(Publicado por Juan el lunes 27 de julio de 2009. PAQUITA) lector-malherido.blogspot.com/
Habíamos ganado la guerra y Confesiones de una editora poco mentirosa, de Esther Tusquets
Cuando sea mayor, no tendré criadas.
La niña Esther, la mocita, la pequeña princesa de la casa Tusquets protagoniza Habíamos ganado la guerra, memoria de mujer mejor, porque hay mujeres y mujeres mejores, y luego los hombres, todos hidras, tan malos, con sus ganas de jodernos la vida; esos, luego.
La mujer mejor, por genes, por oportunidades, porque sí (porque habíamos ganado la puta guerra), crece con balcones al final de todas sus carreras, y crece con criadas al final de todas sus caídas, que no se dan nunca por el balcón porque para eso están las criadas, para tapar la muerte de los niños bien, las niñas bien, el bien total de la burguesía.
En este blog le tenemos tanto cariño a la Esther que no nos vamos a ensañar. Si no... ¡anda que no la poníamos fina! ¡Así cualquiera! Entre un hombre pobre y una mujer rica no sepo yo si no habrá más cacho de injusticia que entre una y uno, así en general. Entre el dinero y la pobreza no sé si queda ridícula esa lucha por la igualdad. No sé si queda, incluso, sospechosa.
20 años de vida, la Esther, en Habíamos ganado la guerra. Que eran ricos, ellos, y que los ricos también lloran, sobre todo en el cine, que hay películas muy preciosas y no todo va a ser cántico general. Okis, tú.
Salto, flash forward, palante amigo: Confesiones de una editora poco mentirosa ataca cuarenta años. Si los 20 de Habíamos... son años de vida, modedad adocenada, los 40 de Confesiones son años de labor: numem de Lumen.
Se lee fácil, se saborea, se entiende, se anotan nombres y novelas; se asiste, se interpreta, se entiende el urdimiento de la Gran Fábrica de Literatura BCN (Lumen, Anagrama, Tusquets -Barral troncal, con Seix y, luego, barca propia, muerte y mito, don Carlos-); y se posa, sí, no, qué le vamos a hacer, se posa en el cuerpo, con esta lectura, un ligero, pequeño, seminal (peligroso) y certero (lo diré) asco.
El asco hacia el triunfador. Hay en estas confesiones un explosivo entusiasmo por haber llegado, en comandita, a comandar la cosa; hay, por estas páginas, demasiadas botellas vacías y días inolvidables; hay, en fin, enormes márgenes en blanco.
Todo es Barcelona. Un día se cayó un silla en Barcelona: ¡que lo sepa toda España! ¡Que lo sepa la Historia! Se cayó una silla, y casi me pilla el pie. Sabedlo.
Leo las Confesiones y me da todo mucha pena. Cuando sea mayor no tendré criados.
Tendré escritores.
Mis respetos. Niñas bien.
Me paso por este blog en cuanto tenga un minuto.
ResponderEliminarUn abrazo amiga.
Salud y felicidad