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diciembre 30, 2017

Tenemos derecho a una buena vida y, desde luego, no es esta

Vivimos una especie de adolescencia caprichosa que nos puede llevar al colapso civilizatorio. La inercia informativa y desinformativa nos lleva a preocuparnos por cuestiones que, en realidad, deberían ser de segundo grado. El filósofo y poeta Jorge Riechmann reflexiona sobre ello. 
El día de la fiesta nacional (el 14 de julio, la Hispanidad, la Diada…, qué más da) yo me quedo en la cama igual, cantaba hace tiempo Paco Ibáñez en su versión de La mauvaise réputation, del gran poeta y músico francés Georges Brassens. En lugar de quedarme en la cama, este año el 12 de octubre decidí irme a Granada. Dejar la mente en blanco (ahora que está de moda el mindfullness), contemplar el paisaje, agostado en pleno otoño, el viaje en el autobús me permitió también terminar uno de los libros que había comenzado el día anterior, Tuits para el Siglo de la Gran Prueba. Disparos con parábola (Plaza y Valdés), de Jorge Riechmann.
En 2015 el filósofo y poeta madrileño creó una cuenta de twitter, @JorgeRiechmann, en la que al hilo de la actualidad, de sus lecturas y vivencias, ha ido plasmando su idea del mundo en el que vivimos. Y el mundo en el que vivimos es el Siglo de la Gran Prueba (título de un libro anterior publicado en Baile del Sol), un momento fundamental en la Historia de la Humanidad en el que tendremos que decidir si mantenemos una especie de adolescencia caprichosa, que nos puede llevar al colapso civilizatorio, o nos tomamos en serio nuestra relación con la naturaleza y damos un giro a nuestra vida que evite el desastre en el que ya estamos inmersos. Un giro que es incompatible con el capitalismo: “El capitalismo destruye lo que apreciamos para ofrecernos lo que no sabíamos que podíamos desear”, escribe Riechmann. En su hegemonía, nos cuenta el poeta, el capitalismo cuenta con un gran aliado, la tecnología, y recientemente, con la tecnología de Silicon Valley, en internet.
“Twitter tiene muchas virtudes, como sus millones de usuarios pueden atestiguar, y se ha convertido en un instrumento de comunicación política de primer orden; pero también supone algo así como la jibarización del pensamiento. Reducción de la reflexión a titulares de prensa; choque de ideas de donde casi nunca sale luz y casi siempre polvo extenuante. ¿Sería posible emplear este medio contra sí mismo? La respuesta es no, pero si lo fuera: solo mediante la creación de contextos. Es lo que pretende este breve libro”, explica Riechmann en el prólogo.
El cambio que propone Riechmann pasa por crear otra relación con la naturaleza (imposible de concebir con el capitalismo reinante y su extenuante búsqueda de beneficios a corto plazo), con los demás (también con los animales). Pasa por cambiar el modelo energético, por el abandono total de los combustibles fósiles. Pasa por la autolimitación, por cerner lo necesario y dejar fuera lo superfluo. Pasa por el derecho a una buena vida, con tiempo para disfrutar con los amigos, para leer (poder leer novelas de novecientas páginas, no solo en vacaciones), para el hedonismo real y no virtual. Pasa por otra universidad que no esté sometida a los dictados del mercado. Pasa por más democracia (“la democracia es actividad en primera persona”), por más igualdad y libertad. Pasa por desacelerar, por un ritmo lento. En el prólogo (clandestino) inicial, el autor recuerda este diálogo marxista:
“Groucho Marx. -Vamos, Ravelli, camine un poco más rápido.
Chico.- ¿Y para qué tanta prisa, jefe? No vamos a ninguna parte.
Groucho.- En ese caso, corramos y acabemos de una vez con esto”.
El poeta madrileño nos alerta contra el mito del Progreso, pero también contra el sectarismo, “el Sida de la izquierda”. Necesitamos a Marx, dice, pero también a Einstein, también a Buda. Necesitamos la belleza: “Que tras los horrores del siglo XX se siga creando belleza es una forma de esperanza”, sostenía Czeslaw Milosz. El cambio que propone Riechmann pasa también, cómo no, por más poesía, por desandar lo andado.
Estos tuits contextualizados son un acertado viaje de vuelta del mundo digital al papel, de internet a la palabra impresa. Y una excelente oportunidad para acercarse al pensamiento de uno de los filósofos más lúcidos de este país. A pesar de la irónica recurrencia a Casandra, aconsejo al lector no se deje amilanar con la tarea titánica que propone Riechmann, quien frente al desastre nos anima a aprovechar los huecos que aún nos quedan para resistir.
Termino de leer el libro de Riechmann y entramos en Granada. Aquí viví hace veinte años – ya nos dijo otro poeta necesario, Gil de Biedma, que llegados a una edad de todo hace veinte años – . A estas alturas de siglo, Granada aún no tiene conexión por tren. Lo que sí tiene son muchos más turistas, tantos que, como ha ocurrido con otras ciudades, han desalojado a muchos de los habitantes del centro, desplazados por los precios de las viviendas y de los servicios y por la invasión de cadenas sin ninguna identidad. Lo que eufemísticamente se llama economía colaborativa en realidad tiene poco de colaborativa. “Uber o Air BnB no es “economía del compartir”, sino capitalismo digital”, (de nuevo Riechmann). Junto a la construcción, el turismo (y todos somos turistas en algún momento) es el otro cáncer de este país. ¿De verdad que no tenemos otra forma de ganarnos la vida? El turismo es como un insecto que se comiera lo que hay dentro y solo dejara la cáscara. Algunos pueblos de esa España vacía ya son eso. Muchas ciudades también. ¿De verdad queremos vivir en parques temáticos y convertirnos en personaje Pastoralia, un cuento de George Saunders?
Pero no hay que perder la esperanza y siempre hay resistentes, como Jesús Ortega y Marta Badía, con quienes quedo para tomar unas cañas. Son amigos, viven en el mismo edificio del centro, cercado por hordas de turistas, y trabajan en el mismo lugar: el Centro Federico García Lorca. El edificio, diseñado por MX-SL, Mexican and Slovenian Arquitects, y situado en la plaza de la Romanilla, albergará muy pronto el legado de uno de los poetas que más luz han dado a la poesía española. La transparencia, la sencillez y el juego de líneas parecen dialogar con los poemas de Poeta en Nueva York o El romancero gitano. Hasta que lleguen los fondos del poeta, el Centro acoge exposiciones temporales y cuenta con un proyecto que casa muy bien con una ciudad en la que aún se valora más la poesía que la narrativa, en palabras de Andrés Neuman, a quien escuché recientemente en Madrid en conversación con Clara Obligado. Hablo de Granada Ciudad de Literatura de la UNESCO . Al frente de este proyecto está precisamente el escritor Jesús Ortega y estoy seguro de que muy pronto será un lugar de referencia en la ruta europea de la literatura, como ya lo es Praga o Heilderberg, por citar algunas ciudades. Petros Márkaris, Mircea Cartarescu y John Banville son algunos de los escritores que pasarán por aquí. Me llevo como regalo una edición bilingüe de Ósip Mandelstam. Palabra y destino, editado por el Centro Lorca/Granada Ciudad de Literatura en colaboración con el Museo Estatal de Literatura de Moscú y Heilderberg Ciudad de Literatura. El libro rastrea las huellas de uno de los poetas más representativos del siglo XX, muerto en el Gulag en 1938, con documentos inéditos, pinturas, dibujos, carteles, que repasan la vida de este escritor cosmopolita, revolucionario y víctima del estalinismo, que siempre sintió nostalgia de una cultura universal. Y regreso a Madrid con uno de sus versos: “Coger a alguien la mano:ser amable,/Y decirle: vamos de camino” (Ósip Mandelstam , trad. Tatjana Portnova)

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OTRO ASUNTO en Perroflautas del Mundo: 
Hausmann: "Tener un sentimiento de Estado potencia el desarrollo económico"




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