuperar el estatus cognoscitivo de la experiencia humana, significa democratizar el saber que emana de esta experiencia ya que el proceso por el que se genera el conocimiento histórico es horizontal entre dos sujetos que reflexionan en torno al hecho histórico y perciben el modo en el que el otro siente este hecho. Para nosotros lo interesante y mas aún lo importante del relato histórico no es el conocimiento de los mecanismo de explotación y de dominación, sino una visión comunitaria y opositiva capaz de pensar al grupo como seres capaces de vivir algo diferente de ese destino de explotados. Para nosotros solo tiene valor el pensamiento que generamos en la acción, un pensamiento fundado en un hacer, lejos de la concepción científica de un conocimiento de despachos, un conocimiento que se generen en la acción, y esto en política tiene un sentido mucho mayor. El verdadero valor de un pensamiento político es el hecho irrefutable de haberse fundado en el espacio de construcción de lo político. Pensar por tanto la acción política de nuestros antepasados, es situarse hoy en la guerra en curso, es situar la Filosofía de la Historia que viene. Apropiarse de un lenguaje común, es situarse en uno de los bandos.
  1. La conquista de la tierra
2.1. Tardo capitalismo  y  lucha campesina internacional en el mundo contemporáneo
Para las fuerzas del capitalismo realmente existente el campesinado, tal y como plasmaron las primeras teorías tanto desde el librecambismo como desde el marxismo ortodoxo, el campesinado era un sujeto destinado a desaparecer, un sujeto desfasado e incapaz de adaptarse las transformaciones actuales de la economía global. La Historia del capitalismo, es la historia de las más terribles catástrofes humanas (solo suavizadas por los periodos de la contracción imperialista y de regulación estatal de la economía capitalista) que  hoy capitaliza y la narrativa de los fracasos, de aquel fracaso del socialismo-realmente-existente, de aquel fracaso de los nacionalismo del tercer  mundo y del fracaso de la regulación capitalista social-demócrata que surge especialmente en Europa, como colchón social ante de las demandas sociales y laborales surgidas debido a la existencia de la experiencia socialista de la URSS en el este y centro de Europa. Esta narrativa de fracasos, patrimonio hoy del tardo-capitalismo colonial euro céntrico, ha tenido una narrativa de erradicación respecto de las economías y sociedades campesinas. La penetración del capitalismo agrario en las zonas rurales, primero de Europa, pero más tarde de América Latina, África y Asia, ha sido la experiencia de saqueo, extractivismo y transformación de las comunidades, de la naturaleza y de los bienes en aquello que los discursos capitalistas de la propiedad vienen a denominar, capital natural, concepto muy cercano a aquel otro, esta vez propuesto por un progresista, Pierre Bordieu, de capital militante.
Como nos advierte Eduardo Sevilla Guzmán a lo parto de su extensa obra[8], todas las sociedades pre-capitalistas anteriores a la modernidad capitalista, colonial y euro-céntrica era mayoritariamente campesinas y sus economías estaban vertebradas por una cosmovisión de subsistencia, concepción siempre diametralmente opuesta a la lógica de extracción del máximo capital. Pero lo cierto es que las sociedades campesinas concentran hoy casi la mitad de la humanidad, cerca de 3.000.000 de seres humanos, las cuales podemos dividirlas entre las agroindustriales beneficiarias de la Revolución verde y de la industria agroalimentaria por un lado y  las sociedades campesinas tradicionales, con sistemas agrarios poco mecanizados, con objetivos de supervivencia, ecológicamente sustentables e insertos en raíces y tejidos comunitarios.
El sistema capitalista ha tenido y esta teniendo la capacidad de destruir estas sociedades, con mecanismos como el acaparamiento de tierras, la privatización de la semillas, el control de los bienes como el agua, empobreciendo así las sociedades campesinas y expulsando forzosamente la mano de obra a las ciudades, acumulando por la desposesión más absoluta. Construir y destruir, integrar e excluir, son las dos caras de los procesos de transformación capitalista que se viven en las zonas rurales de todo el mundo, construir espacios de agroindustria y destruir las economías campesinas, integrar el agro-negocio en el sistema mundo colonial y en la división internacional del trabajo y excluir a las comunidades, condenándolas a la migración, a la miseria y a la desterritorialidad.
Los defensores del modelo capitalista eurocéntrico explican que la solución al problema agrario en Europa fue el éxodo rural y la creación del excedente de mano de obra en las ciudades que supusiera la superación de los sistemas artesanales hacia la producción industrial. Las economías del Sur, no tienen ya capacidad de absorción de mano de obra pues no disponen de  economías industriales desarrolladas, por lo que para ser competitivos han de profundizar en la tecnología industrial  que en principio exige poca mano de obra. El sistema-mundo capitalista al resolver el problema agrario en los países del centro, creo un problema agrario a nivel mundial, un problema irresoluble. La Transición al socialismo debe asumir, la transición agraria a la soberanía alimentaria y a la agro-ecología. Las sociedades campesinas son hoy las únicas que han demostrado poder ser garantes de la vida a escala planetaria, ya que la Tierra antes de espacio para la economía es un espacio para la vida.
El movimiento campesino internacional desarrollado durante los siglos XIX y XX y hasta la actualidad podemos decir que ha sido parte integrante y estructural de la casi totalidad de procesos revolucionarios que se han dado y que permanecen en el imaginario colectivo de la izquierda revolucionaria, en el seno de las cuales, trataron de forjar su camino, de luchar por fortalecer sus palabras y su mirada. Aun siendo considerado el “problema” campesino o el “problema” agrario siempre como una cuestión secundaria.
El desarrollo y la implantación del capitalismo en la zonas rurales y agrarias significó una estrategia de transformación radical de sus condiciones de vida y de sus espacio de posibilidades. Las desamortizaciones, privatizaciones de tierra, de agua, de semillas y de la producción, la comercialización a gran escala, la preeminencia de la política internacional de precios en base al control de las corporaciones de las exportaciones, la desvalorización de la cultura, de la sabiduría y de los modos de subsistencia campesina, el atropello de la relación entre las comunidades la naturaleza supusieron y suponen la destrucción de una cosmovisión ancestral y del modo campesino de vida y compresión de la tierra.
Todos estos malestares campesinos podemos decir que tuvieron dos manera de ser articulados. En aquellos países donde existían luchas sindicales de ámbito industrial como pate de procesos más amplios de movilización social transformadora los movimientos campesinas se integraron mayoritariamente en estos procesos tomando el Sindicato como el sujeto protagónico de transformación. En la mayoría de los casos estos Sindicatos de corte agrario estaban sometidos a las directrices de otros sujetos políticos de naturaleza urbana, por general, estaban sometidos a la idea bolchevique de “Partido” ya sea de naturaleza burguesa reformista o de carácter marxista rupturista. En otros lugares donde no existía este contexto de movilización general, o no de se daba un contexto político de acumulación de fuerzas populares, los sectores campesinos tomaron posiciones más radicales y mas alejadas de las demás fuerzas sociales en lucha.
Desde mediados del siglo XIX con el desarrollo del capitalismo agrario en las zonas rurales de Europa, remodeló todas las estructuras de los sectores agrícolas, ganaderos, recolectores y forestales hacia la producción agraria industrial y hacia el desplazamiento del excedente de mano de obra a las ciudades a partir de este contextos es desde  el que podemos decir que surgen los movimientos campesinos contemporáneos.
Generalmente los campesinos han desplegado dos modos de lucha frente a la serie de transformaciones que se daban ante ellos, por un lado una serie de resistencias cotidianas que algunos autores como James Scott han llamado el arte de las resistencias y por otro lado la oposición abierta y la articulación de sujetos de clase, mayormente sindicatos agrarios, guerrillas campesinas y otros sujetos siempre vinculados y articulados con una serie de políticas de movilización social más amplia, en la mayoría de los casos. Por citar algunas de las grandes experiencias de procesos de lucha campesina, donde han sido estos la vanguardia del proceso podemos citar la Revolución mexicana o la china, procesos claramente articulados desde las propuestas campesinas. En todas las demás grandes revoluciones hemos de destacar la gran importancia de los sectores y elementos campesinos, tales como la Revolución rusa, la francesa, la revolución cubana, la Revolución española y gran parte de los procesos revolucionarios vividos durante el siglo XX.
Tal y como dice Silvia Pérez-Vitoria, los campesinos eran considerados “conservadores” por que los “progresistas” querían hacerlos desaparecer. Desde comienzos de las sociedades del capitalismo industrial y de la ilustración euro-centrada las sociedades campesinas siempre han sido inferiorizadas como una etapa previa al desarrollo, como una forma económica y política primitiva, ya que los discursos que emergían de los centros de poder era siempre discursos urbanos, y para el crecimiento de estos centros de poder eran necesario ese éxodo de campesinos desposeídos a las ciudades, por lo tanto ha sido siempre requisito indispensable para el desarrollo urbano e industrial la destrucción y desarticulación de las economías campesinas y la implantación del capitalismo agrario en las zonas rurales lo cual significa la desaparición de las comunidades campesinas cuyas lógicas de vida eran diametralmente opuestas a las lógicas del capitalismo de explotación y obtención del máximo beneficio a través de la explotación del trabajo y de los recursos naturales. En los comienzos de la sociedad industrial los campesinos eran sectores radicalmente opuestos a la modernización capitalista de las agriculturas campesinas ya que con ello se llegaría a la desaparición de su cosmovisión y así como a la desaparición fáctica de las comunidades. Esta sentimiento de amenaza lo sintieron ante las desamortizaciones en los inicios del Estado burgués europeo, ante las privatizaciones de los regímenes capitalistas europeos pero también en las modernizaciones soviéticas y toda vez que los poderes de los centros hegemónicos aplicaran una modernización de tipo industrial,  centralizadora, productivista y/o capitalista.
 2.1. La Vía Campesina a la  soberanía alimentaria
La Vía Campesina es una coordinadora internacional de organizaciones campesinas, pequeños agricultores, jornaleros, campesinos y migrantes de todo el mundo con organizaciones de más de 150 países. Surge en el contexto de las Rodas de Uruguay y de la transformación del GATT a la Organización Mundial del Comercio, de la liberalización del comercio y de la supresión de los aranceles y de las políticas proteccionistas a escala mundial. Como muy bien señala Anette Aurélie Desmarais, ante la desprotección que significaba la falta de protecciones a la agricultura y a la producción campesina los diferentes movimientos campesinos no vieron otra salida que la de poner sobre la mesa las diferentes cuestiones problemáticas que amenazaban la  vida de los campesinos y comprobando que en ciertas cuestiones se enfrentaban los campesinos de todos los continentes, del Sur y del Norte a las mismas problemáticas fundamentalmente al acaparamiento de tierras por parte de las grandes corporaciones, a la implantación de las semillas modificadas genéticamente , a los precios de los insumos y de los fertilizantes, la privatización de semillas, al control de las corporaciones sobre los recursos como el agua, el control de los precios por parte de las multinacionales.
Las organizaciones que componen La Vía Campesina articulan sus acciones y sus campañas de movilización en torno a varias premisas fundamentales la defensa de las comunidades campesinas, la soberanía alimentaria, la bio-diversidad, la autonomía campesina y la unidad de acción del campesinado internacional.
La soberanía alimentaria es una propuesta que surge de las movilizaciones que lleva a cabo La Vía Campesina durante comienzos de los años 90 durante el trascurso de la Ronda de Uruguay que finaliza en Marrakech en 1994. El lanzamiento de la propuesta de la Soberanía Alimentaria se produce en 1996 durante la celebración de la Cumbre Mundial de la Alimentación en Roma, en la que la sociedad civil y los movimientos sociales llaman al Foro Social para la Seguridad Alimentaria. La seguridad alimentaria es un concepto que surge en los años 70 por parte de la FAO y que se define como la capacidad de las instituciones para garantizar el acceso y la disponibilidad de alimentos para consumo general combatiendo así los periodos de escasez de alimentos o la falta de estabilidad en los mercados internacionales de productos alimentarios de primera necesidad. La soberanía alimentaria se entiende como la capacidad de los pueblos y territorios a regular, gestionar y participar en sus propias políticas alimentarias, tanto a nivel agrícola como a nivel consumidor, por tanto supone un reclamo y una alianza internacional entre productores y consumidores. La soberanía alimentaria parte de la idea de la agro-ecología, del consumo sustentable, del acceso a la tierra y de la defensa de los valores naturales y de la bio-diversidad. La soberanía alimentaria es una lucha internacional por la tierra, el agua, las semillas y a la naturaleza y por la defensa de las comunidades campesinas. La soberanía alimentaria es una demanda en clave medioambiental, social y democrática. La soberanía alimentaria que defiende La Vía Campesina  es una demanda por el derecho al territorio, por el derecho a la tierra. La Tierra no solo es un recurso económico, la tierras es el hogar, la tierra es el territorio de la vida.
La Vía Campesina podemos decir que es una articulación campesina desde abajo que rompe con algunas de las viejas cuestiones que estancaron los sujetos transformadores del siglo XX.
Algunas conclusiones
-En primer lugar podemos decir que se trata de una experiencia que deconstruye las direccionalidades hegemónicas centro-periferia y Norte Sur, estableciendo un dialogo cognitivo entre periferias y en el seno del Sur global.
-Aúna criterios de luchas transformadores entre sujetos por arriba de la línea de humano como son los sindicatos agrarios del norte de Europa cuyos objetivos en muchos caso son las mejoras de las cuotas de los productos o la modificación concreta de ciertos aspectos de la Política Agraria Comunitaria frente a sujetos que se sitúan bajo la línea de lo humano como los campesinos del Sur cuya demanda básica es el acceso a la tierra como pueden ser el MST o el SOC-SAT.
-La Vía Campesina pone en entre dicho el legado de conocimiento y pensamiento occidental eurocéntrico, cuestionando la supuesta neutralidad del conocimiento científico y tratando de rescatar los saberes campesinos e indígenas, los saberes locales y ancestrales. por lo que podemos decir que se funda en una idea de ecología de saberes.
-La Vía Campesina cuestiona los sistemas políticos y económicos eurocéntricos y capitalistas y los conceptos de democracia, desarrollo y justicia que han aplicado los centros de poder militar económico y político occidentales tales como la UE, los EEUU, la OMC, el FMI o el BM.
Como decía nuestro gran Diamantino García Acosta: no habrá paz sin pan.

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