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enero 12, 2017

David Álvarez Doctor en Psicología Evolutiva de la Universidad de Oviedo "En un caso de acoso se debe expulsar al agresor, no cambiar de colegio al agredido"

http://www.laopinioncoruna.es/coruna/2016/07/10/caso-acoso-debe-expulsar-agresor/1087235.html
 
David Álvarez, en la facultad de Ciencias de la Educación.
David Álvarez, en la facultad de Ciencias de la Educación.
La prevención del acoso escolar fue esta semana uno de los aspectos tratados en unas jornadas sobre investigación en psicología educativa organizadas por la Universidade da Coruña. El ponente David Álvarez García, doctor en la materia y profesor de la Universidad de Oviedo, cree fundamental que las familias desarrollen un buen clima comunicativo entre padres e hijos para evitar conflictos en los centros y aboga por que los planes estratégicos contra el acoso no se queden solo en borradores.
-¿El acoso escolar se produce ya desde la primera infancia o tarda en manifestarse?
-Desde muy pronto hay que fijarse en los primeros indicios de rechazo, en niños que pronto quedan aislados del grupo y a los que hay que atender. Pero eso no se considera acoso escolar como tal, que se da un poco más tarde.
-¿En dónde se advierten esos indicios?
-Se producen diversos factores de riesgo dentro de un problema global y el tratamiento de esos factores y de las situaciones de acoso tiene que ser también global. El problema va más allá de las víctimas y los agresores, hay que tratar las familias, el centro educativo y el contexto social y comunitario. No se trata de dejarlo todo en manos de los colegios ni de las clínicas donde se traten los casos. La familia y la propia sociedad se tienen que hacer cargo de este problema.
-¿Cómo hay que evitar que se produzcan?
-Si nos fijamos en las familias, una de las claves es el estilo educativo, es decir, el modo en el que la familia se comunica con el niño o el adolescente, el grado de apoyo que le manifiesta, la forma de crianza. Esa es una clave más importante que el hecho de que los padres, por ejemplo, estén separados o de que la familia sea monoparental. En esa clave debe haber un control por parte de los padres de lo que le ocurre a los hijos en un buen clima comunicativo, espontáneo. Es uno de los principales factores protectores en este tipo de problemas de acoso.
-¿Qué causas tienen más peso en la creación de conflictos de acoso escolar?
-Las causas son muy variadas, no hay una sola, sino factores que interactúan y que hacen que un niño puede ser el agredido o ser el agresor. Un detonante principal en los casos de acoso es que haya un rasgo particular en la víctima; así se dan acosos por homofobia, por asperger, por una forma de vestir antigua o excéntrica? Son excusas o detonantes para el acoso. Por eso el tratamiento debe ser amplio. No se trata de qué hace el centro educativo, sino qué hace la sociedad. Incluso hay cuestiones que se escapan de un centro y dependen de la administración educativa, como la movilidad de docentes que impide que hagan un seguimiento de un niño o un adolescente o el descenso del profesorado.
-Por desgracia, trascienden los casos extremos, como cuando se suicida un niño por acoso en el colegio. Pero ¿se han dado casos siempre o es que han aumentado en los últimos años?
-Es imposible decir que ahora haya más porque no hay estudios ni indicadores antes de los últimos diez años. Abuso de poder ha habido desde siempre en las escuelas. Ahora se le presta más atención y tiene más impacto en los medios. A veces las leyes van a golpe de titular y con los últimos casos ha habido un borrador de plan estratégico que se ha quedado en borrador, y queremos que salga adelante.
-¿Qué es más complejo de abordar, el tratamiento con el acosado o con el acosador?
-Si se demuestra un caso de acoso en un centro, por norma se debe expulsar al agresor, pero lo que se hace es que los padres del agredido lo cambian de centro. Curiosamente, a veces cuando se expulsa al agresor se le echa la culpa al agredido. Es más grave y problemático el trato con las víctimas, que puede dar lugar a situaciones más graves; si no se aborda convenientemente a la víctima, se puede suicidar. El agresor, en cambio, puede llegar a consolidar su conducta antisocial y trasladar la violencia a otros ámbitos, como el doméstico.

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