Se enamoró perdídamente de él, como una perra.
Por él, olvidó el lugar que ocupaba y la distancia que los separaba: física, económica, cultural... intelectual.
Lo olvidó todo. Sólo tenía en mente que le quería, que quería escucharle, quería verle, quería tocarle y quería... follarle.
Como suena, bruto total. Pero es que no racionalizaba nada, estaba obnubilada, ciega de pasión, ida total.
Una pasión, abrasadora y arrasadora, que no paraba en escollo alguno. Ninguno era lo suficientemente alto, ninguno lo suficientemente grande, ninguno le impedía el paso.
Bien es verdad que, Pilar, es muy atrevida, muy osada, que no le vale cualquier cosa, que no.
Que cuando se le mete algo en la cabeza, que viene a ser casi todos los días, no encuentra impedimento alguno.
Que no sé si será porque no lo hay o... o porque, de haberlo, si es pequeño, salta por encima, y, caso de ser grande, lo bordea y... tan feliz.
Una inconsciente, que dirán algunos ¿o lo dirán todos?
El caso es que ella no ceja facilmente, se le tiene que poner la cosa... atravesada total, para que pise el freno y se diga ¡basta! ¡estás cumplida! ¡por ti no ha quedado! ¡ha sido imposible!
Imposible, realmente imposible, son pocas las cosas que se le plantean, ya que, por principio, no desea nada a lo que no pueda tener acceso, pero siempre es factible que surjan los imponderables.
Esos factores no previstos, no valorados, escondidos en algún rincón y que, de pronto, zas, te echan por tierra todos tus cuidados, todos tus desvelos, todo.
En fin, que, como iba diciendo, Pilar, nuestra Pilar, no se comió una rosca.
Ni de las tontas ni de las listas. Ná de ná.
¡Que ya es tener mala suerte! que se dice ella ¡Que ella no se merecía eso! ¡Que no señor! ¡Que lo sabré yo... que me conozco la historia de primera mano! ¡Que Pilar es muy buena chica! ¡Que ella no te deja tirada ni por casualidad! ¡Que por ti lo da todo... si es que lo tiene! ¡Que no se compromete a lo tonto! ¡Que sabe lo que se dice! ¡Que si no puede, no puede y ya está, pero... si te da su palabra... esa palabra va a donde tenga que ir! ¡Que remueve cielo y tierra! ¡Que vale mucho!
¡Que lo digo yo... ahí es ná!
PAQUITA
Las historias de La Loc@ tienen la fuerza de la dureza (y ternura) de la vida cotidiana. Son verdad de la buena.
ResponderEliminarEpv
Y yo que creía que la pasión turca no existía ¡
ResponderEliminar(Tuve la tentación de leer aquella novela hace mucho tiempo)
Bueno, a lo mejor existe para algunos, aunque yo no lo comprenda.