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julio 06, 2023

El Salto. Vecinos contra Mad Cool, otra batalla por el derecho a la ciudad frente al negocio de los festivales

 Jose Durán Rodríguez   12 MAY 2023

La instalación en el distrito madrileño de Villaverde de un recinto para festivales de música enfada a quienes viven allí, que alertan de las molestias que van a tener que soportar. El Mad Cool, a principios de julio, supondrá la primera prueba a su resistencia y un ejemplo más del impacto sobre la ciudad del modelo de macrofestivales.



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El 28 de abril se formalizó un contrato privado para el patrocinio del festival de música Mad Cool, que se celebrará en Madrid entre los días 6 y 8 de julio. Uno de los muchos que este festival ha firmado, pero uno especialmente relevante. Adjudicado mediante el procedimiento negociado sin publicidad por la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid, este contrato otorga casi un millón de euros a la empresa Mad Cool Festival S. L., organizadora del evento y la única que se presentó a la licitación. Un importe neto para la empresa de 900.000 euros por publicitar a la Comunidad de Madrid mediante la inclusión del logotipo y la marca CAM en la gráfica y comunicaciones del festival y por algunas acciones promocionales como bautizar uno de los escenarios o incluir en el recinto un espacio de información turística.

En el informe con el que la CAM justificó en febrero la necesidad de financiar el Mad Cool con esa partida de dinero público, el Director General de Turismo, Luis Martín Izquierdo, firmante del texto, recordaba que uno de los objetivos de su cargo es aumentar el número de turistas que llegan a la región y los ingresos por ellos generados, estableciendo como línea estratégica la mejora del posicionamiento de la Comunidad de Madrid como destino turístico. Para ello realizan actuaciones de comarketing con el sector privado “especialmente en aquellos eventos y espectáculos de elevado potencial de atracción de un turismo de alto valor y rentabilidad que se celebren en la región y que contribuyan a la desestacionalización”. Para acreditar el “interés público” que lleva a la CAM a contratar con Mad Cool, el informe alude a las cifras: 312.000 personas pasaron por el festival en 2022, una de cada tres llegada del extranjero, principalmente de Reino Unido, Francia, Irlanda, Estados Unidos y Alemania. Se trata de una mirada cuantitativa, y seguramente interesada, que obvia las repercusiones más difíciles de contabilizar que la apuesta institucional por este modelo de ocio supone para la ciudad, su tejido cultural y quienes no están de paso sino que viven en ella.

La edición 2023 de Mad Cool, cuyos cabezas de cartel son Robbie Williams, Mumford & Sons y Red Hot Chili Peppers, tendrá lugar en un nuevo emplazamiento, denominado Nuevo Recinto de Festivales de Madrid. Ubicado en el distrito de Villaverde, entre la carretera M-45 y la calle Laguna Dalga, en la Colonia Marconi, este proyecto no ha sido bien recibido por los vecinos de la zona, que alertan de la cercanía de las viviendas —a menos de 500 metros—, el excesivo ruido que ocasionará y los problemas de movilidad y acceso a un evento al que asistirán más de 80.000 personas en cada una de sus jornadas.

En octubre del año pasado nació la plataforma Stop Espacio Mad Cool, integrada por vecinos de Villaverde y Getafe Norte, barrio de Getafe limítrofe con Villaverde, afectados por esta iniciativa que la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, anunció en julio como un proyecto estable, no solo para la celebración del festival Mad Cool sino otros eventos e incluso la creación allí de una Ciudad de la Música, con espacios de producción musical y salas de ensayo. Para la plataforma, supone un “atropello al descanso, bienestar y salud de los barrios del sur de Madrid”. De momento, según afirman los vecinos, las obras que se están llevando a cabo son “de alisado del terreno, el Espacio consiste en un simple vallado, la instalación de carpas, césped artificial y escenario, no hay tabiques ni ladrillos, es un terreno agrícola con licencia provisional en el que no se puede construir ninguna estructura fija, al menos en los próximos dos o tres años, hasta que se apruebe el plan parcial”. En la web esmadrid.com, la página oficial de turismo de la ciudad de Madrid, ya aparecen en agenda otros dos eventos a celebrar allí, además de Mad Cool: el concierto de Harry Styles el 14 de julio y el Reggaeton Beach Festival los días 22 y 23 del mismo mes (...)

El agujero negro de la música

Cuando en julio Villacís anunció que Mad Cool continuaría en Madrid, dejó una frase para el recuerdo: “Mad Cool es Madrid y viceversa”. Unos días después de esa declaración, las quejas del público asistente a la edición 2022 del festival se centraron en las opciones de transporte para el regreso después de los conciertos, en el recinto Valdebebas-IFEMA. La organización privilegió a Uber, patrocinador destacado del evento, frente al servicio de taxis, a los que impidió acercarse a la entrada principal, con lo que se pagaron hasta 100 euros por un trayecto de vuelta, dado que los VTC no tienen una tarifa regulada sino que fijan el precio en función de la demanda y los vehículos disponibles. Ese verano fue muy convulso en los festivales de música, con numerosas cancelaciones a pocos días de su celebración y denuncias por el trato que recibe el público en estos eventos, la falta de atención y los deficientes servicios que prestan, también por los abusos en las condiciones laborales de quienes trabajan allí. Fue un punto de inflexión, la confirmación de algunos síntomas evidentes desde hacía tiempo de que ese modelo de negocio tiene zonas oscuras que conviene aclarar. Pero las cifras parecen taparlo todo y hablan de una industria boyante, en recuperación, que cada año supera la asistencia y venta de entradas del anterior. El Primavera Sound de Barcelona alargó su programa durante dos fines de semana en 2022 y pudo presumir de más de medio millón de asistentes. Otra cuestión es cómo fueron tratados, qué conciertos pudieron ver, a qué precio y cómo afectaron esos diez días de fiesta al lugar donde se celebra (...)

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