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noviembre 26, 2010

Marruecos (29.13), un Gobierno que te hiela el alma... (+ Cive Pérez)

Publicado por Cive Pérez en martes 16 de noviembre de 2010 carnetdeparo.blogspot.com/

Marruecos, un país que engrandece el alma. Así reza la leyenda de los carteles con los que nuestro vecino del sur promociona el turismo. Y ciertamente, el territorio magrebí alberga regiones de gran belleza que despiertan intensas emociones en el viajero que cursa su periplo sin prisas. Pero este hermoso país está regido por el totalitario régimen de El-Makhzen, encabezado por el actual monarca alauita Mohamed VI; que acaba de ofrecer una muestra de su peor cara desmantelando a sangre y a fuego el campamento saharaui enclavado en las cercanías de El Aaiún.
Con su crueldad, el régimen marroquí acaba de helar el alma de la población del Sáhara Occidental con la que los españoles tenemos contraída una deuda moral.

Me precio de conocer Marruecos, país que he visitado en siete u ocho ocasiones, no recuerdo bien. La primera vez, a principios de los años 70 del siglo pasado, cuando tras una noche en tren, llegué a Marrakesch al amanecer y quedé sobrecogido por la vívida luz del sol africano que despertaba el rojo en los muros de tapial de la ciudad. Y subyugado por la visión del minarete de la Koutobia recortándose sobre el fondo nevado de la cordillera del Atlas, cuya máxima cumbre, el Djebel Toubkal, tuve la fortuna de ascender antes de que las agencias de trekking la convirtieran en un destino tan masificado como el de otras muchas cumbres del planeta. Años más tarde, y de nuevo en el más crudo invierno, volvería al Atlas por la poco frecuentada ruta que, subiendo por uno de los áridos valles de la vertiente sur, permite abordar desde Ameskar el Fougani la cumbre del Ighil M Goum.

También en invierno he cruzado los bosques de cedros por la ruta de Azrou para llegar hasta las puertas del desierto, allí donde las ruinas de la legendaria Sijilmassa abren la ruta hacia el erg Chebbi. El territorio magrebí alberga regiones de gran belleza que despiertan intensas emociones en el viajero que cursa su periplo sin prisas. Sin embargo, yo, que tantas veces he sucumbido a esas emociones, no podría ahora mismo volver a ese Marruecos cuyo Gobierno acaba de reprimir a sangre y a fuego a la población saharaui concentrada en el campamento de jaimas enclavado en los alrededores de El Aaiun.


Como ciudadano español formo parte de un país que tiene contraída una deuda moral con los habitantes del Sáhara Occidental. Un territorio en el que ejercimos un mediocre dominio en la época del colonialismo, llegándole a otorgar representación en las Cortes franquistas. Representación más bien folkórica, dado que tampoco los diputados elegidos en la metrópoli representaban gran cosa tras sus blancas chaquetas de guardarropía.
En 1974, la Organización de las Naciones Unidas instó a España a celebrar un referéndum de autodeterminación entre la población saharaui. Derecho que sería refrendado por el el Tribunal Internacional de La Haya, que declaró que no existían vinculaciones entre el territorio del Sáhara Occidental y Marruecos. En 1975, Hassan II, el padre del actual monarca alauita, lanzó sobre él territorio saharaui una operación maquiavélica: la Marcha Verde, una gigantesca caravana integrada por 300.000 civiles desarmados con la misión de cruzar la frontera y plantarse delante de las tropas españolas. Que se vieron en la difícil tesitura de elegir entre abrir fuego sobre los civiles o retirarse.

Esta jugada del alauita se produjo en un momento en que nuestro dictador doméstico, el general Francisco Franco, un criminal de guerra todavía no juzgado, agonizaba lentamente. Años antes, preocupado por dejar todo ‘atado y bien atado', el dictador había nombrado ‘sucesor a título de Rey' a Juan Carlos de Borbón, al que la nomenklatura del Régimen envió a la zona vestido con uniforme militar, para que desempeñara el triste papel de oficializar la retirada de España del Sáhara Occidental, abandonando a los saharauis a su suerte bajo la férula del déspota Hassan II. Todo un papelón.

Papelón que los gobernantes españoles vuelven a repetir ahora tras los escalofriantes sucesos ocurridos en el Aaiún. Así lo ha calificado Mariano Rajoy, líder del Partido Popular: "El papelón del Gobierno está rozando el esperpento. Ha abdicado de sus responsabilidades como presidente del Gobierno. Dice que se calla porque defiende intereses de España. No puede decir que se calla y no defender la democracia, la libertad y los derechos humanos, porque eso son también los intereses de España". Según Rajoy, "Los derechos humanos, la democracia, la libertad, las personas, las libertad de expresión e información son intereses de España, y merecemos un presidente del Gobierno que los defienda. Nosotros estaremos siempre con la legalidad y los derechos humanos."

Por una cuestión de principios y supervivencia, –nací en el seno de una clase social a la que el Partido Popular perjudicará de oficio si llega al poder– jamás votaré a Rajoy. Pero fiel a esa sentencia de Juan de Mairena de que la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero... hay que reconocer que, lo dicho por Rajoy, aunque sea producto del oportunismo, se ajusta a la realidad por lo que "un español de bien" –categoría social inventada por la derecha patria– no puede por menos que suscribir esas palabras.

Por el bien del mundo, no sólo por el bien de mi españolidad, confío en que Rajoy haya aprendido lo que son los derechos humanos. Hace años, siendo yo director de la revista de la Asociación pro Derechos Humanos de España, solicité entrevistar a José María Aznar, que ocupaba entonces el mismo cargo de líder de la oposición que desempeña ahora Rajoy. Al tratar el asunto con el jefe de prensa de Aznar, éste se quedó bastante sorprendido. "Pero eso de los derechos humanos es una cosa de izquierdas, ¿no?," –dijo textualmente. Hube de explicarle que el hecho de que, por entonces, sólo la izquierda defendiera en España la causa de los derechos humanos, no era óbice para que la derecha también pudiera incorporarse a esa defensa. Pues no en vano la Declaración de los Derechos Humanos, promulgada por la Organización de las Naciones Unidas en 1948, tiene carácter universal.

Nunca supe si mis argumentos convencieron a MAR (Miguel Ángel Rodríguez) o juzgó que el líder no tenía nada mejor que hacer en ese momento, pero el caso es que pude realizar la entrevista, acompañado por el entrañable Angel Moliní, excelente fotógrafo y mejor persona que ya no está en este mundo de los vivos.

Un mundo donde hay muchos lugares en los que se ejerce violencia contra la población que los habita. Podemos lamentarnos, solidarizarnos con el sufrimiento de esas gentes, aunque, por desgracia, los medios adecuados para poner fin al sufrimiento no se encuentren a nuestro alcance. Sin embargo, en el caso del Sáhara Occidental, la vinculación de los españoles con los saharaui es tan grande que no podemos permanecer impasibles viendo cómo nuestro Gobierno intenta capear la situación haciendo alarde de torpeza.

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Amnistía Internacional: El Sáhara merece una investigación

El pasado 8 de noviembre las fuerzas de seguridad marroquíes llevaron a cabo una operación en el campamento de Gadaym Izik, cerca de El Aaiún, en el Sáhara Occidental, un asentamiento informal de tiendas de campaña y viviendas improvisadas que alberga a miles de saharauis. Informes de activistas locales señalan que las fuerzas de seguridad irrumpieron en el campamento, golpeando a los residentes y usando gases lacrimógenos y cañones de agua caliente para obligarles a salir de las tiendas, que quemaron o derribaron. Lo que podría indicar un uso excesivo de la fuerza. Por su parte, fuentes gubernamentales indican que, en el desarrollo de esta operación y en los días posteriores, nueve personas, ocho de las cuales pertenecían a las fuerzas de seguridad, perdieron la vida.

Desde el 10 de octubre de 2010, miles de saharauis han levantado un campamento en el desierto, a unos 10 o 13 kilómetros al este de la ciudad de El Aaiún, con el fin de exigir mejores oportunidades de trabajo y vivienda. Desde entonces, el ejército marroquí mantiene una fuerte presencia en torno a este campamento. Según las autoridades marroquíes, la operación era necesaria para liberar a los residentes del campamento que estaban retenidos allí contra su voluntad y que ellos sólo respondieron a la fuerte resistencia con la que fueron recibidos. En cambio, según los residentes del campo lo que hicieron las fuerzas de seguridad marroquíes fue sacar por la fuerza a miles de saharauis del campamento.

Estos hechos evidencian la necesidad de incluir un componente de vigilancia de los derechos humanos en el mandato de la MINURSO, el órgano de la ONU que supervisa el acuerdo de alto el fuego alcanzado entre Marruecos y el Frente Polisario en 1991. Sin este componente la eficacia de la MINURSO se ve debilitada y no permite que se investiguen adecuadamente los abusos contra los derechos humanos.

Ante la magnitud de estos hechos y la incertidumbre sobre lo que realmente ocurrió en Gadaym Izik, AMNISTÍA INTERNACIONAL considera necesario que las autoridades marroquíes abran de forma inmediata una investigación independiente para conocer a ciencia cierta lo que sucedió, si es precioso con la ayuda de las Naciones Unidas. De la misma manera, si se demuestra que se ha dado un uso excesivo de la fuerza, los responsables deben responder de sus actos ante la justicia.

Entrar en www.es.amnesty.org/actua/acciones/sahara-investigacion-justicia/ para firmar la petición de Amnistía Internacional al gobierno de Marruecos para que investigue estos hechos.


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