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octubre 07, 2020

EL BRUTO, EL POLICÍA, de Antonio Larrey Lázaro

 

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Un antidisturbio no piensa, ejecuta. Eso lo llevamos aceptando desde que hay porras en el mundo. La responsabilidad, pues, suele recaer en quien decide que actúen. Una vez abierta la espita, son de hostia fácil. Pero ¿debemos seguir aceptándolo? Un antidisturbio, hasta donde yo sé, rara vez tiene que responder. Cualquier otro número de cualquier fuerza policial tiene que controlar sus impulsos porque después debe rendir cuentas. El problema es que ahora, con los medios que tenemos, hay objetividades que son difíciles de eludir. En Vallecas, recientemente, en la triste intervención de estos Robocops, tenemos, como mínimo, tres actuaciones, no solo deleznables, sino imputables. Un codazo, un porrazo y un rodillazo. No hay excusa, en los tres casos se trata de un uso excesivo e innecesario de la fuerza. Escarnio. Saña. Ponedle la adjetivación que queráis. Eso pasaba siempre, pero no podíamos enseñar un vídeo. Ahora sí, ahora si no responden ante sus superiores, si estos no nos explican las consecuencia de su acción indebida, estarán blanqueando y legitimando la ausencia de límite en la violencia policial. No es la norma, por suerte, lo sabemos, por eso ya es hora de que quienes den porrazos, patadas, codazos, cabezazos, sin ton ni son, tengan que explicarse. No hay excusas. Ya no.
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