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marzo 08, 2025

Sarah Blaffer Hrdy, antropóloga: “Hemos tenido que llegar al siglo XXI para que los hombres convivieran de cerca con los bebés y se viera su potencial”


ENRIQUE ALPAÑÉS    27 ENE 2025.

En su nuevo libro sobre la crianza masculina, la científica explica cómo el feminismo, el biberón y los derechos LGTBIQ+ han moldeado los cerebros de los padres


La antropóloga y primatóloga Sarah Blaffer Hrdy   A. H

Sarah Blaffer Hrdy (Dallas, Estados Unidos, 78 años) es primatóloga y antropóloga. También es abuela. En 2014 se mudó 10 días a casa de su hija Katrinka a ejercer como tal. Y lo que vio allí la impactó. Katrinka trabajaba en un colegio privado en el que le dieron muy pocos días de permiso parental. Su marido, Dave, estaba en un colegio público con mejores condiciones. Así que él ejerció de principal cuidador del pequeño. “Fue la primera vez que vi a un hombre totalmente inmerso en la crianza de un bebé, de una forma que nosotros venimos a llamar maternal”, recuerda ella en su libro. Blaffer había estudiado la paternidad en simios. En los años ochenta escribió una tesis en la que documentaba el comportamiento de los monos langures, que matan a las crías ajenas para fecundar de nuevo a las hembras con sus propios genes. A finales de los noventa escribió el libro Mothers and Others, donde explicaba que los seres humanos son criadores cooperativos y señalaba el rol de la madre y la comunidad en la crianza.

Blaffer se preguntó cómo encajaba el comportamiento de su yerno en todo esto. Y se planteó escribir un libro sobre la paternidad en humanos. El resultado es El padre en escena (Capitan Swing) un ensayo a medio camino entre la neurología, la antropología e incluso la política. Solo desde este prisma se puede entender la particular relación entre hombres y bebés.

Los descubrimientos del siglo XX sobre vínculo afectivo ente madre e hijo no llegaron a demostrar que las mujeres fueran el único sexo capacitado para cuidar de los bebés, explica la autora, pero esto encajaba tan bien con lo que la gente tenía asumido que no se cuestionó. Su libro lo hace. Plantea que la selección sexual de Darwin no es suficiente para explicar el apareamiento en humanos, que también se guían por la selección social. En el Pleistoceno, cuando empezamos a vivir en grupo, tener prestigio social empezó a ser más importante que ser más fuerte para tener acceso a la cópula. Asegura también que el hombre tiene los mismos circuitos neuronales que despiertan en la mujer un instinto maternal. Solo había que desempolvarlos. Las mismas áreas cerebrales se iluminan si el padre pasa suficiente tiempo con un bebé y se convierte no en una ayuda, sino en cuidador principal. Por eso, dice, solo en el siglo XXI, con los avances modernos, se han rescatado unas características de nuestra especie largo tiempo ocultas. El feminismo, la adopción de parejas del mismo sexo, el permiso paternal o el biberón han cambiado el cerebro de los padres. Su libro narra la historia de una relación casi única en la naturaleza, la de hombres y bebés. Pero también es una constatación de cómo la cultura puede modelar la biología.

Pregunta. ¿Qué pasa en el cerebro de los hombres cuando están cerca de un bebé? ¿Qué tipo de cambios hormonales sufren?

Respuesta. Esa para mí fue la mayor sorpresa del libro. Lo comprobé de primera mano cuando vi a mi yerno cuidando de su bebé. Estaba tan absorto, tan dedicado y tierno como lo estaría una madre. Fue eso lo que me empujó a escribir este libro. Los hombres responden ante la presencia de un bebé, cambian cuando pasan mucho tiempo cerca de él. Los circuitos neuronales para responder como una madre están en ellos, pero silentes. Es un potencial que no estaba siendo activado. Hemos tenido que llegar al siglo XXI para que los hombres convivieran de cerca con los bebés y se viera. Es la primera vez en la historia de la humanidad en la que dos hombres están criando a un bebé desde su nacimiento sin ninguna mujer involucrada [en la crianza]. Y gracias a esto hemos visto cómo se iluminan porciones del cerebro realmente maternales, antiguas y ancestrales en esta zona.

P. La paternidad es biológica, pero también cultural.

R. Sí, y el comportamiento cambia mucho más rápido que la biología. Esta es una de las razones por las que creo que la crianza de los hijos en humanos es tan flexible. Las madres pueden estar más o menos ligadas dependiendo de sus circunstancias, pero su caso es distinto. Las mujeres van aumentando sus niveles de prolactina y estrógenos durante la gestación. Y al nacer, los neuropéptidos y la oxitocina participan en el desencadenamiento de las contracciones del parto. Así que ya se sienten muy afiliadas al bebé cuando nace. Y después, con la lactancia, aumentan la oxitocina y la prolactina. Así que sí, están más ligadas al bebé cuando llega. Pero esta relación es más facultativa en los padres. Ellos no tienen un instinto paternal como lo tiene, digamos, un mono búho, que quiere cuidar a ese bebé por encima de todo. Este se desarrolla con el contacto.

P. Cuando comentó a sus colegas que estaba escribiendo un libro sobre el potencial de los hombres como padres, estos bromearon con que sería un libro muy corto. Al final El padre en escena tiene más de 500 páginas...

R. Bueno, yo soy conocida por escribir libros bastante largos. Y además, la suposición inicial de la mayoría de personas que estudian a los humanos y otros mamíferos, es que el trabajo de crianza recae solo en las madres. Solo el 5% de los mamíferos tienen cuidados parentales. E incluso menos tienen el tipo de cuidado que vemos en los humanos, donde los machos están con la cría casi todo el tiempo.

P. ¿Por qué los mamíferos somos tan malos padres?

R. La madre está allí cuando nace el bebé, es seguro que ella es la progenitora. Y quién sabe dónde estará el hombre en ese momento. Una vez iniciada la lactancia, el bebé se apega a ella y ella se compromete con él. Los pájaros no lactan. Los machos pueden llevar comida al nido igual de bien que las madres. Y lo hacen, el 10% de las aves tienen cría cooperativa. La nuestra es una especie donde la ayuda a la crianza es aún más amplia, cualquier miembro del grupo, aunque no sea el padre genético, puede ayudar a cuidar y proveer a los bebés, cosa que no sucede con las aves. Los humanos se habrían extinguido en el Pleistoceno si no hubieran compartido alimentos de manera bastante rutinaria. Es algo que seguimos teniendo grabado, cuando viene un invitado a casa le damos lo mejor que tenemos. Compartimos comida y las personas que no comparten son vistas como tacañas. Esto es muy importante para el Homo sapiens y lo fue antes para el Homo erectus, lo ha sido siempre.

P. Pero somos una excepción dentro de nuestros familiares más próximos. ¿Cómo evolucionó el hombre de forma diferente?

R. Los chimpancés, por ejemplo, cazan. Y un macho dominante puede dejar a regañadientes que un aliado muy importante obtenga un trozo de carne, pero no lo comparte de forma rutinaria. Los seres humanos son únicos entre los primates en el sentido de que el aprovisionamiento de otra persona es una rutina. Machos y hembras comparten alimentos vegetales y carne. Un estudio sobre los Hadza [una tribu de cazadores recolectores en Tanzania] vio que cuando los hombres cazan algo grande, lo comparten con todos. Y el cazador no necesariamente obtiene un trozo más grande que los demás. El fanfarronear está mal visto, nadie quiere ser un pez gordo. Y si te comportas como tal, la gente empieza a cotillear sobre ti, a criticarte. Incluso te pueden expulsar del grupo o, en casos raros, ejecutarte.

P. Es lo que se ha llamado selección social, una teoría que usted recuerda para matizar o completar la selección sexual de Darwin.

R. No quiero decir que la teoría de la selección sexual esté mal, pero creo que Darwin se centró demasiado en ella. En los años ochenta se prestó mucha atención a la elección femenina, donde las hembras elegirán al macho que gana la pelea. Pero esto no es así para el ser humano desde el Pleistoceno. Entonces, para sobrevivir, nos volvimos mucho más interdependientes y teníamos que confiar los unos en los otros para salir a cazar juntos, para dividir el trabajo y colaborar. Y en este contexto se da la hermosa paradoja de que los hombres compiten para ver quién es más sociable, más cariñoso. Darwin se centró únicamente en la selección sexual. Pero, en los humanos, esta selección social se vuelve mucho más importante, tenemos que preocuparnos de lo que otras personas piensen de nosotros. Y eso se remonta a cómo nos criaron cuando éramos bebés.

P. ¿Eso significa que no es el más fuerte quien va a encontrar pareja, sino el más majo o el mejor padre?

R. En parte. Ser cariñoso da prestigio social. Hace años, a los hombres les avergonzaba cambiar un pañal o cuidar a los bebés. Si lo hacían, eran considerados unos débiles, poco varoniles. Según estos estándares de masculinidad, siempre hay que ser fuerte y estar al mando y no se pueden mostrar sentimientos. Y con esta idea de masculinidad, no hemos hecho ningún favor a los hombres. En su libro Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo, el premio Nobel, Angus Deaton, junto con su esposa, la economista conductual, Dan Casey, reflexionan sobre estas muertes, causadas por suicidio o sobredosis. Tres de cada cinco víctimas son hombres.

Pero en los últimos años las cosas han cambiado. Hubo una macroencuesta en Estados Unidos, en 2010, en la que se entrevistó a 20.200 hombres. Y poco más de 2.000 de esos hombres vivían en la misma casa con niños menores de cinco años. Nueve de cada 10 dijeron que habían cambiado un pañal o habían alimentado o lavado a su bebé en la última semana. Incluso si esos hombres estuvieran exagerando, esto muestra que nuestros estándares de masculinidad se están relajando, los hombres no tienen miedo de mostrarse como buenos padres, lo buscan. Las camisas de fuerza del género se han aflojado. Ahora hay más formas de ser hombre, de ser mujer, la homosexualidad está aceptada y nuestros estándares de roles de género se están relajando… Bueno… Quizá ahora no tanto. Ha habido una reacción violenta a estos cambios y en mi país está sucediendo ahora mismo. Es muy doloroso. El caso es que era mucho más optimista cuando comencé este libro, hace más de 10 años.

P. Si la forma en la que entendemos la paternidad es cultural, las cosas pueden cambiar. Podemos retroceder.

R. Yo se lo digo a mis hijas, por ejemplo, no hay que dar por sentados los derechos reproductivos. Pensábamos que estos cambios estarían aquí para siempre, pero si analizamos la historia cultural humana, vemos que no es así. Mucho antes de todas estas tendencias patriarcales en la Iglesia católica y en Medio Oriente, en el Pleistoceno, las sociedades eran más igualitarias. No estoy diciendo que las mujeres fueran dominantes ni que fueran sociedades matriarcales, pero tenían más autonomía reproductiva y residencial que en ciertos lugares. No sé si has visto los titulares del Washington Post en el último mes sobre bebés abandonados en contenedores de basura en Texas. En Estados Unidos el aborto ya no está garantizado, hemos hecho que los métodos anticonceptivos fueran difíciles de conseguir. Destruimos la autonomía reproductiva y este es el resultado.

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LNC La historia de ‘las Cainejinas’, premio Igualdad y Mujer 2024

    20/01/2025

 Ana Isabel Martínez de Paz y su documental ‘Pioneras de la montaña’ ha sido reconocida con este galardón que concede la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada


Fotomontaje de Ana Isabel Martínez de Paz con la imagen de ‘la cainejina’ que primero subió al Naranjo de Bulnes, María Isabel Pérez, y la ruta que siguió.

La historia de 'las Cainejinas', premio Igualdad y Mujer 2024

Entre pioneras anda el juego, podría ser el titular de la noticia feliz para el 
montañismo leonés.  Pues si la historia de dos pioneras leonesas ha sido 
reconocida y premiada, la autora del documental que la recoge sería la tercera 
pionera. 

Las dos pioneras son las llamadas popularmente ‘Las Cainejinas’ —por ser ambas nietas del famoso Cainejo— y que fueron las que siendo casi unas niñas (18 años)fueron las primeras mujer en ascender el mítico Naranjo de Bulnes, el Urriello o el Picu, que todos los nombres responden al mismo pico y a la misma leyenda. Las dos primas carnales realizaron esta gesta con tan solo una semana de diferencia, el 31 de julio de 1.935 lo hizo María Isabel Pérez Pérez, y el de agosto de 1.935 repitió gesta Teofila Gao Pérez.

«La primera en ascender fue María Isabel, por la vía del Paso Horizontal, en la cara sur, en compañía de  su tío y del guía Alfonso Martínez. Tenía solamente 18 años, y utilizaron la cuerda para asegurarse en algún paso determinado. Una semana más tarde sería Teófila Gao Pérez, lo hace también por el Paso Horizontal, con su padre y con dos vecinos de Bulnes, con la particularidad de que no se aseguran con la cuerda, porque no la tienen. Descienden por el mismo itinerario», recuerda Martínez de Paz, quien también ostenta un importante récord al ser la primera mujer en subir cien veces —en la actualidad ya los ha hecho algunas veces más—la misma cima que Las Cainejinas

Tiene además Martínez de Paz otra faceta, la de historiadora y divulgadora de la importante y olvidada historia de la mujer en la montaña. En esa ‘misión’ es autora del documental ‘Pioneras en  la montaña’, en el que tienen un importante papel las dos montañeras de Caín, nietas de El Cainejo, que con Pedro Pidal, El Marqués de Villviciosa, fueron los primeros hombres en ascender el pico que marca la historia de esta familia:El Naranjo de Bulnes. 

Yese trabajo documental acaba de lograr un importante reconocimiento, el Premio Igualdad y Mujer 2024 que concede la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada y cada año se entrega en el Consejo Superior de Deportes pero este año aún no se ha hecho por estar el organismo federativo inmerso en un proceso electoral. Se señala en el reconocimiento que en el documental «se da voz a mujeres pioneras de la montaña. El premio va dirigido a aquellas dos jóvenes que en 1.935 se convirtieron en las primeras mujeres en alcanzar la cima del Pico Urriello o Naranjo de Bulnes, María Isabel Pérez y Teófila Gao (ambas fallecidas)dando inicio al alpinismo femenino español».

Señala Martínez de Paz la necesidad de reivindicar estas dos figuras pues incluso en la Federación de Montaña a nivel nacional «alucinaron al conocer la gesta de estas dos leonesas, que algunos conocían de manera superficial y otros la desconocían»por lo que creo que es importante el premio y todo lo que se haga porque lo que hicieron ‘las cainejinas’ es algo único en el mundo y no podemos los leoneses dejarlo caer en el olvido. Tiene que ser un orgullo para todos, al menos así lo veo yo y así recibo el reconocimiento».

Señala además Ana Isabel el interés en que el documental, el reconocimiento y todo lo relacionado con ello se quede en «algún espacio público de Valdeón relacionado con Picos de Europa, para que esté a la vista de todos los visitantes y, sobre todo, para que todos los que vengan al valle conozcan la historia y la gesta de estas dos mujeres irrepetibles» pues se muestra convencida de que lo son, irrepetibles, «pues ya no queda gente de esa pasta».

Además muestra la divulgadora su esperanza de que «el reconocimiento sirva de motor para que se pongan en marcha nuevas ideas e iniciativas a su alrededor, encaminadas a defender la cultura de la montaña, la presencia de la mujer, no solo en la montaña, sino en todo el ámbito rural». 

En esa labor divulgadora de la montaña tiene este lunes Martínez de Paz —junto a Isidoro Cubillas, Álvaro Ramos y Diego Rodríguez—una cita en el Auditorio de León en unas jornadas de difusión de la montaña con 1.500 adolescentes leoneses, una actividad organizada por José Luis Lorente y otros profesores del IESEras de Renueva de la capital leonesa.  

COMENTARIOS: 

22/1/2025  ALVARO: https://www.diariodevalderrueda.es/texto-diario/mostrar/5145210/maria-isabel-perez-teofila-gao-primeras-mujeres-subir-cima-naranjo-bulnes

ALVARO: La de Teofila, prima de la primera, fue una escalada sin cuerda. Hace 90 años. Ahí es nada

BLAS: Toda mi admiración por Mª. Isabel y Teófila y por el abuelo de ambas, todos del pueblecito  de Caín, (Razón del  apodo de El Cainejo)

 ANA: La pena es que se haga el reconocimiento tan tarde... cuando ellas ya no están. Y, jobar con la TeÓfila... sin cuerda, ¡menudos ovarios!

marzo 07, 2025

CTXT. Carta a la comunidad 390 | Nuria Alabao: Aprendizajes de EEUU: fortalecer el activismo ante el trumpismo y la deriva autoritaria

 1/2/2025

Querida comunidad:

 

Amigos estadounidenses escriben estos días sobre su tristeza y desesperación tras la toma de posesión de Trump. En poco más de una semana, los decretos firmados por el nuevo presidente de derecha radical han supuesto un duro golpe para los migrantes indocumentados y sus redes de apoyo, para los beneficiarios de ayudas sociales que temen quedarse sin ellas –aunque esa medida ha sido, temporalmente, suspendida– y para las personas trans que ya están sufriendo un recorte radical de sus derechos. Muchos trabajadores públicos ven peligrar sus puestos de trabajo y los sindicatos ya aguardan el próximo ataque. Trump también amenaza las políticas de discriminación positiva que, aunque muy criticadas por los movimientos de emancipación, dibujan una alternativa mejor que la que ahora se plantea. Tanto el paquete de medidas presente como las que el presidente guarda en un cajón auguran un futuro inquietante, sobre todo para los que ya luchan por sobrevivir. Quizás este Gobierno también implique el envalentonamiento de los neofascistas y el escuadrismo de calle que Trump ya alentó en su primer mandato.

 

        Ante este escenario de desesperación, la depresión y el miedo pueden resultar paralizantes. No son buenos lugares desde los que resistir, y mucho menos avanzar. La activista Angela Davis ha tenido que recordar en un acto público que «si echamos la vista atrás a las luchas por la justicia y la igualdad, descubrimos que no suele haber momentos propicios para las luchas. Siempre nos hemos enfrentado a oleadas de conservadurismo. Y, aunque no podemos crear las condiciones para las luchas en las que participamos, podemos aportar nuestra determinación. Podemos aportar nuestra visión de un futuro mejor».

 

        No, no siempre se han dado las condiciones propicias para las luchas, como señala Davis. Pero los momentos de mayor ofensiva autoritaria han generado históricamente fuertes respuestas colectivas. Desde las redes de refugio para esclavos en la época de la resistencia abolicionista –el llamado Ferrocarril Subterráneo del siglo XIX–, la desobediencia civil masiva contra las leyes segregacionistas o los Black Panthers y su concepto de «supervivencia pendiente de la revolución». Más allá de Estados Unidos los ejemplos son infinitos y podemos recordar la resistencia antinazi en Europa, las diversas intifadas palestinas o la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. Eran también situaciones en muchos sentidos peores que la actual.

 

        El escenario estadounidense y los debates que ahora se están produciendo en los movimientos sociales alumbran importantes lecciones para pensar nuestro contexto. La primera es la de no aceptar nunca la derrota. La segunda es que este nuevo escenario implicará que estas luchas quizás tengan que ser más osadas, partan o no de esta esperanza. (A veces el activismo es la mejor manera de vivir, simplemente, con o sin Trump, o se lucha porque todo podría ir a peor.) Dean Spade, otro activista y profesor de Derecho a quien entrevistamos en este mediodecía hace poco en redes:

 

        «La gente va a necesitar saltarse muchas normas y leyes para sobrevivir a este periodo. Vamos a tener que esconder a la gente de la policía y de las fuerzas de inmigración. Vamos a necesitar interrumpir las industrias ecocidas y de guerra que están destruyendo el planeta y matando a gente, y conseguir medicamentos y procedimientos médicos que se han vuelto ilegales bajo esta nueva Administración. Ya estamos haciendo muchas de esas cosas, pero vamos a requerir de mucho más porque va a producirse más opresión, más criminalización de la supervivencia básica de las personas en nuestras comunidades. Vamos a requerir defendernos unos a otros de los desalojos. Vamos a tener que hacer frente a la policía, por ejemplo para evitar que echen a la gente que duerme en la calle. Es decir, tenemos que hacer todo esto para sobrevivir, lo que requiere confiar en los demás y aprender a ser dignos de confianza, algo que no creo que tengamos ahora mismo».

 

        Se dibuja aquí una guía para la acción propicia a unos tiempos de oscuridad. Estas acciones que, sin duda, exigirán construir las relaciones de confianza que Spade reclama y que permiten asumir riesgos y defenderse colectivamente. Si la supervivencia de muchas personas bajo la Administración Trump puede depender de estrategias de desobediencia civil y apoyo mutuo, es imprescindible contar con estructuras capaces de resistir a la represión. Quizás una parte de los movimientos sociales de ese país en ocasiones ha estado –como lo está también aquí– muy centrada en disputas internas, cruces de acusaciones o se ha visto atrapada en formas de política moralista que no ayudan a la construcción de esas redes de solidaridad imprescindibles para hacer frente a este momento. Pero la extrema necesidad de la coyuntura presente, sin duda, dejará en segundo plano esas disputas. Sobre todo cuando se enfrenten no solo a los límites de su propia composición o formas políticas, sino al contexto de criminalización creciente.

 

        No es una cuestión meramente ética o individual, sino una condición material para la resistencia. Si tomamos en serio la necesidad de «esconder gente», organizar economías alternativas y bloquear infraestructuras de explotación, necesitaríamos quizás superar el modelo de movimiento social que ha predominado en las últimas décadas: basado en la protesta pública, la incidencia política y las lógicas identitarias, ha mostrado graves límites en contextos de radicalización autoritaria. No basta con denunciar, con movilizarse ocasionalmente o con construir espacios de resistencia simbólica. Sería necesario, quizás, construir organización y contrapoderes sostenibles en el tiempo, capaces de resistir el posible embate represivo.

 

La criminalización de la supervivencia

y la lucha contra el despojo

 

El trumpismo no es solo una anomalía dentro del sistema estadounidense; es una expresión más de un capitalismo en crisis que necesita del autoritarismo para sostenerse. Es, también, una estructura de poder que avanza mediante la represión de quienes más necesitan esas resistencias: comunidades racializadas, trabajadoras precarias, migrantes sin papeles… Esta criminalización también afecta a quienes dependen de economías informales, a las personas sin hogar, a quienes defienden territorios frente al extractivismo o a quienes acceden a medicinas y tratamientos fuera de los circuitos legales. Es una política que convierte en delito lo que antes era una forma de vida o una estrategia de subsistencia. Si el Estado –y no solo los gobernados por las extremas derechas– criminaliza cada vez más la mera existencia de ciertas poblaciones, la supervivencia se vuelve un acto de resistencia.

 

        Como dice Spade, será necesario garantizar el acceso a recursos básicos fuera de la legalidad establecida: vivienda, atención médica –como abortos– o alimentos. Así como será necesario enfrentarse a las deportaciones o a la persecución de los migrantes. La acción directa será más necesaria que nunca. Si el desafío para los movimientos sociales en el pasado ciclo de hegemonía de las políticas de identidad y de afirmación positiva era el de resistir la institucionalización que los vuelve inofensivos, hoy será enfrentarse a la represión y ser capaces de sostener infraestructuras autónomas que se enfrenten al despojo.

 

        Por tanto, no se trata solo de resistir, sino de generar alternativas que hagan inviable el modelo de despojo y exclusión que se nos impone. La indignación y la rabia son insuficientes si no se traducen en acción. Como decía Martin Luther King, citado por Davis, “no podemos capitular ante las decepciones finitas, sino enfrentarlas con una esperanza infinita». Esa esperanza, sin embargo, no es ingenuidad ni optimismo vacío: es la construcción consciente de las herramientas necesarias para resistir, al tiempo que sostenemos vidas que valgan la pena.

       

        Gracias por leernos..................................  Nuria Alabao

 

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Riesgos y negocios que esconde el gasto militar, de Jordi Calvo Rufanges 



marzo 06, 2025

[DifusionCAS] Homenaje a Juan Margallo, 3/3/2025

 Hoy ha muerto Juan Margallo (24/9/1940-2/3/2025), uno de los grandes del teatro independiente y comprometido socialmente.

Entre 2005 y 2012, cuando miles de madrileñas ocupaban las calles
gritando: «PSOE, PP, la misma mierda es» y «derogación de la 15/97 y
rescate de lo privatizado«, Juan, junto con Alberto San Juan, Billy
Toledo, Antonio de la Torre y el irrepetible Moncho Alpuente, pusieron
su granito de arena, en forma de humor, en la lucha y la denuncia de CAS
sobre la destrucción del sistema sanitario.

La «caspa médica» puso el grito en el cielo y convocó al Foro de la
Profesión médica para criticar «tamaño ataque» de los cómicos
(https://corporativa.amyts.es/noticias/noticia/?slug=el-foro-de-la-profesion-descalifica-los-demagogicos-videos-sobre-la-supuesta-privatizacion-de-la-sanidad-en-madrid).
A ellos se unió en su denuncia el privatizador Lasquetty.

En 2012, con la privatización implantada ya en Madrid, con los
hospitales en manos privadas por 30 años (hasta 2038-2040) nació la
primera Marea Blanca, capitaneada por la actual ministra Mónica García
(nadie sabe dónde estaba mientras Esperanza Aguirre privatizaba) cuyo
objetivo fue descafeinar las reivindicaciones, introduciendo el mensaje
de encefalograma plano de «la sanidad no se vende, se defiende». Así nos
va con los que iban a asaltar los cielos en el poder.

Falla el sistema. Juan Margallo y Alberto San Juan, denunciando hace ya
casi 14 años, la destrucción de la sanidad.
https://www.youtube.com/watch?v=GNJoY9-xoZ0

Gracias Juan, eres de los imprescindibles.
Que la tierra te sea leve.
https://www.casestatal.org/es/2025/03/homenaje-a-juan-margallo/

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CTXT. Adulto funcional ‘challenge’, de Gerardo Tecé


 Gerardo Tecé 29/01/2025

Quizá la moda más nociva de nuestro tiempo sea el malismo. Esa que lleva a parte de la población mundial a querer confundir lo punki o antisistema con ser un hijoputa con pintas, que se dice en mi pueblo

Protesta contra las exigencias de vacunas contra el covid en Washington DC en 2022. / Brett Davis (Flickr)

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Como algo se ponga de moda la razón se puede dar por jodida. Entre los chavales ingleses se puso de moda hacer balconing durante sus vacaciones en España. Y, como una moda llama a otra, aunque nada de aquello tenía sentido, la tendencia que lo petaba por aquel entonces era volver a casa bronceado y dentro de una caja de pino, como si al niño lo hubieran mandado al Vietnam comunista en lugar de al Magaluf del todo incluido. Se puso de moda la Power Balance, aquella pulsera de plástico que, según aseguraban sus inventores desde un yate amarrado en su isla privada, tenía efectos maravillosos. Tanto se puso de moda que Leire Pajín, ministra de Salud de aquella época, lucía orgullosa aquel trozo de silicona que, por 20 euros, rodeaba al usuario mediante un campo energético que captaba ondas beneficiosas y te dejaba la analítica de sangre para ponerla en un marquito en casa. Ayer mismo conocíamos que la mayoría de donaciones de semen de España se realizan en Granada. ¿Qué razón que no sea la moda puede explicar que una provincia en la que vive menos del 2% de la población española genere la mayor parte de las donaciones de esperma nacional? Descartado que en Granada con cada paja los bares pongan tapa gratis o que el ayuntamiento regale entradas para ver la Alhambra a cambio de llenar el botecito –y obviando desagradables chascarrillos del tipo “ya sabemos por qué lo llaman Sierra Nevada”– sólo nos queda pensar que, efectivamente, se trataría de algún tipo de efecto llamada. Una moda local capaz de aplastar sin contemplaciones la razón matemática. Cuando el día de mañana todo ese esperma donado se transforme en adolescentes distribuidos por la geografía española, la inevitable carga genética hará que vuelvan a ponerse de moda grupos como Los Planetas, Lori Meyers, Lagartija Nick o Niños Mutantes.

Hay modas mucho peores. Quizá la más nociva de nuestro tiempo sea el malismo. Esa moda que lleva a parte de la población mundial a querer confundir lo punki o antisistema con ser un hijoputa con pintas, que se dice en mi pueblo. En Estados Unidos la moda malista está en pleno auge. Tanto que personas de aspecto amigable, que dan los buenos días mientras esperan a que el autobús escolar pase a recoger al pequeño Jimmy, son firmes defensoras de que es una idea estupenda organizar redadas en iglesias y colegios para detener y expulsar de un país construido gracias a la inmigración a personas de piel oscura. Cualquier acto malista que se le ocurra al nuevo presidente que, rodeado de los millonarios dueños del sistema, se hace llamar antisistema, les gusta. Salir de la Organización Mundial de la Salud es una idea estupenda. Seguro que recuperar la Power Balance sería más barato y eficaz. Enterrar los organismos de lucha contra el cambio climático o de cooperación internacional son medidas a la altura de esta moda que arrasa entre jóvenes y mayores. Si existiese una asociación que ayudase a ancianas a cruzar la calle, los malistas la pondrían en su punto de mira y se conjurarían para cerrarla bajo el argumento de que las viejas de cadera débil discriminan gravemente a hombrecitos como Elon Musk que se ven obligados a desplazarse por su propio pie.

No hay razón que explique el porqué de las modas que fulminan a la razón. Es inútil intentar entender a un portador de pulseras homeopáticas, a un británico que dice que llegará hasta la piscina, un terraplanista o a un granadino con ansias de reconquista. Imaginen intentar entender lo que pasa por la podrida cabeza de un malista. Quizá deberíamos centrarnos en inventar nuevas tendencias que sustituyan a esta. No sé, hay quien propone el Mangione Challenge. O, tal vez, simplemente esperar a que vuelvan las modas pasadas y que así, quienes persiguen a personas vulnerables descubran lo divertido que es lanzarse desde un balcón. ¿Será esta sucesión de modas lo que el filósofo de moda Bauman refiere cuando habla de tiempos líquidos –viscosos en Granada–? Sea como sea, qué ganas de que comportarnos como adultos funcionales se ponga alguna vez de moda.

marzo 05, 2025

Carmen Vásquez (APDHA): "La gente lo pierde todo en los incendios en los asentamientos de la fresa"


Raúl Bocanegra   25/01/2025 

La investigadora de APDHA expresa a 'Público' su "indignación" tras la muerte de otra persona en un asentamiento en Lucena del Puerto (Huelva).

Un asentamiento en Palos, tras un incendio. Archivo.A. Pérez / Europa Press


Este viernes murió de madrugada una persona en el incendio de una chabola en un asentamiento, creado al calor del millonario negocio de la fresa, en Lucena del Puerto (Huelva). En 2021 ya habían muerto otros dos trabajadores en otro fuego, este en Palos de la Frontera, otro municipio fresero. 

Reparar o tirar: una historia de metales preciosos, geopolítica y desechos tóxicos