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septiembre 08, 2022

Nidos de golondrina, de Tico Pelayo

 28/8/22

Llega septiembre y las últimas golondrinas, las más rezagadas, están terminando de hacer las maletas. Han pasado la primavera y casi todo el verano aquí, descansado, naciendo, criando, creciendo y cazando cada una más de un millar de mosquitos al día, no hace falta que les demos las gracias. Esas pequeñas saetas negras dejarán de arañar nuestros cielos con sus grititos y con sus locas piruetas hasta el año que viene.

Y tú miras esos nidos de barro que han hecho junto al techo de tu terraza. Piensas que ensucian y afean tu fachada. Y ahora que están vacíos puedes quitarlos de ahí a golpe de palo de escoba. Mala idea.
Mucha gente no sabe que las golondrinas vuelve cada año al mismo nido que construyeron el año anterior, o al mismo nido en que nacieron. Y volverán tras un viaje épico de miles de kilómetros, cansadas e impacientes por ponerse a criar. Y encontrarán que no tienen dónde nidificar, que alguien ha hecho desaparecer el refugio que habían levantado con tanto esfuerzo y sacrificio.
Vamos a tener en cuenta una cosa. Los nidos de golondrina están hechos principalmente de pequeñas bolitas de barro. Una golondrina común pesa unos 18 gramos así que tendrá que transportar unas 2.500 bolitas para construir su nido. Eso son unos 5.000 viajes desde donde está el barro hasta donde está construyendo su refugio. Eso son entre 2 y 3 semanas de trabajo y de tiempo en el que, se supone, deberían ya estar criando. Eso significa crías que nacerán más tarde y que tendrán que emprender el impresionante viaje de vuelta sin estar preparadas del todo. Habrá muchas que no lo consigan.
Así que, querido vecino, por eso es que los nidos de golondrinas están legalmente protegidos AUNQUE ESTÉN VACÍOS. Y si te pillo golpeándolos con el palo de una escoba y consigues que no te empale con él, sacaré fotos para que seas entre 5.001 y 200.000 euros más pobre. Palabrita.

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