(Copiado del blog "Sentir es Vivir" de Silvano Baztan.
silvano-baztan.blogspot.com/
Relato publicado el sábado 7 de febrero de 2009 -día en que lo leí y me encantó- Su autor, como ya indica, es: Fernando Orden Rueda, estudiante. PAQUITA)
Acabo de recibir este documento lúcido y crudo, sobre un tema que, poco a poco, va llenando de cifras huecas los boletines de noticias de los diarios escritos y hablados de nuestra sociedad. Gracias, Susana, por compartirlo conmigo.
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Fernando Orden Rueda 2º de Bachillerato, de Ciencias de la Salud. IES Bioclimático, de Badajoz. II Premio del 2º Concurso Nacional 'Carta a un maltratador', convocado por la Asociación 'Juntos contra la violencia doméstica'.
Para ti, cabrón: Porque lo eres, porque la has humillado, porque la has menospreciado, porque la has golpeado, abofeteado, escupido, insultado… porque la has maltratado. ¿Por qué la maltratas? Dices que es su culpa, ¿verdad? Que es ella la que te saca de tus casillas, siempre contradiciendo y exigiendo dinero para cosas innecesarias o que detestas: detergente, bayetas, verduras… Es entonces, en medio de una discusión cuando tú, con tu 'método de disciplina' intentas educarla, para que aprenda. Encima lloriquea, si además vive de tu sueldo y tiene tanta suerte contigo, un hombre de ideas claras, respetable. ¿De qué se queja?
Te lo diré: Se queja porque no vive, porque vive, pero muerta. Haces que se sienta fea, bruta, inferior, torpe… La acobardas, la empujas, le das patadas…, patadas que yo también sufría.
Hasta aquel último día. Eran las once de la mañana y mamá estaba sentada en el sofá, la mirada dispersa, la cara pálida, con ojeras. No había dormido en toda la noche, como otras muchas, por miedo a que llegaras, por pánico a que aparecieses y te apeteciera follarla (hacer el amor dirías) o darle una paliza con la que solías esconder la impotencia de tu borrachera. Ella seguía guapa a pesar de todo y yo me había quedado tranquilo y confortable con mis piernecitas dobladas. Ya había hecho la casa, fregado el suelo y planchado tu ropa. De repente, suena la cerradura, su mirada se dirige hacia la puerta y apareces tú: la camisa por fuera, sin corbata y ebrio. Como tantas veces. Mamá temblaba. Yo también. Ocurría casi cada día, pero no nos acostumbrábamos. En ocasiones ella se había preguntado: ¿y si hoy se le va la mano y me mata? La pobre creía que tenía que aguantar, en el fondo pensaba en parte era culpa suya, que tú eras bueno, le dabas un hogar y una vida y en cambio ella no conseguía hacer siempre bien lo que tú querías. Yo intentaba que ella viera cómo eres en realidad. Se lo explicaba porque quería huir de allí, irnos los dos…Mas, desafortunadamente, no conseguí hacerme entender.
Te acercaste y sudabas, todavía tenías ganas de fiesta. Mamá dijo que no era el momento ni la situación, suplicó que te acostases, estarías cansado. Pero tu realidad era otra. Crees que siempre puedes hacer lo que quieres. La forzaste, le agarraste las muñecas, la empujaste y la empotraste contra la pared. Como siempre, al final ella terminaba cediendo. Yo, a mi manera gritaba, decía: mamá no, no lo permitas. De repente me oyó. ¡Esta vez sí que no!–dijo para adentro-, sujetó tus manos, te propinó un buen codazo y logró escapar. Recuerdo cómo cambió tu cara en ese momento. Sorprendido, confuso, claro, porque ella jamás se había negado a nada.
Me puse contento antes de tiempo.
Porque tú no lo ibas a consentir. Era necesario el castigo para educarla. Cuando una mujer hace algo mal hay que enseñarla. Y lo que funciona mejor es la fuerza: puñetazo por la boca y patada por la barriga una y otra vez…
Y sucedió.
Mamá empezó a sangrar. Con cada golpe, yo tropezaba contra sus paredes. Agarraba su útero con mis manitas tan pequeñas todavía porque quería vivir. Salía la sangre y yo me debilitaba. Me dolía todo y me dolía también el cuerpo de mamá. Creo que sufrí alguna rotura mientras ella caía desmayada en un charco de sangre.
Por ti nunca llegué a nacer. Nunca pude pronunciar la palabra mamá. Maltrataste a mi madre y me asesinaste a mí.
Y ahora me dirijo a ti. Esta carta es para ti, cabrón: por ella, por la que debió ser mi madre y nunca tuvo un hijo. También por mí que sólo fui un feto a quien negaste el derecho a la vida.
Pero en el fondo, ¿sabes?, algo me alegra. Mamá se fue. Muy triste, pero serenamente, sin violencia, te denunció y dejó que la justicia decidiera tu destino. Y otra cosa: nunca tuve que llevar tu nombre ni llamarte papá. Ni saber que otros hijos felices de padres humanos señalaban al mío porque en el barrio todos sabían que tú eres un maltratador. Y como todos ellos, un hombre débil. Una alimaña. Un cabrón.
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Es buena.
ResponderEliminarPero me coge desolado.
Estoy separándome, y lejos de aceptar ella cualquier pacto, en los que salgo claramente perdiendo, judicializa nuestra desavenencia y malmete impúdicamente a las nenas contra mí.
Me acusa de todo, como si fuera un ogro, como si no hubiera sido un buen marido y padre.
De malos tratos físicos y psíquicos a ella. Gracias a Dios que no sólo no me pusieron medidas cautelares, sino que fue sobreseído de oficio.
Ahora de malos tratos infantiles a mis hijas. No te imaginas lo que me duele.
Si yo soy la "madraza" y ella una "institutriz" !!!
Sé que ganaré todos los juicios que me ponga, pero el daño que me hace, y sobre todo, el que está haciendo a las nenas, no tiene reparación.
Están perdiendo su infancia.
Y somos, lo que hemos sido en la infancia.
Perdona la extensión, pero tu entrada me ha tocado mi actual sensible corazón.
Un abrazo.
Miguel he oido de más casos en que la mujer "aprovechando" su condición "tradicional" de debilidad echa los perros encima del cónyuge -marido-. Es la condición humana, a veces todos podemos ser "hijos de p...", la diferencia está en las diferentes dosis que tenemos de todas esas "cualidades".
ResponderEliminarSiento que estés atravesando esos amargos momentos, amargos para ti y "demoledores/formadores" para tus hijas. Porque, ante una situación así dicen que la respuesta que da cada individuo no tiene que ser la misma, que influyen muhas variables -supongo que la formación previa, el carácter...- no sé, realmente no soy profesional, pero como me gusta leer, escuchar, aprender, me "atrevo" a opinar ¡qué osadía!
En serio, normalmente te hubiera contestado en tu propia página pero he considerado que, quizá, fuera una indiscreción introducirlo allí -el comentario-.
Besos y un fuerte abrazo. PAQUITA
Gracias.
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