No
podéis imaginaros lo duro que es comprobar, día a día, cómo se asienta
en muchos jóvenes la semilla del fascismo. Están crecidos, no quieren
escuchar otros discursos, son provocadores y se regodean en su
ignorancia. En 25 años de profesión nunca había visto tantos y con tanta
rabia y odio contenido. Llevo semanas nadando a contracorriente,
intentando mostrarles otros puntos de vista, pero no puedo. Creo que
voy a perder esta batalla por primera vez en mi vida laboral. To
do
huele a fascismo, suenan sus móviles con infames tonos (cara al sol,
montañas nevadas, el novio de la muerte), levantan el brazo con saludo
fascista a la mínima posibilidad, se saben impunes... son cosas de
adolescentes, buscan provocar, es una ideología más, no está prohibida,
los padres exigen la libertad de sus hijos para ser fascistas, el
gobierno de Madrid y la Consejería de educación les apoyan. Todo huele a
fascismo. Hoy explico el feminismo de Virginia Woolf para preparar la
obra de teatro que veremos mañana. Me miran desafiantes. Pasan, no toman
notas. Están ahí. Cada día ganan uno más para su causa. Blanquear el
fascismo y alimentar el odio ha traído estos vientos y estas nubes
oscuras. Estamos perdidos, repitiendo nuestra historia y teniendo que
defender lo obvio. Son tiempos oscuros, propicios para la sinrazón y la
barbarie.
Cuidaos mucho, buena gente, porque nos vamos a necesitar.
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