Coincidieron, como tantas otras veces, en reuniones de amigos comunes.
Él siempre acompañado de su cónyuge y, como siempre, ella colgando de su brazo.
Parecían quererse ... parecían.
En un momento de debilidad le contó lo infortunado de su (des) unión matrimonial, su mutuo desamor, su incomunicación, su soledad, su ausencia de amistades reales, su vacío emocional, su particular exilio interior ... esas cosas que nos humanizan y hieren simultáneamente.
Bajó la guardia, sí. Por un momento se quitó la máscara con la que se cubría continuamente, la que no osaba quitarse ni siquiera en la soledad de su habitación más íntima, la que mantenía incluso cuando conversaba con el hombre que siempre le acompañaba.
Habló ... y habló ... y habló.
Fue el momento más tierno que le conoció.
Tras él, y un par de momentos desabridos, enmudeció.
No volvieron a encontrarse.
PAQUITA (Si salís de viaje, recordad ...¡con mil ojos! y, sobre todo, disfrutadlo)
Eso (a lo de mil ojos) a la vuelta pasaremos lista y no quiero disgustos.
ResponderEliminarHe pasado. Y me he quedado. Pero... tranquila que no te molestaré. Respeto tu intimidad. Y me voy. Antes... si... quisiera decir que ese toque de amargura, de una cierta acidez, me ha gustado.
ResponderEliminarLa verdad es siempre buena, peor no siempre cómplice.
ResponderEliminarMuy buen texto, Paquita, guapa.
peor=pero
ResponderEliminar(cooooooooño)
Aunque no siempre, suele suceder así.
ResponderEliminarUn beso.
Me gusta, si me ha gustado...
ResponderEliminar¡Que bonito,...decidicidamente soy un sentimental!
Besos.
A pesar de que la edad media queda muy lejos del siglo XXI, muchas veces seguimos llevando armadura.
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