Esta entrada fue escrita el 11/Julio/2011, y publicada, por Pierre Miró www.elpobrecitoveedor.net/blog/
Leo en el periódico que Sarkozy ha declarado que “Grecia nos ha enseñado que la crisis no se supera solo con controles en los gastos; para superar la crisis hace falta crecimiento económico y para esto hace falta inversión”. La frase, viniendo de un tipo que dijo que había que refundar el capitalismo, tiene poca credibilidad, pero algo es algo. Bienvenidas por fin las declaraciones, aunque sean de tapadillo, que comienzan a apearse del burro. A ver si de una vez caen algunos de los dogmas de la fe capitalista hegemónica en nuestros días.
Resulta que multitud de economistas de todo el mundo (en su país, hubo hasta un grupo denominado economistas aterrados) han venido predicando en el desierto durante cuatro años que el modo de salir de la crisis no era reduciendo el gasto y la inversión sino, precisamente, todo lo contrario y nadie les ha hecho ni puñetero caso. Y ahora viene el señor de la grandeur, y parece que ha descubierto la pólvora.
Esta es la clase de política denostada por los quincemayistas: empecinamiento en actuar de una determinada forma, haciendo caso omiso de las voces no afines que vengan de la sociedad civil y, cuando conviene para el ciclo económico, cambio de discurso pero no de políticas, que siguen cocinándose de espaldas a la ciudadanía. El subibaja de los intereses de una minoría sobre las necesidades de la inmensa mayoría.
A LA INMENSA MAYORÍA (Autor: Blas de Otero)
Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.
Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.
Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.
¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.
Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.
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