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julio 02, 2023

CTXT. 125 milmillonarios emiten el mismo CO2 anual que toda Francia

 ctxt 18/05/2023

La huella de carbono promedio de las grandes fortunas multiplica por más de un millón las emisiones que genera una persona del 90% más pobre de la humanidad: 3,1 millones de toneladas frente a 2,76 toneladas

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Para demostrarlo, el informe ha analizado la huella de carbono anual generada por la actividad de 125 de las personas más ricas del planeta. El resultado es equiparable a la cantidad de carbono emitida por toda Francia, un país con 67 millones de habitantes.


“La desigualdad extrema y la concentración de la riqueza socavan la capacidad de la humanidad para detener la crisis climática”. Así de rotunda es la conclusión del informe “Los milmillonarios del carbono”, elaborado y publicado por Oxfam con el objetivo de revisar y repartir con justicia las responsabilidades en torno a la lucha contra el colapso ecológico.

Lejos de premisas frecuentemente utilizadas en spots publicitarios, que hablan de una lucha por la sostenibilidad en la que debe participar todo el mundo por igual, la realidad es que una fracción ínfima de la población es directamente responsable de gran parte de las emisiones de CO2. Para demostrarlo, el informe ha analizado la huella de carbono anual generada por la actividad de 125 de las personas más ricas del planeta. El resultado es equiparable a la cantidad de carbono emitida por toda Francia, un país con 67 millones de habitantes.

En términos relativos, cada milmillonario produce, en promedio, una cantidad que multiplica por más de un millón el carbono que genera una persona del 90% más pobre de la humanidad: 3,1 millones de toneladas frente a 2,76 toneladas.

Para explicar una desproporción tan inmensa, el estudio cita ejemplos evidentes, como que un único vuelo espacial –actividad de moda entre algunas de las mayores fortunas del mundo– supone una cantidad de CO2 equivalente a la que acumula una persona promedio en toda su vida; pero también señala hacia ámbitos mucho menos discutidos a pesar de su enorme relevancia en el asunto.

En este caso, destaca la cuestión de las inversiones, con un peso muy notable en la investigación llevada a cabo por Oxfam. Si bien se trata de un elemento prácticamente irrelevante para las grandes mayorías sociales, las empresas hacia las que se dirigen las inversiones del 1% más rico de la población representan entre el 50% y el 70% de sus emisiones totales de carbono. Teniendo en cuenta que, además, este pequeño colectivo es responsable de una parte muy importante del CO2 total generado, se hace patente la importancia del factor inversiones.

Cabe señalar que esta diferencia entre personas de a pie y grandes fortunas aleja el papel que representan unas y otras en la crisis climática a través de dos vías. La primera tiene que ver con el impacto directo que tiene su actividad y su estilo de vida en el medioambiente: muy limitado en el caso de quienes obtienen el sustento económico de las rentas asociadas a su trabajo, y desproporcionadamente elevado si hablamos de ciudadanos y ciudadanas que extraen beneficios de las inversiones a gran escala, cuyos yates y aviones privados emiten cantidades de CO2 “miles de veces mayores que las generadas por una persona corriente”.

La segunda, quizá más relevante, toma a los milmillonarios no solo como consumidores de carbono, “sino también como propietarios de riqueza que poseen, controlan, definen y se benefician económicamente de los procesos que liberan gases de efecto invernadero a la atmósfera”. Es decir, tiene en cuenta la capacidad real de decisión de la que disfrutan estas personas, cuyos movimientos de capital refuerzan a las empresas que los reciben y, por ende, también a los sectores en los que se desenvuelven.

En este sentido, las conclusiones son igual de negativas: de media, hasta un 14% de las inversiones de los milmillonarios se dirige a industrias altamente contaminantes (combustibles fósiles o materiales como el cemento, por ejemplo), mientras que solo una de las 125 fortunas observadas ha invertido en una empresa del sector de las energías renovables.

Así, queda clara la inutilidad de todas aquellas políticas públicas contra el cambio climático que no tengan en cuenta la concentración de la riqueza como un factor diferencial a la hora de repartir responsabilidades.

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