Desde la segunda mitad del XX los ganaderos y agricultores enriquecidos de la España rural han visto en el ruido del petardo una forma de darle visibilidad a su riqueza en la comunidad rural. La España Negra que tan bien retrató el libro del mismo título de Émile Verhaeren, tiene en la pólvora, el fuego y el ruido- acuñada desde los autos de Fe de la Santa Inquisición- una larga tradición. Esta tradición de violencia sonora contrarreformista es prolongada por los asnos salvajes actuales en la fiestas populares de quema de efigies de judíos y reactivada con el disparo de armas de caza, el ahorcamiento en público de muñecos con la efigie de Puigdemont, o el lanzamiento de petardos en la calle para asombro del vecindario
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