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mayo 21, 2020

LA CAYEBORROKA, de Antonio Larrey Lázaro

Antonio Larrey Lázaro ·    15/5/2020     LA CAYEBORROKA:
Trataré de ser educado. Pero no prometo nada…

¡ Hay tanta poesía, que no sé por donde empezar ¡ Ese poloflauta que abre por primera vez un armario de la cocina y que no se decide entre una cacerola y una sartén, porque no sabe lo que es lo uno y ni lo otro, y acaba en la calle golpeando un rallador de queso, que al menos le suena de su italiano favorito. Ese Cayetano sacando su bandera española, made in China, que le ha planchado una filipina que trabaja sin contrato en su casa de sol a sol, bajando a la calle para reclamar libertad. Ese ardiente defensor de la legalidad vigente, adusto empresario del buen hacer y misa diaria, discutiéndole a su amado cuerpo policial el derecho a delinquir en defensa de sus derechos. Esa patriota, que antes de salir a la calle se santigua, que todos los domingos hace un jugoso donativo a la Santa Madre Iglesia para que se ocupe de los pobres, que reza por todos, ¡sí, por todos ¡ los españoles cada noche para que Dios los preserve de las hordas bolcheviques, que baja para hacer eso que hacen los obreros, y los pobres, ¿cómo se llama? Sí, mujer, cuando salen los mileuristas detrás de un cartelón pidiendo no sé qué…¿manifestación? ¡eso!, una manifestación; importándole un mojón de elefante de circo la salud de sus convecinos. No me diréis que no hay tela para tejer una película, qué digo una película, toda una serie. No me decido por el título, eso sí, me tienta mucho “los Poloflautas”, pero es que “la Rebelión de las raquetas de pádel” también tiene tirón. “No sin mi palo de golf”…”Los superosea al rescate”. “Podréis robarme la libertad, pero no a mi Chacha”…”El despertar de la secta Yves Saint Laurent”…”Los juegos del hambre (de otros)”…Tengo hasta el anagrama de la serie, muy al estilo Rusia comunista, una bandera rojigualda que en lugar de hoz y martillo, (por Dios santo, que vulgar) llevaría cruzados un palo de gol y una raqueta de pádel.
Me reiría, si no fuera porque me dan ganas de ir esta tarde a darme un paseo, a eso de las ocho, sin mascarilla y sin parar de toser…que oye, no tengo el bicho, pero seguro que acojona. Me reiría, digo, pero es que no tiene ni puta gracia que el forro de los cojones y la santa concha de esta pléyade de egoístas ponga en juego la salud de las abuelas de mis hijos. Lo que me dan ganas es de aficionarme, repentinamente, a la caza, y abrir la veda con tanto becerro. Y sigo pensando, llamadme mal intencionado, que lo seré, que si este tipo de concentraciones ilegales, sin aprobación de las autoridades y en mitad del confinamiento, tuviera lugar en un barrio más humilde, como mínimo, digo que como mínimo, se verían un par de furgones de antidisturbios al final de la calle. Discutiremos, si queréis, que dejaran o no salir a las fieras. En fin, esto es un constante ver para creer. Cuando piensas que la ignominia ha alcanzado su tope, llega alguien y te sorprende.

PD: En realidad, lo que yo opine sobre todo esto importa más bien poco. Importa que se aplique la ley (lo del sentido común lo dejaremos para otro día.) Hágase pues.
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