(Publicado por Soportándome el 25 de abril de 2009 en su blog Menudo latazo menudolatazo.blogspot.com/ PAQUITA)
Apenas podía despegar los pies del barro. La lluvia caía sobre mi cuerpo como una lápida. No encontraba ningún lugar en el que refugiarme. De pronto vi unas luces. Era una casa de una pequeña aldea del norte. Me acogieron como si fuese un hijo pródigo.
Aquella casa estaba habitada por un matrimonio mayor con tres hijas. Me dieron cobijo, alimento, cama y canciones. Cada 20 minutos el matrimonio comenzaba a cantar una canción en gallego.
Al principio pensé que era para animar mi estancia, pero descubrí que cantaban para ahuyentar las meigas (brujas). Una de las hijas escuchaba las voces de los gatos que vivían alrededor de la casa. Era como si sus padres al cantar impidieran escuchar las voces de los gatos en los oídos de su hija. Y así era.
Los caminos estaban cortados tras llover tres días y tres noches. Me tuve que quedar con aquella extraña familia. Cada vez que había algo negativo en la casa comenzaban a cantar. Poco a poco me fui incorporando al canto gallego.
Conocí a los 10 gatos que vivían alrededor de la casa y que eran alimentados por esa peculiar familia. Una gata estaba loca, se inventaba la realidad; otra estaba embarazada, otro no quería relaciones personales….eran como miembros de la familia. Y las canciones seguían sonando. Si por algún motivo la tristeza y las lágrimas llegaban a la casa, todos comenzaban a cantar.
Ahora estoy de nuevo en el sur, en mi casa; y cada vez que me siento triste o llueve, una parte de mí comienza a cantar canciones en gallego. Es inevitable, pero me ayuda a estar más feliz.
Bonita historia, como dice el refran,"quien canta sus males espanta".
ResponderEliminarUn abrazo