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agosto 20, 2011

Intervencionismo Humanitario. De Biafra a Libia

COPIADO de antimilitaristas.org/spip.php?article4891 Lema: En un océano de manipulación navegantes antimilitaristas se encuentran en una isla virtual de desobediencia, noviolencia y construcción de la Paz


El origen de la ideología del intervencionismo humanitario: De buenos y malos. De Biafra a Libia. BBC blogs
Autor: Adam Curtis - 28 de marzo de 2011. Publicado el Miércoles 20 de abril de 2011

La idea de «intervención humanitaria», que está detrás de la decisión de atacar Libia, es una de las creencias esenciales de nuestra época.
Divide a la gente. Algunos lo ven como un uso noble y desinteresado de la fuerza de Occidente. Otros lo ven como una cortina de humo del moderno imperialismo liberal.
Quiero contar la historia de cómo se originó esta idea y cómo fue creciendo hasta dominar las mentes de una generación de hombres y mujeres en Europa y América.
Es la historia de una generación que se quedó desencantada de la política occidental al uso. Pensaron que podían sortear las viejas estructuras de poder corruptas y conectar directamente con las víctimas inocentes de las guerra en todo el mundo.

Se trata de un enorme proyecto utópico que empezó a mediados de los 60 en África y prosperó y se extendió por todo el mundo. Pero en los ’90 se corrompió por lo mismo que se suponía que iba a trascender: la política de poder occidental.
Y la idea pareció morir en el horror con el atentado de un hotel en Bagdad en 2003.
Lo que vemos ahora es el regreso de este sueño en una forma fantasmal, sin entusiasmo, donde la confianza y las esperanzas han sido sustituidas por una ansiedad nerviosa.
Esta fase actual de las intervenciones humanitarias comienza en 1968 con la guerra de Biafra. Es un momento fascinante porque es donde el marco interpretativo -el filtro contemporáneo a través del cual percibimos ahora todas las intervenciones humanitarias- se construyó por primera vez.
La zona oriental de Nigeria había declarado su independencia y llamado Biafra al nuevo estado. En respuesta, el ejército nigeriano atacó al gobierno rebelde. Las cosas fueron muy mal para la gente de Biafra, pero a nadie en Occidente le importaba. Mientras, el gobierno británico vendía felizmente montones de armas a los nigerianos.
Pero entonces el gobierno de Biafra encontró en Ginebra una empresa muy extraña de Relaciones Pública llamada MarkPress que empezó a cambiar la forma en que la gente en Europa veía la guerra.
He descubierto un documental estupendo en el archivo de la BBC que cuenta lo que pasó entonces. Está rodado desde dentro de las oficinas de la empresa de relaciones públicas y entrevista a los hombres que dirigieron la campaña.
El documental muestra como transformaron un guerra que la gente veía simplemente como un conflicto político en un país lejano, en algo dramático y doloroso.
Se convirtió en una batalla moral entre malvados políticos en Nigeria -ayudados por políticos cínicos y corruptos en Londres que estaban vendiendo armas- y las víctimas inocentes del hambre causada por la guerra.
(...)
Los diarios británicos se identificaron con la historia a lo grande. Y un nuevo movimiento se desarrolló. Estaba empujado por la indignación moral, arrastrado por el enfado con la vieja clase política británica que estaba prolongando el sufrimiento con la venta de armas.
Se unieron celebridades. Hicieron un ayuno de 48 horas en Piccadilly Circus por Navidad. Aquí hay algunos fotogramas de la noticias. El que muestra lo que realmente estaba pasando es el cartel que dice BATTLE OF BRITAIN 1940 - BIAFRA ’69.
El conflicto estaba siendo ajustado en el molde que iba a definir a todo el movimiento. Era la Guerra Buena. Una resistencia justificada contra el mal para proteger a los inocentes en cualquier lugar del mundo donde fueran amenazados.
Justo igual que en el combate contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial.
Pero Biafra también reveló los terribles peligros de esta visión simplificada de las guerras, peligros que acecharían siempre al movimiento humanitario.
Esto es un extracto de una muy buena edición del programa «Timewatch» sobre Biafra realizada en los primeros ’90. Hay periodistas contando como se tomaron lo que la agencia de relaciones públicas de Biafra había empezado -y fue mucho más lejos. Crearon la nueva imagen que iba a definir los futuros relatos periodísticos de todas estas crisis humanitarias: los niños famélicos.
Pero el programa también insiste en que la ayuda producida por la ola de simpatía que estas imágenes generaron también tuvo una consecuencia no prevista terrible. Prolongó una guerra inútil durante más de 18 años, y así contribuyó a la muerte de cientos de miles de personas.
Muchos en las organizaciones de ayuda han negado esto. Pero el programa incluye al líder rebelde de Biafra, Coronel Ojukwu, diciendo que usó las divisas fuertes que consiguió de estas organizaciones para comprar las armas que necesitaba para continuar los combates.
De Biafra iba a llegar una nueva idea de cómo salvar el mundo. Y el hombre que la iba a crear era un joven doctor francés llamado Bernard Kouchner.
Kouchner había trabajado para la Cruz Roja en Biafra, pero se indignó con la negativa de Cruz Roja a publicitar el genocidio provocado por el ejército nigeriano,
Igual que la Cruz Roja no había revelado los horrores que vio en los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial porque insistían en ser «neutrales».
Kouchner dimitió y volvió a Paris donde fundó una nueva organización humanitaria llamada «Medecins Sans Frontieres».
Ser neutral, dijo Kouchner, significaba en realidad ser cómplice del horror. Y MSF nunca sería cómplice. Estaba del lado de las víctimas inocentes (...)
Kouchner, y muchos otros que fundaron MSF, habían sido revolucionarios marxistas o maoístas, pero se habían decepcionado de estas visiones utópicas. Y lo que estaban haciendo era reelaborar en una nueva forma la política de liberación del Tercer Mundo.
Era una clase de liberación que ellos que creían que iba más allá de la política de izquierda y derecha, y en vez de eso, trataba de salvar a los individuos de los horrores del totalitarismo, ya procediera de la izquierda o de la derecha.
No iban a ser neutrales. Iban a tomar partido. Pero del lado de las víctimas -porque eran neutrales.
Su primer eslogan fue «No hay víctimas buenas ni víctimas malas». Y en 1979, Kouchner demostró dramáticamente esta creencia. Alquiló un barco para ir a rescatar a la gente vietnamita que huía en barcas del régimen comunista que gobernaba ahora Vietnam.
La izquierda -y muchos liberales- quedaron conmocionados. Porque éstas eran «víctimas malas», víctimas de los nobles antiimperialistas que habían derrotado a América.
Pero Joan Baez le dio su apoyo.
Aquí hay una parte de la película que se hizo a principios de 1980, que cuenta la historia de su rescate de los refugiados. Se rodó a bordo del barco que alquiló Kouchner. También nos da una idea del empuje de Kouchner y sus creencias.
Hay una escena estupenda en la que el barco de MSF llega a una pequeña isla. Los europeos arrancan a llorar en el malecón cuando son aplaudidos como héroes por los miles de refugiados varados en la isla.
En el momento en que el movimiento humanitario levantaba el vuelo, así lo hacian también los nuevos déspotas que iban a convertirse en los objetivos principales para este nuevo idealismo.
Muchos de ellos -como Pol Pot, Saddam Hussein y Muammar Gaddaffi- fueron también, de un modo extraño, productos del fracaso del sueño comunista. Como Kouchner, también estaban intentando reelaborar la teoría revolucionaria, pero en su caso, con resultados terribles.
He encontrado una especie de documental de observación realizado en 1976 que sigue a Muammar Gaddaffi mientras asume el gobierno de Libia.
Una de los momentos destacados es la sección con su madre y su padre, que todavía viven en una tienda de campaña en el desierto. La Sra. Gadafi explica cómo su hijo ha insistido en que deben seguir viviendo en su vieja tienda hasta que uno de cada dos libios tenga una vivienda adecuada en un apartamento moderno.
Me pregunto si salieron alguna vez.
El documental aclara lo represivo y brutal que es el régimen de Gadafi. Cómo ha encerrado y torturado a miles de opositores políticos.
Pero entonces da un giro fascinante. El entrevistador pide a Gadafi que explique por qué ha enviado tropas libias a luchar con los palestinos contra Israel, y por qué ha enviado agentes libios para intentar derrocar al presidente Sadat de Egipto.
Gadafi responde con una explicación sobre que los países como Libia tiene el deber de intervenir en otras naciones donde la gente normal esté siendo oprimida por gobiernos autócratas y opresivos, y ayudarlos a liberarse. Eso incluye ayudar a liberar Egipto y Túnez.
Pero también significa, dice, que está justificado que los políticos como él intervengan en Irlanda del Norte para ayudar al IRA provisional. Porque están oprimidos por el gobierno británico.
Ellos también son víctimas.
La argumentación de Gadafi era un extraña imagen reflejada de la teoría que Kouchner y el resto de ex ixquierdistas estaban desarrollando en Europa.
Porque ellos también se estaban encaminando hacia la idea de la «intervención armada».
En los ’80, el movimiento humanitario florecía, sobre todo en Afganistán. Pero en Afganistán el movimiento se tropezó con un gran problema político.
Hombres y mujeres de lo que hoy se ha llamado el «movimiento de los doctores» llegó a las montañas para ayudar a las víctimas de los ataques soviéticos. Fueron valientes y atrevidos, y consiguieron salvar las vidas de muchos civiles afganos.
Pero también ayudaron a los muyaidines. Según la teoría del movimiento humanitario esto estaba bien. Los muyaidines eran resistentes al totalitarismo soviético. Eran víctimas defendiéndose, así que era moralmente correcto ayudarlos.
Pero otros no lo veían así.
Aquí tenemos el vídeo de un juicio en Kabul en 1983 de un doctor francés que había sido capturado por el ejército afgano.
Se llamaba Philippe Augoyard. Trabajaba para Aide Medicale Internationale, que era otra versión de MSF. El juicio es absurdo, y en la tradición de todos los juicios espectáculo del comunismo, el doctor lee una «confesión» y admite trabajar con «bandidos contrarrevolucionarios».
Pero hay otra parte de su confesión que era cierta y a la vez embarazosa para todos los ex marxistas y ex maoísta del movimiento humanitario. Los muyaidines que habían ayudado estaban apoyados, financiados y armados por los EEUU.
Lo cual quería decir que estaban ayudando al imperialismo global estadounidense.
Casualmente, el vídeo está filmado por mi héroe. Es un cámara llamado Erik Durschmied. Es el mejor cámara que ha trabajado nunca para la BBC, y yo uso constantemente su material en mis películas.
Pero entonces un grupo de filósofos franceses llegó al rescate. Ellos elaboraron una teoría que decía que no estaba mal trabajar con el poder militar estadounidense. De hecho, si los humanitarios pudieran captar el poder militar de los EEUU, podrían usarlo para cambiar el mundo de una manera revolucionaria.
Los filósofos estaban liderados por otro ex maoísta llamado André Glucksmann, que se había vuelto contra la izquierda y había desarrollado su propia teoría que bautizó como «antitotalitarismo» (...)
Pero no estaba solo. Glucksmann formaba parte de un grupo de intelectuales que aparecieron en Francia a finales de los ’70 llamado los Nuevos Filófosos. Consideraban a Bernard Kouchner un héroe de acción que ponía sus ideas en práctica. Otro componente importante era el glamuroso Bernard-Henri Levy (...)
Glucksmann lo expresaba en claros términos. Todo lo que oprimía a la gente por todo el mundo él lo llamaba «Auschwitz». Hasta las hambrunas se llamaban «Auschwitz».
Era otra vez el fantasma de la Segunda Guerra Mundial.
Glucksmann dijo entonces que la gente con poder tenía derecho a intervenir en otras sociedades para prevenir los «Auschwitz». Y eso incluía a la potencia estadounidense.
Quizás, decía él, la fuerza ejercida por los poderosos no siempre era opresión. Si era usada decentemente podía liberar a los oprimidos.
Y, decía Glucksmann, esto no significaba solamente asistencia médica. También incluía la «resistencia armada».
Y entonces llegó la masacre de Srebrenica en julio de 1995, que pareció demostrar la teoría de Glucksmann de una manera dramática.
Cuando la crisis de Bosnia empezó en 1992, los grupos humanitarios y la ONU llegaron para intentar ayudar a las víctimas de la agresión serbia.
Pero rápidamente empezaron a darse cuenta de estaban siendo utilizados por los gobiernos occidentales como manera de contener una crisis en la que los políticos no querían mezclarse.
El periodista David Rieff escribió:
«La idea era sencilla, ruda y brutal. En vez de acción política apoyada por la amenaza creíble de la fuerza militar, las potencias occidentales sustituirían un masivo esfuerzo humanitario para aliviar las peores consecuencias de un conflicto que querían contener. ’Contención mediante la caridad’ fue la manera en que lo expresó un funcionario de la ONU.»
Y entonces en Srebrenica miles de civiles se reunieron en el enclave creyendo que estaban bajo protección internacional. Pero cuando las tropas serbias dirigidas por el general Mladic entraron en la ciudad, las tropas de la ONU no hicieron nada. La promesa de protección simplemente les puso las cosas más fáciles a los serbios para matar a 8000 personas.
Aquí hay un extracto de un «Panorama» sobre la masacre. Incluye un notables imágenes filmadas por un cámara serbio el día de la masacre. Es destacable porque él supuestamente eliminó tomas que muestran pruebas de los asesinatos.
Pero en las imágenes se percibe la impotencia de los soldados holandeses de la ONU. Es la grabación de un momento de fracaso moral.
Empieza con los miles de bosnios huyendo de Srebrenica hacia lo que piensan que es la seguridad de un campamento de la ONU a las afueras de la ciudad.
Uno de los enviados especiales en Bosnia, Jose Maria Mendiluce, se dio cuenta de que Glucksmann tenía razón.
«No puedes replicar al fascismo con ayuda humanitaria. Sólo si dejamos de ser neutrales entre asesinos y víctimas, si decidimos apoyar la lucha por la vida de Bosnia contra el horror fascista de la limpieza étnica, seremos capaces de contribuir a la supervivencia de los rastros de ese país y de nuestra propia dignidad.»
Y entonces, unos meses después, el poder aéreo estadounidense, bajo mando de la OTAN, fue usado para obligar a los serbios a negociar una paz. Casi nadie estuvo en contra. Era una Guerra Buena en la que los humanitarios de izquierda estaban ahora aliados con su viejo enemigo imperialista: EEUU.
De Srebrenica salió un nuevo híbrido: el humanitarismo militar. Y en los ’90 emergió para captar la imaginación deuna generación de izquierdas en Europa.
Desde el colapso de la izquierda de los primeros ’80 habían estado buscando una nueva visión sobre cómo cambiar el mundo para mejor. Ahora lo habían encontrado, un humanitarismo que tenía el poder de arreglar los errores por todo el mundo, más que simplemente aliviarlos.
Hasta tenía a filósofos franceses detrás.
Y uno de los de esa generación que quedó más fascinado fue Tony Blair, y en 1999 llevó su humanitarismo a su momento de mayor triunfo.
Aquí están las carreras de Tony Blair llegando a una bienvenida de héroe en mayo de 1999. blair había persuadido a un reacio Clinton para unirse a una campaña de bombardeo la OTAN para detener las atrocidades serbias en Kosovo, y se mantuvo fiel a ello incluso cuando parecía que estaba fracasando.
La llegada de Blair y su discurso en un campo de refugiados kosovar en la frontera macedonia es una escena extraordinaria. También es un momento muy importante en la historia reciente. Mirad de cerca la cara de Blair mientras camina entre una multitud que le adora cantando «Tony, Tony, Tony», y entederéis algo del porqué conduciría a Gran Bretaña hasta Iraq cuatro años después.
Es también una inquietante reminiscencia de Kouchner y los otros doctores llegando a la Isla del Mar del Sur para rescatar a los vietnamitas que huían en barcas 20 años antes.
Es también un momento de triunfo para Bernard Kouchner. Se convirtió en el jefe de la administración provisional de Kosovo, y se propuso crear una nueva democracia.
Muchos de los componentes de su equipo fueron revolucionarios izquierdistas de 1968. Incluso uno de los comandantes de la OTAN había luchado en las calles de París.
Pero Kouchner descubrió rápidamente que las víctimas podían ser muy malas. Había una gama extraordinaria de grupos étnicos en Kosovo.
Había:
Musulmanes Albaneses
Serbios ortodoxos
Serbios católicos
Musulmanes egipcios de habla serbia
Gitanos musulmanes de habla albanesa - Ashkalis
Gitanos cristianos de habla albanesa - Goranis
E incluso:
Turcos proserbios de habla turca
Entre todos ellos había vendettas, lo que quería decir que eran a la vez víctimas y verdugos horribles.
Empezó a ser obvio que desahacerse del mal no siempre llevaba al simple triunfo de la bondad.
Lo cual quedó terriblemente claro en Iraq en 2003.
Kouchner y muchos de los demás intervencionistas humanitarios tenían sus dudas en apoyar la invasión. Desconfiaban de la administración Bush y sospechaban que ellos y sus ideas estaban siendo usadas como una tapadera. Pero también creían en derrocar a Sadam Hussein porque era una oportunidad de liberar a millones de personas de la opresión de tirano «fascista».
Después de la invasión muchos de los que habían trabajado para Kouchner en Kosovo fuerona Bagdad para establecer la presencia de la ONU allí. Estaban dirigidos por otro humanitario, un ex izquierdista brasileño de los años 60: Sergio Viero de Mello.
Establecieron su centro de operaciones en el hotel Canal Street en Bagdad. Pero entonces, el 19 de agosto, en medio de una rueda de prensa, sucedió esto.
Un enorme camión-bomba estalló justo bajo la ventana de la oficina de Sergio de Mello. Él y otros 21 murieron.
Nadie sabe con seguridad quién estaba detrás del atentado, pero estaba claro que de Mello y los humanitarios habían sido seleccionados como objetivos deliberadamente.
Muchos en el movimiento humanitario-intervencionista vieron el atentado como el principio del fin de su sueño.
Porque ilustró dramáticamente lo ingenuos que habían sido.
El movimiento había empezado en Biafra porque un grupo de jóvenes idealistas querían escapar de la vieja y corrupta política de poder. Para ello habían simplificado el mundo como un combate moral entre el bien y el mal.
Creían que si pudieran destruir el mal, liberando a las víctimas de la opresión por los déspotas, entonces el resultado sería, automáticamente, bueno.
Pero el problema con este sencillo enfoque era que significaba que ellos no tenían ningún marco crítico mediante el cual juzgar a las víctimas que estaban ayudando. Y el atentado de Bagdad aclaró que algunas de las víctimas eran de hecho muy malas, y que las acciones de los humanitarios podían haber ayudado en realidad a desatar otro tipo de maldad.
La misma verdad se hizo obvia tambien en Kosovo.
El año pasado un fiscal suízo elaboró un informe para el Consejo de Europa que afirmaba que el Primer Ministro de Kosovo, Hashim Thaci, no sólo era un jefe mafioso, un asesino y un traficante de drogas, sino que además estaba implicado en un grupo que mataba a prisioneros serbios y después vendía sus órganos para trasplantes ilegales.
Hashim Thaci niega todas las acusaciones.
Y también se ha afirmado que el Sr. Thaci falsificó las últimas elecciones «a escala industrial».
Pero bastante gente todavía cree en el sueño.
Samantha Power fue periodista en Bosnia y una buena amiga de Sergio Viera de Mello. Ahora es asesora especial del presidente Obama. Power es apasionada defensora de la intervención humanitaria, y según todos los informes ella fue la persona que más persuadió para intervenir en Libia a un reacio presidente Obama.
Associated Press/Charles Dharapak
Y Bernard Kouchner también apoya la intervención en Libia.
Pero hay una preocupación y un nerviosismo general sobre la vuelta del viejo sueño de la intervención armada. Sobre todo porque nos damos cuenta de que el intervencionismo humanitario no nos proporciona una manera política de juzgar a quién estamos ayudando en Libia, y por tanto, cuáles pueden ser las consecuencias reales de nuestras acciones.
Incluso si nuestro instinto es ayudar a los que luchan contra Gadafi, ya no es suficiente simplemente verlo como una lucha de los buenos contra los malos. Porque precisamente esa simplificación es la que ha llevado a fantasías irreales sobre a quién estamos combatiendo en Afganistán y en Iraq.
Fantasías que persisten hoy, y las que se aferran todavía nuestros líderes, porque proporcionan la ilusión de que tenemos el control.
Pero los filósofos franceses son todavía muy locales. Aquí está Bernard-Henri Levy en Newsnight afirmando que ayudó a persuadir al presidente Sarkozy para intervenir en Libia.
Al observarlo te da la sensación de estar contemplando algo bastante extraño, una simplificación del mundo que fue en gran parte producto de un extraño momento de la historia.
Más o menos como el corte de pelo del Sr. Levy.

24 de abril de 2011, por PAQUITA: Me parece buen artículo. Lo acabo de copiar. Haré una reseña en mi blog y la publicaré dentro de, al menos, un mes. os lo comunicaría. Si hay algún inconveniente me lo decís, no lo pondría.
Saludos desde Madrid-Getafe: PAQUITA - paqquita.blogspot.com

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