Copiado del blog Vagamundo - Crónicas desde Haití.
Lema: "El mundo es ancho y ajeno" Texto del 13 Feb 2010 blogs.rtve.es/fransevilla/posts
Esperanza. Esa es la palabra que parecía resumir las otras muchas que flotaban en el ambiente, que inundaban las plazas y parques y calles de Puerto Príncipe y de otras ciudades al cumplirse el primer mes del terremoto. El gobierno había convocado una jornada de duelo y oración. Y se encontró con que la gente quería llorar a sus muertos, es cierto, quería elevar sus plegarías, también lo es, pero sobre todo quería enarbolar la esperanza.
Miles y miles de haitianos han abarrotado las asambleas en las que se ha impuesto el ecumenismo, en las que los ritos vudú y las oraciones católicas se entremezclaban con las los salmos evangélicos. Todas las religiones, todas las creencias, incluso las de los no creyentes, tenían cabida en una expresión masiva de unidad en el dolor y en la esperanza. La gente entonaba cánticos, lanzaba alabanzas, exclamaba aleluyas, se recogía sobre su silencio, se extasiaba.
La convocatoria gubernamental, de hecho tres jornadas consecutivas que empezaban con esa efemérides del primer mes, tenía por objeto poder honrar a los muertos, celebrar una especie de funeral colectivo por los miles de fallecidos que no pudieron recibir en los días posteriores al terremoto los funerales particulares que cada cual hubiera deseado. Y así se hizo. En cada rincón, en cada esquina, en cada plaza.
El presidente René Preval estuvo presente en una de las asambleas, en uno de los oficios en los que maridaban religión y conciencia cívica. “Hay un dolor que las palabras no pueden explicar” aseguró Preval, en un arrebato de lucidez de los que no ha andado muy sobrado últimamente. Y ciertamente el dolor no se expresaba con palabras, sin con gestos, con miradas, con silencios. Era como una gran catarsis para la población haitiana y también para muchos de los llegados de fuera.
El color predominante era el blanco. Era el color que llevaba la mayoría de la gente. Un blanco impoluto, inmaculado. Desde temprano miles de personas fueron aprestándose, completando hasta el último detalle la higiene personal y la vestimenta. Difícil describir mayor dignidad en la forma de enfrentarse al duelo. Quizás porque se iba más allá del dolor para intentar conjurar el pasado y convocar el futuro. La población haitiana parecía, con su aparente resignación y alabanzas a Dios, querer dejar claro que no está dispuesta a dejarse derrotar, que sigue creyendo en una vida mejor.
Así se hizo en Petion Ville, en Cité Soleil, en Pacot, junto a la derruida catedral o en el Campo de Marte. Desde la tribuna en medio de la multitud, ahí, en medio del Campo de Marte, el orador anunció que una mujer acababa de dar a luz detrás del estrado. Hubo un enorme clamor. Seguro que era niña y la han llamado Esperanza.
fran.sevilla@rtve.es
Paquita/Caminante dijo... d.d. 18:30
Acabo de copiarte este texto para publicarlo en unos días en mi blog. Ya lo hice anteriormente con un vídeo que me llegó tuyo del 20 de enero (...) curiosamente en éste acababas hablando de desesperanza y ahora, por fin, parece que has visto algo de luz en aquel lugar "tan lejano y ajeno" como tantos otros "que no vemos" hasta que nos los ponen delante de la cara. Gracias por tu labor. Un abrazo: PAQUITA
Salud
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