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marzo 29, 2007

El encuentro

Por fin se producía, ella lo había propiciado, se le declaró en cuanto creyó notar una cierta aproximación de la otra parte.
Y ahí estaban, ambos, solos, por fin solos ... en el parque ... a plena luz del día ... con los paseantes de rigor ... jubilados recientes y no tan recientes ... mirando de soslayo.
Esto último lo supuso, a juzgar por la cara de inquietud que le veía.
¡Hombre! que no son maneras ¡que no te concentras! ¡Que hay que estar a lo que hay que estar! Y tú ... tú, estás muy lejos.
Fue un error, lo supo después.
Él dijo sentir lo mismo por ella ... pero no fue cierto; simplemente se dejó arrastrar por la vanidad. La vanidad de haber sido él, precisamente él, el elegido, con tantos que le profesaban admiración, porque ella ... ella era diferente.
No iba de guapita, no iba de tontita, ni de débil mujer, ni de ... trapito en trapito.
La admiraban, sí, porque era fuerte, arriesgada, decidida, perseverante, resolutiva, y sobre todo porque ... no la conocían a fondo.
Y allí estaba él ... sin saber qué hacer ¡manda güevos!

PAQUITA

4 comentarios:

  1. Bueno, como ella era tan resolutiva, seguro que pasaron un bueno rato. Ahora habrá que saber si el primero de mucho o el último.

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  2. pues nada, en estos casos lo mejor es casarse con todo el boato y por la iglesia, claro.
    Ya se sabe que con el roce...

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  3. Le hacía falta (a él) un empujoncito (de ella). Si quedóse como ausente (él) era porque estaba obnubilado (por ella). Compréndelo, mujer. Él no pertenece al sexo fuerte. Eso es un mito. La fuerte es ella.
    Epv

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  4. Sí que se pudo obnubilar ante la superioridad de ella y ante el estupor de haber sido elegido ¿no pasaba eso antes la mayoría de las veces solo que al revés; el superior era él: tenía el dinero, o el empleo cotizado, era apuesto, buen mozo... sólo han cambiado los valores, ah¡ y el sexo de cada cual. Preferimos los valores de ahora verdad?

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