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diciembre 29, 2017

Un grupo de treintañeros compiten por ver quién tiene el bíceps más grande y mayor número de seguidores en Instagram, de Javier Nix Calderón

Javier Nix Calderón ·  30/11/2017
Cuando era pequeño, en mi familia se hablaba con admiración de las personas que habían estudiado varias carreras, o que hablaban varios idiomas, o aquellas que habían conseguido algún logro importante, como estudiar en la universidad y trabajar al mismo tiempo en turnos de más de 8 horas. Recuerdo el caso de un amigo de mis padres, que había estudiado Economía mientras trabajaba por las noches en una imprenta. Mi familia reconocía el mérito de las personas que sacrificaban parte de su vida caminando tras un sueño. Así me educaron y en eso creo.
Ahora, me asusto al escuchar como, en el gimnasio al que estoy apuntado, un grupo de treintañeros compiten por ver quién tiene el bíceps más grande y mayor número de seguidores en Instagram. Me horrorizo al observar la admiración con la que miran a uno que asegura tener más de 50.000. Me asquea la media sonrisa de superioridad que aparece en su cara cuando los demás le preguntan cómo lo ha hecho. “Un buen management de mi perfil, un timing adecuado de mis post y fotos con buena luz y exteriores potentes”, contesta. Es el centro de atención y lo sabe. Se mira en el espejo del gimnasio con una satisfacción inmensa. Es un triunfador del siglo XXI.
Ahora, me asusto al escuchar como, en una discusión entre amigos, uno acusa al otro de “estar demasiado acostumbrado a los ‘me gusta’ que recibe en Facebook”. Traduzco: “lo que dices, lo que leo que dices, gusta y considero que estás empezando a creerte demasiado importante”. Esos botones que aparecen en nuestros ordenadores y teléfonos móviles con un pulgar hacia arriba se han convertido en la herramienta más eficaz para medir el éxito social. He visto como dos amigos apuestan quién de los dos llegará antes a los cien “me gustas” en una publicación. Veo como mi entorno se banaliza, se infantiliza, veo como los egos se colmatan y rebosan autosuficiencia, como se sacrifica la privacidad en aras de la aceptación social, como la exhibición constante de los logros propios condena a cada vez más personas a vivir vidas de cartón piedra, irreales, fatuas, lastimosas, tristes. Nos veo a todos sometidos a la dictadura de las miradas ajenas, yonkis del pulgar y del corazón vacío, pensando en cómo obtener la próxima cosecha de aplausos y vítores. ¿Es que nos sentimos sucios sin ese líquido que nos limpia, que nos mantiene a salvo de la indiferencia, que cae sobre nuestra nuca asegurándonos que somos alguien? Lo que somos es demasiado complejo para definirse por como los demás nos observan. Prefiero la sed antes que beber de esa lluvia ácida, que corroe lo que hay de verdadero en nosotros. Prefiero el silencio antes que ese ruido absurdo. Porque aún puedo reconocer el mérito, el de verdad. Recibí esa educación. Ningún “influencer” podrá cambiar eso.

Paquita Caminante Lo que reflejas es la existencia de ese mundo que, para desgracia general, parece ser muy grande. A mí, supongo que a más gente, me es ajeno, que no significa que no me duela la estupidez mencionada. Una p... pena. Mal remedio si los que lo viven no hacen por modificarse. Saludos y buena noche.
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