Publicado por Fran Sevilla el 09 Abr 2010 en su blog Vagamundo, cuyo lema es "El mundo es ancho y ajeno" blogs.rtve.es/fransevilla/posts
8 de abril. Pocos días han quedado tan grabados en mi memoria. Hace ya siete años. Pasa el tiempo, van cayendo los días del calendario, los años desaparecen del almanaque. Pero permanece la sensación de angustia, de tristeza, de rabia. Una rabia que se acrecienta por la impunidad de los asesinos. El 8 de abril asesinaron a José Couso en Bagdad. Para quienes estábamos allí, para quienes éramos, para quienes somos sus amigos, el tiempo transcurrido no ha mitigado el dolor.
No deja de ser una descorazonadora casualidad que estos días, mientras alistábamos, un año más, la determinación contra el olvido, que una ONG haya filtrado un vídeo en el que se observa como los soldados estadounidenses, los mismos que a día de hoy siguen siendo fuerzas de ocupación en Irak, asesinaban también con impunidad a otro periodista, Namir Noor-Elden, fotógrafo de la agencia Reuters, junto a su conductor y a otra decena de personas.
El vídeo de este nuevo crimen de guerra circula estos días por la red. Merece la pena verlo con detenimiento. Desde un helicóptero se dice identificar a un grupo de hombres armados. El arma que lleva Namir es su cámara fotográfica. Desde el helicóptero se pide permiso para disparar y se dispara matando a todo aquel que se mueve.
La misma secuencia, la misma excusa con la que se dio muerte a José Couso. Entonces fue un tanque. También el tanquista dijo identificar a alguien armado en el hotel Palestina. Y disparó. El arma que llevaba Jose era su cámara. Una cámara con la que se convertía en incómodo testigo de la invasión, de la ocupación de Bagdad.
En el caso de Namir el Pentágono negó, al igual que hizo con el asesinato de Couso, que las cosas hubieran ocurrido como ocurrieron. Pero Wikileaks ha logrado sacar a la luz el vídeo, la grabación que se hizo desde el propio helicóptero, en el que no hay lugar para las dudas. Un nuevo crimen de guerra que también ha quedado impune.
Uno tiene la sensación, más bien la certeza, de que en este mundo nuestro la justicia nunca es igual para todos. Los poderosos siempre están más allá, amparados por esa insultante, indignante impunidad. Pero nuestra memoria está hecha a prueba de impunidades. El lema elegido por la familia Couso sigue ahí:
“José Couso, crimen de guerra. Ni olvido ni perdón”
fran.sevilla@rtve.es
Hago mío su HOMENAJE a José Couso. PAQUITA
DECLARACIÓN de INTENCIONES: Dirigida a aquellos Lectores Potenciales que, al entrar en la lectura de estas Mis Criaturas, sientan que no les gusta y ni siquiera les divierte. Abandonen de inmediato. Estas páginas están concebidas para Mi Memoria, mi Divertimento y el de Unos Pocos. Si tú no estás en este segundo grupo, yo no soy la persona adecuada para ti, deja esto y date una vuelta; seguro hallarás lo que buscas *** VER http://perrosflautadelmundo.blogspot.com.es/
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mayo 08, 2010
Video: Para la libertad- Miguel Hernandez (34.14)
Para la libertad Miguel Hernandez Joan Manuel Serrat
www.youtube.com/watch?v=IgAT0jwnVzA
Isabelisimag. 08 de febrero de 2008
www.youtube.com/watch?v=IgAT0jwnVzA
Isabelisimag. 08 de febrero de 2008
Algunos poemas casi tristes 11... (+ Urceloy)
Me envía mi primo Pedro este poema que se puede encontrar en el blog de Jesús Urceloy publicado el lunes 8 de febrero de 2010 urceloco.blogspot.com/ Locus iste
el cuenco de mis manos
es el lugar de mi tristeza
mis dos manos adultas que se pierden
en la niñez aromas ruidos noches
recuerdan las canciones que mi padre
cantaba sin saber que en esa voz
iba trazando su memoria nuestra
tal vez de caminar junto a mi cuerpo
de coger cosas
se hicieron fuertes
tal vez de romper horas y bolígrafos
se hicieron disimuladamente fuertes
y amaron
lo que pudieron
lo que sabían
las horas los bolígrafos
la fruta los regalos infantiles
los libros y la música encerrada
los timbres y las puertas
la ternura
amaron
de una mujer
su abrazo
con su cadáver con su máscara
con su desnudo débil su alegría
y su grito final
vencido
seco
estas manos vivieron
en una ciudad vieja
en una casa pobre
en una habitación
una cama un armario una mesilla
y un poco sólo un poco
de cielo prometido
de aquel cielo imperfecto que pasaba
tras la persiana sucia por el patio
mis manos son ahora
su espalda suelta a golpe
de luz dormida junto a ella a salvo
de pisadas a salvo del rencor
en un borde del suelo
hacia el lugar de toda esta tristeza
© Jesús Urceloy (urceloco) 2010
el cuenco de mis manos
es el lugar de mi tristeza
mis dos manos adultas que se pierden
en la niñez aromas ruidos noches
recuerdan las canciones que mi padre
cantaba sin saber que en esa voz
iba trazando su memoria nuestra
tal vez de caminar junto a mi cuerpo
de coger cosas
se hicieron fuertes
tal vez de romper horas y bolígrafos
se hicieron disimuladamente fuertes
y amaron
lo que pudieron
lo que sabían
las horas los bolígrafos
la fruta los regalos infantiles
los libros y la música encerrada
los timbres y las puertas
la ternura
amaron
de una mujer
su abrazo
con su cadáver con su máscara
con su desnudo débil su alegría
y su grito final
vencido
seco
estas manos vivieron
en una ciudad vieja
en una casa pobre
en una habitación
una cama un armario una mesilla
y un poco sólo un poco
de cielo prometido
de aquel cielo imperfecto que pasaba
tras la persiana sucia por el patio
mis manos son ahora
su espalda suelta a golpe
de luz dormida junto a ella a salvo
de pisadas a salvo del rencor
en un borde del suelo
hacia el lugar de toda esta tristeza
© Jesús Urceloy (urceloco) 2010
mayo 07, 2010
Ganador II Pº Poesía Marcos R. Pavón (2.26)
VISTO en www.cpoesiajosehierro.org
Alberto Guirao ganador del II Premio de Poesía Marcos R. Pavón
En un acto celebrado ayer -29/4- noche en el Auditorio de la Fundación -José Hierro-, Cristobal López de la Manzanara y Matías Muñoz, como miembros del jurado, y la directora Tacha Romero procedieron a anunciar la obra y el autor merecedor del II Premio de Poesía Marcos R. Pavón, el poemario Ascensores, de Alberto Guirao.
En enero de 2009 se convocaba por primera vez el Premio de Poesía Marcos R. Pavón, en recuerdo de un gran amigo de la Fundación Centro de Poesía José Hierro y como símbolo de amor a la poesía y compañerismo. El éxito de participación de esta convocatoria, como estímulo a la creación y posibilidad de darse a conocer para nuestros alumnos, llevó a la Fundación a dar continuidad a este certamen y al espíritu conmemorativo y solidario con que fue concebido.
Alberto Guirao nació en Madrid en 1989. Desde temprana edad descubre la creación literaria y se dedica con frecuencia a la escritura de relato breve. En 2007 resulta ganador de un primer certamen de poesía convocado en su centro de estudios. Pocos meses después participa en el IX Recital de Poesía y Prosa Poética que se organiza en Ciempozuelos para homenajear la figura del poeta José Hierro.
A partir de este primer contacto comienza a sumergirse en el mundo de la escritura poética. Repite experiencia en 2008 interviniendo en el X Recital y, ese mismo año, obtiene dos segundos premios (en las modalidades de poesía y cuento) en el Certamen Joven 2008 convocado por el Ayuntamiento de Valdemoro. Desde 2007 cursa estudios de Periodismo en Getafe. Allí conoce la existencia del Centro de Poesía José Hierro y, en su segundo año de carrera, asiste al Taller impartido por Eva Chinchilla. Gana el XX Certamen de Poesía del IES José Hierro con un breve poemario titulado 10 fragmentos de la estética del cielo.
Ha colaborado, además, con la publicación literaria Generación espontánea y con La pecera (revista de la Universidad Carlos III). Actualmente continúa sus estudios universitarios en Roma a través de una beca de movilidad Erasmus.
Alberto Guirao ganador del II Premio de Poesía Marcos R. Pavón
En un acto celebrado ayer -29/4- noche en el Auditorio de la Fundación -José Hierro-, Cristobal López de la Manzanara y Matías Muñoz, como miembros del jurado, y la directora Tacha Romero procedieron a anunciar la obra y el autor merecedor del II Premio de Poesía Marcos R. Pavón, el poemario Ascensores, de Alberto Guirao.
En enero de 2009 se convocaba por primera vez el Premio de Poesía Marcos R. Pavón, en recuerdo de un gran amigo de la Fundación Centro de Poesía José Hierro y como símbolo de amor a la poesía y compañerismo. El éxito de participación de esta convocatoria, como estímulo a la creación y posibilidad de darse a conocer para nuestros alumnos, llevó a la Fundación a dar continuidad a este certamen y al espíritu conmemorativo y solidario con que fue concebido.
Alberto Guirao nació en Madrid en 1989. Desde temprana edad descubre la creación literaria y se dedica con frecuencia a la escritura de relato breve. En 2007 resulta ganador de un primer certamen de poesía convocado en su centro de estudios. Pocos meses después participa en el IX Recital de Poesía y Prosa Poética que se organiza en Ciempozuelos para homenajear la figura del poeta José Hierro.
A partir de este primer contacto comienza a sumergirse en el mundo de la escritura poética. Repite experiencia en 2008 interviniendo en el X Recital y, ese mismo año, obtiene dos segundos premios (en las modalidades de poesía y cuento) en el Certamen Joven 2008 convocado por el Ayuntamiento de Valdemoro. Desde 2007 cursa estudios de Periodismo en Getafe. Allí conoce la existencia del Centro de Poesía José Hierro y, en su segundo año de carrera, asiste al Taller impartido por Eva Chinchilla. Gana el XX Certamen de Poesía del IES José Hierro con un breve poemario titulado 10 fragmentos de la estética del cielo.
Ha colaborado, además, con la publicación literaria Generación espontánea y con La pecera (revista de la Universidad Carlos III). Actualmente continúa sus estudios universitarios en Roma a través de una beca de movilidad Erasmus.
Vadiello. Pico Borón. Club J.O. Sierra Guara, 5/2/2006
(Crónica confeccionada en su momento por mi compañero de montaña, publicada en una página ya desaparecida y recuperada ahora gracias a la intervención de Javier y Rosa Lablanca. Las fotos que adjunto son de Félix y Fernando -creo-. PAQUITA) Para VER las FOTOS, su contenido en paisaje, DEBEN AGRANDARSE clicando sobre ellas.
EXCURSIÓN POR VADIELLO Y VISITA A LA CIMA DEL BORÓN
Quiero aclarar a los posibles lectores de esta crónica, que en ella no encontrarán ningún dato geográfico, zoológico o botánico de interés. Para ello pueden consultar cualquiera de las innumerables guías que sobre la Sierra de Guara hay publicadas. No hace falta decir, por tanto, que mi conocimiento de la citada Sierra es más bien escaso. Sólo soy experto en emociones, a las que, por cierto, a duras penas puedo dominar. No perdamos más tiempo y vayamos al asunto:
1.- La excursión fue el domingo, 5 de febrero de 2006. Se inició a las nueve y media de la mañana en la llamada casa del arquitecto de la presa / pantano de Vadiello Los primeros en llegar, fueron Jose María, "El Tiro" y Toña, (que venían de Benasque). Los demás no tardamos en llegar por el siguiente orden: Amalio, Paquita, Blas, (estos dos últimos, de Getafe) Maricarmen, Presen, Josele y Félix, y finalmente, Fernando y su hijo Daniel, ¡Qué chaval más estupendo!. En total, once socios del CLUB JESÚS OBRERO -de Zaragoza-.
2.- Los getafenses preguntaron por el resto de la gente del Club (Antonio, Angelito, Paco... )
La mañana estaba muy fría y la niebla lo envolvía todo. Sin embargo, se adivinaba que el Sol iba a ser uno de los protagonistas de la jornada, junto con los mallos , los buitres = Gyps fulvus planeando en el azul del cielo y la vista de los Pirineos Desde el comienzo el camino es muy empinado. A la media hora, Maricarmen dijo que "verde las han segao". Presen trató de convencerla para que siguiera. Un servidor también lo intentó; pero Maricarmen no se "apeó del burro", lo que a la postre, fue un acierto.
3.- Casi siempre (aunque no en todos los caso) es un acierto respetar en la montaña, (y también en general, pero más en la montaña) la decisión del compañero. Sospeché que en los días anteriores a la excursión, Josele y Maricarmen estuvieron sopesando las posibilidades: ¡Pero qué bien ha subido mi niña al Peiró! Le diría, cargado de razón, Josele. De cualquier manera, todos los presentes comprendimos y agradecimos el esfuerzo realizado por Maricarmen. La pareja emprendió el descenso.
Al poco de la despedida, los que continuamos, llegamos al inicio de un corredor que terminaba en un collado.
4.- En este punto, el Sol brillaba en un cielo de azul perfecto; mientras que por debajo de nosotros, un inmenso mar de nubes lo cubría todo. Un día maravilloso. Sólo quienes han visto lo que describo pueden saben de cuánta hermosura hablo. El Borón aparecía frente a nosotros como el patito feo en comparación a los picos cercanos, mucho más bellos que él. Hubo que dar un largo rodeo y perder altura para situarnos en su falda. La subida final no es nada deificante, y si no, que le pregunten a Toña, (¿A que sí, mi niña?).
5.- Ya en la cima, pudimos contemplar gran parte de la cadena pirenáica. La claridad era perfecta. El maestro en identificar los diferentes picos fue el sabiondo de Félix, (No te me mosquées Grandullón, que sabes que lo digo con cariño, ¿o no?). Fernando, (y los demás también, pero menos) siguió con atención sus explicaciones. Tiro, puso también su granito de sabiduría, (aquí hubiera sido menos problemático poner, por ejemplo, "su gran sabiduría"): Monte Perdido (3355 m), Pico Cilindro (3.328m), ... Vignemale (3298 m), Balaitus (3.144m)
6.- "Si miras por los prismáticos, -dijo Fernando- hasta la Gran Facha (3.005 m) se ve". Para mí, la maravilla era total. Los de Getafe veíamos por primera vez el espectáculo; los demás ya lo conocían.
7.- Poco a poco el manto de niebla que se extendía a nuestros pies desapareció. Entonces pudimos ver plenamente Vadiello y recrearnos con sus esbeltos Mallos. (Se comentó lo bajo que estaba el embalse y los problemas de agua que tendría este verano Huesca capital). Mientras tanto decidimos comer un aperitivo. Amalio llevó en su bota un vino muy bueno. Fernando ofreció queso parmesano; Felix, unas lonchas de lomo; Tiro, tres botas: una en cada pie y otra en la mochila de, al menos, litro y medio de vino; los de Getafe, mucho cariño, mucho...
8.- Llegó la hora de emprender el regreso. Mientras bajábamos, ya en la base del Borón, me detuve un momento para contemplar cómo caminaban "junticos" mis compañeros. Los vi felices, ¿o fue quizás mi felicidad la que quiso verlos así? Pensé: "¡Qué buena gente son! Es improbable que este grupo vuelva a repetirse en este sitio. El momento es único y yo soy testigo consciente de ello"
9.- A poco de llegar al collado que conduce al corredor, Fernando sugirió subir al Mallo de San Jorge. A Félix no le entusiasmó la idea; a Toña y Presen, tampoco. Fue Tiro quien se decidió a acompañarlo. Al final fuimos todos, excepto Toña y Presen. Para subir al Mallo de San Jorge hay que servirse de dos tramos que hay instalados de cable de acero de unos cuatro metros de largo cada uno.
10.- A estos, les siguen unas clavijas, (aquí, en Aragón, llaman clavijas a unos barrotitos de hierro empotrados en la roca). Aunque no hay dificultad para ascender por las clavijas, la exposición es grande.
En este punto hubo gran juerga y cachondeo a costa del tembleque, (por otra parte inexistente) de las piernas del que esto escribe. De cualquier forma, el mayor mérito fue, sin ninguna duda, para Daniel. Cuando veáis a este jovencito,
11.- Arriba del San Jorge, justo debajo de nuestros pies, sobre un mallo menor, vimos cómo platicaban entre ellos los buitres. A juzgar por la gran cantidad de estos bichos, que planearon sobre nuestras cabezas poco después, no es de extrañar que estuvieran hablando de cúal de nosotros estaría más bueno. No soy buitre, pero sospecho a quién habían elegido.
12.- Aunque sólo eran las cuatro de la tarde, cuando llegamos al aparcamiento, los rayos de Sol se habían extinguidos. Josele nos esperaba charlando con un montañero, ya anciano, del Club Peña Guara. Maricarmen se había quedado en un tramo de la carretera al calor del Sol que allí sí llegaba. Fuimos a su encuentro. Cuando llegamos, el Sol ya se había ido. Fue entonces cuando Amalio se despidió camino de Zaragoza. Hasta pronto querido Amalio. Los demás montamos en nuestros coches con la pretensión de hallar un lugar donde comer a gusto.
Felix nos llevó a un prado próximo a la ermita llamada de los Viñedos, (cerca se levantaban unos centenarios olivos; lo que son viñas, no vimos ninguna. Esto de los nombres de las ermitas es un misterio que solo los lugareños conocen). Josele y yo apostamos, (la apuesta era una tontería que no merece la pena explicar aquí), en juego estaba el pago de los cafés y carajillos. Perdí yo.
13.- Todos, excepto los getafenses, iban bien aprovisionados de comida. Maricamen, caldo caliente; Félix, filetes y pimientos de piquillo con derecho a mojar el pan en la salsa. Vino de Tiro y cerveza de Josele. Fernando, empanada de calabaza. (Que Isabel nos perdone). Concluida la comida, y ya con el frío en el cuerpo, dimos un rapidísimo vistazo a la ermita, (no mereció detenerse en ella siquiera un minuto). Los carajillos y los cafés los tomamos en una pastelería de Huesca capital muy conocida por todos, cuyo nombre, si no recuerdo mal, era Bailo. Serían las siete de la tarde, ya anochecía. Llegó el momento de la despedida y los besos. Todos para Zaragoza y Cadrete. Paquita y Blas, para Getafe,
¡Qué pasada! ¿Verdad, Presen?
Hasta la próxima... Blas
EXCURSIÓN POR VADIELLO Y VISITA A LA CIMA DEL BORÓN
Quiero aclarar a los posibles lectores de esta crónica, que en ella no encontrarán ningún dato geográfico, zoológico o botánico de interés. Para ello pueden consultar cualquiera de las innumerables guías que sobre la Sierra de Guara hay publicadas. No hace falta decir, por tanto, que mi conocimiento de la citada Sierra es más bien escaso. Sólo soy experto en emociones, a las que, por cierto, a duras penas puedo dominar. No perdamos más tiempo y vayamos al asunto:
1.- La excursión fue el domingo, 5 de febrero de 2006. Se inició a las nueve y media de la mañana en la llamada casa del arquitecto de la presa / pantano de Vadiello Los primeros en llegar, fueron Jose María, "El Tiro" y Toña, (que venían de Benasque). Los demás no tardamos en llegar por el siguiente orden: Amalio, Paquita, Blas, (estos dos últimos, de Getafe) Maricarmen, Presen, Josele y Félix, y finalmente, Fernando y su hijo Daniel, ¡Qué chaval más estupendo!. En total, once socios del CLUB JESÚS OBRERO -de Zaragoza-.
2.- Los getafenses preguntaron por el resto de la gente del Club (Antonio, Angelito, Paco... )
La mañana estaba muy fría y la niebla lo envolvía todo. Sin embargo, se adivinaba que el Sol iba a ser uno de los protagonistas de la jornada, junto con los mallos , los buitres = Gyps fulvus planeando en el azul del cielo y la vista de los Pirineos Desde el comienzo el camino es muy empinado. A la media hora, Maricarmen dijo que "verde las han segao". Presen trató de convencerla para que siguiera. Un servidor también lo intentó; pero Maricarmen no se "apeó del burro", lo que a la postre, fue un acierto.
3.- Casi siempre (aunque no en todos los caso) es un acierto respetar en la montaña, (y también en general, pero más en la montaña) la decisión del compañero. Sospeché que en los días anteriores a la excursión, Josele y Maricarmen estuvieron sopesando las posibilidades: ¡Pero qué bien ha subido mi niña al Peiró! Le diría, cargado de razón, Josele. De cualquier manera, todos los presentes comprendimos y agradecimos el esfuerzo realizado por Maricarmen. La pareja emprendió el descenso.
Al poco de la despedida, los que continuamos, llegamos al inicio de un corredor que terminaba en un collado.
4.- En este punto, el Sol brillaba en un cielo de azul perfecto; mientras que por debajo de nosotros, un inmenso mar de nubes lo cubría todo. Un día maravilloso. Sólo quienes han visto lo que describo pueden saben de cuánta hermosura hablo. El Borón aparecía frente a nosotros como el patito feo en comparación a los picos cercanos, mucho más bellos que él. Hubo que dar un largo rodeo y perder altura para situarnos en su falda. La subida final no es nada deificante, y si no, que le pregunten a Toña, (¿A que sí, mi niña?).
5.- Ya en la cima, pudimos contemplar gran parte de la cadena pirenáica. La claridad era perfecta. El maestro en identificar los diferentes picos fue el sabiondo de Félix, (No te me mosquées Grandullón, que sabes que lo digo con cariño, ¿o no?). Fernando, (y los demás también, pero menos) siguió con atención sus explicaciones. Tiro, puso también su granito de sabiduría, (aquí hubiera sido menos problemático poner, por ejemplo, "su gran sabiduría"): Monte Perdido (3355 m), Pico Cilindro (3.328m), ... Vignemale (3298 m), Balaitus (3.144m)
6.- "Si miras por los prismáticos, -dijo Fernando- hasta la Gran Facha (3.005 m) se ve". Para mí, la maravilla era total. Los de Getafe veíamos por primera vez el espectáculo; los demás ya lo conocían.
7.- Poco a poco el manto de niebla que se extendía a nuestros pies desapareció. Entonces pudimos ver plenamente Vadiello y recrearnos con sus esbeltos Mallos. (Se comentó lo bajo que estaba el embalse y los problemas de agua que tendría este verano Huesca capital). Mientras tanto decidimos comer un aperitivo. Amalio llevó en su bota un vino muy bueno. Fernando ofreció queso parmesano; Felix, unas lonchas de lomo; Tiro, tres botas: una en cada pie y otra en la mochila de, al menos, litro y medio de vino; los de Getafe, mucho cariño, mucho...
8.- Llegó la hora de emprender el regreso. Mientras bajábamos, ya en la base del Borón, me detuve un momento para contemplar cómo caminaban "junticos" mis compañeros. Los vi felices, ¿o fue quizás mi felicidad la que quiso verlos así? Pensé: "¡Qué buena gente son! Es improbable que este grupo vuelva a repetirse en este sitio. El momento es único y yo soy testigo consciente de ello"
9.- A poco de llegar al collado que conduce al corredor, Fernando sugirió subir al Mallo de San Jorge. A Félix no le entusiasmó la idea; a Toña y Presen, tampoco. Fue Tiro quien se decidió a acompañarlo. Al final fuimos todos, excepto Toña y Presen. Para subir al Mallo de San Jorge hay que servirse de dos tramos que hay instalados de cable de acero de unos cuatro metros de largo cada uno.
10.- A estos, les siguen unas clavijas, (aquí, en Aragón, llaman clavijas a unos barrotitos de hierro empotrados en la roca). Aunque no hay dificultad para ascender por las clavijas, la exposición es grande.
En este punto hubo gran juerga y cachondeo a costa del tembleque, (por otra parte inexistente) de las piernas del que esto escribe. De cualquier forma, el mayor mérito fue, sin ninguna duda, para Daniel. Cuando veáis a este jovencito,
11.- Arriba del San Jorge, justo debajo de nuestros pies, sobre un mallo menor, vimos cómo platicaban entre ellos los buitres. A juzgar por la gran cantidad de estos bichos, que planearon sobre nuestras cabezas poco después, no es de extrañar que estuvieran hablando de cúal de nosotros estaría más bueno. No soy buitre, pero sospecho a quién habían elegido.
12.- Aunque sólo eran las cuatro de la tarde, cuando llegamos al aparcamiento, los rayos de Sol se habían extinguidos. Josele nos esperaba charlando con un montañero, ya anciano, del Club Peña Guara. Maricarmen se había quedado en un tramo de la carretera al calor del Sol que allí sí llegaba. Fuimos a su encuentro. Cuando llegamos, el Sol ya se había ido. Fue entonces cuando Amalio se despidió camino de Zaragoza. Hasta pronto querido Amalio. Los demás montamos en nuestros coches con la pretensión de hallar un lugar donde comer a gusto.
Felix nos llevó a un prado próximo a la ermita llamada de los Viñedos, (cerca se levantaban unos centenarios olivos; lo que son viñas, no vimos ninguna. Esto de los nombres de las ermitas es un misterio que solo los lugareños conocen). Josele y yo apostamos, (la apuesta era una tontería que no merece la pena explicar aquí), en juego estaba el pago de los cafés y carajillos. Perdí yo.
¡Qué pasada! ¿Verdad, Presen?
Hasta la próxima... Blas
mayo 06, 2010
Act. mayo 2010. Cº Poesía J. Hierro (2.25)
RECIBIDO del Centro de Poesía José Hierro
- Jueves 6 de mayo =HOY=. Recital de Manolo Ríos Ruiz. Ciclo Encuentros. Auditorio del centro, 20.00 h.
Manuel Ríos Ruiz es natural de Jerez de la Frontera (1934). Miembro de número de la Real Academia Jerezana de San Dionisio de Ciencias Artes y Letras. Co-Fundador de la Cátedra de Flamencología de Jerez. Periodista y escritor. Reside en Madrid, donde ha dirigido las revistas La Venencia, La Caña, La Estafeta Literaria y La Serneta. Durante quince años mantuvo en RNE el programa de flamenco "El Cuarto de los Cabales". Actualmente es crítico de flamenco de ABC de Madrid y columnista de Diario de Jerez. Cultiva la poesía y el ensayo. Por su libro de poemas El oboe, mereció el Premio Nacional de Literatura 1972 del Ministerio de Cultura. Y por el conjunto de su obra poética el Premio Hispania de las Letras del Club Universitario Hesperia de Nueva York. Otros premios de poesía en su haber son Bécquer, Adonais (accésit), Boscán, Ciudad de Irún, Rafael Morales, Lacalle, Villa de Rota, Alcaraván, Ciudad de Martorell, Juan Ramón Jiménez, Juan Alcaide y José Hierro.
Entre sus libros de poemas destacan Dolor de Sur, Amores con la tierra, El oboe, Los arriates, La paz de los escándalos, Vasijas y deidades, Razón, vigilia y elegía de Manuel Torre, Los predios del jaramago, Cartas a una madrina de guerra, Una inefable presencia, Plazoleta de los ojos, Piedra de amolar, Figuraciones y Juratorio.
Se han editado siete antologías de sus poemas, la última titulada La memoria alucinada (Madrid, Calumbur, 1999). Ha sido traducido a varios idiomas. Como ensayista ha publicado: Introducción al cante flamenco, Diccionario de escritores gaditanos, Rumbos del cante flamenco, De cante y cantaores de Jerez, Aproximaciones a la tauromaquia, Jerez: del ayer al futuro, Ayer y hoy del cante flamenco, El gran libro del flamenco y las monografías de los pintores Francisco Hernández y Gutiérrez Montiel. En colaboración con J. Blas Vega: Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco y Maestros del Flamenco.
Ha dirigido literariamente el Diccionario Enciclopédico Ilustrado de la Provincia de Cádiz y numerosos ciclos culturales en el Ateneo y en el Círculo de Bellas Artes madrileños. Como conferenciante ha desarrollado temas literarios y flamencos en centros culturales y universidades de Europa y América.
- Lunes 10 de mayo. Recital de Carlos Pardo. Ciclo Poesía Joven. Auditorio del centro, 20.00 h
Carlos Pardo nació en Madrid el 26 de octubre de 1975. Comenzó a estudiar Letras, luego fue librero y ahora trabaja en una editorial. Ha publicado los libros de poemas El invernadero (Hiperión, 1995), Desvelo sin paisaje (Pre-Textos, 2002) y Echado a perder (Visor, 2007). Ha epilogado a Ángel González: Tratado de urbanismo (Bartleby, 2006, 2008). Y prologado a Tranströmmer: El cielo a medio hacer (Nórdica, 2010). Junto a José Manuel Mariscal, preparó la edición de Hace falta estar ciego. Poéticas del compromiso para el siglo XXI (Visor, 2003); y junto a Elizabeth Zuba, la de La familia americana. Antología de nueva poesía de Estados Unidos (Cosmopoética, 2010). Dirigió una revista anónima con la editorial Pre-Textos, codirige el festival de poesía Cosmopoética y colabora en la sección de cultura del periódico Público.
- Lunes 17 de mayo. Recital de Subhro Bandopadhyay. Ciclo Panorama Literario. Auditorio del Centro, 20.00 h.
Subhro Bandopadhyay (seudónimo de Subhransu Banerjee) nació en 1978, en Kolkata, India. Es biólogo y ha estudiado español en el Instituto Cervantes. Ha desempeñado varios oficios, desde investigador de los gigoloes hasta traductor del Jefe de Estado de Bengala. Premio Nacional para escritores jóvenes de la India «Sanskriti Awards for literature». En 2008 recibe la I Beca Internacional Antonio Machado de creación poética para escribir La ciudad leopardo.
Ha publicado cuatro libros de poemas, una novela y una biografía de Pablo Neruda en bengalí. Ha dirigido y traducido la primera antología de la poesía bengalí actual en español junto con la poeta chilena Violeta Medina. Es el fundador y director de la revista de poesía Podyocharcha.
- Jueves 20 de mayo. Recital de los alumnos del Taller Todo lo que circula. Ciclo Aula Literaria. Auditorio del centro, 20.00 h.
Concebido para que todos los alumnos de los talleres impartidos en el Centro tengan la oportunidad de mostrar sus trabajos al público, nuestro Ciclo Aula Literaria surge de la convicción de que para todo creador es fundamental ofrecer al mundo el fruto de su esfuerzo y experimentar a su vez la recepción de su obra en los demás.
Proseguimos el ciclo con la lectura de los componentes del Taller de Poesía dirigido por Eva Chinchilla.
www.cpoesiajosehierro.org >>>>> info@cpoesiajosehierro.org
José Hierro 7, 28905 Getafe (Madrid) / Tel. 91 696 82 18 /
- Jueves 6 de mayo =HOY=. Recital de Manolo Ríos Ruiz. Ciclo Encuentros. Auditorio del centro, 20.00 h.
Manuel Ríos Ruiz es natural de Jerez de la Frontera (1934). Miembro de número de la Real Academia Jerezana de San Dionisio de Ciencias Artes y Letras. Co-Fundador de la Cátedra de Flamencología de Jerez. Periodista y escritor. Reside en Madrid, donde ha dirigido las revistas La Venencia, La Caña, La Estafeta Literaria y La Serneta. Durante quince años mantuvo en RNE el programa de flamenco "El Cuarto de los Cabales". Actualmente es crítico de flamenco de ABC de Madrid y columnista de Diario de Jerez. Cultiva la poesía y el ensayo. Por su libro de poemas El oboe, mereció el Premio Nacional de Literatura 1972 del Ministerio de Cultura. Y por el conjunto de su obra poética el Premio Hispania de las Letras del Club Universitario Hesperia de Nueva York. Otros premios de poesía en su haber son Bécquer, Adonais (accésit), Boscán, Ciudad de Irún, Rafael Morales, Lacalle, Villa de Rota, Alcaraván, Ciudad de Martorell, Juan Ramón Jiménez, Juan Alcaide y José Hierro.
Entre sus libros de poemas destacan Dolor de Sur, Amores con la tierra, El oboe, Los arriates, La paz de los escándalos, Vasijas y deidades, Razón, vigilia y elegía de Manuel Torre, Los predios del jaramago, Cartas a una madrina de guerra, Una inefable presencia, Plazoleta de los ojos, Piedra de amolar, Figuraciones y Juratorio.
Se han editado siete antologías de sus poemas, la última titulada La memoria alucinada (Madrid, Calumbur, 1999). Ha sido traducido a varios idiomas. Como ensayista ha publicado: Introducción al cante flamenco, Diccionario de escritores gaditanos, Rumbos del cante flamenco, De cante y cantaores de Jerez, Aproximaciones a la tauromaquia, Jerez: del ayer al futuro, Ayer y hoy del cante flamenco, El gran libro del flamenco y las monografías de los pintores Francisco Hernández y Gutiérrez Montiel. En colaboración con J. Blas Vega: Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco y Maestros del Flamenco.
Ha dirigido literariamente el Diccionario Enciclopédico Ilustrado de la Provincia de Cádiz y numerosos ciclos culturales en el Ateneo y en el Círculo de Bellas Artes madrileños. Como conferenciante ha desarrollado temas literarios y flamencos en centros culturales y universidades de Europa y América.
- Lunes 10 de mayo. Recital de Carlos Pardo. Ciclo Poesía Joven. Auditorio del centro, 20.00 h
Carlos Pardo nació en Madrid el 26 de octubre de 1975. Comenzó a estudiar Letras, luego fue librero y ahora trabaja en una editorial. Ha publicado los libros de poemas El invernadero (Hiperión, 1995), Desvelo sin paisaje (Pre-Textos, 2002) y Echado a perder (Visor, 2007). Ha epilogado a Ángel González: Tratado de urbanismo (Bartleby, 2006, 2008). Y prologado a Tranströmmer: El cielo a medio hacer (Nórdica, 2010). Junto a José Manuel Mariscal, preparó la edición de Hace falta estar ciego. Poéticas del compromiso para el siglo XXI (Visor, 2003); y junto a Elizabeth Zuba, la de La familia americana. Antología de nueva poesía de Estados Unidos (Cosmopoética, 2010). Dirigió una revista anónima con la editorial Pre-Textos, codirige el festival de poesía Cosmopoética y colabora en la sección de cultura del periódico Público.
- Lunes 17 de mayo. Recital de Subhro Bandopadhyay. Ciclo Panorama Literario. Auditorio del Centro, 20.00 h.
Subhro Bandopadhyay (seudónimo de Subhransu Banerjee) nació en 1978, en Kolkata, India. Es biólogo y ha estudiado español en el Instituto Cervantes. Ha desempeñado varios oficios, desde investigador de los gigoloes hasta traductor del Jefe de Estado de Bengala. Premio Nacional para escritores jóvenes de la India «Sanskriti Awards for literature». En 2008 recibe la I Beca Internacional Antonio Machado de creación poética para escribir La ciudad leopardo.
Ha publicado cuatro libros de poemas, una novela y una biografía de Pablo Neruda en bengalí. Ha dirigido y traducido la primera antología de la poesía bengalí actual en español junto con la poeta chilena Violeta Medina. Es el fundador y director de la revista de poesía Podyocharcha.
- Jueves 20 de mayo. Recital de los alumnos del Taller Todo lo que circula. Ciclo Aula Literaria. Auditorio del centro, 20.00 h.
Concebido para que todos los alumnos de los talleres impartidos en el Centro tengan la oportunidad de mostrar sus trabajos al público, nuestro Ciclo Aula Literaria surge de la convicción de que para todo creador es fundamental ofrecer al mundo el fruto de su esfuerzo y experimentar a su vez la recepción de su obra en los demás.
Proseguimos el ciclo con la lectura de los componentes del Taller de Poesía dirigido por Eva Chinchilla.
www.cpoesiajosehierro.org >>>>> info@cpoesiajosehierro.org
José Hierro 7, 28905 Getafe (Madrid) / Tel. 91 696 82 18 /
La Gran Solución
Caminante dijo... 6 de febrero de 2010 12:21 (error, son las 21:21) en desdemigruta.blogspot.com/ TEXTO de 4 de febrero/ 2010
Está claro clarísimo... Trabajo haylo
Y sueldos de miseria... más aún
¿Dónde está el problema?
¡Si es que queremos ser todos iguales!
y así va como va la economía
¡Esto no pasaba...
A amolarse tocan... PAQUITA
Está claro clarísimo... Trabajo haylo
Y sueldos de miseria... más aún
¿Dónde está el problema?
¡Si es que queremos ser todos iguales!
y así va como va la economía
¡Esto no pasaba...
A amolarse tocan... PAQUITA
Gramsci.. (+ Pierre Miró)
Esta entrada fue escrita el Lunes, 26 de Abril de 2010 por ©Pierre Miró www.elpobrecitoveedor.net/blog/
Es lamentable que a estas alturas del siglo XXI, setenta y tantos años después, haya personas que no puedan tener a sus muertos bien enterrados.
Es patético que pueda sentarse en el banquillo de los acusados la única persona que ha intentado investigar, jurídicamente hablando, las desapariciones de la dictadura, de modo que no tengan impunidad esos delitos de lesa humanidad.
Es insostenible que lo que es válido para Chile, Argentina, Sudáfrica, no lo sea en la España democrática que comenzó a aplicar la justicia universal (por decisión del legislativo, ya no se aplica).
Es antijurídico que se catalogue como presunta prevaricación lo que no es sino una interpretación heterodoxa del derecho.
Es paradójico, incoherente y chusco que se cuestionen comportamientos de los demás hacia la justicia cuando se tiene por costumbre hacer lo mismo cuando se trata de la defensa de intereses propios.
Es tremenda la desmemoria histórica de gentes que quieren ignorar el pasado, bien porque miraron para otro lado, o bien porque pudiendo haberse enterado no lo hicieron y, además, cuestionan que tuvieran lugar los hechos incontrovertibles que se denuncian por quienes sí tienen memoria y han padecido esos mismos hechos en carne propia o cercana.
Es desesperanzador que mucha gente joven desconozca una etapa histórica reciente del propio país, por el olvido impulsado desde un sistema educativo que, sistemáticamente, se termina en el novecento o, como mucho, en lo que aconteció a nivel mundial.
Es impresentable que cada año la presidenta de una comunidad se ponga la kipa para conmemorar el holocausto, y los medios afines la aplaudan, y nadie tenga un recuerdo oficial para quienes cayeron en defensa de la legalidad constitucional y de los valores democráticos, que ahora tanto se ensalzan por los herederos de los levantiscos.
Es desilusionante comprobar a estas alturas de la vida que continúe habiendo palos del sombrajo que se te sigan cayendo cuando menos te lo esperas.
Es necesario, aunque cada vez resulte más complicado, seguir encontrando motivos para contraponer al gramsciano pesimismo de la razón el optimismo de la voluntad.
PAQUITA on 27/Abril/2010 - 17:29
HAY OCASIONES EN QUE,
POR MUCHA VOLUNTAD QUE LE PONGAMOS,
EL OPTIMISMO SE NOS NUBLA. Paquita -te lo copio-
Es lamentable que a estas alturas del siglo XXI, setenta y tantos años después, haya personas que no puedan tener a sus muertos bien enterrados.
Es patético que pueda sentarse en el banquillo de los acusados la única persona que ha intentado investigar, jurídicamente hablando, las desapariciones de la dictadura, de modo que no tengan impunidad esos delitos de lesa humanidad.
Es insostenible que lo que es válido para Chile, Argentina, Sudáfrica, no lo sea en la España democrática que comenzó a aplicar la justicia universal (por decisión del legislativo, ya no se aplica).
Es antijurídico que se catalogue como presunta prevaricación lo que no es sino una interpretación heterodoxa del derecho.
Es paradójico, incoherente y chusco que se cuestionen comportamientos de los demás hacia la justicia cuando se tiene por costumbre hacer lo mismo cuando se trata de la defensa de intereses propios.
Es tremenda la desmemoria histórica de gentes que quieren ignorar el pasado, bien porque miraron para otro lado, o bien porque pudiendo haberse enterado no lo hicieron y, además, cuestionan que tuvieran lugar los hechos incontrovertibles que se denuncian por quienes sí tienen memoria y han padecido esos mismos hechos en carne propia o cercana.
Es desesperanzador que mucha gente joven desconozca una etapa histórica reciente del propio país, por el olvido impulsado desde un sistema educativo que, sistemáticamente, se termina en el novecento o, como mucho, en lo que aconteció a nivel mundial.
Es impresentable que cada año la presidenta de una comunidad se ponga la kipa para conmemorar el holocausto, y los medios afines la aplaudan, y nadie tenga un recuerdo oficial para quienes cayeron en defensa de la legalidad constitucional y de los valores democráticos, que ahora tanto se ensalzan por los herederos de los levantiscos.
Es desilusionante comprobar a estas alturas de la vida que continúe habiendo palos del sombrajo que se te sigan cayendo cuando menos te lo esperas.
Es necesario, aunque cada vez resulte más complicado, seguir encontrando motivos para contraponer al gramsciano pesimismo de la razón el optimismo de la voluntad.
PAQUITA on 27/Abril/2010 - 17:29
HAY OCASIONES EN QUE,
POR MUCHA VOLUNTAD QUE LE PONGAMOS,
EL OPTIMISMO SE NOS NUBLA. Paquita -te lo copio-
mayo 05, 2010
El Circo de Gredos, Manuel Casadiego y sus Puntos de Vista
manuelcasadiego.blogspot.com/ "Los cazadores de la luz sabemos que sin el contrapunto de la oscuridad, se desvanece el relieve y todos los objetos aparecen planos. La aspiración a la belleza absoluta, la luz infinita, si llegáramos a alcanzarla, nos enceguecería y quedaría velada para siempre. Necesitamos las sombras para evitarlo.
En la soledad de las cimas y sobre las nubes que ocultan y llenan de melancolía los valles, la percibimos vagamente y, deslumbrados, al descender seguimos su búsqueda. Hay ocasiones en las que creemos descubrir algún reflejo en la música o en la intuición poética, pero siempre aparecen sombríos contrastes alrededor, por lo que volvemos a ascender en pos de la pureza de la Luz, sabedores de que nunca estará a nuestro alcance.
Ese no conocimiento hará que sintamos más la atracción por la inclemencia de los abismos: El sueño de la nada junto a la gloria de las cumbres, en una perfecta sonata interpretada fuera y más allá del tiempo y el espacio manuelcasadiego.blogspot.com/2008/11/los-cazadores-de-la-luz.html >>> Los cazadores de la luz >>> 11/05/2008
Como ilustración musical, escuchar la sonata para violín y teclado nº 4 en do menor, BWV 1017 de J.S. Bach, en la versión de Yehudi Menuhin y Glenn Gould" <<<<<<<(Para escuchar... a su página)
Y, digo yo, Paquita, sin necesidad de rebuscar en el baúl -como a mí, sí que, me gusta hacer- podéis entrar ahora mismo
manuelcasadiego.blogspot.com/2010_04_01_archive.html y ver las últimas fotos de Gredos... calentitas: 6 - 7 - 11 de abril y 30 de marzo 2010. DISFRUTADLAS
En la soledad de las cimas y sobre las nubes que ocultan y llenan de melancolía los valles, la percibimos vagamente y, deslumbrados, al descender seguimos su búsqueda. Hay ocasiones en las que creemos descubrir algún reflejo en la música o en la intuición poética, pero siempre aparecen sombríos contrastes alrededor, por lo que volvemos a ascender en pos de la pureza de la Luz, sabedores de que nunca estará a nuestro alcance.
Ese no conocimiento hará que sintamos más la atracción por la inclemencia de los abismos: El sueño de la nada junto a la gloria de las cumbres, en una perfecta sonata interpretada fuera y más allá del tiempo y el espacio manuelcasadiego.blogspot.com/2008/11/los-cazadores-de-la-luz.html >>> Los cazadores de la luz >>> 11/05/2008
Como ilustración musical, escuchar la sonata para violín y teclado nº 4 en do menor, BWV 1017 de J.S. Bach, en la versión de Yehudi Menuhin y Glenn Gould" <<<<<<<(Para escuchar... a su página)
Y, digo yo, Paquita, sin necesidad de rebuscar en el baúl -como a mí, sí que, me gusta hacer- podéis entrar ahora mismo
manuelcasadiego.blogspot.com/2010_04_01_archive.html y ver las últimas fotos de Gredos... calentitas: 6 - 7 - 11 de abril y 30 de marzo 2010. DISFRUTADLAS
Vídeo: Las grandes empresas nos Roban el Agua(44.29)
VISTO en elcuadernodeunizquierdista.blogspot.com/ jopemora. 05 de mayo de 2009 www.youtube.com/watch?v=Tpq4q8_eP3Q Flow: For Love of water (2008) es un documental dirigido por Irena Salina producida por Steven Starr y co-producido por Gill Holanda y Yvette Tomlinson. La película -exhibida en el Festival de Sundance- presenta entrevistas con activistas...
(...) ¿Cómo un puñado de empresas Nos Roba el Agua?
-en Madrid la pugna está en querer arrebatarnos el Canal de Isabel II, de propiedad pública... de momento y privatizarlo.
Ya se sabe... el pensamiento liberal consiste en: Privatizar Beneficios y Nacionalizar Pérdidas ¡ingenioso! y ¡rentable! para ellos. PAQUITA
(...) ¿Cómo un puñado de empresas Nos Roba el Agua?
-en Madrid la pugna está en querer arrebatarnos el Canal de Isabel II, de propiedad pública... de momento y privatizarlo.
Ya se sabe... el pensamiento liberal consiste en: Privatizar Beneficios y Nacionalizar Pérdidas ¡ingenioso! y ¡rentable! para ellos. PAQUITA
El widgets nuevo del blogueador... (+ Júcaro)
Publicado en 2010 Marzo 5; blog de Júcaro. Su nombre 14 de abril... 14 de abril? pues es "Su" Día http://14deabril.wordpress.com/
Por la blogosfera pululan muchos fantasmas. El fantoche de este cuento, con distintos finales, era un bloguero tan entregado a su blog que dedicaba gran parte de su tiempo en buscar la forma de mejorar el aspecto visual de su bitácora, en la elaboración de suartículo diario y en la obsesión de escalar posicionamiento en esos rankings tan absurdos como codiciados. Tal era su dedicación que abandonó a los amigos, perdió su afición a la práctica deportiva y el interés por la música. Cuentan que su conversación se volvió insulsa y que sus conocidos temían hablar con él por miedo a ser objeto de sus post.
Cuando sonaba el teléfono su compañera siempre decía lo mismo:
-¡ Bueno…, ahora está ocupado en el ordenador!
El lugar donde vivía ofrecía posibilidades, pero el blogueador estaba a lo suyo; despreciaba el sol, los paseos por los montes cercanos y las tardes de cine. Cuando no era Facebook era Twenty, cuando no un post rebelde que se le resistía o el comentario del «tocahuevos» de turno que le hacía pensar en la respuesta más audaz, adecuada o contundente. Fervoroso creyente, se encomendaba al dios Google para la caza y captura de la inspiración o para el plagio más o menos solapado. Tanto en el trabajo como entre sus amigos, percibieron cierto cambio en su conducta. Mentalmente siempre estaba conectado a la blogosfera. Alguna vez pensó que su personalidad real podría verse alterada por una identidad virtual fuera de control. Era algo que intuía podría acarrearle consecuencias imprevisibles pero desechaba la posibilidad porque deducía que plantearse esa hipótesis, era todo un salvoconducto.
Un día, a través de una red social, entabló relación con un truhçan que se hizo pasar por experto webmaster. Éste le aseguró saber mejorar su blog hasta subirlo a lo más altos de los rankings y situarlo en la PageRank más deslumbrante. Un portentoso widget obraría el milagro. También le sugirió formar parte de una plataforma de bitácoras en la que sus miembros tenían diseñada una especie de cama redonda en la que sustituían las caricias por links para satisfacer la promoción de sus blogs y ganar eso que llaman “visibilidad”. Este sujeto le garantizó que con el widgets en cuestión comenzaría a recibir infinidad de visitas y el número de comentarios subiría de manera espectacular. Igualmente le insinuó la posibilidad de facilitarle acceso a los contenidos no publicados aún por otros blogueros.
—¡Deben ser un widget magnífico! -pensó el blogueador-. Si lo tuviera, podría averiguar qué blogueros de los rankings son indignos del puesto que ocupan. Podría distinguir a los auténticos de los falsarios, los honestos de los tramposos además de acceder a sus borradores para adelantarme a sus publicaciones o incluso colocar enlaces a mis post en aquellas bitácoras que me proporcionen más visitas y prestigio. Sí, debo permitir que me lo instalen inmediatamente.
El supuesto webmaster le hizo creer que hacía algo en el panel de administración de la bitácora, pero en realidad no hacía nada. Simplemente, desde diferentes IP y con múltiples nicks bombardeó la bitácora del blogueador durante unos días con comentarios que siempre, y con muy diferentes formas de expresión, manifestaban lo mucho que les impresionaba el blog, lo bien logrado que estaba, lo interesante de los temas que tratados o los enfoques tan originales como persuasivos.
Convencido que había dado un salto cualitativo se entregó con más denuedo a la tarea de escribir y no había día que no publicara un par de entradas.
(Primer final)
No es necesario decir que el blogueador se percató, al poco tiempo, que había sido objeto de una broma o una estrategia urdida por alguien que pretendía que pusiera los pies en tierra. Convencido de lo ridículo de la situación, borró todos los contenidos de su blog y comenzó a escribir en otra bitácora y bajo una identidad diferente. Lo hizo sin prisas y con el compromiso de publicar un máximo de dos entradas semanales para que el esmero en la escritura, el cuidado en las formas y la certeza en lo publicado primasen sobre el número de visitas, comentarios y posicionamiento que pudiera conseguir.
(Segundo final)
Al percatarse del engaño, lejos de desanimarse entendió que precisaba un poco de tiempo, tratar nuevos temas y eludir el viciado sesgo que rezumaba en cada post. Después de un tiempo sin actualizar, realizó algunos cambios en su blog y continuó escribiendo como si nada hubiera pasado. Al fin de cuenta, muy apesadumbrado, se preguntó: ¿quiénes y cuántos son los que leen mi blog?
(Tercer final)
Al descubrir que había sido desnudado como el emperador de los trajes del cuento, decidió poner fin a tanto despropósito; suprimió su blog y desconectó el ordenador; se acercó a su compañera y la miró como hacía tiempo no lo hacía.
PAQUITA dijo... La vanidad es algo a lo que todos podemos quedar enganchados… por algún tiempo;… Todo el tiempo diría algo elocuente del paciente obsesivo-compulsivo.
Cualquiera de los finales parece posible, el último podría mantenerse algunos días, para al cabo de otros… volver al ordenador y recuperar esa parte lúdica informativa creativa? que nos “engancha” y que los más cercanos a nosotros padecen y temen en alguna manera.
¡Te lo copio!… a ver si subo en el ranking… objetivo muy lejano, tanto… que ni se ve. Besicos desde el foro: PAQUITA
Por la blogosfera pululan muchos fantasmas. El fantoche de este cuento, con distintos finales, era un bloguero tan entregado a su blog que dedicaba gran parte de su tiempo en buscar la forma de mejorar el aspecto visual de su bitácora, en la elaboración de suartículo diario y en la obsesión de escalar posicionamiento en esos rankings tan absurdos como codiciados. Tal era su dedicación que abandonó a los amigos, perdió su afición a la práctica deportiva y el interés por la música. Cuentan que su conversación se volvió insulsa y que sus conocidos temían hablar con él por miedo a ser objeto de sus post.
Cuando sonaba el teléfono su compañera siempre decía lo mismo:
-¡ Bueno…, ahora está ocupado en el ordenador!
El lugar donde vivía ofrecía posibilidades, pero el blogueador estaba a lo suyo; despreciaba el sol, los paseos por los montes cercanos y las tardes de cine. Cuando no era Facebook era Twenty, cuando no un post rebelde que se le resistía o el comentario del «tocahuevos» de turno que le hacía pensar en la respuesta más audaz, adecuada o contundente. Fervoroso creyente, se encomendaba al dios Google para la caza y captura de la inspiración o para el plagio más o menos solapado. Tanto en el trabajo como entre sus amigos, percibieron cierto cambio en su conducta. Mentalmente siempre estaba conectado a la blogosfera. Alguna vez pensó que su personalidad real podría verse alterada por una identidad virtual fuera de control. Era algo que intuía podría acarrearle consecuencias imprevisibles pero desechaba la posibilidad porque deducía que plantearse esa hipótesis, era todo un salvoconducto.
Un día, a través de una red social, entabló relación con un truhçan que se hizo pasar por experto webmaster. Éste le aseguró saber mejorar su blog hasta subirlo a lo más altos de los rankings y situarlo en la PageRank más deslumbrante. Un portentoso widget obraría el milagro. También le sugirió formar parte de una plataforma de bitácoras en la que sus miembros tenían diseñada una especie de cama redonda en la que sustituían las caricias por links para satisfacer la promoción de sus blogs y ganar eso que llaman “visibilidad”. Este sujeto le garantizó que con el widgets en cuestión comenzaría a recibir infinidad de visitas y el número de comentarios subiría de manera espectacular. Igualmente le insinuó la posibilidad de facilitarle acceso a los contenidos no publicados aún por otros blogueros.
—¡Deben ser un widget magnífico! -pensó el blogueador-. Si lo tuviera, podría averiguar qué blogueros de los rankings son indignos del puesto que ocupan. Podría distinguir a los auténticos de los falsarios, los honestos de los tramposos además de acceder a sus borradores para adelantarme a sus publicaciones o incluso colocar enlaces a mis post en aquellas bitácoras que me proporcionen más visitas y prestigio. Sí, debo permitir que me lo instalen inmediatamente.
El supuesto webmaster le hizo creer que hacía algo en el panel de administración de la bitácora, pero en realidad no hacía nada. Simplemente, desde diferentes IP y con múltiples nicks bombardeó la bitácora del blogueador durante unos días con comentarios que siempre, y con muy diferentes formas de expresión, manifestaban lo mucho que les impresionaba el blog, lo bien logrado que estaba, lo interesante de los temas que tratados o los enfoques tan originales como persuasivos.
Convencido que había dado un salto cualitativo se entregó con más denuedo a la tarea de escribir y no había día que no publicara un par de entradas.
(Primer final)
No es necesario decir que el blogueador se percató, al poco tiempo, que había sido objeto de una broma o una estrategia urdida por alguien que pretendía que pusiera los pies en tierra. Convencido de lo ridículo de la situación, borró todos los contenidos de su blog y comenzó a escribir en otra bitácora y bajo una identidad diferente. Lo hizo sin prisas y con el compromiso de publicar un máximo de dos entradas semanales para que el esmero en la escritura, el cuidado en las formas y la certeza en lo publicado primasen sobre el número de visitas, comentarios y posicionamiento que pudiera conseguir.
(Segundo final)
Al percatarse del engaño, lejos de desanimarse entendió que precisaba un poco de tiempo, tratar nuevos temas y eludir el viciado sesgo que rezumaba en cada post. Después de un tiempo sin actualizar, realizó algunos cambios en su blog y continuó escribiendo como si nada hubiera pasado. Al fin de cuenta, muy apesadumbrado, se preguntó: ¿quiénes y cuántos son los que leen mi blog?
(Tercer final)
Al descubrir que había sido desnudado como el emperador de los trajes del cuento, decidió poner fin a tanto despropósito; suprimió su blog y desconectó el ordenador; se acercó a su compañera y la miró como hacía tiempo no lo hacía.
PAQUITA dijo... La vanidad es algo a lo que todos podemos quedar enganchados… por algún tiempo;… Todo el tiempo diría algo elocuente del paciente obsesivo-compulsivo.
Cualquiera de los finales parece posible, el último podría mantenerse algunos días, para al cabo de otros… volver al ordenador y recuperar esa parte lúdica informativa creativa? que nos “engancha” y que los más cercanos a nosotros padecen y temen en alguna manera.
¡Te lo copio!… a ver si subo en el ranking… objetivo muy lejano, tanto… que ni se ve. Besicos desde el foro: PAQUITA
mayo 04, 2010
Entre la mar y el cielo... (+ Tempero)
Publicado por Tempero en domingo 4 de abril de 2010 en su blog tempero-koroneiki.blogspot.com/
¿Dónde está ese pez que nunca ya hierve? Aquí lo espero, sin caña. Sólamente estiro la mano tanto como longitud tiene el deseo. Y toco el fondo del lago, lo rastreo. No me equivocan las piedras, el lodo del fondo. Todo está como cuando buceaba. Ahora es la mano la que toca, la que quiere el pez, la que respira bajo el agua. Yo arriba espero. Trenzo sobre el semblante de las nubes un pasaje aéreo: más me estiro. Y yo en medio del agua y del cielo. Ahí esta la golondrina que quiebra, que da al cielo un candelabro de vida. No la puedo coger. Ahí está el pez que yo sé. Admito su camuflaje. Quizá lo toque. Necesito su movimiento, su despejada ruta. Espero entre la mar y el cielo.
Caminante dijo... 4 de abril de 2010 14:29
Ahí estamos todos, entre el mar -la Tierra- y el cielo; salvo que transites por zonas más oscuras, fuera de la mirada, más allá del horizonte, más acá del sentimiento, desnortada, transmutada. Ya no me dices... PAQUITA
¿Dónde está ese pez que nunca ya hierve? Aquí lo espero, sin caña. Sólamente estiro la mano tanto como longitud tiene el deseo. Y toco el fondo del lago, lo rastreo. No me equivocan las piedras, el lodo del fondo. Todo está como cuando buceaba. Ahora es la mano la que toca, la que quiere el pez, la que respira bajo el agua. Yo arriba espero. Trenzo sobre el semblante de las nubes un pasaje aéreo: más me estiro. Y yo en medio del agua y del cielo. Ahí esta la golondrina que quiebra, que da al cielo un candelabro de vida. No la puedo coger. Ahí está el pez que yo sé. Admito su camuflaje. Quizá lo toque. Necesito su movimiento, su despejada ruta. Espero entre la mar y el cielo.
Caminante dijo... 4 de abril de 2010 14:29
Ahí estamos todos, entre el mar -la Tierra- y el cielo; salvo que transites por zonas más oscuras, fuera de la mirada, más allá del horizonte, más acá del sentimiento, desnortada, transmutada. Ya no me dices... PAQUITA
Vídeo: Varekai Triple Trapeze, Cirque du Soleil
mcirque. 04 de mayo de 2008 (RECIBIDO de Elpidio)
www.youtube.com/watch?v=R9LeviW3Qbs
The "seduction" of Icarus Cirque du Soleil Song is Kèro Hiréyo, sung by Zara Tellander and Mathieu Lavoie
www.youtube.com/watch?v=R9LeviW3Qbs
The "seduction" of Icarus Cirque du Soleil Song is Kèro Hiréyo, sung by Zara Tellander and Mathieu Lavoie
Fidelidad... (+ Felipe)
Publicado por Felipe el domingo 4 de abril de 2010 en su blog REFLEXIONES elcuadernodeunizquierdista.blogspot.com/
"Creo en el hombre. He visto
espaldas astilladas a trallazos,
almas cegadas avanzando a brincos
(españas a caballo
del dolor y del hambre). Y he creído.
Creo en la paz. He visto
altas estrellas, llameantes ámbitos
amanecientes, incendiando ríos
hondos, caudal humano
hacia otra luz: he visto y he creído.
Creo en ti, patria. Digo
lo que he visto: relámpagos
de rabia, amor en frío, y un cuchillo
chillando, haciéndose pedazos
de pan: aunque hoy hay sólo sombra, he visto
y he creído." Luis Pastor -canta-
Este poema pertenece al libro de Blas de Otero "Pido la paz y la palabra" . Blas de Otero abre una nueva etapa en su poesía en que la crisis existencial y la agonía individual da traslado a su gran preocupación social.En él se plasma la demostración a unos grandes principios: su fe en el hombre, en la paz y en la patria.
Blas de Otero contempla el presente amargo de su patria. Tras haber comprendido que no se puede esperar nada de Dios, nos propone una nueva forma de fe, no ya sólo en el hombre, sino también en la paz (que hay que conquistar) y en la patria (que hay que liberar).
El dolor del poeta tiene una doble consecuencia para él, por lo que toma como arma la palabra y, al mismo tiempo, mantiene una gran esperanza en el ser humano, la paz y la patria a pesar del presente lleno de dolor y de amargura.
Caminante dijo... 5 de abril de 2010 07:14
"Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales... "
Blas de Otero hizo poesía "urgente".
Urgía remover conciencias, remover. También ahora urge...
Besos y buen día, a estas horas en que aún es de noche: PAQUITA
"Creo en el hombre. He visto
espaldas astilladas a trallazos,
almas cegadas avanzando a brincos
(españas a caballo
del dolor y del hambre). Y he creído.
Creo en la paz. He visto
altas estrellas, llameantes ámbitos
amanecientes, incendiando ríos
hondos, caudal humano
hacia otra luz: he visto y he creído.
Creo en ti, patria. Digo
lo que he visto: relámpagos
de rabia, amor en frío, y un cuchillo
chillando, haciéndose pedazos
de pan: aunque hoy hay sólo sombra, he visto
y he creído." Luis Pastor -canta-
Este poema pertenece al libro de Blas de Otero "Pido la paz y la palabra" . Blas de Otero abre una nueva etapa en su poesía en que la crisis existencial y la agonía individual da traslado a su gran preocupación social.En él se plasma la demostración a unos grandes principios: su fe en el hombre, en la paz y en la patria.
Blas de Otero contempla el presente amargo de su patria. Tras haber comprendido que no se puede esperar nada de Dios, nos propone una nueva forma de fe, no ya sólo en el hombre, sino también en la paz (que hay que conquistar) y en la patria (que hay que liberar).
El dolor del poeta tiene una doble consecuencia para él, por lo que toma como arma la palabra y, al mismo tiempo, mantiene una gran esperanza en el ser humano, la paz y la patria a pesar del presente lleno de dolor y de amargura.
Caminante dijo... 5 de abril de 2010 07:14
"Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales... "
Blas de Otero hizo poesía "urgente".
Urgía remover conciencias, remover. También ahora urge...
Besos y buen día, a estas horas en que aún es de noche: PAQUITA
mayo 03, 2010
El Hombre de Carne y Hueso: Sol
Publicado por Sol/Solange Moreira Diaz el domingo, febrero 07, 2010 en su blog Fina estampa de una depresiva, cuyo lema es "Sobre el dolor de existir y desasosiegos varios" Ubicación: Montevideo (Uruguay". Del sentimiento trágico de la vida", Miguel de Unamuno finaestampadeunadepresiva.blogspot.com/ Capítulo 1
Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el adjetivo sustantivado, sino el sustantivo correcto: el hombre. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere -sobre todo muere-, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere; el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano. Porque hay otra cosa, que llaman también hombre, y es el sujeto de no pocas divagaciones más o menos científicas. Y es el bípedo implume de la leyenda, el zoon politikón de Aristóteles, el contratante social de Rousseau, el homo oeconomicus de los manchesterianos, el homo sapiens de Linneo, o, si se quiere, el mamífero vertical. Un hombre que no es de aquí o de allí, ni de esta época o de la otra; que no tiene ni sexo ni patria, una idea, en fin. Es decir, un no hombre. El nuestro es el otro, el de carne y hueso; yo, tú, lector mío; aquel otro de más allá, cuantos pisamos sobre la tierra. Y este hombre concreto, de carne y hueso, es el sujeto y supremo objeto a la vez de toda filosofía, quiéranlo o no ciertos sedicentes filósofos. En las más de las historias de la filosofía que conozco se nos presenta a los sistemas como originándose los unos de los otros, y sus autores, los filósofos, apenas aparecen sino como meros pretextos. La íntima biografía de los filósofos, de los hombres que filosofaron, ocupa un lugar secundario. Y es ella, sin embargo, esa íntima biografía, la que más cosas nos explica. Cúmplenos decir, ante todo, que la filosofía se acuesta más a la poesía que no a la ciencia. Cuantos sistemas filosóficos se han fraguado como suprema combinación de los resultados finales de las ciencias particulares, en un período cualquiera, han tenido mucha menos consistencia y menos vida que aquellos otros que representaban el anhelo integral del espíritu de su autor. Y es que las ciencias, importándonos tanto y siendo indispensables para nuestra vida y nuestro pensamiento, nos son, en cierto sentido, más extrañas que la filosofía. Cumplen un fin más objetivo, es decir, más fuera de nosotros. Son, en el fondo, cosa de economía. Un nuevo descubrimiento científico, de los que llamamos teóricos, es como un descubrimiento mecánico, el de la máquina de vapor, el teléfono, el fonógrafo, el aeroplano, una cosa que sirve para algo. Así, el teléfono puede servirnos para comunicarnos a distancia con la mujer amada. Pero ésta, ¿para qué nos sirve? Toma uno el tranvía eléctrico para oír una ópera, y se pregunta: "¿Cuál es en este caso más útil, el tranvía o la ópera?". La filosofía responde a la necesidad de formarnos una concepción unitaria y total del mundo y de la vida, y como consecuencia de esta concepción, un sentimiento que engendre una actitud íntima y hasta una acción. Pero resulta que ese sentimiento, en vez de ser consecuencia de aquella concepción, es causa de ella. Nuestra filosofía, esto es, nuestro modo de comprender o de no comprender el mundo y la vida, brota de nuestro sentimiento respecto a la vida misma. Y ésta, como todo lo afectivo, tiene raíces subconscientes, inconscientes tal vez. No suelen ser nuestras ideas las que nos hacen optimistas o pesimistas, sino que es nuestro optimismo o nuestro pesimismo, de origen fisiológico o patológico quizás, tanto el uno como el otro, el que hace nuestras ideas. El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales le diferencia sea más el sentimiento que no la razón. Más veces he visto razonar a un gato que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado. Y así, lo que en un filósofo nos debe más importar es el hombre.
Tomad a Kant, al hombre Manuel Kant, que nació y vivió en Koenigsberg a fines del siglo XVIII y hasta pisar los umbrales del XIX. Hay en la filosofía de este hombre Kant, hombre de corazón y de cabeza, es decir, hombre, un significativo salto, como habría dicho Kierkegaard, otro hombre -¡y tan hombre!-, el salto de la Crítica de la razón pura a la Crítica de la razón práctica. Reconstruye en ésta, digan lo que quieran los que no ven al hombre, lo que en aquella abatió. Después de haber examinado y pulverizado con su análisis las tradicionales pruebas de la existencia de Dios, del Dios aristotélico, que es el Dios que corresponde al zoon politikón, del Dios abstracto, del primer motor inmóvil, vuelve a reconstruir a Dios, pero al Dios de la conciencia, al Autor del orden moral, al Dios luterano, en fin. Ese salto de Kant está ya en germen en la noción luterana de la fe. El un Dios, el dios racional, es la proyección al infinito de fuera del hombre por definición, es decir, del hombre abstracto, del hombre no hombre, y el otro Dios, el dios sentimental o volitio, es la proyección al infinito de dentro del hombre por vida, del hombre concreto, de carne y hueso. Kant reconstruyó con el corazón lo que con la cabeza había abatido. Y es que sabemos, por testimonio de los que le conocieron y por testimonio propio, en sus cartas y manifestaciones privadas, que el hombre Kant, el solterón un si es no es egoísta, que profesó filosofía en Koenigsberg a fines del siglo de la Enciclopedia y de la diosa Razón, era un hombre muy preocupado del problema. Quiero decir del único verdadero problema vital, del que más a las entrañas nos llega, del problema de nuestro destino individual y personal, de la inmortalidad del alma. El hombre Kant no se resignaba a morir del todo. Y porque no se resignaba a morir del todo dio el salto aquel, el salto inmortal, de una a otra crítica. Quien lea con atención y sin ant(e)ojeras la Crítica de la razón práctica, verá que, en rigor, se deduce en ella la existencia de Dios de la inmortalidad del alma, y no ésta de aquélla. El imperativo categórico nos lleva a un postulado moral que exige, a su vez, en el orden teleológico, o más bien escatológico, la inmortalidad del alma, y para sustentar esta inmortalidad aparece Dios. Todo lo demás es escamoteo de profesional de la filosofía. El hombre Kant sintió la moral como base de la escatología; pero el profesor de filosofía invirtió los términos. Ya dijo no sé dónde otro profesor, el profesor y hombre Guillermo James, que Dios para la generalidad de los hombres es el productor de inmortalidad. Sí, para la generalidad de los hombres, incluyendo al hombre Kant, al hombre James y al hombre que traza estas líneas que estás, lector, leyendo. Un día, hablando con un campesino, le propuse la hipótesis de que hubiese, en efecto, un Dios que rige cielo y tierra, Conciencia del Universo, pero que no por eso sea el alma de cada hombre inmortal en el sentido tradicional y concreto. Y me respondió: "Entonces, ¿para qué Dios?" Y así se respondían en el recóndito foro de su conciencia el hombre Kant y el hombre James. Sólo que, al actuar como profesores, tenían que justificar racionalmente esa actitud tan poco racional. Lo que no quiere decir, claro está, que sea absurda. Hegel hizo célebre su aforismo de que todo lo racional es real y todo lo real racional; pero somos muchos los que, no convencidos por Hegel, seguimos creyendo que lo real, lo realmente real, es irracional; que la razón construye sobre irracionalidades. Hegel, gran definidor, pretendió reconstruir el universo con definiciones, como aquel sargento de Artillería decía que se construyen los cañones tomando un agujero y recubriéndolo de hierro.
Otro hombre, el hombre José Butler, obispo anglicano, que vivió a principios del siglo XVIII, y de quien dice el cardenal católico Newman que es el nombre más grande de la Iglesia anglicana, al final del capítulo primero de su gran obra de la analogía de la religión (The Analogy of Religion), capítulo que trata de la vida futura, escribió estas preñadas palabras: "Esta credibilidad en una vida futura, sobre lo que tanto aquí se ha insistido, por poco que satisfaga nuestra curiosidad, parece responder a los propósitos todos de la religión tanto como respondería una prueba demostrativa. En realidad, una prueba, aun demostrativa, de una vida futura, no sería una prueba de la religión. Porque el que hayamos de vivir después de la muerte es cosa que se compadece tan bien con el ateísmo, y que puede ser por éste tan tomada en cuenta como el que ahora estamos vivos, y nada puede ser, por lo tanto, más absurdo que argüir del ateísmo que no puede haber estado futuro". El hombre Butler, cuyas obras acaso conociera el hombre Kant, quería salvar la fe en la inmortalidad del alma, y para ello la hizo independiente de la fe en Dios. El capítulo primero de su Analogía trata, como os digo, de la vida futura, y el segundo, del gobierno de Dios por premios y castigos. Y es que, en el fondo, el buen obispo anglicano deduce la existencia de Dios de la inmortalidad del alma. Y como el buen obispo anglicano partió de aquí, no tuvo que dar el salto que a fines de su mismo siglo tuvo que dar el buen filósofo luterano. Era un hombre el obispo Butler, y era otro hombre el profesor Kant. Y ser un hombre es ser algo concreto, unitario y sustantivo, es ser cosa, res. Y ya sabemos lo que otro hombre, el hombre Benito Spinoza, aquel judío portugués que nació y vivió en Holanda a mediados del siglo XVII, escribió de toda cosa. La proposición sexta de la parte III de su Ética dice: unaquaeque res, quatenus in se est, in suo esse perseverare conatur; es decir, cada cosa, en cuanto es en sí, se esfuerza por perseverar en su ser. Cada cosa, en cuanto es en sí, es decir, en cuanto sustancia, ya que, según él, sustancia es id quod in se est et per se concipitur, lo que es por sí y por sí se concibe. Y en la siguiente proposición, la séptima, de la misma parte, añade: conatus, quo unaquaeque res in suo esse perseverare conatur, nihil est praeter ipsius rei actualem essentiam; esto es, el esfuerzo con que cada cosa trata de perseverar en su ser no es sino la esencia actual de la cosa misma. Quiere decirse que tu esencia, lector, la mía, la del hombre Spinoza, la del hombre Butler, la del hombre Kant y la de cada hombre que sea hombre, no es sino el conato, el esfuerzo que pone en seguir siendo hombre, en no morir. Y la otra proposición que sigue a estas dos, la octava, dice: conatus, quo unaquaeque res in suo esse perseverare conatur, nullum tempus finitum, sed indefinitum involvit, o sea: el esfuerzo con que cada cosa se esfuerza por perseverar en su ser, no implica tiempo finito, sino indefinido. Es decir, que tú, yo y Spinoza queremos no morirnos nunca y que este nuestro anhelo de nunca morirnos en nuestra esencia actual. Y, sin embargo, este pobre judío portugués, desterrado en las nieblas holandesas, no pudo llegar a creer nunca en su propia inmortalidad personal, y toda su filosofía no fue sino una consolación que fraguó para esa su falta de fe. Como a otros les duele una mano o un pie o el corazón, o la cabeza, a Spinoza le dolía Dios. ¡Pobre hombre! ¡Y pobres hombres los demás! Y el hombre, esta cosa, ¿es una cosa? Por absurda que parezca la pregunta, hay quienes se la han propuesto. Anduvo no ha mucho por el mundo una cierta doctrina que llamábamos positivismo, que hizo mucho bien y mucho mal. Y entre otros males que hizo, fue el de traernos un género tal de análisis que los hechos se pulverizaban con él, reduciéndose a polvo de hechos. Los más de los que el positivismo llamaba hechos, no eran sino fragmentos de hechos. En psicología su acción fue deletérea. Hasta hubo escolásticos metidos a literatos -no digo filósofos metidos a poetas, porque poeta y filósofo son hermanos gemelos, si es que no la misma cosa- que llevaron el análisis psicológico positivista a la novela y al drama, donde hay que poner en pie hombres concretos, de carne y hueso, y en fuerza de estados de conciencia, las conciencias desaparecieron. Les sucedió lo que dicen sucede con frecuencia al examinar y ensayar ciertos complicados compuestos químicos orgánicos, vivos, y es que los reactivos destruyen el cuerpo mismo que se trata de examinar, y lo que obtenemos son no más que productos de su composición. Partiendo del hecho evidente de que por nuestra conciencia desfilan estados contradictorios entre sí, llegaron a no ver claro la conciencia, el yo. Preguntarle a uno por su yo, es como preguntarle por su cuerpo.
Y cuenta que, al hablar del yo, hablo del yo concreto y personal; no del yo de Fichte, sino de Fichte mismo, del hombre Fichte. Y lo que determina a un hombre, lo que le hace un hombre, uno y no otro, el que es y no el que no es, es un principio de unidad y un principio de continuidad. Un principio de unidad, primero en el espacio, merced al cuerpo, y luego en la acción y en el propósito. Cuando andamos, no va un pie hacia adelante y el otro hacia atrás; ni cuando miramos, mira un ojo al Norte y el otro al Sur, como estemos sanos. En cada momento de nuestra vida tenemos un propósito, y a él conspira la sinergia de nuestras acciones. Aunque al momento siguiente cambiemos de propósito. Y es en cierto sentido un hombre tanto más hombre, cuanto más unitaria sea su acción. Hay quien su vida toda no persigue sino un solo propósito, sea el que fuere. Y un principio de continuidad en el tiempo. Sin entrar a discutir -discusión ociosa- si soy o no el que era hace veinte años, es indiscutible, me parece, el hecho de que el que soy hoy proviene, por serie continua de estados de conciencia, del que era en mi cuerpo hace veinte años. La memoria es la base de la personalidad individual, así como la tradición lo es de la personalidad colectiva de un pueblo. Se vive en el recuerdo y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es, en el fondo, sino el esfuerzo de nuestro recuerdo por perseverar, por hacerse esperanza, el esfuerzo de nuestro pasado por hacerse porvenir. Todo esto es de una perogrullería chillante, bien lo sé; pero es que, rodando por el mundo, se encuentra uno con hombres que parece no se sienten a sí mismos. Uno de mis mejores amigos, con quien he paseado a diario durante muchos años enteros, cada vez que yo le hablaba de este sentimiento de la propia personalidad, me decía: "Pues yo no me siento a mí mismo; no sé qué es eso". En cierta ocasión, este amigo a que aludo me dijo: "Quisiera ser Fulano" (aquí un nombre), y le dije: Eso es lo que yo no acabo nunca de comprender, que uno quiera ser otro cualquiera. Querer ser otro es querer dejar de ser uno el que es. Me explico que uno desee tener lo que tiene, sus riquezas o sus conocimientos; pero ser otro, es cosa que no me la explico. Más de una vez se ha dicho que todo hombre desgraciado prefiere ser el que es, aun con sus desgracias, a ser otro sin ellas. Y es que los hombres desgraciados, cuando conservan la sanidad en su desgracia, es decir, cuando se esfuerzan por perseverar en su ser, prefieren la desgracia a la no existencia. De mí sé decir que cuando era un mozo, y aun de niño, no lograron conmoverme las patéticas pinturas que del infierno se me hacían, pues ya desde entonces nada se me aparecía tan horrible como la nada misma. Era una furiosa hambre de ser, un apetito de divinidad, como nuestro ascético dijo. Irle a uno con la embajada de que sea otro, de que se haga otro, es irle con la embajada de que deje de ser él. Cada cual defiende su personalidad, y sólo acepta un cambio en su modo de pensar o de sentir en cuanto este cambio pueda entrar en la unidad de su espíritu y enzarzar en la continuidad de él; en cuanto ese cambio pueda armonizarse e integrarse con todo el resto de su modo de ser, pensar y sentir, y pueda a la vez enlazarse a sus recuerdos. Ni a un hombre, ni a un pueblo -que es, en cierto sentido, un hombre también- se le puede exigir un cambio que rompa la unidad y la continuidad de su persona. Se le puede cambiar mucho, hasta por completo casi; pero dentro de continuidad. Cierto es que se da en ciertos individuos eso que se llama un cambio de personalidad; pero esto es un caso patológico, y como tal lo estudian los alienistas. En esos cambios de personalidad, la memoria, base de la conciencia, se arruina por completo, y sólo le queda al pobre paciente, como substrato de continuidad individual -ya que no personal-, el organismo físico. Tal enfermedad equivale a la muerte para el sujeto que la padece; para quienes no equivale a su muerte es para los que hayan de heredarle, si tiene bienes de fortuna. Y esa enfermedad no es más que una revolución, una verdadera revolución. Una enfermedad es, en cierto respecto, una disociación orgánica; es un órgano o un elemento cualquiera del cuerpo vivo que se rebela, rompe la sinergia vital y conspira a un fin distinto del que conspiran los demás elementos con él coordinados. Su fin puede ser, considerado en sí, es decir, en abstracto, más elevado, más noble, más… todo lo que se quiera, pero es otro. Podrá ser mejor volar y respirar en el aire que nadar y respirar en el agua; pero si las aletas de un pez dieran en querer convertirse en alas, el pez, como pez, perecería. Y no sirve decir que acabaría por hacerse ave, si es que no había en ello un proceso de continuidad. No lo sé bien, pero acaso se pueda dar que un pez engendre un ave, u otro pez que esté más cerca del ave que él; pero un pez, este pez, no puede él mismo, y durante su vida, hacerse ave. Todo lo que en mí conspire a romper la unidad y la continuidad de mi vida, conspira a destruirme y, por lo tanto, a destruirse. Todo individuo que en un pueblo conspira a romper la unidad y la continuidad espirituales de ese pueblo, tiende a destruirlo y a destruirse como parte de ese pueblo. ¿Que tal otro pueblo es mejor? Perfectamente, aunque no entendamos bien qué es eso de mejor o peor. ¿Que es más rico? Concedido. ¿Que es más culto? Concedido también. ¿Que vive más feliz? Esto ya…; pero, en fin, ¡pase! ¿Que vence, eso que llaman vencer, mientras nosotros somos vencidos? Enhorabuena. Todo esto está bien, pero es otro. Y basta. Porque para mí, el hacerme otro, rompiendo la unidad y la continuidad de mi vida, es dejar de ser el que soy, es decir, es sencillamente dejar de ser. Y esto no: ¡todo antes que esto! ¿Que otro llenaría tan bien o mejor que yo el papel que lleno? ¿Que otro cumpliría mi función social? Sí, pero no yo. "Yo, yo, yo, siempre yo! -dirá algún lector-; ¿y quién eres tú?"
Podría aquí contestarle con Obermann, con el enorme hombre Obermann: "Para el Universo, nada; para mí, todo"; pero no, prefiero recordarle una doctrina del hombre Kant, y es la de que debemos considerar a nuestros prójimos, a los demás hombres, no como medios, sino como fines. Pues no se trata de mí tan sólo; se trata de ti, lector, que así refunfuñas; se trata del otro, se trata de todos y de cada uno. Los juicios singulares tienen valor de universales, dicen los lógicos. Lo singular no es particular, es universal. El hombre es un fin, no un medio. La civilización toda se endereza al hombre, a cada hombre, a cada yo. ¿O qué es ese ídolo, llámese Humanidad o como se llamare, a que se han de sacrificar todos y cada uno de los hombres? Porque yo me sacrifico por mis prójimos, por mis compatriotas, por mis hijos, y éstos, a su vez, por los suyos, y los suyos por los de ellos, y así en serie inacabable de generaciones. ¿Y quién recibe el fruto de ese sacrificio? Los mismos que nos hablan de ese sacrificio fantástico, de esa dedicación sin objeto, suelen también hablarnos del derecho a la vida. ¿Y qué es el derecho a la vida? Me dicen que he venido a realizar no sé qué fin social; pero yo siento que yo, lo mismo que cada uno de mis hermanos, he venido a realizarme, a vivir. Sí, sí, lo veo; una enorme actividad social, una poderosa civilización, mucha ciencia, mucho arte, mucha industria, mucha moral, y luego, cuando hayamos llenado el mundo de maravillas industriales, de grandes fábricas, de caminos, de museos, de bibliotecas, caeremos agotados al pie de todo eso, y quedará, ¿para quién? ¿Se hizo el hombre para la ciencia, o se hizo la ciencia para el hombre? "¡Ea!" -exclamará de nuevo el mismo lector-, volvemos a aquello del Catecismo: "Pregunta: ¿Para quién hizo Dios el mundo? Respuesta: Para el hombre". Pues bien, sí, así debe responder el hombre que sea hombre. La hormiga, si se diese cuenta de esto, y fuera persona consciente de sí misma, contestaría que para la hormiga, y contestaría bien. El mundo se hace para la conciencia, para cada conciencia. "Un alma humana vale por todo el universo", ha dicho no sé quién, pero ha dicho egregiamente. Un alma humana, ¿eh? No una vida. La vida ésta no, y sucede que, a medida que se crea menos en el alma, es decir, en su inmortalidad consciente, personal y concreta, se exagerará más el valor de la pobre vida pasajera. De aquí arrancan todas las afeminadas sensiblerías contra la guerra. Sí, uno no debe querer morir, pero de la otra muerte. "El que quiera salvar su vida, la perderá", dice el Evangelio; pero no dice el que quiera salvar su alma, el alma inmortal. O que creemos y queremos que lo sea. Y todos los definidores del objetivismo no se fijan, o, mejor dicho, no quieren fijarse en que al afirmar un hombre su yo, su conciencia personal, afirma al hombre, al hombre concreto y real, afirma el verdadero humanismo -que no es el de las cosas del hombre, sino el del hombre-, y al afirmar al hombre, afirma la conciencia. Porque la única conciencia de que tenemos conciencia es la del hombre. El mundo es para la conciencia. O, mejor dicho, este para, esta noción de finalidad, y mejor que noción sentimiento, este sentimiento teleológico no nace sino donde hay conciencia. Conciencia y finalidad son la misma cosa en el fondo. Si el sol tuviese conciencia, pensaría vivir para alumbrar a los mundos, sin duda; pero pensaría también, y sobre todo, que los mundos existen para que él los alumbre y se goce en alumbrarlos y así viva. Y pensaría bien. Y toda esa trágica batalla del hombre por salvarse, ese inmortal anhelo de inmortalidad que le hizo al hombre Kant dar aquel salto inmortal de que os decía, todo eso no es más que una batalla por la conciencia. Si la conciencia no es, como ha dicho algún pensador inhumano, nada más que un relámpago entre dos eternidades de tinieblas, entonces no hay nada más execrable que la existencia. Alguien podrá ver un fondo de contradicción en cuanto voy diciendo, anhelando unas veces la vida inacabable, y diciendo otras que esta vida no tiene el valor que se le da. ¿Contradicción? ¡Ya lo creo! ¡La de mi corazón, que dice sí, y mi cabeza, que dice no! Contradicción, naturalmente. ¿Quién no recuerda aquellas palabras del Evangelio: "¡Señor, creo; ayuda a mi incredulidad!"? ¡Contradicción!, ¡naturalmente! Como que sólo vivimos de contradicciones, y por ellas; como que la vida es tragedia, y la tragedia es perpetua lucha, sin victoria ni esperanza de ella; es contradicción. Se trata, como veis, de un valor afectivo, contra los valores afectivos no valen razones. Porque las razones no son nada más que razones, es decir, ni siquiera son verdades. Hay definidores de esos pedantes por naturaleza y por gracia, que me hacen el efecto de aquel señor que va a consolar a un padre que acaba de perder un hijo muerto de repente en la flor de sus años, y le dice: "¡Paciencia, amigo, que todos tenemos que morirnos!" ¿Os chocaría que este padre se irritase contra semejante impertinencia? Porque es una impertinencia. Hasta un axioma puede llegar a ser en ciertos casos una impertinencia. Cuántas veces no cabe decir aquello de: Para pensar cual tú, sólo es preciso no tener nada más que inteligencia. Hay personas, en efecto, que parecen no pensar más que con el cerebro, o con cualquier otro órgano que sea el específico para pensar; mientras otros piensan con todo el cuerpo y toda el alma, con la sangre, con el tuétano de los huesos, con el corazón, con los pulmones, con el vientre, con la vida. Y las gentes que no piensan más que con el cerebro, dan en definidores; se hacen profesionales del pensamiento. ¿Y sabéis lo que es profesional? ¿Sabéis lo que es un producto de la diferenciación del trabajo? Aquí tenéis un profesional de boxeo. Ha aprendido a dar puñetazos con tal economía, que reconcentra sus fuerzas en el puñetazo, y apenas pone en juego sino los músculos precisos para obtener el fin inmediato y concretado de su acción: derribar al adversario. Un voleo dado por un no profesional podrá no tener tanta eficacia objetiva inmediata; pero vitaliza mucho más al que lo da, haciéndole poner en juego casi todo su cuerpo. El uno es un puñetazo de boxeador; el otro, de hombre. Y sabido es que los hércules de circo, que los atletas de feria, no suelen ser sanos. Derriban a los adversarios, levantan enormes pesas, pero se mueren de tisis o de dispepsia. Si un filósofo no es un hombre, es todo menos un filósofo; es, sobre todo, un pedante, es decir, un remedo de hombre. El cultivo de una ciencia cualquiera, de la química, de la física, de la geometría, de la filología, puede ser, y aun esto muy restringidamente y dentro de muy estrechos límites, obra de especialización diferenciada; pero la filosofía, como la poesía, o es obra de integración, de combinación, o no es sino filosofería, erudición seudofilosófica. Todo conocimiento tiene una finalidad. Lo de saber para saber no es, dígase lo que se quiera, sino una tétrica petición de principio. Se aprende algo, o para un fin práctico inmediato, o para completar nuestros demás conocimientos. Hasta la doctrina que nos aparezca más teórica, es decir, de menor aplicación inmediata a las necesidades no intelectuales de la vida, responde a una necesidad -que también lo es- intelectual, a una razón de economía en el pensar, a un principio de unidad y continuidad de la conciencia. Pero así como un conocimiento científico tiene su finalidad en los demás conocimientos, la filosofía que uno haya de abrazar tiene otra finalidad extrínseca, y se refiere a nuestro destino todo, a nuestra actitud frente a la vida y al universo. Y el más trágico problema de la filosofía es el de conciliar las necesidades intelectuales con las necesidades afectivas y con las volitivas. Como que ahí fracasa toda la filosofía que pretende deshacer la eterna y trágica contradicción, base de nuestra existencia. Pero ¿afrontan todos esa contradicción? Poco puede esperarse, verbigracia, de un gobernante que alguna vez, aun cuando sea por modo oscuro, no se ha preocupado del principio primero y del fin último de las cosas todas, y sobre todo de los hombres, de su primer por qué y de su último para qué. Y esta suprema preocupación no puede ser puramente racional, tiene que ser afectiva. No basta pensar, hay que sentir nuestro destino. Y el que, pretendiendo dirigir a sus semejantes, dice y proclama que le tienen sin cuidado las cosas de tejas arriba, no merece dirigirlos. Sin que esto quiera decir, ¡claro está!, que haya de pedírsele solución alguna determinada. ¡Solución! ¿La hay acaso? Por lo que a mí hace, jamás me entregaré de buen grado, y otorgándole mi confianza, a conductor alguno de pueblos que no esté penetrado de que, al conducir un pueblo, conduce hombres, hombres de carne y hueso, hombres que nacen, sufren y, aunque no quieran morir, mueren; hombres que son fines en sí mismos, no sólo medios; que han de ser los que son y no otros; hombres, en fin, que buscan eso que llamamos la felicidad. Es inhumano, por ejemplo, sacrificar una generación de hombres a la generación que la sigue cuando no se tiene sentimiento del destino de los sacrificados. No de su memoria, no de sus nombres, sino de ellos mismos. Todo eso de que uno vive en sus hijos, o en sus obras o en el universo, son vagas elucubraciones con que sólo se satisfacen los que padecen de estupidez afectiva, que pueden ser, por lo demás, personas de una cierta eminencia cerebral. Porque puede uno tener un gran talento, lo que llamamos un gran talento, y ser un estúpido del sentimiento y hasta un imbécil moral. Se han dado casos. Estos estúpidos afectivos con talento suelen decir que no sirve querer zahondar en lo inconocible ni dar coces contra el aguijón. Es como si se le dijera a uno a quien le han tenido que amputar una pierna que de nada le sirve pensar en ello. Y a todos nos falta algo; sólo que unos lo sienten y otros no. O hacen como que no lo sienten, y entonces son unos hipócritas. Un pedante que vio a Solón llorar la muerte de un hijo, le dijo: "¿Para qué lloras así, si eso de nada sirve?" Y el sabio le respondió: "Por eso precisamente, porque no sirve". Claro está que el llorar sirve de algo, aunque no sea más que de desahogo; pero bien se ve el profundo sentido de la respuesta de Solón al impertinente. Y estoy convencido de que resolveríamos muchas cosas si, saliendo todos a la calle, y poniendo a luz nuestras penas, que acaso resultasen una sola pena común, nos pusiéramos en común a llorarlas y a dar gritos al cielo y a llamar a Dios.
Caminante dijo... 22 de abril de 2010 04:52 -de Uruguay, 09:52 de Madrid-
El otro día te decía que había entrado a través de Ernesto y mira por donde lo encuentro comentándote por vez 1ª -y diciéndote, a su vez, a través de quien llegó- en este texto que me llamó la atención.
Si hiciéramos visibles muchos de nuestros males, creo, serían menos males y no nos arrastraría el miedo a ser los únicos que padecemos de "eso".
Mi primer episodio depresivo fue a los 38 años, casada, dos hijos, trabajo remunerado aceptable, casa propia, esas cosas que, en principio, escandalizan a cualquiera de que "Tú" te quejes. Te estoy hablando del año 93, entonces la información que había era muy poca y ¡me faltaba internet! Un gusto que te hayas pasado por mi casa. Vuelve cuando quieras. PAQUITA
Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el adjetivo sustantivado, sino el sustantivo correcto: el hombre. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere -sobre todo muere-, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere; el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano. Porque hay otra cosa, que llaman también hombre, y es el sujeto de no pocas divagaciones más o menos científicas. Y es el bípedo implume de la leyenda, el zoon politikón de Aristóteles, el contratante social de Rousseau, el homo oeconomicus de los manchesterianos, el homo sapiens de Linneo, o, si se quiere, el mamífero vertical. Un hombre que no es de aquí o de allí, ni de esta época o de la otra; que no tiene ni sexo ni patria, una idea, en fin. Es decir, un no hombre. El nuestro es el otro, el de carne y hueso; yo, tú, lector mío; aquel otro de más allá, cuantos pisamos sobre la tierra. Y este hombre concreto, de carne y hueso, es el sujeto y supremo objeto a la vez de toda filosofía, quiéranlo o no ciertos sedicentes filósofos. En las más de las historias de la filosofía que conozco se nos presenta a los sistemas como originándose los unos de los otros, y sus autores, los filósofos, apenas aparecen sino como meros pretextos. La íntima biografía de los filósofos, de los hombres que filosofaron, ocupa un lugar secundario. Y es ella, sin embargo, esa íntima biografía, la que más cosas nos explica. Cúmplenos decir, ante todo, que la filosofía se acuesta más a la poesía que no a la ciencia. Cuantos sistemas filosóficos se han fraguado como suprema combinación de los resultados finales de las ciencias particulares, en un período cualquiera, han tenido mucha menos consistencia y menos vida que aquellos otros que representaban el anhelo integral del espíritu de su autor. Y es que las ciencias, importándonos tanto y siendo indispensables para nuestra vida y nuestro pensamiento, nos son, en cierto sentido, más extrañas que la filosofía. Cumplen un fin más objetivo, es decir, más fuera de nosotros. Son, en el fondo, cosa de economía. Un nuevo descubrimiento científico, de los que llamamos teóricos, es como un descubrimiento mecánico, el de la máquina de vapor, el teléfono, el fonógrafo, el aeroplano, una cosa que sirve para algo. Así, el teléfono puede servirnos para comunicarnos a distancia con la mujer amada. Pero ésta, ¿para qué nos sirve? Toma uno el tranvía eléctrico para oír una ópera, y se pregunta: "¿Cuál es en este caso más útil, el tranvía o la ópera?". La filosofía responde a la necesidad de formarnos una concepción unitaria y total del mundo y de la vida, y como consecuencia de esta concepción, un sentimiento que engendre una actitud íntima y hasta una acción. Pero resulta que ese sentimiento, en vez de ser consecuencia de aquella concepción, es causa de ella. Nuestra filosofía, esto es, nuestro modo de comprender o de no comprender el mundo y la vida, brota de nuestro sentimiento respecto a la vida misma. Y ésta, como todo lo afectivo, tiene raíces subconscientes, inconscientes tal vez. No suelen ser nuestras ideas las que nos hacen optimistas o pesimistas, sino que es nuestro optimismo o nuestro pesimismo, de origen fisiológico o patológico quizás, tanto el uno como el otro, el que hace nuestras ideas. El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales le diferencia sea más el sentimiento que no la razón. Más veces he visto razonar a un gato que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado. Y así, lo que en un filósofo nos debe más importar es el hombre.
Tomad a Kant, al hombre Manuel Kant, que nació y vivió en Koenigsberg a fines del siglo XVIII y hasta pisar los umbrales del XIX. Hay en la filosofía de este hombre Kant, hombre de corazón y de cabeza, es decir, hombre, un significativo salto, como habría dicho Kierkegaard, otro hombre -¡y tan hombre!-, el salto de la Crítica de la razón pura a la Crítica de la razón práctica. Reconstruye en ésta, digan lo que quieran los que no ven al hombre, lo que en aquella abatió. Después de haber examinado y pulverizado con su análisis las tradicionales pruebas de la existencia de Dios, del Dios aristotélico, que es el Dios que corresponde al zoon politikón, del Dios abstracto, del primer motor inmóvil, vuelve a reconstruir a Dios, pero al Dios de la conciencia, al Autor del orden moral, al Dios luterano, en fin. Ese salto de Kant está ya en germen en la noción luterana de la fe. El un Dios, el dios racional, es la proyección al infinito de fuera del hombre por definición, es decir, del hombre abstracto, del hombre no hombre, y el otro Dios, el dios sentimental o volitio, es la proyección al infinito de dentro del hombre por vida, del hombre concreto, de carne y hueso. Kant reconstruyó con el corazón lo que con la cabeza había abatido. Y es que sabemos, por testimonio de los que le conocieron y por testimonio propio, en sus cartas y manifestaciones privadas, que el hombre Kant, el solterón un si es no es egoísta, que profesó filosofía en Koenigsberg a fines del siglo de la Enciclopedia y de la diosa Razón, era un hombre muy preocupado del problema. Quiero decir del único verdadero problema vital, del que más a las entrañas nos llega, del problema de nuestro destino individual y personal, de la inmortalidad del alma. El hombre Kant no se resignaba a morir del todo. Y porque no se resignaba a morir del todo dio el salto aquel, el salto inmortal, de una a otra crítica. Quien lea con atención y sin ant(e)ojeras la Crítica de la razón práctica, verá que, en rigor, se deduce en ella la existencia de Dios de la inmortalidad del alma, y no ésta de aquélla. El imperativo categórico nos lleva a un postulado moral que exige, a su vez, en el orden teleológico, o más bien escatológico, la inmortalidad del alma, y para sustentar esta inmortalidad aparece Dios. Todo lo demás es escamoteo de profesional de la filosofía. El hombre Kant sintió la moral como base de la escatología; pero el profesor de filosofía invirtió los términos. Ya dijo no sé dónde otro profesor, el profesor y hombre Guillermo James, que Dios para la generalidad de los hombres es el productor de inmortalidad. Sí, para la generalidad de los hombres, incluyendo al hombre Kant, al hombre James y al hombre que traza estas líneas que estás, lector, leyendo. Un día, hablando con un campesino, le propuse la hipótesis de que hubiese, en efecto, un Dios que rige cielo y tierra, Conciencia del Universo, pero que no por eso sea el alma de cada hombre inmortal en el sentido tradicional y concreto. Y me respondió: "Entonces, ¿para qué Dios?" Y así se respondían en el recóndito foro de su conciencia el hombre Kant y el hombre James. Sólo que, al actuar como profesores, tenían que justificar racionalmente esa actitud tan poco racional. Lo que no quiere decir, claro está, que sea absurda. Hegel hizo célebre su aforismo de que todo lo racional es real y todo lo real racional; pero somos muchos los que, no convencidos por Hegel, seguimos creyendo que lo real, lo realmente real, es irracional; que la razón construye sobre irracionalidades. Hegel, gran definidor, pretendió reconstruir el universo con definiciones, como aquel sargento de Artillería decía que se construyen los cañones tomando un agujero y recubriéndolo de hierro.
Otro hombre, el hombre José Butler, obispo anglicano, que vivió a principios del siglo XVIII, y de quien dice el cardenal católico Newman que es el nombre más grande de la Iglesia anglicana, al final del capítulo primero de su gran obra de la analogía de la religión (The Analogy of Religion), capítulo que trata de la vida futura, escribió estas preñadas palabras: "Esta credibilidad en una vida futura, sobre lo que tanto aquí se ha insistido, por poco que satisfaga nuestra curiosidad, parece responder a los propósitos todos de la religión tanto como respondería una prueba demostrativa. En realidad, una prueba, aun demostrativa, de una vida futura, no sería una prueba de la religión. Porque el que hayamos de vivir después de la muerte es cosa que se compadece tan bien con el ateísmo, y que puede ser por éste tan tomada en cuenta como el que ahora estamos vivos, y nada puede ser, por lo tanto, más absurdo que argüir del ateísmo que no puede haber estado futuro". El hombre Butler, cuyas obras acaso conociera el hombre Kant, quería salvar la fe en la inmortalidad del alma, y para ello la hizo independiente de la fe en Dios. El capítulo primero de su Analogía trata, como os digo, de la vida futura, y el segundo, del gobierno de Dios por premios y castigos. Y es que, en el fondo, el buen obispo anglicano deduce la existencia de Dios de la inmortalidad del alma. Y como el buen obispo anglicano partió de aquí, no tuvo que dar el salto que a fines de su mismo siglo tuvo que dar el buen filósofo luterano. Era un hombre el obispo Butler, y era otro hombre el profesor Kant. Y ser un hombre es ser algo concreto, unitario y sustantivo, es ser cosa, res. Y ya sabemos lo que otro hombre, el hombre Benito Spinoza, aquel judío portugués que nació y vivió en Holanda a mediados del siglo XVII, escribió de toda cosa. La proposición sexta de la parte III de su Ética dice: unaquaeque res, quatenus in se est, in suo esse perseverare conatur; es decir, cada cosa, en cuanto es en sí, se esfuerza por perseverar en su ser. Cada cosa, en cuanto es en sí, es decir, en cuanto sustancia, ya que, según él, sustancia es id quod in se est et per se concipitur, lo que es por sí y por sí se concibe. Y en la siguiente proposición, la séptima, de la misma parte, añade: conatus, quo unaquaeque res in suo esse perseverare conatur, nihil est praeter ipsius rei actualem essentiam; esto es, el esfuerzo con que cada cosa trata de perseverar en su ser no es sino la esencia actual de la cosa misma. Quiere decirse que tu esencia, lector, la mía, la del hombre Spinoza, la del hombre Butler, la del hombre Kant y la de cada hombre que sea hombre, no es sino el conato, el esfuerzo que pone en seguir siendo hombre, en no morir. Y la otra proposición que sigue a estas dos, la octava, dice: conatus, quo unaquaeque res in suo esse perseverare conatur, nullum tempus finitum, sed indefinitum involvit, o sea: el esfuerzo con que cada cosa se esfuerza por perseverar en su ser, no implica tiempo finito, sino indefinido. Es decir, que tú, yo y Spinoza queremos no morirnos nunca y que este nuestro anhelo de nunca morirnos en nuestra esencia actual. Y, sin embargo, este pobre judío portugués, desterrado en las nieblas holandesas, no pudo llegar a creer nunca en su propia inmortalidad personal, y toda su filosofía no fue sino una consolación que fraguó para esa su falta de fe. Como a otros les duele una mano o un pie o el corazón, o la cabeza, a Spinoza le dolía Dios. ¡Pobre hombre! ¡Y pobres hombres los demás! Y el hombre, esta cosa, ¿es una cosa? Por absurda que parezca la pregunta, hay quienes se la han propuesto. Anduvo no ha mucho por el mundo una cierta doctrina que llamábamos positivismo, que hizo mucho bien y mucho mal. Y entre otros males que hizo, fue el de traernos un género tal de análisis que los hechos se pulverizaban con él, reduciéndose a polvo de hechos. Los más de los que el positivismo llamaba hechos, no eran sino fragmentos de hechos. En psicología su acción fue deletérea. Hasta hubo escolásticos metidos a literatos -no digo filósofos metidos a poetas, porque poeta y filósofo son hermanos gemelos, si es que no la misma cosa- que llevaron el análisis psicológico positivista a la novela y al drama, donde hay que poner en pie hombres concretos, de carne y hueso, y en fuerza de estados de conciencia, las conciencias desaparecieron. Les sucedió lo que dicen sucede con frecuencia al examinar y ensayar ciertos complicados compuestos químicos orgánicos, vivos, y es que los reactivos destruyen el cuerpo mismo que se trata de examinar, y lo que obtenemos son no más que productos de su composición. Partiendo del hecho evidente de que por nuestra conciencia desfilan estados contradictorios entre sí, llegaron a no ver claro la conciencia, el yo. Preguntarle a uno por su yo, es como preguntarle por su cuerpo.
Y cuenta que, al hablar del yo, hablo del yo concreto y personal; no del yo de Fichte, sino de Fichte mismo, del hombre Fichte. Y lo que determina a un hombre, lo que le hace un hombre, uno y no otro, el que es y no el que no es, es un principio de unidad y un principio de continuidad. Un principio de unidad, primero en el espacio, merced al cuerpo, y luego en la acción y en el propósito. Cuando andamos, no va un pie hacia adelante y el otro hacia atrás; ni cuando miramos, mira un ojo al Norte y el otro al Sur, como estemos sanos. En cada momento de nuestra vida tenemos un propósito, y a él conspira la sinergia de nuestras acciones. Aunque al momento siguiente cambiemos de propósito. Y es en cierto sentido un hombre tanto más hombre, cuanto más unitaria sea su acción. Hay quien su vida toda no persigue sino un solo propósito, sea el que fuere. Y un principio de continuidad en el tiempo. Sin entrar a discutir -discusión ociosa- si soy o no el que era hace veinte años, es indiscutible, me parece, el hecho de que el que soy hoy proviene, por serie continua de estados de conciencia, del que era en mi cuerpo hace veinte años. La memoria es la base de la personalidad individual, así como la tradición lo es de la personalidad colectiva de un pueblo. Se vive en el recuerdo y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es, en el fondo, sino el esfuerzo de nuestro recuerdo por perseverar, por hacerse esperanza, el esfuerzo de nuestro pasado por hacerse porvenir. Todo esto es de una perogrullería chillante, bien lo sé; pero es que, rodando por el mundo, se encuentra uno con hombres que parece no se sienten a sí mismos. Uno de mis mejores amigos, con quien he paseado a diario durante muchos años enteros, cada vez que yo le hablaba de este sentimiento de la propia personalidad, me decía: "Pues yo no me siento a mí mismo; no sé qué es eso". En cierta ocasión, este amigo a que aludo me dijo: "Quisiera ser Fulano" (aquí un nombre), y le dije: Eso es lo que yo no acabo nunca de comprender, que uno quiera ser otro cualquiera. Querer ser otro es querer dejar de ser uno el que es. Me explico que uno desee tener lo que tiene, sus riquezas o sus conocimientos; pero ser otro, es cosa que no me la explico. Más de una vez se ha dicho que todo hombre desgraciado prefiere ser el que es, aun con sus desgracias, a ser otro sin ellas. Y es que los hombres desgraciados, cuando conservan la sanidad en su desgracia, es decir, cuando se esfuerzan por perseverar en su ser, prefieren la desgracia a la no existencia. De mí sé decir que cuando era un mozo, y aun de niño, no lograron conmoverme las patéticas pinturas que del infierno se me hacían, pues ya desde entonces nada se me aparecía tan horrible como la nada misma. Era una furiosa hambre de ser, un apetito de divinidad, como nuestro ascético dijo. Irle a uno con la embajada de que sea otro, de que se haga otro, es irle con la embajada de que deje de ser él. Cada cual defiende su personalidad, y sólo acepta un cambio en su modo de pensar o de sentir en cuanto este cambio pueda entrar en la unidad de su espíritu y enzarzar en la continuidad de él; en cuanto ese cambio pueda armonizarse e integrarse con todo el resto de su modo de ser, pensar y sentir, y pueda a la vez enlazarse a sus recuerdos. Ni a un hombre, ni a un pueblo -que es, en cierto sentido, un hombre también- se le puede exigir un cambio que rompa la unidad y la continuidad de su persona. Se le puede cambiar mucho, hasta por completo casi; pero dentro de continuidad. Cierto es que se da en ciertos individuos eso que se llama un cambio de personalidad; pero esto es un caso patológico, y como tal lo estudian los alienistas. En esos cambios de personalidad, la memoria, base de la conciencia, se arruina por completo, y sólo le queda al pobre paciente, como substrato de continuidad individual -ya que no personal-, el organismo físico. Tal enfermedad equivale a la muerte para el sujeto que la padece; para quienes no equivale a su muerte es para los que hayan de heredarle, si tiene bienes de fortuna. Y esa enfermedad no es más que una revolución, una verdadera revolución. Una enfermedad es, en cierto respecto, una disociación orgánica; es un órgano o un elemento cualquiera del cuerpo vivo que se rebela, rompe la sinergia vital y conspira a un fin distinto del que conspiran los demás elementos con él coordinados. Su fin puede ser, considerado en sí, es decir, en abstracto, más elevado, más noble, más… todo lo que se quiera, pero es otro. Podrá ser mejor volar y respirar en el aire que nadar y respirar en el agua; pero si las aletas de un pez dieran en querer convertirse en alas, el pez, como pez, perecería. Y no sirve decir que acabaría por hacerse ave, si es que no había en ello un proceso de continuidad. No lo sé bien, pero acaso se pueda dar que un pez engendre un ave, u otro pez que esté más cerca del ave que él; pero un pez, este pez, no puede él mismo, y durante su vida, hacerse ave. Todo lo que en mí conspire a romper la unidad y la continuidad de mi vida, conspira a destruirme y, por lo tanto, a destruirse. Todo individuo que en un pueblo conspira a romper la unidad y la continuidad espirituales de ese pueblo, tiende a destruirlo y a destruirse como parte de ese pueblo. ¿Que tal otro pueblo es mejor? Perfectamente, aunque no entendamos bien qué es eso de mejor o peor. ¿Que es más rico? Concedido. ¿Que es más culto? Concedido también. ¿Que vive más feliz? Esto ya…; pero, en fin, ¡pase! ¿Que vence, eso que llaman vencer, mientras nosotros somos vencidos? Enhorabuena. Todo esto está bien, pero es otro. Y basta. Porque para mí, el hacerme otro, rompiendo la unidad y la continuidad de mi vida, es dejar de ser el que soy, es decir, es sencillamente dejar de ser. Y esto no: ¡todo antes que esto! ¿Que otro llenaría tan bien o mejor que yo el papel que lleno? ¿Que otro cumpliría mi función social? Sí, pero no yo. "Yo, yo, yo, siempre yo! -dirá algún lector-; ¿y quién eres tú?"
Podría aquí contestarle con Obermann, con el enorme hombre Obermann: "Para el Universo, nada; para mí, todo"; pero no, prefiero recordarle una doctrina del hombre Kant, y es la de que debemos considerar a nuestros prójimos, a los demás hombres, no como medios, sino como fines. Pues no se trata de mí tan sólo; se trata de ti, lector, que así refunfuñas; se trata del otro, se trata de todos y de cada uno. Los juicios singulares tienen valor de universales, dicen los lógicos. Lo singular no es particular, es universal. El hombre es un fin, no un medio. La civilización toda se endereza al hombre, a cada hombre, a cada yo. ¿O qué es ese ídolo, llámese Humanidad o como se llamare, a que se han de sacrificar todos y cada uno de los hombres? Porque yo me sacrifico por mis prójimos, por mis compatriotas, por mis hijos, y éstos, a su vez, por los suyos, y los suyos por los de ellos, y así en serie inacabable de generaciones. ¿Y quién recibe el fruto de ese sacrificio? Los mismos que nos hablan de ese sacrificio fantástico, de esa dedicación sin objeto, suelen también hablarnos del derecho a la vida. ¿Y qué es el derecho a la vida? Me dicen que he venido a realizar no sé qué fin social; pero yo siento que yo, lo mismo que cada uno de mis hermanos, he venido a realizarme, a vivir. Sí, sí, lo veo; una enorme actividad social, una poderosa civilización, mucha ciencia, mucho arte, mucha industria, mucha moral, y luego, cuando hayamos llenado el mundo de maravillas industriales, de grandes fábricas, de caminos, de museos, de bibliotecas, caeremos agotados al pie de todo eso, y quedará, ¿para quién? ¿Se hizo el hombre para la ciencia, o se hizo la ciencia para el hombre? "¡Ea!" -exclamará de nuevo el mismo lector-, volvemos a aquello del Catecismo: "Pregunta: ¿Para quién hizo Dios el mundo? Respuesta: Para el hombre". Pues bien, sí, así debe responder el hombre que sea hombre. La hormiga, si se diese cuenta de esto, y fuera persona consciente de sí misma, contestaría que para la hormiga, y contestaría bien. El mundo se hace para la conciencia, para cada conciencia. "Un alma humana vale por todo el universo", ha dicho no sé quién, pero ha dicho egregiamente. Un alma humana, ¿eh? No una vida. La vida ésta no, y sucede que, a medida que se crea menos en el alma, es decir, en su inmortalidad consciente, personal y concreta, se exagerará más el valor de la pobre vida pasajera. De aquí arrancan todas las afeminadas sensiblerías contra la guerra. Sí, uno no debe querer morir, pero de la otra muerte. "El que quiera salvar su vida, la perderá", dice el Evangelio; pero no dice el que quiera salvar su alma, el alma inmortal. O que creemos y queremos que lo sea. Y todos los definidores del objetivismo no se fijan, o, mejor dicho, no quieren fijarse en que al afirmar un hombre su yo, su conciencia personal, afirma al hombre, al hombre concreto y real, afirma el verdadero humanismo -que no es el de las cosas del hombre, sino el del hombre-, y al afirmar al hombre, afirma la conciencia. Porque la única conciencia de que tenemos conciencia es la del hombre. El mundo es para la conciencia. O, mejor dicho, este para, esta noción de finalidad, y mejor que noción sentimiento, este sentimiento teleológico no nace sino donde hay conciencia. Conciencia y finalidad son la misma cosa en el fondo. Si el sol tuviese conciencia, pensaría vivir para alumbrar a los mundos, sin duda; pero pensaría también, y sobre todo, que los mundos existen para que él los alumbre y se goce en alumbrarlos y así viva. Y pensaría bien. Y toda esa trágica batalla del hombre por salvarse, ese inmortal anhelo de inmortalidad que le hizo al hombre Kant dar aquel salto inmortal de que os decía, todo eso no es más que una batalla por la conciencia. Si la conciencia no es, como ha dicho algún pensador inhumano, nada más que un relámpago entre dos eternidades de tinieblas, entonces no hay nada más execrable que la existencia. Alguien podrá ver un fondo de contradicción en cuanto voy diciendo, anhelando unas veces la vida inacabable, y diciendo otras que esta vida no tiene el valor que se le da. ¿Contradicción? ¡Ya lo creo! ¡La de mi corazón, que dice sí, y mi cabeza, que dice no! Contradicción, naturalmente. ¿Quién no recuerda aquellas palabras del Evangelio: "¡Señor, creo; ayuda a mi incredulidad!"? ¡Contradicción!, ¡naturalmente! Como que sólo vivimos de contradicciones, y por ellas; como que la vida es tragedia, y la tragedia es perpetua lucha, sin victoria ni esperanza de ella; es contradicción. Se trata, como veis, de un valor afectivo, contra los valores afectivos no valen razones. Porque las razones no son nada más que razones, es decir, ni siquiera son verdades. Hay definidores de esos pedantes por naturaleza y por gracia, que me hacen el efecto de aquel señor que va a consolar a un padre que acaba de perder un hijo muerto de repente en la flor de sus años, y le dice: "¡Paciencia, amigo, que todos tenemos que morirnos!" ¿Os chocaría que este padre se irritase contra semejante impertinencia? Porque es una impertinencia. Hasta un axioma puede llegar a ser en ciertos casos una impertinencia. Cuántas veces no cabe decir aquello de: Para pensar cual tú, sólo es preciso no tener nada más que inteligencia. Hay personas, en efecto, que parecen no pensar más que con el cerebro, o con cualquier otro órgano que sea el específico para pensar; mientras otros piensan con todo el cuerpo y toda el alma, con la sangre, con el tuétano de los huesos, con el corazón, con los pulmones, con el vientre, con la vida. Y las gentes que no piensan más que con el cerebro, dan en definidores; se hacen profesionales del pensamiento. ¿Y sabéis lo que es profesional? ¿Sabéis lo que es un producto de la diferenciación del trabajo? Aquí tenéis un profesional de boxeo. Ha aprendido a dar puñetazos con tal economía, que reconcentra sus fuerzas en el puñetazo, y apenas pone en juego sino los músculos precisos para obtener el fin inmediato y concretado de su acción: derribar al adversario. Un voleo dado por un no profesional podrá no tener tanta eficacia objetiva inmediata; pero vitaliza mucho más al que lo da, haciéndole poner en juego casi todo su cuerpo. El uno es un puñetazo de boxeador; el otro, de hombre. Y sabido es que los hércules de circo, que los atletas de feria, no suelen ser sanos. Derriban a los adversarios, levantan enormes pesas, pero se mueren de tisis o de dispepsia. Si un filósofo no es un hombre, es todo menos un filósofo; es, sobre todo, un pedante, es decir, un remedo de hombre. El cultivo de una ciencia cualquiera, de la química, de la física, de la geometría, de la filología, puede ser, y aun esto muy restringidamente y dentro de muy estrechos límites, obra de especialización diferenciada; pero la filosofía, como la poesía, o es obra de integración, de combinación, o no es sino filosofería, erudición seudofilosófica. Todo conocimiento tiene una finalidad. Lo de saber para saber no es, dígase lo que se quiera, sino una tétrica petición de principio. Se aprende algo, o para un fin práctico inmediato, o para completar nuestros demás conocimientos. Hasta la doctrina que nos aparezca más teórica, es decir, de menor aplicación inmediata a las necesidades no intelectuales de la vida, responde a una necesidad -que también lo es- intelectual, a una razón de economía en el pensar, a un principio de unidad y continuidad de la conciencia. Pero así como un conocimiento científico tiene su finalidad en los demás conocimientos, la filosofía que uno haya de abrazar tiene otra finalidad extrínseca, y se refiere a nuestro destino todo, a nuestra actitud frente a la vida y al universo. Y el más trágico problema de la filosofía es el de conciliar las necesidades intelectuales con las necesidades afectivas y con las volitivas. Como que ahí fracasa toda la filosofía que pretende deshacer la eterna y trágica contradicción, base de nuestra existencia. Pero ¿afrontan todos esa contradicción? Poco puede esperarse, verbigracia, de un gobernante que alguna vez, aun cuando sea por modo oscuro, no se ha preocupado del principio primero y del fin último de las cosas todas, y sobre todo de los hombres, de su primer por qué y de su último para qué. Y esta suprema preocupación no puede ser puramente racional, tiene que ser afectiva. No basta pensar, hay que sentir nuestro destino. Y el que, pretendiendo dirigir a sus semejantes, dice y proclama que le tienen sin cuidado las cosas de tejas arriba, no merece dirigirlos. Sin que esto quiera decir, ¡claro está!, que haya de pedírsele solución alguna determinada. ¡Solución! ¿La hay acaso? Por lo que a mí hace, jamás me entregaré de buen grado, y otorgándole mi confianza, a conductor alguno de pueblos que no esté penetrado de que, al conducir un pueblo, conduce hombres, hombres de carne y hueso, hombres que nacen, sufren y, aunque no quieran morir, mueren; hombres que son fines en sí mismos, no sólo medios; que han de ser los que son y no otros; hombres, en fin, que buscan eso que llamamos la felicidad. Es inhumano, por ejemplo, sacrificar una generación de hombres a la generación que la sigue cuando no se tiene sentimiento del destino de los sacrificados. No de su memoria, no de sus nombres, sino de ellos mismos. Todo eso de que uno vive en sus hijos, o en sus obras o en el universo, son vagas elucubraciones con que sólo se satisfacen los que padecen de estupidez afectiva, que pueden ser, por lo demás, personas de una cierta eminencia cerebral. Porque puede uno tener un gran talento, lo que llamamos un gran talento, y ser un estúpido del sentimiento y hasta un imbécil moral. Se han dado casos. Estos estúpidos afectivos con talento suelen decir que no sirve querer zahondar en lo inconocible ni dar coces contra el aguijón. Es como si se le dijera a uno a quien le han tenido que amputar una pierna que de nada le sirve pensar en ello. Y a todos nos falta algo; sólo que unos lo sienten y otros no. O hacen como que no lo sienten, y entonces son unos hipócritas. Un pedante que vio a Solón llorar la muerte de un hijo, le dijo: "¿Para qué lloras así, si eso de nada sirve?" Y el sabio le respondió: "Por eso precisamente, porque no sirve". Claro está que el llorar sirve de algo, aunque no sea más que de desahogo; pero bien se ve el profundo sentido de la respuesta de Solón al impertinente. Y estoy convencido de que resolveríamos muchas cosas si, saliendo todos a la calle, y poniendo a luz nuestras penas, que acaso resultasen una sola pena común, nos pusiéramos en común a llorarlas y a dar gritos al cielo y a llamar a Dios.
Caminante dijo... 22 de abril de 2010 04:52 -de Uruguay, 09:52 de Madrid-
El otro día te decía que había entrado a través de Ernesto y mira por donde lo encuentro comentándote por vez 1ª -y diciéndote, a su vez, a través de quien llegó- en este texto que me llamó la atención.
Si hiciéramos visibles muchos de nuestros males, creo, serían menos males y no nos arrastraría el miedo a ser los únicos que padecemos de "eso".
Mi primer episodio depresivo fue a los 38 años, casada, dos hijos, trabajo remunerado aceptable, casa propia, esas cosas que, en principio, escandalizan a cualquiera de que "Tú" te quejes. Te estoy hablando del año 93, entonces la información que había era muy poca y ¡me faltaba internet! Un gusto que te hayas pasado por mi casa. Vuelve cuando quieras. PAQUITA
mayo 02, 2010
Si esta tarde de oro pasa el frío y me muero...
PAQUITA dijo... 2 de marzo de 2010 11:42 en el texto de Manuel publicado el domingo 28 de nombre Simbiosis vegetal tempero-koroneiki.blogspot.com/
"versos del poeta Juan Ramón Jiménez...
Dejadme en el jardín fragante, porque
quiero ver el sol en el agua blanca de mariposas;
pues si esta tarde de oro pasa el frío y me muero,
me llevaré mi alma toda llena de rosas."
(...) pues si esta tarde de oro pasa el frío y me muero,
me llevaré (...)
Qué precioso... me llevaré... me quedaré... me iré... iré tranquila, con el alma sosegada, finalmente acabada.
Besicos- veo que Ybris también se pasó por aquí... llevaba un tiempo echándole a faltar- También estuve en Braga hace pocos años... pocos para mí, como 10. PAQUITA
"versos del poeta Juan Ramón Jiménez...
Dejadme en el jardín fragante, porque
quiero ver el sol en el agua blanca de mariposas;
pues si esta tarde de oro pasa el frío y me muero,
me llevaré mi alma toda llena de rosas."
(...) pues si esta tarde de oro pasa el frío y me muero,
me llevaré (...)
Qué precioso... me llevaré... me quedaré... me iré... iré tranquila, con el alma sosegada, finalmente acabada.
Besicos- veo que Ybris también se pasó por aquí... llevaba un tiempo echándole a faltar- También estuve en Braga hace pocos años... pocos para mí, como 10. PAQUITA
Pico Mulhacén II. Sierra Nevada, 10/4/2010
Para VER las FOTOS, sus detalles, DEBEN AGRANDARSE clicando sobre ellas. Crónica anterior http://paqquita.blogspot.com.es/2006/04/pico-mulhacen-sierra-nevada-granada.html
14.- Refugio. Inicio subida.
* Llegó el día de la subida al Mulhacén (3482m), no hay prisa, tienen que llegar los que pasaron la noche en Capileira. A las 9h. era la cita, a y media iniciamos la salida... sin ellos y sin Tirso, se queda a esperarlos. Nos vamos adelantando, ya nos alcanzarán, nos decimos, son fuertes.
15.- (A) Paquita.
* Voy la primera, por poco tiempo, enseguida la naturaleza nos pone a cada uno en su lugar, el mío... la última. Por delante el resto, algunos muy por delante. Desde el mismo refugio salimos pisando nieve, cada vez más, cosas de la altura.
16.- (A) Columna abajo, en sombra.
* Hemos hecho un ángulo de 90º al poco de salir del mismo y así continuaremos durante un par de horas, al menos. La pendiente es acusada, bastante y cada vez más, sin trecho alguno de llaneo que te permita descanso y recuperación. Casi permanentemente llevamos cerca a un muchacho que vino con los esquies desde Capileira, poco antes de nuestra salida. Lleva en el cuerpo 3 horas y media más de marcha.
17.- Los compas, adelantados.
* Mis amiguitos me van esperando de cuando en cuando, tres, son tres, el resto ¡ni idea! Llevo el bastón de uno de ellos, Ubaldo dice que las rodillas se resienten menos si vas a cuatro patas -las tuyas y dos bastones-. A su vez, Antonio, el único que hizo este pico, nos dirá que la senda que hizo -era agosto-, la "normal", va por la ladera izquierda, ahora cubierta por la nieve, bastante más suave que este camino nuestro y, por contra, más larga. Bordea hasta la misma "Caldera", así la llama.
18.- Sendero improvisado, arriba.
* Hemos tenido dos "aventureros" que han pretendido abrir nuevos caminos. Si ya el que seguimos es fuerte, ellos optaron por irse aún más a la derecha, más empinado. Eso sí, van abriendo camino porque delante de ellos no fue nadie, la nieve está virginal, espléndidamente virgen.
19.- (A) En el camino.
* Y llegamos al Collado -del Ciervo (3000m), leeré después que se llama-. La dirección que hemos seguido ha sido sur-norte ¡si no me equivoco! que decía aquel. Volvemos a girar, ahora a la derecha, cerrando en esta forma el tercer lado de un rectángulo imaginario. La pendiente se duplica, yo la estimo en 45 grados, después Alfonso, uno de los "fuertes", dirá que no puede ser y la cifra en unos 30º
20.- (A) Collado del Ciervo, a mi espalda y Pico Veleta (3394m), izda. foto
* Por encima de la caldera, en segundo término, está el pico Veleta (3394m). De allí veremos bajar unos cuantos esquiando. La caldera... lo es, desde la altura veremos como la boca de un cráter... apagado y cubierto de nieve, ahora. De cuando en cuando parada y miradita alrededor que, a la par que se descansa, se disfruta de la vista.
21.- En imagen, el esforzado montañero con esquies
* En ocasiones alguna formación pizarrosa resalta en la nieve, tipo de piedra que encontramos por el entorno. Me están esperando, desde hace un rato laaargo, aposentados en un grupo de ellas, colocadas con esmero para el descanso de caminantes. No rechazo la ocasión de hacerlo... y disfrutar.
22.- Panorámica, Antonio y nuestro montañero-esquiador, ahora a la izda.
* Es un goce estar allí, al solecito, con una panorámica de lujo, viendo subir "a los demás", que seremos bastantes, los que de una u otra forma llevamos esta dirección.
23.- Nube peculiar.
* Reemprendemos la marcha, unas pequeñas nubes se están formando. La explicación de su forma la dará A. Con el viento en contra se reviran, cambian de dirección, como media luna... no sé si me explico. A la derecha tenemos otra cual mano extendida, pidiendo.
24.- Cima del Mulhacén. Blas, Abel y yo = Paquita
* Y... parece que están parados arriba... y hay unos cuantos, pues va a ser que sí. Esa es la cima del Mulhacén (3482m), máxima altitud de la península ¡Qué bien! Es la una y media del mediodía, cuatro horas desde el refugio, lo que suelen decir, algunos media hora menos.
25.- San Bernardo
¡Un San Bernardo!, aquí, en la cima y otro perrillo, nos dicen que tiene 6 meses, más vivaz, la juventud.
Hay bastante gente, la mayoría escaladores, van pertrechados de lo oportuno: casco, arnés, y la ferretería al uso. Han subido por la cara norte, la dura, como en todos los picos -hasta donde se me alcanza-.
26.- Perrillo y cuatro montañeros.
27.- Vista desde cima.
* Fotos en la cima, paseo por ella, es bastante grande, se puede deambular con tranquilidad. Algo que no se puede decir de todos los picos, en ocasiones el espacio útil es mínimo, como por ejemplo El Almanzor. Ambos nombres con idéntica paternidad.
28.- Cima del Mulhacén y, desde ella, la cima del Veleta
* Me dedico a conocer el territorio, llego al extremo contrario. Son bonitos los cortados que tiene, limpios, a tajo.
29.- Paredes contrarias a nuestra subida.
* Pese a que me dijeron por donde subían los escaladores no me asomé ¿por qué? no sé, no tengo respuesta. Quizá no quise acometer un riesgo innecesario. El caso es que ni lo intenté. Las cosas como fueron.
30.- (A) Tres en la nieve
* Al menos, consuelo que me queda, Antonio sí los observó, lo suficiente para verlos progresar en la subida. Aquí los vemos a dos manos, con piolets en ambas manos.
31.- (A) Dos en la pendiente nevada.
* Más "heroico" sin dudar. Nosotros para llegar no hemos tenido dificultad técnica alguna, sólo ha sido cuestión de resistencia, de resistir hasta conseguir el objetivo, en este caso, la cima. ¡Qué guapas las fotos! No sabe cuanto se lo agradezco... bueno, sí, lo sabrá en cuanto lea esto.
32.- (A) Riscos.
* Y, me estoy preguntando, ¿dónde están las fotos de cima que nos echó un joven escalador a los allí reunidos, a los nueve, que del resto no sabremos hasta la vuelta -llegada al refugio-... ¿Emilio, tenemos respuesta? ¿Se cascaron? En la cima estaremos media hora, cinco marcharon por delante. Bajar se hace rápido -normalmente-, lo que te costó un triunfo subir lo bajas en un pis-pas. A las 3 y media ya estamos en el arroyuelo que Blas recordaba -se suele fijar en detalles vitales, como son los puntos de agua y los de cobijo, para caso de tormenta-.
33.- Cogiendo agua.
* Nos descalzamos, es bueno que respiren los pies, alguno se los moja, otro se los lava, para todos los gustos. Comemos tranquilamente y a los 45 minutos le cedemos el sitio a un joven escalador, contento de haber encontrado agua. Reiniciamos la marcha y a las 5 horas 40 minutos, de la tarde, ya estamos en el refugio de Poqueira. Nuestros "huidizos" compañeros comieron aquí, al resguardo y con cafetito.
DATOS DE INTERÉS: Fotos mías, salvo (A) de Antonio
Tiempo Ida: 4h. Tiempo Vuelta: 2h. 40´ Desnivel: 1000 metros
Crónica siguiente http://paqquita.blogspot.com.es/2006/04/pico-mulhacen-iii-la-vuelta1142010.html
PAQUITA
14.- Refugio. Inicio subida.
* Llegó el día de la subida al Mulhacén (3482m), no hay prisa, tienen que llegar los que pasaron la noche en Capileira. A las 9h. era la cita, a y media iniciamos la salida... sin ellos y sin Tirso, se queda a esperarlos. Nos vamos adelantando, ya nos alcanzarán, nos decimos, son fuertes.
15.- (A) Paquita.
* Voy la primera, por poco tiempo, enseguida la naturaleza nos pone a cada uno en su lugar, el mío... la última. Por delante el resto, algunos muy por delante. Desde el mismo refugio salimos pisando nieve, cada vez más, cosas de la altura.
16.- (A) Columna abajo, en sombra.
* Hemos hecho un ángulo de 90º al poco de salir del mismo y así continuaremos durante un par de horas, al menos. La pendiente es acusada, bastante y cada vez más, sin trecho alguno de llaneo que te permita descanso y recuperación. Casi permanentemente llevamos cerca a un muchacho que vino con los esquies desde Capileira, poco antes de nuestra salida. Lleva en el cuerpo 3 horas y media más de marcha.
17.- Los compas, adelantados.
* Mis amiguitos me van esperando de cuando en cuando, tres, son tres, el resto ¡ni idea! Llevo el bastón de uno de ellos, Ubaldo dice que las rodillas se resienten menos si vas a cuatro patas -las tuyas y dos bastones-. A su vez, Antonio, el único que hizo este pico, nos dirá que la senda que hizo -era agosto-, la "normal", va por la ladera izquierda, ahora cubierta por la nieve, bastante más suave que este camino nuestro y, por contra, más larga. Bordea hasta la misma "Caldera", así la llama.
18.- Sendero improvisado, arriba.
* Hemos tenido dos "aventureros" que han pretendido abrir nuevos caminos. Si ya el que seguimos es fuerte, ellos optaron por irse aún más a la derecha, más empinado. Eso sí, van abriendo camino porque delante de ellos no fue nadie, la nieve está virginal, espléndidamente virgen.
19.- (A) En el camino.
* Y llegamos al Collado -del Ciervo (3000m), leeré después que se llama-. La dirección que hemos seguido ha sido sur-norte ¡si no me equivoco! que decía aquel. Volvemos a girar, ahora a la derecha, cerrando en esta forma el tercer lado de un rectángulo imaginario. La pendiente se duplica, yo la estimo en 45 grados, después Alfonso, uno de los "fuertes", dirá que no puede ser y la cifra en unos 30º
20.- (A) Collado del Ciervo, a mi espalda y Pico Veleta (3394m), izda. foto
* Por encima de la caldera, en segundo término, está el pico Veleta (3394m). De allí veremos bajar unos cuantos esquiando. La caldera... lo es, desde la altura veremos como la boca de un cráter... apagado y cubierto de nieve, ahora. De cuando en cuando parada y miradita alrededor que, a la par que se descansa, se disfruta de la vista.
21.- En imagen, el esforzado montañero con esquies
* En ocasiones alguna formación pizarrosa resalta en la nieve, tipo de piedra que encontramos por el entorno. Me están esperando, desde hace un rato laaargo, aposentados en un grupo de ellas, colocadas con esmero para el descanso de caminantes. No rechazo la ocasión de hacerlo... y disfrutar.
22.- Panorámica, Antonio y nuestro montañero-esquiador, ahora a la izda.
* Es un goce estar allí, al solecito, con una panorámica de lujo, viendo subir "a los demás", que seremos bastantes, los que de una u otra forma llevamos esta dirección.
23.- Nube peculiar.
* Reemprendemos la marcha, unas pequeñas nubes se están formando. La explicación de su forma la dará A. Con el viento en contra se reviran, cambian de dirección, como media luna... no sé si me explico. A la derecha tenemos otra cual mano extendida, pidiendo.
24.- Cima del Mulhacén. Blas, Abel y yo = Paquita
* Y... parece que están parados arriba... y hay unos cuantos, pues va a ser que sí. Esa es la cima del Mulhacén (3482m), máxima altitud de la península ¡Qué bien! Es la una y media del mediodía, cuatro horas desde el refugio, lo que suelen decir, algunos media hora menos.
25.- San Bernardo
¡Un San Bernardo!, aquí, en la cima y otro perrillo, nos dicen que tiene 6 meses, más vivaz, la juventud.
Hay bastante gente, la mayoría escaladores, van pertrechados de lo oportuno: casco, arnés, y la ferretería al uso. Han subido por la cara norte, la dura, como en todos los picos -hasta donde se me alcanza-.
26.- Perrillo y cuatro montañeros.
27.- Vista desde cima.
* Fotos en la cima, paseo por ella, es bastante grande, se puede deambular con tranquilidad. Algo que no se puede decir de todos los picos, en ocasiones el espacio útil es mínimo, como por ejemplo El Almanzor. Ambos nombres con idéntica paternidad.
28.- Cima del Mulhacén y, desde ella, la cima del Veleta
* Me dedico a conocer el territorio, llego al extremo contrario. Son bonitos los cortados que tiene, limpios, a tajo.
29.- Paredes contrarias a nuestra subida.
* Pese a que me dijeron por donde subían los escaladores no me asomé ¿por qué? no sé, no tengo respuesta. Quizá no quise acometer un riesgo innecesario. El caso es que ni lo intenté. Las cosas como fueron.
30.- (A) Tres en la nieve
* Al menos, consuelo que me queda, Antonio sí los observó, lo suficiente para verlos progresar en la subida. Aquí los vemos a dos manos, con piolets en ambas manos.
31.- (A) Dos en la pendiente nevada.
* Más "heroico" sin dudar. Nosotros para llegar no hemos tenido dificultad técnica alguna, sólo ha sido cuestión de resistencia, de resistir hasta conseguir el objetivo, en este caso, la cima. ¡Qué guapas las fotos! No sabe cuanto se lo agradezco... bueno, sí, lo sabrá en cuanto lea esto.
32.- (A) Riscos.
* Y, me estoy preguntando, ¿dónde están las fotos de cima que nos echó un joven escalador a los allí reunidos, a los nueve, que del resto no sabremos hasta la vuelta -llegada al refugio-... ¿Emilio, tenemos respuesta? ¿Se cascaron? En la cima estaremos media hora, cinco marcharon por delante. Bajar se hace rápido -normalmente-, lo que te costó un triunfo subir lo bajas en un pis-pas. A las 3 y media ya estamos en el arroyuelo que Blas recordaba -se suele fijar en detalles vitales, como son los puntos de agua y los de cobijo, para caso de tormenta-.
33.- Cogiendo agua.
* Nos descalzamos, es bueno que respiren los pies, alguno se los moja, otro se los lava, para todos los gustos. Comemos tranquilamente y a los 45 minutos le cedemos el sitio a un joven escalador, contento de haber encontrado agua. Reiniciamos la marcha y a las 5 horas 40 minutos, de la tarde, ya estamos en el refugio de Poqueira. Nuestros "huidizos" compañeros comieron aquí, al resguardo y con cafetito.
DATOS DE INTERÉS: Fotos mías, salvo (A) de Antonio
Tiempo Ida: 4h. Tiempo Vuelta: 2h. 40´ Desnivel: 1000 metros
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PAQUITA