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mayo 24, 2012

#DimitrisChristoulas ¿Suicidio o asesinato?... + Carnetdeparo

Publicado en jueves 5 de abril de 2012 por Cive Pérez en su blog carnetdeparo.blogspot.com.es/2012/04/dimitrischristoulas-suicidio-o.html?spref=tw

"Creo que los jóvenes sin futuro algún día cogerán las armas y en la plaza Sintagma colgarán a los que traicionaron a la nación, como hicieron los italianos con Mussolini en 1945". Así termina la nota en que Dimitris Christoulas, un jubilado griego de 77 años, justifica su decisión de poner fin a su vida pegándose un tiro en la sien en pleno centro de Atenas.
Poco antes de las nueve de la mañana del miércoles 4 de abril, el jubilado Dimitris Christoulas, de 77 años, se pegó un tiro en la sien y murió a escasos metros del Parlamento. Farmacéutico retirado, Christoulas estaba agobiado por las deudas, según declaró en la breve misiva encontrada en un bolsillo de su chaqueta, en la que explicaba los motivos de su fatal decisión.
El acto trágico de Christoulas ha sacado a la luz un hecho que las autoridades griegas ocultan celosamente: el suicidio es una práctica cada vez más recurrente entre personas a las que la crisis y los recortes impuestos por la dirigencia económica europea han colocado en una situación desesperada.
«El suicidio, en Grecia, es hoy un tabú a voces», asegura María Antonia Sánchez-Vallejo en su blog Ruinas griegas (...)
Frente a los suicidios encubiertos, el de Dimitris ha sido un acto político, como ha señalado la hija del farmacéutico jubilado, Emmi Christoulas, en una carta que mandó a los medios griegos: «Durante toda su vida ha sido un militante de la izquierda, un visionario desinteresado. El suicidio de mi padre es un acto político consciente, coherente con lo que creyó e hizo durante toda su vida». Desde luego, la carta que dejó Dimitris no deja lugar a dudas: por un lado, reivindica la dignidad humana, al negarse a rebuscar en la basura para sobrevivir. Por otro, apela al derecho a la rebelión (...)
«No ha sido un suicidio, sino un asesinato». Este matiz adicional lo proporciona una de las consignas más coreadas durante las manifestaciones de protesta por la muerte de Crhistoulas. Lo que invariablemente remite a cierta observación de Federico Engels sobre la violencia ejercida por el capitalismo contra la sociedad. Detallando las formas que adoptaba esa violencia contra la clase obrera en la Inglaterra del siglo XIX escribe Engels:
Si un individuo le inflige a otro una lesión corporal que lleva a la muerte de la persona atacada, lo llamamos homicidio; por otra parte, si el atacante sabe de antemano que el golpe será fatal, lo llamamos asesinato. También se ha cometido asesinato si la sociedad coloca a cientos de trabajadores en una posición tal que éstos inevitablemente llegan a un fin prematuro y antinatural. Su muerte es tan violenta como si hubiesen sido apuñalados o tiroteados (...)
Todos son responsables y aún así nadie es responsable, porque parece que la víctima ha muerto por causas naturales. Si un obrero muere, nadie imputa la responsabilidad de su muerte a la sociedad, aunque algunos se darán cuenta de que la sociedad ha dejado de dar los pasos que impidan que la víctima muera. Pero se trata de asesinato de todas maneras (...)
Y todas las evidencias culposas apuntan, en primer lugar hacia la banca, culpable de la crisis que pone en peligro las pensiones. Y en segundo lugar, hacia esa clase política que, ante la magnitud de la crisis, se dedica fervorosamente a salvar el patrimonio del capital, amnistías fiscales incluidas, en vez de proteger las condiciones de vida de la población. Hacia la cual, no se ofrece otra respuesta que la policial.
El fenómeno se está extendiendo también por Italia, donde se han registrado catorce suicidios en dos meses por la crisis económica. Se trata de empresarios, trabajadores en paro y jubilados con pensiones de miseria que se quitan la vida al perder la esperanza ante su situación (...)
El Estado del Bienestar es, entre otras cosas, un estabilizador social. Dinamitar sus estructuras supone dar validez a esa llamada universal a la rebelión que nos deja Dimitris Christoulas en su alegato político final.


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