Cada semana tiene su aprendizaje, y la que estamos terminando, también. Hemos aprendido, por ejemplo, que un becario de detective puede dar con sus huesos en la cárcel en menos de 48 horas por haber colocado un florero customizado en medio de dos señoras, mientras que Fèlix Millet se pasea desde hace tres años por la zona alta de Barcelona o Luis el cabrón se va a esquiar a Canadá porque le estresa acudir a su casa de Vaquèira, donde tiene a la canallesca en la puerta. Ambos desconocen lo que es una sola noche en comisaría.
Es verdad que no se deben minimizar las consecuencias del espionaje de Mortadelo que padece la clase política y empresarial catalana, pero debería ponerse tanto ahínco en defender la intimidad y honor de los 'señores de Barcelona' como en proteger a los ciudadanos de los grandes ladrones que nos saquean. Por cierto, que este dispendio de querellas, fiscales, policías, jueces y demás personal que trabaja sin descanso en el 'affaire' de los espiados también va a costar un riñón. Al contribuyente, por supuesto. A ver si creen que alguien va a pagar una costa de toda esta sinfonía de pleitos y demandas. Es una cuestión de Estado y el Estado son ellos.
RICOS Y SOLIDARIOS
Otra lección moral de la semana ha sido que los profesionales bien retribuidos deben abandonar cualquier compromiso o sensibilidad social. Si alguien como Bardem puede, por ejemplo, cerrar la planta de una clínica privada para que su mujer dé a luz, no está autorizado a reivindicar que quienes no puedan hacerlo encuentren en la sanidad pública un servicio digno. Al parecer, los ricos tienen que ser mezquinos e insolidarios. Que aprenda Bardem de la hija de Fabra: "¡Que se jodan!" Ahora bien, si es usted marquesa del barrio de Salamanca puede montar con sus amigas un rastrillo a beneficio de los pobres, o si es la reina de España ponerse en una mesa petitoria de la Cruz Roja. En esos casos, la caverna no ruge ante la hipocresía y demagogia de esas elegantes damas, metidas un rato a defensoras de los necesitados. El que pone voz a los que no la tienen debe acreditar que se viste en mercadillos, que desconoce el sabor de los percebes y que viaja en 'low cost'. Los acomodados no pueden ser de izquierdas. Quienes llaman a eso demagogia son los mismos, sin embargo, que aplauden a los parados o empleados en precario que votan a partidos de derecha. Ellos sí entienden cómo va esto, ellos sí saben que la única forma de comer es ponerse al lado del que sirve el plato. En fin, gente respetada por su claudicación silenciosa y responsable.
Al parecer, el éxito y el dinero obligan a abdicar de cualquier empatía con los que siempre tienen la vida de culo. Si lleva usted una falda de Dior como Maribel Verdú, escuche el arrullo del tafetán y hágame caso, no se meta en política (¿de qué me suena esa frase?) Ahora bien, no se pregunte qué hace el Papa de Roma difundiendo la palabra de Cristo dentro de unos zapatos rojos exclusivos fabricados por el diseñador más caro de Italia. Los ruines no soportan que otros les dejen con su miseria moral a la intemperie.
Luego me paso
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