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diciembre 18, 2010

Del dinosaurio al funcionario (20.15)

Texto publicado el 10/12/2010 Título original: Del dinosaurio al funcionario (y vuelta) www.lansky-al-habla.com/

El maravilloso camino que lleva hasta ese singular chivo expiatorio que es el funcionario, o ese implacable sumo sacerdote armado con su cuchillo de obsidiana, que es el economista financiero, comenzó, pongamos por caso, hace 65 millones de años. Por entonces un meteorito enorme eludió la disgregación por fricción de nuestra densa atmósfera e impactó sobre lo que hoy es el Golfo de México con una fuerza de impacto destructivo equivalente a unas 1000 millones de bombas similares a las atómicas sobre Hiroshima. Aunque nuestra estirpe, los mamíferos, ya llevaba sobre el planeta más de cien millones de años no levantaba cabeza, o la levantaba exactamente los escasos centímetros del hociquillo de las ratitas que entonces éramos, a la sombra de los majestuosos lagartos terribles, literalmente dinosaurios que dominaban ese mismo tiempo y algo más la Tierra. La devastadora explosión, además de crear un enorme cráter aún hoy detectable en las costas centroamericanas, cubrió la atmosfera de partículas de polvo que interfiereron durante unos pocos siglos –una fracción mínima del tiempo geológico-, los suficientes para que la radiación solar se viera muy menguada y los grandes reptiles se fueran extinguiendo por el brusco, en términos relativos, cambio climático. Entonces esos parias diminutos comenzaron a prosperar y algunos a crecer también, como el Indricotherium, el mayor mamífero terrestre, equivalente a varios elefantes africanos actuales. Pero una rama de pequeños roedores apenas cambió de tamaño, (en cambio,) aunque se refugió en los árboles y dio lugar al orden de los primates al que pertenecemos nosotros y los monos.
Cuando el mono decidió afrontar su destino y dejar de columpiarse, volvió a bajar al suelo y se irguió, liberó sus extremidades anteriores de las rutinarias tareas locomotrices y aprovechando un pulgar o primer dedo oponible al resto, pudo utilizar esas extremidades como manos, para agarrar, asir, manipular, y coger un tampón para sellar un documento previamente escrito con la misma zarpa modificada.
Uno de esos humanos, sin apenas conocimientos básicos de Evolución y paleontología dijo que el hombre era un lobo para el hombre. No sólo ignoraba la bondad y el altruismo con que los lobos se tratan entre sí, sino que ocultó que el hombre suele ser un hombre para el hombre, con lo que eso tiene de bueno y de malo. De esta forma se explica que algunos consideren al perro el mejor amigo del hombre, porque al revés que el lobo, el traidor a su especie del perro es perro para el hombre, y solo para él, en tanto que el hombre es un hombre, para bien y para mal y para el perro naturalmente.


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