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octubre 17, 2021

La Divina Comedia, de Dante Alighieri. Introd. de Fernando Broncano

 Fernando Broncano R   10/9/21

Este curso, Juan Mayorga nos propone tomar La Divina Comedia como hilo de todas las intervenciones en el máster de creación escénica. Borges dijo que no leer La Divina Comedia es perderse uno de los grandes placeres de la vida. Es un canto de amor, es una de las más sutiles y perennes venganzas políticas de la historia de la cultura, un canto benjaminiano de redención de los vencidos, es un canto de libertad de los ciudadanos, un lamento de un exiliado de su ciudad tomada por la ultraderecha güelfa de los Negros. Un canto republicano del humanismo cívico.
Es, en fin, todo. El inicio de una nueva concepción de la cultura como intervención en la vida ciudadana.
Va a ser gozoso.
He aquí la entrada a la puerta del Inferno. En la primera estancia penan los que pasaron la vida sin pena ni gloria, ensimismados en su yo:
«Por mí se va a la ciudad del llanto, por mí se va al eterno dolor, por mí se va hacia la raza condenada. La justicia movió a mi supremo Hacedor. El divino poder, la suma sabiduría y el primer amor me hicieron. Antes de mí no hubo nada creado, a excepción de lo inmortal, y yo, a mi vez, duraré eternamente. ¡Oh, vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza!»
Vi escritas estas palabras con caracteres negros en el dintel de una puerta, por lo cual exclamé:
—Maestro, el significado de esas palabras me causa miedo.
Y él, como hombre lleno de prudencia, me contestó:
—Conviene abandonar aquí todo temor, conviene que aquí termine toda cobardía. Hemos llegado al lugar donde te he dicho que verías a la dolorida gente que ha perdido el bien de la inteligencia.
Y después de haber puesto su mano en la mía, con rostro alegre que me reanimó, me introdujo en medio de las cosas secretas. Allí, bajo un cielo sin estrellas, resonaban suspiros, quejas y profundos gemidos, de suerte que, apenas hube dado un paso, me puse a llorar. Diversas lenguas, horribles blasfemias, palabras de dolor, acentos de ira, voces altas y roncas acompañadas de palmadas producían un tumulto que va rodando siempre por aquel espacio eternamente oscuro, como la arena impelida por un torbellino. Yo, que estaba horrorizado, dije:
—Maestro, ¿qué es lo que oigo y qué gente es ésta, que parece dominada por el dolor?
Me respondió:
—Esta miserable suerte está reservada a las tristes almas de aquellos que vivieron sin merecer alabanza ni vituperio; están confundidas entre el perverso coro de los ángeles que no fueron rebeldes ni fieles a Dios, sino que sólo vivieron para sí. El Cielo los lanzó de su seno por no ser menos hermoso, pero el profundo Infierno no quiere recibirlos por la gloria que podrían reportar a los demás culpables.
Y yo repuse: —Maestro, ¿qué cruel dolor les hace lamentarse tanto? A lo que me contestó:
—Te lo diré brevemente. Éstos no esperan morir y su ceguera es tanta que se muestran envidiosos de cualquier otra suerte. El mundo no conserva ningún recuerdo suyo y tanto la misericordia como la justicia los desprecian. Pero no hablemos de ellos, sino míralos y pasa adelante."

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