Hace unos años tuve ocasión de asistir a una charla suya, es impactante, auténtico.
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http://elonotero.com/patch-adams-hemos-convertido-la-medicina-en-un-negocio-sucio-y-avaro/
Es médico, activista y payaso, y más conocido como el “doctor
de la risoterapia”, aunque no le gusta asociar “risa” con “tratamiento”
porque para él el humor es mucho más importante. Su sueño es ejercer una
medicina feliz, divertida, amorosa, cooperativa, creativa y
considerada. Patch Adams.
Médico, activista y payaso. El orden de los factores no altera la talla humana de Hunter Doherty Patch Adams,
rozando los dos metros de altura, frisando el cielo con su coleta
multicolor de eterno “hippie”. A sus 69 años, el médico más iconoclasta e
irreverente del planeta, inmortalizado en el cine por Robin Williams,
sigue propagando su personalísima visión de la salud y arremetiendo sin
piedad contra el sistema.
Desde 1971, la peculiar revolución del famoso médico y cómico tiene un
nombre: Gesundheit (“salud”, en alemán). Así se llama su sueño, aún no
materializado del todo, de construir un hospital rural en Virginia del
Oeste donde se pueda ejercer una medicina con seis cualidades
fundamentales: feliz, divertida, amorosa, cooperativa, creativa y
considerada.
¿Usted fue antes payaso, activista o médico?
Digamos que ser médico y payaso es la forma más noble de activismo.
Aunque creo que la primera chispa fue la del activismo. Cuando era
adolescente lo pasé muy mal. Me hacían la vida imposible en el colegio y
no soportaba las injusticias en el sur segregado donde me crié. Intenté
suicidarme y me metieron en un hospital psiquiátrico. Y allí descubrí
no sólo que podía curarme sino que podía ayudar a los demás. Entonces me
hice un propósito: “En vez de intentar quitarme la vida, voy a ser
feliz a toda costa… Y voy a empezar una revolución basada en el amor”.
¿Cuál es la peor de las enfermedades?
El capitalismo de mercado, sin duda. Hemos convertido la medicina en un
negocio sucio y avaro, en subproducto mercantil que trata a la gente
como meros consumidores, y no como ciudadanos o personas. ¿Qué se puede
esperar de un doctor que dedica siete minutos como promedio a sus
pacientes, como ocurre en Estados Unidos? ¿Qué se puede esperar de un
sistema deshumanizado que se lucra de la enfermedad? A veces pienso que
Freud tenía razón, cuando escribió en La civilización y sus descontentos
que tal vez las enfermedades mentales son la respuesta natural a una
sociedad desquiciada.
¿El sistema de salud es acaso el reflejo de una sociedad enferma?
Yo diría que es causa y efecto. Mientras los valores dominantes sigan
siendo el poder y el dinero no hay nada que hacer. El ganador se lo
lleva todo: esa es la ley de vida que nos viene impuesta por este
sistema masculino que sigue imperando a todos los niveles, de la salud a
la religión.
¿Y cuál es la mejor receta?
Lo que necesitamos es feminizar la sociedad. Hacen falta más mujeres
líderes, pero no al estilo de Thatcher o Condoleeza Rice. Tenemos que
darle la vuelta a la escala de valores hasta poner por encima de todo la
generosidad y la compasión, que son dos virtudes femeninas. No hay nada
como darse a los demás. Paz, justicia y cariño, esa es mi trinidad
favorita.
¿Y qué tiene que vez todo eso con ir vestido como payaso?
Hasta el líder más serio pierde la compostura cuando me ve vestido de esta forma. El humor es un arma de desarme masivo…
¿Por qué le molesta entonces que le llamen el Doctor de la Risa o el Padre de la Risoterapia?
Es que la risa no es una terapia, como tampoco lo es la música. Terapia
suena a cirugía, a homeopatía, a tratamiento… La risa y la música son
mucho más. Yo diría que son la vida misma, una parte esencial de nuestra
condición de humanos. Lo que no es de humanos es la seriedad. No
conozco una sola enfermedad que se cure con la seriedad, con la ira o
con la apatía. No llegaremos muy lejos si nos ponemos muy serios. Lo más
curativo es el amor, el humor y la creatividad.
¿Aún quedan médicos con alma?
Sin duda. Mucha gente llega a la medicina por pura vocación, porque
quiere ayudar a la gente. No hay mayor deleite en la vida que darse a
los demás ni mayor privilegio que cuidar de algo o de alguien. Yo lo
llevo haciendo casi toda mi vida y seguiría pagando por poder hacerlo
aún muchos años.
¿Qué relación existe entre la medicina y la poesía? Le acabamos de oír recitar de memoria las “Hojas de hierba” de Walt Whitman…
La poesía también es curativa. Es algo así como una pócima que nos
recuerda nuestra condición de humanos. Nos transporta a otra dimensión y
hace que la vida sea más rica e intensa. A mí me sirve también para
ejercitar la memoria. Llevo decenas de libros grabados en la sesera: es
una práctica muy sana que empecé a practicar de joven y la sigo
ejercitando.
Con el cine tuvo sin embargo sus más y su menos. ¿Es cierto que no le gustó la película?
Tuve mis más y mis menos con los “clichés” de la película y con el
resultado general. Pero siempre sentí una gran admiración y respeto por
Robin Williams. Era un gran comediante, un maestro de la improvisación.
Pero no sólo eso: tenía una gran talla humana. Era un tipo generoso y
compasivo. Sabía cómo desdramatizar las situaciones y crear buen
ambiente a su alrededor.
¿Cómo fue su relación con él?
Tuvimos una relación bastante cercana antes, durante e inmediatamente
después de la película. Nos invitó a su casa, y ahí pude comprobar su
auténtica personalidad. En el fondo era un introvertido que vivía bajo
el peso de la fama. De joven tuvo problemas de adicción al alcohol y las
drogas, de adulto buscó refugio en la soledad… Me dolió, eso sí, que no
donara una parte de los 21 millones de dólares que cobró al Instituto
Gesundheit. La gente de los estudios me advertía: ni se te ocurra
pedirle un centavo a Robin. Yo creí ingenuamente que la película iba a
servir para dar un gran impulso al proyecto, y no fue así. Robi Williams
me hizo famoso, pero yo habría querido algo más.
¿Cómo le afectó su suicidio?
Su muerte me causó tristeza y me hizo pensar mucho en las causas. Yo
creo que Robin Williams murió bajo el peso de su propio papel. Millones
de admiradores esperaban mucho de él, y era de verdad muy querido: creo
que pocos actores llegaban a su nivel. Era un hombre tremendamente
divertido, pero en su forma de mirar y de hablar podías percibir también
un fondo de tristeza. Y también mucha humildad: nunca le vi ponerse por
encima de nadie. Nunca ejerció de famoso, pero quizás la fama le pesó
más de la cuenta.
¿Y cuál es su personal antídoto contra la fama?
Me pellizco mucho y me hago daño. Huyo de los autógrafos y solo me
presto a hacer “selfies” con la gente si hacemos algo irreverente, nos
metemos en el dedo en la nariz y ponemos cara de payaso. Y contesto
personalmente a mano decenas y decenas de cartas todos los meses. Sigo
viajando unos 300 días al año: escribir a la gente, en todas las partes
del mundo, es la cura perfecta para la nostalgia.
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OTRO ASUNTO. Hoy en Perroflautas del Mundo: Madrid: la comisión de la (des)memoria histórica, de Rafael Escudero Alday
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