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diciembre 29, 2023

El despilfarro alimentario genera residuos inaceptables desde el punto de vista de la sostenibilidad

 29/11/2023    GUMERSINDO FEIJOO COSTA

No gestionar adecuadamente el consumo "hace inútiles" los esfuerzos de descarbonización emprendidos en la producción de alimentos.



Un hombre tira un envoltorio de comida a la basura.  Christoph Schütz / PIXABAY 


Los agujeros negros se caracterizan por tener un campo gravitatorio extraordinario tal que atrapan tanto la materia como la luz: nada escapa a su gravedad. De forma análoga, el despilfarro alimentario hace inútiles los esfuerzos de descarbonización emprendidos en la producción de alimentos, pues los vierte directamente a un sumidero.

La obtención de alimentos para satisfacer las necesidades de los 11.000 millones de personas que previsiblemente habitaremos este planeta en el año 2100 es uno de los retos más importantes establecidos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcados por la Agenda 2030 de la ONU. Específicamente el ODS2: Hambre cero. Pero también lo es alcanzar esta meta de forma sostenible (ODS12: Producción y consumo responsable), para lo cual debemos reducir el desperdicio de alimentos.

Definición de desperdicio alimentario

El desperdicio de alimentos se refiere a cualquier pérdida de alimentos por deterioro o desecho. Por tanto, el término desperdicio engloba la pérdida de alimentos y los residuos alimentarios.

•La pérdida de alimentos se refiere a la disminución de la masa (materia seca) o del valor nutritivo (calidad) de los alimentos destinados originalmente al consumo humano.

•Los residuos alimentarios se refieren al conjunto de desechos de alimentos aptos para el consumo humano, ya sea después de haberlos conservado más allá de su fecha de caducidad o de haberlos dejado estropearse.

La obtención de alimentos de la tierra (agricultura y ganadería) o del mar (pesquerías) implica el consumo de materia y energía que lleva asociado un impacto ambiental. Este se cuantifica con los indicadores de huella de carbono (emisión de gases de efecto invernadero expresada como la masa de dióxido de carbono equivalente a lo largo de todas las etapas del ciclo de vida del producto) y huella hídrica (consumo de agua a lo largo de todo el ciclo de vida).

El despilfarro de alimentos a lo largo de la cadena de producción se convierte innecesariamente en residuo que es necesario gestionar. Aunque este residuo se gestione adecuadamente –mediante la obtención de compost, la producción de bioenergía o la obtención de productos de alto valor añadido– con el objetivo de cerrar el círculo, seguiremos sin ser sostenibles. Es necesario desacoplar esta tendencia si realmente se busca una economía circular sostenible de la cadena alimentaria.


El despilfarro en números

A nivel mundial, el volumen de desperdicio alimentario estimado por la FAO es de 1.600 millones de toneladas al año. Esto supone una huella de carbono de 3.300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero expresadas como CO₂ equivalente (CO₂e), aproximadamente unas 30-35 veces la emisión de gases de todo el parque móvil español en un año (considerando una media de recorrido anual de 25.000 kilómetros por vehículo).

En términos de huella hídrica, el volumen de agua anual utilizado en la producción de alimentos de origen agrícola que se pierde o desperdicia es de 250 km³, lo que equivale a tres veces el caudal anual medio del río Nilo o a 13 veces el caudal anual medio del río Ebro.

(...) Un informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente del 2021 situaba el desperdicio promedio en los hogares en 74 kg/persona/año. España presenta un valor superior a esa media mundial anual (77 kg/persona/año), en el rango elevado de los países europeos. La región del mundo con mejor comportamiento es Sudamérica, con valores medios de 70 kg/persona/año.

(...) Una correcta aplicación de la filosofía que subyace tras el concepto de economía circular sostenible implica no solo repensar y rediseñar los procesos y sistemas de producción sino también, de forma paralela, reconsiderar y revisar nuestro comportamiento como consumidores responsables. En consecuencia, el despilfarro alimentario es totalmente cuestionable desde un punto de vista ético, e inaceptable desde el punto de vista de la sostenibilidad (social, económica y ambiental).

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation



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