Páginas

junio 30, 2022

No pensaron en la fraternidad, ni en la igualdad, ni en la libertad... por eso, de Pelayo Martín

 17/6/19

 Hace dos siglos, a las mismas puertas del Palacio Real, una multitud saludaba la llegada de la iniquidad hecha rey. Fernando VII (El deseado) regresaba a Madrid, y lo hacía con cierta añoranza por el amable cautiverio a que Napoleón le había sometido en Valeçay.
Durante su ausencia, los españoles se desangraron en su lucha contra el francés, y al tiempo que recortaban los poderes del clero y su influencia en la vida política, habían escrito, nada más y nada menos, que la primera Constitución española. El rey, sin tomar partido por nada ni nadie, esperó cómodamente y en silencio a que la guerra terminara... hasta que llegó el momento de ofrecerse como salvador de su reíno.
España estaba sumida en la más absoluta ruina económica, el hambre, el miedo, y la ignorancia se unieron para dar forma a un fervoroso sentimiento patriótico que cubrió cada rincón del mapa. Fue entonces cuando nuestra parte más irracional se hizo más visible. La desconfianza y el recelo hacia lo extranjero se convirtió en dogma, el país entero pareció encogerse sobre sí mismo, la salvación tenía que llegar desde dentro... porque una vez liberados del invasor, la prosperidad solo podía venir de la mano de su rey.
Poco tiempo después, Fernando VII contemplaba orgulloso a los que atestaban las calles, a los hombres y mujeres que le aclamaban cubiertos de harapos y miseria, a los que apartaban a la guardia para llegar hasta los caballos que tiraban de su carruaje, a los que desenganchaban los aperos y se los ceñían al el pecho. Súbditos convertidos en bestias de carga, desarrapados, ansiosos por demostrar a su rey que volvían a ser siervos del poder, y que aquellas absurdas ideas sobre la igualdad y la libertad, no eran más que aviesos ataques a la soberanía de la patria.
Así es como todo un pueblo quedó sumido en la oscuridad durante otro siglo y medio. Así es como ante el peligro de que los españoles se sintieran por primera vez ciudadanos y no siervos, se regresó a la injusticia, al absolutismo, a los tribunales de la Santa Inquisición, a la represión, a la razón del más fuerte, y las dictaduras.
El francés y sus falsas promesas de revolución habían de ser expulsados, perseguidos, y aniquilados. Ya nada importaba más que la patria, que las tradiciones, que la identidad, que los símbolos, que el Borbón... fuera este más o menos cruel, más o menos tirano, más o menos traidor...
"El Deseado" era su rey, y ellos sus vasallos... pero todos españoles. Por eso no pensaron en la fraternidad, ni en la igualdad, ni en la libertad... por eso, habiendo podido elegir su propio destino, eligieron gritar mientras tiraban del carruaje: ¡Vivan las cadenas! ¡Vivan las cadenas! ¡Vivan las cadenas!... y los crucifijos de los concejales de VOX al jurar el cargo.

17/6/22    Pelayo Martín ha compartido un recuerdo.

Resumiendo... el bipartidismo, el de verdad, ya ha triunfado... ya no existen más que dos partidos... o esto... o lo otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario