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diciembre 19, 2018

Correr y andar ¿Cuántos hombres -cuando salís a andar o a correr- tenéis presente que esa experiencia no está siendo la misma para la mitad de la humanidad? y +

Correr y andar   elsaltodiario.com  Mar Gallego   2018-12-18
 
Si buscamos en la web la definición de “correr” nos dirá que significa “desplazarse [una persona o un animal] rápidamente con pasos largos y de manera que levanta un pie del suelo antes de haber apoyado el otro”. Para “andar” la definición es la siguiente: “Trasladarse o moverse [una persona o un animal] de un lugar a otro dando pasos, sin llegar a correr”.
Lo cierto es que —a pesar de que nunca nos dijeron que era así— las definiciones genéricas no sirven para describir las diferentes experiencias vitales que existen en torno a estas dos acciones. Si, por ejemplo, la descripción de “correr” tuviera que definir la experiencia de una mujer en un Estado como el español, seguramente tendría que incluir —más a partir de esta semana— la palabra miedo.
La definición podría ser la siguiente: “Desplazarse [una mujer] rápidamente con pasos largos y de manera que levanta un pie del suelo antes de haber apoyado el otro, teniendo presente una sensación de miedo o de vigilancia extrema ante la sensación de que su vida corre peligro”.
Si cambiamos el escenario y situamos la cuestión en territorios donde las mujeres no pueden ni manifestarse en la calle porque las asesinan por ello, la descripción tomaría otro significado diferente.
Las feministas llevamos siglos intentando explicar que habitamos un mundo en el que nuestros significados no existen. Siglos intentando decir que cuestiones tan cotidianas como andar o correr no son iguales para nosotras. En definitiva, llevamos siglos diciendo que —o el mundo conoce nuestra perspectiva, nuestro sentir y nuestra realidad— o se nos está condenando a una apariencia de igualdad que nos invisibiliza, nos asesina y nos convierte en feminazis por exigir que los guiones sobre los que se sostienen nuestras vidas incluyan todas las miradas posibles. La igualdad real pasa necesariamente por este reconocimiento.
Hace poco leí un artículo en Pikara Magazine de Samuel Romero. En éste se realizaba un análisis urbanístico sobre el barrio granaíno de La Chana. El análisis, que se realizó bajo la perspectiva de género, describe cómo es nuestro andar por el barrio según seamos mujeres u hombres.
Entre las luces que arrojaba, afirmaba que las mujeres realizamos más desplazamientos que los hombres debido a la doble jornada laboral (familiar y laboral). Según el artículo, “el modelo de desplazamiento de los hombres es principalmente pendular (casa-trabajo ida y vuelta) y el de las mujeres multi-nodal (desplazamientos intermedios)”. Es decir, las mujeres vamos haciendo más paradas en el camino porque nuestras responsabilidades son mayores. Nuestros andares —esos mismos con prisas de muchas mujeres andaluzas de clase obrera— dicen mucho sobre cómo es nuestra vida. Las prisas y las paradas nos dicen que andar no es igual para todo el mundo.
Sin embargo, a estas descripciones sobre cómo se habitan los pueblos y las ciudades, “le falta” un punto importante. Algo que muchas mujeres hacemos casi a diario sin darnos cuenta a veces. Y es que los desvíos inconscientes que ejecutamos en nuestro caminar y las partes del pueblo por las que nunca pasamos tienen detrás miles de historias de abusos, violaciones, miedos que heredamos a veces de nuestras propias historias familiares. Si ponemos un mayor miramiento en por qué elegimos unas calles en detrimento de otras, encontraremos que a veces no acortamos camino por no encontrarnos con el abusador de la familia, o que hemos preferido tomar aquel otro porque una vez tuvimos una experiencia desagradable en aquella esquina o que hay zonas y barrios que nunca hemos visitando porque las mujeres de nuestro entorno nos contaron historias que se nos quedaron grabadas en la memoria.
El miedo, los abusos, las violaciones, las restricciones corporales que tenemos que adquirir para andar por la calle, los mal llamados “piropos”, las piernas abiertas de un hombre en un autobús ocupando todo el espacio, etc. etc. hacen que todavía muchas sintamos —por mucho empeño y voluntad que le pongamos— que hay actitudes y acciones destinadas a que nos sintamos incómodas y violentadas en los espacios públicos.
No es lo mismo correr que correr, andar que andar, vivir que vivir… y, sin embargo, seguir saliendo y ocupando las calles, seguir gritando y habitar en compañía y con amigas los lugares que nunca nos atrevimos a pisar, sigue siendo más deseable que el miedo en el cuerpo que nos intentan meter cada vez que se produce una violación o un asesinato como el de Laura Luelmo.
No queremos vivir con miedo pero tampoco vamos a recortar más nuestro espacio vital simplemente porque la mitad de la humanidad haya decidido que sólo hay sitio para una definición y una forma de estar en el mundo que excluye —por definición— a la otra. Como ha expresado en su cuenta de twitter la antropóloga Aída Bueno Sarduy:
“¿Cuántos de vosotros, HOMBRES, mientras os atáis las zapatillas para salir a hacer deporte consideráis la posibilidad de que una mujer se atraviese en vuestro camino y os mate? ¿Cuántos llamáis a un compañero para correr juntos por miedo a ser violados o asesinados por una mujer?”.
Y añado: ¿cuántos —cuando salís a andar o a correr— tenéis presente que esa experiencia no está siendo la misma para la mitad de la humanidad? ¿No va siendo hora ya de que reconozcáis que somos algo más que un tema de conversación que os incordia? ¿No va siendo hora ya de que os deis cuenta de que nuestro sentir y nuestras experiencias existen?
Puede que ése sea el primer paso que necesitamos para un andar más largo que verdaderamente valore nuestra compañía y nuestra presencia.

Unidos Podemos - Plataforma Ciudadana - ·  publico.es   Marisa Kohan

Menos populismo punitivo y más escuchar a las mujeres que denuncian para actuar antes de que sea demasiado tarde.
Menos jueces de la manada y más jueces que comprendan que si no es consentido es violación aunque la víctima, presa del pánico, no ofrezca resistencia.

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