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junio 18, 2014

Podemos y la inteligencia, de Aníbal Malvar

Publicado en 28/5/2014
Me parece que se está pasando por alto una de las claves principales del hechizante éxito de Podemos: la inteligencia de sus portavoces. Desde hace muchos años, la desidia intelectual del votante español se había acostumbrado a la zafiedad, la incultura, el amor por el topicazo y la vacuidad ética de sus candidatos. No es que nuestros políticos sustituyeran el mensaje por la puesta en escena. Es que no podían trasmitir mensajes porque les faltaban neuronas para articularlos. Lo sabíamos pero les votábamos igual bajo la enseña acomodaticia del “es lo que hay”.
Pues han venido unos profesores, unos estudiantes, unos jubilados, unos parados y otras gentes del montón, y han dado un mensaje claro a la ciudadanía: nosotros, por lo menos, nos lo estamos currando; no insultamos vuestra inteligencia con chascarrillos y frases hechas; no descalificamos, sino que directamente condenamos; ofrecemos ideas y no eslóganes; presentamos un programa de mínimos con olor a máximos y lo explicamos plaza por plaza; escuchamos; admitimos nuestros errores y razonamos públicamente por qué los hemos cometido (protagonismo excesivo de Pablo Iglesias, por ejemplo)…
Podemos no representa una nueva forma de hacer política, sino que se remonta a la vieja, a la de siempre, a la de la pre-Transición española, a la de la acción callejera de debate y difusión de ideas, a todo eso que fue perdiendo la izquierda más tradicional (IU) en el curso de su largo viaje desde la clandestinidad hasta las sucias poltronas del consejo de administración de Bankia. Podemos ha resucitado la política en este país de burócratas de la alternancia, y eso lo han sabido ver 1.250.000 votantes.
Significativas de todo esto fueron las palabras de Pablo Iglesias, la misma noche electoral, cuando contestó al compañero Antonio García Ferreras para La Sexta. Nada de euforias ni de celebraciones. Hemos perdido porque no hemos logrado aun que deje de gobernar “la casta”. Brazos en jarras, hombros adelantados en plan gladiador y solo un atisbo ocasional de sonrisa delatora.
Yo creo que, más que la televisión (como simplifican algunos), la clave del éxito de Podemos se resume en el clásico cóctel de la vieja y honrada manera de hacer política: diez partes de ideas y diez mil de calle. Ahora, tras una campaña para la que contaron con menos de 100.000 euros sacados del crowdfunding y de la voluntad, van a gestionar millón y medio: 32.500 euros por escaño y 1,08 por voto.
Mientras todo esto ocurre, Alfredo Pérez Rubalcabaresponde con un inmovilista y castrador congreso extraordinario del PSOE, y Cayo Lara –al contrario que Pablo Iglesias– intenta poner buena cara a un crecimiento que nunca le permitiría gobernar. O sea, más de lo mismo. La aleve felicidad de la eterna bisagra.
La irrupción de Podemos demuestra algo que ya íbamos sospechando todos: que hay más inteligencia en nuestras calles que en los despachos políticos. Hacía demasiados años, quizá desde Alfonso Guerray Julio Anguita y alguna excepción periférica, que en los parlamentos y ayuntamientos de España no se discutía una sola idea rupturista, más allá del “que se jodan” de Andrea Fabra o la alegría infantiloide deMariano Rajoy al ser invitado al funeral de Nelson Mandela en el mismo estadio en el que La Roja había ganado un Mundial de fútbol. El discurso más inteligente y veraz que uno ha escuchado en el Congreso de los Diputados en muchos años lo pronunció la calle, concretamente Ada Colau, el seis de febrero del año pasado. Parte del pueblo español se va cansando de que le gobiernen unos corruptos que, además, son medio tardos. Y eso, creo en mi modesto entender, es lo que ha sabido aflorar la gente de Podemos sin más medios que la inteligencia. Esa cualidad que distinguía al ser humano de la piedra o del burócrata. Ahora vamos a ver qué pasa. Recordad lo que la militancia le gritó aJosé Luis Rodríguez Zapatero a los pies de Ferraz el día de su victoria: “No nos falles”. Primero sonrió y después se demostró incapaz de cumplir tan modesta demanda.

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