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noviembre 07, 2015

“Mis pollos no están hechos para alimentar este sistema, sino para combatirlo”, Cristina Sancho:

http://www.empresariasyemprendedorasmundorural.com/mis-pollos-no-estan-hechos-para-alimentar-este-sistema-sino-para-combatirlo/

Texto y vídeo: Patricia Simón (Amayuelas) Edición vídeo: Manuel G. Postigo ¿fecha

“Hay una cosa que me machaca todos los días y es intentar no sentirme una terrorista frente a la administración por producir,  porque al final somos lo que alimentamos al planeta”. Cuando Cristina Sancho se decidió a montar una granja de pollos ecológicos tenía como objetivo abordar el proceso completo: criar gallinas de los que obtener huevos y pollos que vender a sus clientes de los grupos de consumo. Sorpresivamente se encontró con que el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente entendía que se trata de “negocios” diferentes que no pueden ser abordados por el mismo productor. “Ahí empecé a darme cuenta de la realidad en la que vivimos. Este sistema neoliberal nos ha hecho separar las partes de nuestro sistema productivo de manera que no nos importa qué viene antes o después. Hasta tal punto de que al distribuidor no le importa si tu pollo es de calidad o no, sino su margen de beneficio”.
Lejos de cejar en su empeño, Cristina se alió con otros tres productores de Castilla León para cubrir conjuntamente el proceso, incluido un matadero con certificación ecológica. Eso sí, los pollitos tienen que adquirirlos con un día de vida por las insalvables trabas burocráticas.


Las aves que solemos encontrar en los supermercados tienen poco más de un mes de vida. Los de Cristina, criados al aire libre y con piensos ecológicos, a esa edad son aún polluelos que no han mudado su plumilla a la llamativa rojiza que lucen los adultos. A los cuatro meses, estarán listos para ser entregados a sus clientes, miembros de grupos de consumo de Castilla León, pero también de Madrid y otras comunidades. “Para mí es fundamental el trato con ellos, facilitarles que puedan visitar la explotación para que entiendan que no se trata sólo de pollos, sino de un proyecto social, de evitar el despoblamiento de nuestros pueblos, de ser soberanos en todos los ámbitos de nuestra vida. Yo siempre digo que antes de que mis pollos sean vendidos en una gran superficie, dejaría de criarlos. Mis pollos no están hechos para alimentar este sistema, sino para combatirlo”.
Cristina es una de las habitantes de Amayuelas, un pueblo al que hace veinte años llegaron un grupo de personas convencidas de que era posible resucitar el medio rural por la vía de la ecología. Por aquel entonces, sólo quedaba una familia en aquella aldea de la comarca leonesa Tierra de Campos. Gracias a los fondos europeos Leader, destinados al desarrollo del medio rural, pudieron adquirir una casona y reformarla como albergue-restaurante. A su vez, crearon una cooperativa para construir diez casas que sirvieran de residencia a los promotores de la iniciativa, pero también a algunos de las decenas de voluntarios de diferentes continentes que han pasado durante estas dos décadas por el pueblo.
Una de ellas fue Cristina, hija de ganaderos cuyos padres la incentivaron desde cría a estudiar para dejar atrás el pueblo. “Me castigaban con ordeñar las ovejas o sacarlas a pastorear, cosas que a mí me encantaban”. Estudió Ingeniería Técnica Agrícola y no fue hasta su llegada a Amayuelas como voluntaria para hacer su trabajo fin de carrera cuando conoció qué era eso de la agricultura ecológica. “Nuestro sistema educativo está hecho para fabricar personas que sólo saben manejar papeles, pero donde aprendes a vivir y a producir es en el día a día”, opina Cristina. Durante aquella estancia, “aprendí lo más importante, a ser persona”.

Amayuelas de Abajo,
un pueblo donde vive una
media de 20 personas (P.S.)

Amayuelas se ha convertido en un referente de la ecología: las viviendas fueron edificadas siguiendo las técnicas tradicionales de construcción con tierra, el método más asequible para los habitantes de la región. Tienen una sala comunitaria donde además de tener las neveras y las lavadoras de uso colectivo, comen diariamente juntos. La granja de Cristina está construida con fardos de paja de centeno siguiendo criterios bioclimáticos, un método que favorece la conservación de la temperatura. A pocos metros tiene su huerta y su panadería ecológicas María José Garre Aparicio, cuyos productos además de vender también a grupos de consumo, sirven también de alimento para la comunidad de Amayuelas.
La ecología tiene como pilares la corresponsabilidad y la soberanía. Por eso, a Cristina no le “gusta nada que se nos llame empresarias del campo, porque el concepto de empresaria tiene un trasfondo negro. Yo no me veo como una persona que produce para obtener una serie de rendimientos a lo largo del año, sino que es una forma de vida en la que si me faltan mis pollos es como si me faltara una parte del cuerpo”. El 20% de la población de España residen en el medio rural, que comprende el 80% del territorio. Sin embargo, las políticas públicas, incluidas las de la Unión Europea, no han frenado el envejecimiento y abandono del medio rural al estar prioritariamente dirigidas a favorecer las grandes explotaciones, la agroindustria intensiva que requiere menos mano de obra. Como bien recuerda Cristina, esto incide especialmente en las mujeres del medio rural, las que cuentan con explotaciones de dimensiones más reducidas. A lo que hay que sumar el impacto que está teniendo la llamada Ley Montoro.
Aprobada en diciembre de 2013, la Ley de racionalidad y sostenibilidad de la administración local, denominada por la Plataforma Rural “ley del saqueo del medio rural”. Según Ecologistas en Acción, “de los 7.129 millones de euros totales que pretende ahorrar dicha Ley, la partida correspondiente a la desaparición de 3.700 Entidades Locales Menores (pedanías, juntas vecinales, etc.) y 1.024 mancomunidades corresponde con un ahorro previsto de 72,8 millones de euros, según los cálculos del propio Gobierno. Este 1% del ahorro previsto no ha sido apenas debatido, y sin embargo esconde una propuesta de muy profundas consecuencias para la ya de por sí frágil población rural”. Esta ley recoge la supresión de los pequeños ayuntamientos así como de las juntas vecinales así como la fusión de municipios para centralizar sus funciones en las diputaciones provinciales, prevé la supresión de los bienes y tierras comunales, la reducción de recursos como centros de salud, guarderías, colegios, centros sociales…. Elementos básicos para fijar la población al territorio.
Los promotores del pueblo ecológico de Amayuelas también crearon la Universidad Rural Paulo Freire, un centro de investigación y formación en actividades económicas sostenibles, en la que además de conferencias mensuales sobre temas como el fracking o la soberanía alimentaria, se imparten cursos sobre bioconstrucción, producción ecológica, residuos orgánicos y semillas autóctonas. De hecho, en la actualidad están recuperando un palomar centenario en el que establecerán un museo de la semilla con el banco de semillas que llevan años recuperando.

Palomar reformado para
convertirlo en el museo
de la semilla (P.S.)

Según las Naciones Unidas, en la actualidad se producen alimentos suficientes para alimentar hasta 12.000 millones de personas, frente a los 7.000 que habitan el planeta. Diariamente se tiran 1.3000 millones de toneladas de comida a la basura, un tercio del total que se produce. Sin embargo, el discurso dominante sigue siendo el de que es necesaria la producción agroindustrial para asegurar el sustento mundial, un modelo que obliga al campesinado a endeudarse para adquirir maquinaria, insecticidas, abonos artificiales, combustible….

Pollos de cuatro meses
de vida, la edad que tienen
cuando son vendidos a los
clientes por Cristina (P.S.)

A su vez, como recoge en este artículo Esther Vivas, el relator especial de las Naciones Unidas para el derecho a la alimentación entre los años 2008 y 2014, Olivier de Schutter, sostiene en su informe “La agroecología y el derecho a la alimentación”, que “los agricultores pequeños podrían duplicar la producción de alimentos en una década si utilizaran métodos productivos ecológicos” y añadía “se hace imperioso aplicar la agroecología, para poner fin a las crisis alimentarias y ayudar a afrontar los retos vinculados a la pobreza y al cambio climático”. Un discurso que se materializa en la forma de vida de Cristina y el modelo de Amayuelas: “La lucha de mi generación es demostrar que existen otros modelos, que meterse en créditos con los bancos por una ayuda comunitaria no es alternativa, que se puede vivir con unas poquitas hectáreas, que las pequeñas producciones son viables… Las personas que producimos de forma ecológica producimos para comer lo justo y necesario”.
Como defiende José Mújica, expresidente de Uruguay, no se trata de hacer apología de la pobreza, sino de la sobriedad,  “un lujo para poder ser libre”.
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