Iker Morán 11 de marzo de 2024
“Este libro no es tan solo una sucesión cronológica de cambios alimentarios, sino que plantea reflexiones en torno a muchos aspectos de la alimentación”, nos explica el autor mientras se pregunta en voz alta por qué antes se merendaban bocadillos de Nocilla y ahora no, por qué no triunfó la Nocilla de fresa, por qué es importante no obsesionarse con la alimentación saludable o fundamental regular la publicidad de alimentos insanos para el público infantil. Estas cuestiones y sus respectivas preguntas y reflexiones son una buena pista de lo que se puede encontrar entre sus páginas.
Todo ello abordado con un enfoque científico —Lurueña es Doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos—, por lo que quienes busquen respuestas fáciles a preguntas complejas se han equivocado de libro y autor. Lejos de esos mensajes entre lo folclórico y lo nostálgico que tanto gustan en Instagram, y que aseguran que nuestros abuelos comían mejor, el libro reivindica el bocadillo de chorizo, pero recuerda que uno de humus es una opción mucho más saludable.
Pero ¿realmente comíamos mejor antes? “Es verdad que, por lo general, la dieta estaba compuesta por una mayor proporción de alimentos saludables, sobre todo porque la oferta de alimentos insanos que encontrábamos en las tiendas era infinitamente menor”, apunta el autor. Y sí, también eso tan repetido de que los tomates ya no saben a tomate, pero con muchos matices. “A veces esa falta de sabor se debe a que los compramos inmaduros o fuera de su temporada óptima. O bien a que se trata de variedades donde se han priorizado otras características, como el color. Pero hoy disponemos de muchísimas variedades más que en el pasado, muchas de ellas con mejor sabor y mejores características que las de entonces”, defiende.
(...) Precisamente la regulación de la publicidad de alimentos para niños ha ocupado titulares durante meses, pero pese a los intentos del Ministerio de Consumo con Alberto Garzón al frente, ha quedado aparcado. Lurueña no duda en pronunciarse sobre este asunto: “Se trató de una decisión valiente que muchos llevábamos años demandando y que pensamos que nunca iba a llegar, sobre todo si echamos la vista atrás, cuando las decisiones políticas en este ámbito parecían estar enormemente condicionadas por la influencia de cierto sector de la industria”.
La aparente oposición del Ministerio de Agricultura se señala como consecuencia del fracaso de una medida que califica de necesaria: “Ya existe desde hace muchos años una autorregulación de la publicidad de alimentos dirigida al público infantil, a través del código PAOS. Pero se trata de una serie de medidas de adhesión voluntaria que, además de ser insuficientes, se incumplen sistemáticamente”, denuncia el tecnólogo de alimentos.
Alimentación y lucha de clases
“Nadie reclama libertad para comprar huevos contaminados con Salmonella, pero sí la libertad de comprar bebidas energéticas con 72 gramos de azúcar y 160mg cafeína”, leemos. Libertad, la palabra mágica. Pero que, claro, tiene truco. “El niño que elige los cereales de La patrulla canina porque tienen dibujitos en la caja, los padres que compran el yogur ”que ayuda a tus defensas“, el chaval que compra la bebida energética ”para rendir más“… Enumera Lurueña, que cuestiona que una estantería repleta de marcas y productos en el mercado sea sinónimo de esa supuesta libertad.
“Las decisiones se toman en base a una mala información, así que no son verdaderamente conscientes ni libres, sino que están condicionadas por los mensajes que nos llegan, muchos de ellos a través de la publicidad de los envases. No es que la industria sea malvada, sino que hace todo lo que está en su mano para obtener beneficios económicos. Los únicos límites son la ética empresarial y la legislación”, comenta (...)
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