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abril 11, 2024

CTXT. Carta a la comunidad 350 | Gerardo Tecé

 23/3/24

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GERARDO TECÉ



 

Querida suscriptora, querido suscriptor:

 

Hace unos días se ha conocido que 48 horas después de la victoria electoral de Lula en Brasil, Bolsonaro reunió en secreto a altos mandos del ejército brasileño para proponerles dar un golpe de Estado y evitar que quien había sido elegido por las urnas accediese al poder. Esta noticia, al igual que aquella en la que la policía de Murcia anunciaba entusiasmada haber encontrado droga en un after, no ha generado demasiado impacto. Que el Bolsonaro apoyado por la muy democrática derecha española se negase a aceptar la democracia era lo esperable, como lo fue que semanas después sus seguidores intentasen tomar el Congreso por la fuerza como antes lo hicieron los de Trump en Estados Unidos y el día de mañana lo harán los de Milei en Argentina. Es el signo de este tiempo en el que la derecha mundial ha decidido por fin quitarse la careta y mostrarse honesta. El disfraz democrático era un corsé asfixiante que no funcionó para ganar la batalla ideológica. Simulando respetar el juego democrático, a la derecha no le ha ido bien estas últimas décadas. Todos aquellos a los que tradicionalmente persiguieron son hoy considerados iguales por la mayoría. Cada vez hay menos gente a la que le escandalice ver a un alto cargo homosexual, un migrante en el vecindario o una feminista hablando por televisión. La derrota social de la derecha ha sido tan estrepitosa que explica bien dónde estamos ahora. Mientras perdía en lo social, la derecha perdía también el relato económico. En estos últimos años pocos dudan ya de la responsabilidad del capitalismo en la destrucción del planeta y todo el mundo sabe que la mano invisible, además de generar miseria, se muestra inútil cuando llegan curvas en las que es lo público quien nos salva el culo ante diferentes crisis sanitarias o económicas. El neoliberal Abascal manifestándose junto a agricultores que piden subvenciones es una fotografía estupenda de este tiempo.

 

        Con la batalla ideológica perdida, la nueva derecha entendió con buen criterio que la democracia no debía ser un disfraz tras el que camuflarse, sino el enemigo a abatir. Y lo está intentando sin disimulo. La democracia entendida como el mandato de la mayoría se combate con intentonas golpistas o asaltos a las instituciones. La democracia entendida como zona de convivencia entre diferentes, llenando el debate público de mensajes de odio. Los diferentes resortes independientes que aseguran el buen funcionamiento de la maquinaria democrática son, gracias a la derecha, un amasijo deforme, una sola pieza en la que jueces, políticos y medios de comunicación van de la mano para que quienes han perdido en lo social y económico logren sus objetivos políticos. Si a usted, querido suscriptor, le mostrasen las últimas declaraciones incendiarias contra el Gobierno español elegido en las urnas, sería incapaz de saber con certeza si han salido de un político, un juez o un Pablo Motos.

 

        Es en este contexto en el que se explica que un alto cargo como Isabel Díaz Ayuso no vaya a dimitir a pesar de los 7.291 fallecidos en residencias a los que se les vetó la posibilidad de un médico, a pesar de que a sus familiares se les caigan los fajos de billetes mientras gritan libertad. No va a dimitir porque no tiene por qué hacerlo. En una maquinaria democrática sana, la prensa, fuese cual fuese su ideología, coincidiría en lo intolerable de los residentes sin acceso médico o los pelotazos familiares, y el Poder Judicial activaría los resortes necesarios para que, en democracia, la infamia fuese penalizada. No es el caso en esta democracia cada vez más amasijo. Al contrario, la infamia se defiende con bulos. Periodistas que asaltan la casa de Ayuso con pasamontañas, acusaciones a la mujer de Sánchez activando la estrategia del barro, que te vote Txapote o me gusta la fruta. El espíritu del repetidor de la ESO se impone a los valores democráticos.

 

        Hay que ser conscientes de que esto no va a acabar. No va a haber un día en el que la derecha española y mundial se levante y, mientras desayuna, una epifanía la haga volver a respetar las reglas del juego, cuidar la convivencia. No esperen que, una mañana de estas, Feijóo decida que esto es una locura, que no puede acabar bien normalizar las mentiras ni el secuestro de uno de los poderes del Estado, que mal futuro nos espera defendiendo a la indefendible Ayuso, que la democracia necesita otra cosa. Esto no pasará. Y, si como consecuencia de un golpe en la cabeza con el mástil del barco de Marcial Dorado sucediese, el amasijo lo expulsaría como expulsó a Casado. Mientras esperamos sentados que dejen de secuestrar el Poder Judicial, en la derecha anuncian que el Senado, en el que son mayoría, podría hacer algo nunca visto que no parece preocupar en absoluto a los jueces del procès: declararse en rebeldía contra la ley de amnistía aprobada democráticamente en el Congreso. No importa que la haya respaldado la mayoría de representantes, no importa que sea o no constitucional, importa que esta amnistía, al contrario que otras, no les conviene. Si mañana Ayuso atropellase a alguien con el Maserati en un paso de cebra, El Mundo acusaría al que pintó las líneas en el lugar equivocado.

 

        Usted está aquí. En una democracia débil a la que aún podemos seguir llamando democracia por los pelos, porque todavía no hay linchamientos por las calles. Si la derecha los necesitase o fuesen prácticos para lograr sus objetivos, los habría. Porque todo vale. Y ese todo vale no va a cesar hoy, ni mañana, ni pasado. La derecha mundial y española ha planteado una batalla que sólo puede acabar de dos formas. O gana la democracia o gana la derecha. Y como batalla es una putada, porque ser miembro del bando democrático conlleva aceptar que la derecha tiene derecho a existir, a ganar limpiamente y a ocupar las instituciones que le correspondan, mientras ser del bando de la derecha consiste en que sólo deben ganar ellos, no importa cómo. A un lado se dispara al aire para que no haya guerra y, desde el otro, se dispara para matar. A un lado, en CTXT, denunciamos la corrupción de los Koldos del PSOE y los novios de presidentas del PP. Al otro lado, en el amasijo, la decencia es un menú a la carta en el que todo depende de si el corrupto financia los sueldos de la redacción. Ante esto, lo más importante, quizá lo único que usted y yo podemos hacer, es tener clara cuál es la realidad ante la que estamos. Como medio de comunicación, en CTXT nos toca explicarlo y nos toca denunciar que hay medios que no son compañeros, sino un amasijo antidemocrático a sueldo de los caciques del todo vale. A usted, como ciudadana, le toca hacer lo posible por abastecer de músculo a los defensores de una democracia que está siendo atacada por quienes fracasaron en lo ideológico y han decidido que las reglas básicas de convivencia son un estorbo para sus objetivos. Ayudar económicamente a CTXT o a cualquier otra iniciativa democrática es poner un granito de arena para ese músculo. Cosa que cada día le agradecemos eternamente, pero sin olvidarnos de una anécdota que siempre contaba Julio Anguita. Cuando, ya jubilado, alguien lo paraba por las calles de Córdoba para pedirle que se presentase a las próximas elecciones, él respondía cabreado: “¿Y por qué no se presenta usted?”. Si en CTXT trabajamos para usted no es porque nos financie, es porque estamos en el mismo barco.

 

Gerardo Tecé

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