DECLARACIÓN de INTENCIONES: Dirigida a aquellos Lectores Potenciales que, al entrar en la lectura de estas Mis Criaturas, sientan que no les gusta y ni siquiera les divierte. Abandonen de inmediato. Estas páginas están concebidas para Mi Memoria, mi Divertimento y el de Unos Pocos. Si tú no estás en este segundo grupo, yo no soy la persona adecuada para ti, deja esto y date una vuelta; seguro hallarás lo que buscas *** VER http://perrosflautadelmundo.blogspot.com.es/
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agosto 30, 2006
Alpes XI. Mer de Glace (27 de julio de 2006)
Viaje realizado en Julio de 2006. Las fotos llevan una explicación y al relato lo precede un *asterisco. Lo copiado aparece "entrecomillado" Para VER las FOTOS, sus detalles, DEBEN AGRANDARSE clicando sobre ellas. Fueron tomadas con cámara analógica y ahora escaneadas, 22/5/2015. Crónica anterior http://paqquita.blogspot.com.es/2006/08/telefrico-de-laiguille-de-midi.html
* Parece más tarde de lo que en realidad es, quizás por la lluvia ligera que, desde varias horas antes, no ha dejado de caer. Son cerca de las nueve y estamos muy cansados, sin embargo hemos dirigido nuestros pasos al cementerio de Chamonix-Mont-Blanc, visita recomendada por nuestros amigos Amalio y Pilar.
Sobre cementerio, año 2012 http://paqquita.blogspot.com.es/2012/08/alpes-ix-chamonix-tren-cremallera-y.html
Aquí están enterrados alpinistas legendarios: Jean Marc Bovin, Yannick Seigneur, los inseparables Lionel Terray y Louis Lachenal, (Terray y Guido Magnone realizaron la primera ascensión en el año 1952 al Fitz Roy en la Patagonia; Lachenal y el erudito Maurice Herzog tienen la gloria de ser los primeros que escalaron, en el año 1950, -tres años antes de que Tenzing y Hillary alcanzaran la cima del Everest- una cumbre de más de 8.000 metros, el Annapurna, la montaña de la Diosa de la Abundancia) “la mayoria de ellos murieron en la montaña. Son los mejores ejemplos para reflexionar sobre el respeto que debemos tenerla y despertar en nosotros una conciencia que luego nos puede salvar la vida”. Al poco de entrar está la tumba de Lionel Terray, sin lápida, con tierra y flores por encima y circundada por piedras. La cabecera de las sepulturas en lugar de cruces y ángeles representa una aiguille, (pico de montaña en la clásica forma de aguja) hecha en un granito tosco y poco trabajado. Emociona tanta sencillez y sobrecoge el elevado precio que, a lo largo de la historia, la montaña se ha cobrado. En estos momentos, en el cementerio, sólo laten dos corazones: el de mi compañera y el mío, pues no hay nadie más; ni siquiera alguien que cuide la entrada al camposanto. En el muro de la izquierda, según se entra, están la placas de los montañeros que perdieron la vida y cuyos cuerpos no fueron hallados. Leo el nombre de una niña que en el año 1958 desapareció en una grieta del glaciar Les Bossons. Por aquel entonces, yo tenía siete años, y las únicas montañas que me atraían estaban en un país muy lejano llamado Mauritania donde existía un desierto de arena muy fina, y a donde yo me moría por ir para estar con mi padre, pues hasta allí se fue para ganarse la vida y el sustento de su familia. La de vueltas que da la vida: hoy, los miserables africanos, -empleo la palabra miserable justamente para designar a los que viven en la más absoluta miseria- se juegan la vida por alcanzar nuestras costas. (Perdónenme esta disgresión, aunque no me arrepiento de ello). El cuerpecito de la niña yace en el interior del glaciar. Un día, -pienso para mí- después de mucho tiempo, siglos posiblemente, aparecerán sus restos y no quedará ningún familiar que quiera saber nada de ellos.
Como ya he dicho, son cerca de las nueve de la noche y llueve suavemente; antes, la mañana se inició con sol, mucho calor y un cielo azul bellísimo. Nos levantamos con la idea de ir al Mer de Glace. Tres días antes lo vi desde la parte de las Agujas Rojas; inmediatamente me entraron las prisas por verlo más de cerca, aunque lo apasionante sería adentrarse en él, pero no lo haremos porque dada nuestra falta de experiencia en glaciares sería una temeridad. Estudiamos el mapa.
134.- Chalet Les Bois. Chamonix
* El camino normal parte de Chamonix, junto a la estación del tren cremallera que va a Montenvers; no obstante, elegimos un camino alternativo y, al parecer, más corto, que se toma en un lugar llamado Les Bois.
Allí fuimos. Dejamos el coche en un bosque, (Iba a poner Pinar, pero debo recordar que aquí, en los Alpes, no hay pinos, sino abetos. Una especie diferente y, a mi modo de ver, menos vistosa que los que se pueden contemplar en el Pirineo. Mi recuerdo me lleva a las mañanas en Senarta, donde a menudo el abetal aparece velado por jirones de nubecitas). Ya estábamos acabando de meter las cosas en las mochilas, cuando surgieron por el camino cuatro muchachos, (Daniel, José Luis, Marc y Paco dijeron que se llamaban). No podían ocultar la sartisfacción de haber ascendido al Mont Blanc, (Hicieron hincapié en el tamaño y en la velocidad de las piedras que caen como obuses en la popularmente conocida “bolera” del corredor que hay que atravesar para llegar al Refuge du Goûter situado a 3.817 metros de altitud) y al Gran Paradiso, (Éste último está en Italia, en la región de Aosta. Es posiblemente el 4.000 más asequible de hacer). Después de una breve y entretenida charla, nos despedimos y cada cual siguió su camino. Pronto comprobamos que el nuestro no había sido bien elegido. A la hora y media aproximadamente de andar por un sendero muy marcado y al amparo de la sombra de un espeso arbolado, y de pasar por un extraño lugar de bloques de piedras talladas por la mano del hombre, tuvimos que volver al punto de partida, pues la senda terminaba sin solución de continuidad en la boca de un túnel abierto en la roca y cerrado por una verja. ¿Qué hacemos? Ir a Chamonix y volver a empezar. Atrevida decisión dada la hora tan avanzada que era. Dicho y hecho: nos desplazamos en coche hasta la estación de Chamonix del tren cremallera que lleva a Montenvers. Ya a pie, y con paso muy tranquilo, iniciamos la ascensión.
135.- Antigua cuenca. Mar de Glace
* Al poco, el camino se bifurca. A la derecha Mer de Glace por Le Cuillet; a la izquierda, por Les Rochar des Mottets, Tomamos la derecha. Sólo encontramos gente que bajaba.
El Sol nos trataba sin ninguna piedad. Hice todo el recorrido con media cantimplora de agua, de la que no probé una gota, pues detrás venía mi compañera sedienta y sin nada que llevarse a la boca. Ignoraba qué encontraría arriba. (He aprendido que el agua de los glaciares va muy sucia, y por lo tanto no puede beberse). Yo examinaba el semblante de los que bajaban, para comprobar felizmente que iban contentos, lo cual me hizo más llevadera la subida, pues comprendí que por fuerza tenía que haber agua.
136.- A izda. del Mar de Glace: Les Drus
Grand Dru: 3.754 m. Petit Dru: 3.733 m.
* No paré hasta llegar al hotel Montenvers, (Altitud: 1.913 m). Luego de beber hasta saciarme y llenar la cantimplora, deshice a toda prisa el camino para auxiliar a mi sedienta compañera, (eso creía yo). La encontré poco más abajo, sentada en una piedra tan ricamente. Se había tomado una cerveza, me dijo, en una cabaña que había a pie de camino. Le acerqué la cantimplora y bebió, más por agradecer mi esfuerzo que por una sed verdadera.
De interés: grandes caras norte de los Alpes
137.- L´Aiguille de la Republique.
* Reanudamos la marcha. Llegamos, primero al citado hotel, y poco después, a la estación terminal del tren cremallera. Aunque ya era tarde, todavía quedaban bastante turistas. Por entonces el tiempo había cambiado. El despiadado Sol se ocultaba tras unas nubes negras. La tormenta no se hizo esperar. Comenzaron a dibujarse en el cielo los rayos y a oírse los estallidos de los truenos. Mientras llovía copiosamente y tronaba, fuimos a resguardarnos a la estación y aprovechamos para comer algo, ya que todavía no habíamos probado bocado.
Frente a nosotros se alzaban esbeltos Les Drus, cuya altitud de 3.800 m. ocultaban la Aiguille Verte que está detrás y que se elevan sobradamente por encima de los 4.000 m. Sin darnos cuenta, de manera casi mágica diría yo, los turistas desaparecieron: se habían ido “pitando” en el tren. Allí sólo quedábamos la jefe, (pues era una mujer) de la estación y nosotros dos. No muy lejos, se hallaba el telecabina, ya fuera de servicio, que acerca a los curiosos a las grutas de hielo.
138.- Desde Le Mar de Glace: Los Grandes Jorasses y...
* Poco a poco, la fuerza de la tormenta fue decayendo. Acompañados siempre por una fina lluvia, descendimos al glaciar para verlo más de cerca. En nuestro recorrido dimos con una galería horadada en la roca en la que se habían dispuesto unas hornacinas en las que se exponían grandes ejemplares de cuarzo cristalino, ahumado, rosa,… Nos enteramos que antaño, “los cristaleros” del lugar, escalaban y destrepaban montañas, jugándose la vida, buscándolo para luego hacer con él tallas muy preciadas. Siguiendo con nuestro camino, más abajo, pudimos ver un fuego, cuyo significado todavía me estoy preguntando, y una escalera dispuesta horizontalmente con el propósito de salvar la rimaya y acceder a las grutas de hielo.
139.- Mer de Glace
* El glaciar aparecía como una avenida colosal entallada por las verticales laderas de las montañas que durante milenios de años ha ido lamiendo para abrirse paso. Contemplarlo en aquellas circunstancias tan singulares de intimidad y lluvia fue muy hermoso. Se hacía tarde y la prudencia aconsejaba iniciar la vuelta, sobre todo porque no sabíamos cuanto tiempoo nos podía llevar ir por Les Rochar des Mottets, cuyo trazado sigue el curso de la vertiente izquierda del glaciar.
La sensación que tengo en estos momentos es que el camino de vuelta fue más bello, más gratificante en una palabra, que el de ida. En cuestión de tiempo son parejos: alrededor de seis horas la ida y la vuelta.
Cerca ya de Chamonix, cuando la senda gira a nuestra izquierda y deja definitivamente la ladera del glaciar, sobre una planicie desprotegida, encontramos una pequeña cabaña de madera, anclada al suelo con unos tensores de acero, (lo cual da idea de la fuerza que el viento puede alcanzar en esta zona); junto a la cabaña, un pequeño estanque de agua rodeado de innumerables flores y, cosa curiosa, la bandera de Suiza, (que no la de Francia) ondeando al viento de manera ostensible. Hice una foto a mi compañera en aquel lugar tan sugerente. Nada más llegar a Chamonix, decidimos visitar su cementerio, donde ahora estamos. Ya es noche cerrada; la humedad del ambiente empapa nuestras ropas y cabellos y con ello acentúa el cansancio que sentimos; creo que debemos dar por concluida esta jornada, ¿Qué te parece si nos vamos ya al camping D´Angentière?. Me parece bien; sí, vayámonos ya, responde mi inagotable viajera.
El compañero (Blas)
Crónica siguiente http://paqquita.blogspot.com.es/2006/08/excursin-le-glacier-dargentire.html
AÑADIDO el 2/6/2011 www.youtube.com/watch?v=f9yfpqA5psY
Subido por ROCAENVELOPERO el 25/08/2010 : "Dedicado con mucho cariño a tod@s es@s montañer@s que han perdido la vida yendo a salvar a otr@s... (27-julio-2010)"
Si lo llego a saber le hubiera hecho una visita al cementerio. Es muy bonito la referencia que haces de este así como el de la niña. Y es cierto, la montaña se merece mucho respeto.
ResponderEliminarEn cuanto a los alpinistas de élite, hay un francés muy famoso por ser pionero en este campo, quien también padeció en la montaña que se llamaba Patrick Valençant. Dejo un link por si alguien quiere conocer su historia:
Patrick Vallençant
La Mer de Glace, pese no haberla pisado, es uno de los glaciares más accesibles de ir, hay caminos que llevan a ella así como caminos que la cruzan. Por lo que me han comentado, la sensación de estar en medio del glaciar y de no tener nadie alrededor en cientos de metros a la redonda es alucinante. Así como los rios que encuentras, de una pureza extrema.
Pero como bien dices, si no tienes experiencia no te metas, no vale la pena ni tan siquiera llevarse un susto.
El compañero escribe como la compañera y disfruta tanto como ella. Una tormenta allá en lo alto debe molar ¿no?
ResponderEliminarEpv
INFORMACIÓN AÑADIDA: El lugar en que me paré -de subida- a beber, fue el chiringuito de montaña situado a pie de senda en Le Cuillet, por donde pasé yo, pasa todo quisque que lleve dicho camino y pasó mi desmayado compañero, sin pararse a tomar algo ¡!
ResponderEliminarYa dije que cuando estuviera el relato lo pasaría aquí, tocó ayer.
Que lo disfrutéis y buen día tengamos todos. PAQUITA
Hasta hace un momento yo pensaba que a cuatro mil metros no se podía ni pensar...Pero veo que me equivocaba...
ResponderEliminarNo conozco estas montañas que describes, pero si las de Mauritania y son una maravilla. Independientemente de lo de tu padre no me extraña que de niña soñaras con ir allí. Si no has ido deberías cumplir aquel sueño.
Besos y a volar...
Xienra, que me has confundido. El que ha confeccionado este relato ha sido mi compañero de viaje, que no yo, pese a que, tenga un estilo similar al mío ¡me lo habrá copiado! Por eso aparece desubicado, corresponde al día 27 de julio (se lo corregí, por que había puesto agosto) y yo ya voy por el 3 de agosto.
ResponderEliminarBesos. PAQUITA